San Pedro de Coche, 28-02-15
Por: Humberto Frontado
Maria Magdalena Malavé de Frontado ( MALENGO) |
Nunca dejará de
asombrarnos las cosas que decía Malengo (mi madre) ante cualquier hecho. Siempre tenía
una expresión en el momento oportuno, ya sea para bien o para mal. En todo
momento había palabras de aliento o consuelo para hacer menos doloroso y
engorroso nuestros problemas. Esa sapiencia fue demostrada en su tino para
criar y educar sus siete hijos y otros tantos sobrinos e hijos putativos.
La
paciencia y su nalgada, disque oportuna, fueron sus herramientas primordiales e
infalibles. Su "alcoholado milagroso" nos quitaba los dolores de muela, estómago,
cabeza, piernas, etc.; al igual que sus "sobadas térmicas especiales" que curaban
todo mal.
Era la maestra en la administración hogareña y culinaria; en el
almuerzo repartía un pollo para once personas y en la próxima ocasión de pollo
estaba pendiente de no repetir las piezas que le tocaba a cada uno; si hoy tocó pechuga la volvíamos a ver otra vez dentro de cinco semanas.
Muchas de esas expresiones de mama provienes o son producto de la transculturización que se dio en aquella época, cuando la gente de todo el territorio se movilizó hacia las poblaciones que aportaban trabajo y beneficio social. Ella fue parte de esa diáspora de margariteños y cocheros que migraron al estado Zulia, específicamente a los campos petroleros de Lagunillas.
Además del intercambio constante de expresiones con los vecinos del campo, de seguro también se hacían en sitios como el Comisariato, las clínicas de la compañía. El campo petrolero representaba un entorno extrapolado donde confluían las expresiones culturales aportadas por las personas de toda la república. De allí que muchas de esas expresiones provienen del acervo zuliano, solo que ella la adaptaba a una entonación o toque oriental.
Expresiones más comunes:
- ¡Carajo¡…A ti no hay tusa que te acomode!
Esta expresión la
usaba, sobre todo con las muchachas, cuando estas estaban indecisas para la
escogencia de un vestido, un par de zapatos o cualquier cosa. Viene de la
costumbre de muchos años atrás cuando la
gente pudiente usaba la tusa de la mazorca de maíz para limpiarse después de
hacer sus necesidades, ya que no existía aun el papel tualet. Había mujeres que
ante la marusa o bolsa con las tusas empezaban a seleccionar y decían; esta está
muy gruesa, esta está muy larga, esta está muy dura, esta está áspera, etc., siempre
le hallaban algo que no las complacía.
- ¡Ay, mi Dios de la vida! o ¡Ah, mi Dios verdadero!
Expresión
generalmente vespertina, al cierre de la jornada de los quehaceres de la casa,
que acotaba una preocupación o angustia por lo que vendría al día siguiente o
asordándose de sus seres queridos. Si la exclamación venía acompañada de un chasquido
de dientes y una apretada de labios entonces puntualizaba cierto desconcierto.
- ¡Primeras pantallas que se ponen mis orejas!
Esta exclamación la
usaba en el momento cuando alguien le preguntaba sobre alguna noticia y era
justo ese momento cuando se enteraba de ello. La expresión se deriva de la
tradición femenina de abrirles los orificios de las orejas de las recién
nacidas con abridores que en el tiempo de ante se les llamaban “pantallas”, las
cuales generalmente eran de oro.
- ¡Muchacho pareces un zafio!
Expresión que usaba
para recriminarnos lo rabioso o lo lleno de ira que podíamos estar después de
una pelea o alguna otra cosa. Había ocasiones que podía usar: ¡Ajo muchacho te ves malasangroso! o ¡Chacho
si eres odioso!
- ¡Pareces un peo e´ monja!
Esta era su
exclamación para llamar la atención de los niños malcriados que lloraban por
todo (andaban con el llanto a flor de piel). También usaba: ¡Lloras más que la Magdalena!
- ¡Eres más aguao que mojón de atol (Quaquer)!
Expresión para
denotar de un muchacho lo flojo que era para un oficio o alguna tarea o también
que era “aguao” en cuanto a la contextura física o se caía de nada. Con 7 u 8
añitos ya ella pretendía que uno podía brasear el molino de moler maíz cocido. Si
el muchacho mostraba cierta timidez para actuar entonces le decía: ¡Chacho Pareces un mojigato (Bolciclón)!
- ¡Muchacho ve como estas to´ escachalandrado!
Lo usaba para
descalificarnos cuando estábamos sucios y mal vestido. Si el pantalón o camisa
estaba rota como consecuencia de haber saltado una cerca o haber hecho algún
movimiento extremo exclamaba ¡Ve cómo tienes
el pantalón (camisa) to´ esguarilao (Esguañangao)!
- ¡Te salvastes de chiripa!
Esa era la manera
que usaba para advertirnos que nos habíamos salvado de una pela que la teníamos
segura. Otra expresión que usaba en estas ocasiones era: ¡Te salvaste por un pelo de rana! o ¡Te salvaste por un pelo de Colla! Colla
era un detective calvo que se hizo muy famoso en una serie de TV hace tiempo.
- ¡No comas tanto tamarindo verde que te vas a ir en “chisla”!
Expresión que usaba
para advertirnos que no comiéramos algo porque sabía que nos iba a dar diarrea,
a veces decía: ¡Te vas a poner de
chorrito!
- ¡Zape gato ñaragato!
Esta era su
expresión preferida para zafarse o apartarse de alguna cosa que le proponían
pero ella no estaba de acuerdo.
- ¡No te embasures que ya vamos a comer!
Cercanos a la hora
de comer si nos veía comiendo chuchería nos lo decía como una cantaleta. A
Malengo no le gustaba que alguien dejara algo en el plato después de comer,
había que comerse todo y esa era una orden.
- ¡Chacho si eres hablachento!
Esta expresión era
para los muchachos que no paraban de hablar, hablaban hasta por los codos. A
veces decía: ¡Muchacho habla más que un
loro pisado por el rabo!
- ¡No se te puede dar cuerda porque abusas!
Si después de pedir
permiso íbamos a una fiesta y regresábamos un poquito más tarde de lo acordado,
esta era la expresión que nos esperaba oír.
- ¡El que va pa´ Villa pierde su silla!
Si estábamos
sentado cómodamente en alguna silla y nos tocaba levantarnos para ir a algún
lugar, al regresar si ella estaba sentada y le reclamábamos la silla nos decía
eso; pero si era ella quien regresaba y le habíamos quitado la silla entonces
decía: ¡El que de Villa viene su silla
tiene!
- ¿Qué haces allí sentado tan Forondo?
Esto era normal que
nos lo dijera cuando nos mandaba a hacer un mandado y nos encontraba distraído
sentado esperando para salir.
- ¿Quinquiri yo?
Esta era una manera
muy divertida que usaba para sortear rápidamente entre nosotros, alguna cosa,
generalmente era algo de comer tal como un caramelo o una chuchería.
- ¡Estas bailando en un tusero con alpargatas nueva!
Expresión para
advertirnos que estábamos “Bailando en
la cuerda floja” y que si seguíamos
“fuñendo”, brincando o corriendo por toda la casa nos “iban a “sonar” o
sea a pegar.
- ¡A Juanooo, Ven pa´ que te eches un bocao!
Era normal oír a
mama llamar a alguno de los que en ese momento nos visitaban para ofrecerles
algo de comida. Esto eran normal los fines de semana cuando llegaban otros
cocheros a echarse unos palitos de ponsigue con papa. La expresión la comenzaba
con el nombre de la persona pero le agregaba una especial entonación terminada
en una “o” extendida; ejemplo Tabooo por Gustavo; Angitooo por Angel, etc.
- ¡Quedastes como un zoquete (Pendejo)!
Expresión que usaba
cuando uno de nosotros se la quería pasar de vivo y quedaba en ridículo.
- ¡Este muchacho siempre esta atolondrado!
Expresión para
indicar alguna falta de viveza de los muchachos.
- ¡Ah!... boca abierta.
Exclamación
violenta para recriminarnos una falta de acción; por estar descuidado o
despistado. Había que actuar con rapidez, ser vivo y estar “avispado”.
- ¡A quien le pillas pollito, gallina no tiene teta!
Esta era su
expresión para zafarse de algún favor que le solicitábamos pensando que estaba
a su alcance.
- ¡Ahí mueres secos… pero pollo no sacas!
Este es otro de sus
dichos favoritos y lo usaba cuando veníamos a pedirle algún favor o solicitar
un permiso para salir; no se lograba nada si ella nos tenía anotado en su lista
negra, por alguna fechoría u otra mala acción. Escuchar la expresión desvanecía
la esperanza de obtener algo de ella.
- ¡Ve que el diablo anda suelto!
Esta expresión nos
la repetía constantemente durante los días de semana santa para que nos
quedáramos quietos sin inventar diabluras. Teníamos que bañarnos tempranos
antes de la 4:00 pm, porque si no nos convertíamos en peces. Tenía cuatro
añitos cuando se me ocurrió montarme y hacer maromas sobre una lata de leche
“Klim” agarrado de las cuerdas de tender la ropa. Mama vino a tender unas
camisas y me dijo “ten cuidado muchacho er´carajo, que el diablo anda suelto. No
había transcurrido un minuto cuando pise el borde de la lata y esta giró
bruscamente haciéndome una enorme herida en la rodilla. Mi madre escucho los
gritos y vino a auxiliarme; cogió un paño de los tendidos y lo enrollo en la
ensangrentada pierna mientras decía entre dientes “te lo dije…el diablo anda
suelto y no me hiciste caso”. Nunca olvidare esa Semana Santa.
- ¡No seas tú tan boca e´ chola!
Estas eran sus
expresiones más particulares, las usaba con gente de confianza y las expresaba con
cierta entonación oriental y que le disimulaba su contundencia grosera. También
usaba: ¡No seas tan guele cosa!, ¡No seas tú tan care´ motollo!
- ¡Loco y no come “guate”!
Esto lo decía
cuando le comentaba que alguien se había vuelto loco o se comportaba medio
raro.
- ¡Ayyy…te compro el pito pa´ Geño Mata!
Esta expresión la
usaba cuando a uno de nosotros, con o sin culpa, no echábamos un “peito”. Se
cuenta que el Sr Geño Mata fue el primer habitante que llevo un carro a la Isla
de Coche, y en su recorrido por la única vía que tenía la Isla de Coche hacía
sonar una peculiar corneta para espantar las gallinas o algún burro que se
atravesaba.
- ¡Ajo, tienes galillo e´ diablo!
Al momento de tomar
café le gustaba bien caliente, si veía a otra persona que se lo tomara más
rápido que ella le exclamaba así.
- ¡Ese es un piquito e´ garrapata!
Lo usaba cuando
cosía ropa o hacia un vestido y le quedaba algún detalle y alguien le comentaba
respondía con esa expresión.
- ¡Hoy viene el presidente están limpiando la carretera!
Cuando alguno de
nosotros estaba fajado limpiándose la nariz con los dedos venia ella y nos
decía eso. Si teníamos la nariz sucia con algún moco seco, que se veía a la
distancia, nos decía: ¡Mira ese
postillero que tienes en la nariz!, vaya a limpiarse carás…
- ¡Ve que estoy esgañitá llamándolos a comer!
Era la forma de
reclamarnos cuando no estábamos a tiempo a la mesa cuando íbamos a comer.
También nos decía: ¡A comer y a Misa una
sola vez se avisa!
- ¡Vertación!
Expresión de
asombro que sustituye sutilmente a la común maracucha “vergación”.
- ¡Chacha, te voy a limpiar la boca con creolina (o Pinolín)!
Esta era especial
para recriminarle a alguien lo grosero que era.
- ¡Por un oído le entro y por el otro le salió!
Lo usaba cuando
molesta veía que no le hacíamos caso sobre alguna cosa que nos decía.
- ¡Te voy a dar una trompá que vas a quedar boquinete!
Esta era una forma
de amenazarnos cuando le estábamos hablando y casi invadíamos los linderos de
la falta de respeto. El respeto para ella era sagrado especialmente hacia la
gente mayor. Era la manera de hacernos entender que nos calláramos o nos
protegiéramos la boca porque ella no iba a responder por su próxima acción. En ocasiones
también usaba: ¡Te voy a dar una trompa
que te va a quedar la boca con un faralao!, otra era: ¡Te voy a sacar los dientes con la pezcozá que te voy a dar!
- ¡Te voy a campanear!
Expresión igual que
la anterior pero más casual, usada para advertir que dejáramos de “fuñir” y nos
comportáramos bien. También era común que usara: ¡Te voy a dar tu tatequieto! o
¡te voy a dar tu cariaco! o ¡Te voy a dar un golpe en el ojo que te va
a quedar taparito! Y una más drástica:
¡Te voy a dar una cueriza que te vas a acordar en el día en que nacistes!
- ¡Este carajo si es buscapleito…caara!
Este era especial
para dirigirse a mi hermano Yingo que en todo momento estaba en posición de
pleito.
- ¡Este muchacho el´ carajo!
Usado especialmente
para connotar un disgusto repentino por alguna diablura que hacíamos. A veces
la acompañaba con una corta persecución y amenazando con dar un manotazo.
- ¡Hey!... ¿Que estas curucuteando ahí, que se te perdió en esa gaveta…ah?
A veces nos sorprendía
registrando alguna gaveta en la cocina o en su cuarto y nos asustaba
diciéndonos esta expresión predilecta. Con esta nos indicaba claramente que
allí no había nada que buscar.
- ¡Chacho… tienes violín de diablito (Mordejullo)!
Esta era una de sus
varias expresiones despectiva que usaba cuando veníamos de la calle de jugar
futbol o béisbol, con esta nos indicaba que estábamos muy sucio y que
necesitábamos inmediatamente un profundo baño. Otra especial era: ¡Muchacho gueles a suaero e´ burro! El
suaero (sudadero) es la manta que se le colocaba entre la silla y el lomo del
burro para protegerlo. Regularmente tenía un olor particular algo fuerte.
También usaba: ¡Hueles a gurupera e´
burro! Gurupera es el mecate con la que se asegura la silla al burro y pasa
por debajo de su rabo, precisamente por su fondillo. Otros eran: ¡Hueles a zorro!, ¡Hueles a pollo remojao!
Había una más tierna dedicada a las muchachas cuando estaban sin bañarse: ¡Uumju, hueles a rayita e´ Tello! Tello
(Teófilo Cova) fue un folclórico personaje en Coche que vendía con su
carretilla pan, casabe y ente semanas Cazón y raya salpresa, por supuesto con
su olor característico.
- ¡De cuando acá Telemaco Agamenon!
Expresión que usaba
para denotar asombro porque alguien había hecho algo que no era costumbre
generalmente para beneficiarse de algo que no había hecho. Supuestamente
Telemaco fue un personaje que no era muy dado a ayudar a otros.
- ¡Estas más frio que lengua e´ muerto!
Cuando le
llegábamos diciéndole que teníamos fogas (fogaje) o fiebre, algunas veces para
llamar su atención, ella nos tocaba entre la mejilla y el cuello y nos decía
eso. A veces nos decía: ¡Tienes fiebre e´
pollo!, con esto quería decir que la temperatura era normal y que nos
quedáramos quieto. Esta expresión también la usaba cuando alguien le daba una
taza de café y este estaba frio, en este caso la expresión la hacía entre
diente pero suficientemente fuerte para
que la escucháramos.
- ¡Pareces un Saltimbanqui!
Expresión de
sorpresa para decir que estábamos de un lado a otro brincando como un loco de
la cerca a la mata y viceversa.
- ¿Chacho quién te vendió el agua…Ñoquinto?
Esta era su
exclamación cuando le llevábamos agua y era muy poquita; generalmente porque en
el camino nos la bebíamos o la botábamos por descuido, o porque en la nevera no
había más ya que no habíamos llenado las botellas. Ñoquinto (Quintín González)
fue un señor de Coche que tenía una bodega y al parecer era muy tacaño. A veces
cambiaba el nombre de Ñoquinto por Silvino, otro bodeguero de igual calaña.
- ¡Ve como tienes ese pelo engrinchao!
Tenía una serie de
expresiones, referidas a la apariencia, que estaban siempre listas para
decirlas, en el momento preciso cuando; no nos peinábamos. Si íbamos saliendo a
un bonche; ¡Estás muy emperifollao pa´
ir a la fiesta!. Cuando presumíamos de la ropa que teníamos en el momento: ¡Este si es faramallero!
- ¡Quedé purrulita!
Esta era la manera
más clara y sencilla que tenía mama para decirnos que había quedado con la
barriga llena después de comer. En ocasiones también usaba: ¡Estoy Pagincho!
- ¡Caarás!… ese sí que fue un baño e´ cotúa.
Exclamación para
mostrar su asombro, en ese momento, de
lo rápido que nos habíamos bañado. Posiblemente
porque el agua estaba demasiado fría o teníamos que salir apurado para hacer
algo. A veces no queríamos bañarnos y dejábamos la regadera abierta para hacerle
creer que lo hacíamos. Ella, aunque no lo creíamos, siempre estaba pendiente y se
daba cuenta. “!Hey!... – nos decía -, no oigo que te estés bañando; no te está
cayendo agua en la cabeza. Sabia diferenciar los sonidos en la caída del agua. El
extremo de nuestros “baños express” era: cuando sólo nos mojábamos la cabeza y
salíamos “embojotao” en el paño. Ella nos revisaba y molesta exclamaba “mira
como tienes los collares de tierra en el pescuezo y esas tiras de charco en los
sobacos”. Ahí nos agarraba por la oreja o sino por la patilla (el pela diente)
y nos volvía a meter al baño, no sin antes decirnos “Ve como tienes el pescuezo
curtío” o “Vaya a estregarse las orejas y esos garretes, que pareces una vaca
cagá”, así seguía hasta que lo hacíamos bien. Esta expresión tiene su origen en
la forma rápida cómo se zambullen las cotúas en el mar, nadan bajo el agua,
agarran su presa (pescados), se la engullen y salen a repetir la acción.
- ¡Salió espitao por ahí!
Esta era la forma
de indicar la salida intempestiva y/o estrepitosa, de alguien, hacia alguna
parte. Otra forma era: ¡Salió volao como
alma que lleva el diablo! o ¡Salió esmachetao!
- ¡Tienes la nariz como un sosneque e´ burro!
Era una expresión
para mofarse de los varones que por herencia teníamos la nariz grande. “Sosneque”
era uno de los nombres que se le daba, en Coche, a la nariz del burro.
- ¡chacho… siempre estás de “agalluo”!
Era normal que
exclamara así cuando veía que uno de nosotros, sin conciencia, trataba de obtener
beneficio durante la distribución de la comida o de alguna chuchería. Según
ella todos debíamos tener la misma proporción y en eso ella era especialista.
Sabia cuando, en la rotación de la comida, nos volvía a tocar un muslo del
pollo o el culo de la gallina.
- ¡Ahí está… metiendo la cuchara donde no debes!
Cuando encontraba a
alguien que se “entrometía” en asuntos que no le competían, allí tenía esta
expresión para ponerlo en su lugar. “Muchacha
eres más metía que una pantaleta e´ huequitos”, era otra que solía decir
para esos momentos. También exclamaba en tono molesto “¿quién te convido pa´ este entierro?” o “tú no tienes ninguna vela en este entierro”, así que “zapatea pa´ otro lado”, esta ultima la
acompañaba con un despectivo movimiento de su mano.
- ¡Hey!... ¿le pidieron permiso a su pai?
Cuando nos veía “emperifollados”
ya listos para ir a una fiesta, esta era su pregunta de rigor y nos la hacía en
forma muy parsimoniosa, presintiendo el oscuro final. Si no habíamos pedido
permiso a Papa era mejor que nos quedáramos quietos, ya que no había forma ni
manera de conseguir el salvoconducto, solo nos quedaba llorar y lamentarnos; quedábamos
“ponchaos con la carabina en el hombro”,
como decía “Musiú” Lacavalerie, un personaje muy popular en aquellos bellos
tiempos, de la década de los 70`s.
- ¡Chacha… tu si eres dramática!
Esta expresión la
usaba para criticar a las muchachas por su exagerada actuación para contar
alguna acción o cuando estaban enferma y le contaban sobre los síntomas. A
veces usaba la palabra “gramática” por dramática para darle más énfasis y connotación
a la expresión y además burlarse de nosotros.
- ¡No me busques la lengua!
Esto lo decía, en
un tono parsimonioso y entre dientes, cuando con insistencia le reclamábamos
algo; podíamos pasar el límite hasta el punto de sacarla de sus cabales y
hacerla estallar para que ella nos soltara una retahíla de razones, en la que
cada palabra le iba subiendo el tono. Al final remataba diciendo “pues lo digo yo y punto”
- ¡Yo no sé de aguja, María es la que cose!
Esta era una de sus
expresiones clásicas para contestar que ella no sabía nada cuando le llegábamos
a preguntar sobre donde estaba alguna cosa.
- ¡Esta bieeen…yo te agarro en la bajaita!
Era una forma muy
sutil de dejar su mensaje de advertencia para aquellos que nos atrevimos, por
algún motivo o desvarío de la vida, a no poder complacerla con algún mandadillo
o pequeño favor que ella solicitara. Pacientemente nos los cobraba tarde o
temprano, en cualquier momento cuando uno menos lo esperaba. Por ese pequeño
desliz podíamos perder el permiso para ir a una fiesta o al Club a ver
película. Con sabor amargo y todo aprendimos la lección; siempre había que
obedecerla y cumplir con nuestras tareas ya que “nos podía salir el tiro por la culata”
- ¡Guerra avisada no mata soldado!
Esto nos los decía
mama todo el tiempo durante nuestras estancias por la escuela, el bachillerato
o técnica y en la universidad y muy específicamente durante el periodo de
exámenes, cuando por cosas del destino, no nos veía coger un libro para
estudiar. Adicionalmente después de una retahíla de regaños cerraba
diciéndonos; ¡carajo…todo lo dejan para
última hora!
- ¡Cada mono se limpia su rabo…ok!
Dicho medio grosero; lo usaba cuando
autoritariamente nos indicaba que cada uno de nosotros teníamos que hacer, por
nuestra cuenta, lo que nos correspondía hacer y que no esperáramos ayuda de
nadie y menos de ella. Otra forma,
pero más grosera aún era; ¡Cada mono se
lambe su coroto (o pinga)…ok!
- ¡Qiaaas…!
Es una expresión común en los orientales, pero
pareciera que los cocheros le dan una entonación muy particular porque la
acompañan con un movimiento de la cabeza hacia abajo, frunciendo el ceño y
mostrando una mueca de desconfianza con la boca. En pocas palabras traduce algo
así como, poner en duda la veracidad de un hecho. Ejemplo: Él me ha dicho que ha
estado trabajando demasiado…!qiaaas!.
- “Cuando vayas a hacer algo hazlo con amor y dedicación, sin pensar en lo que vas a obtener por ello”.
Este mensaje quedo
grabado por siempre en mi memoria cuando una vez le comente, estando de
vacaciones universitarias, que quería hacer unas pinturas para ganarme unos
bolívares pero que lamentablemente no lograba inspirarme para ello. También nos
solía decir; mijo “La codicia rompe el saco
“, cuando le comentábamos de nuestros planes futuros de hacer grandes negocios
y ganar mucha plata.
- ¡Ay mijita…Tu si eres delicagada!
Esta expresión era
especial para aquella persona que se quejaban de todo o se molestaban por
cualquier cosa. A veces la acompañaba con un ¡mija… a ti todo te hiede!
- ¡Cuando se te acaben los “triquitraquis” vas a tirar “peos”!
Para el 24 y 31 de
diciembre era normal que papa repartiera entre nosotros algunos triquitraques,
chifladores, salta pericos y algunas estrellitas para los menores. Desde muy temprano
ya vestidos y acicalados con la ropa de estreno, comenzábamos a tirar los
cohetes; la emoción nos llevaba a inventar formas de hacer más sonoras las
explosiones; usábamos un pote de leche, la pipa de la basura, etc.
Lamentablemente esta forma loca de usar los cohetes hacia que se nos acabaran
muy pronto; por supuesto esto no nos permitía disfrutar luego, como tenía que
ser, la llegada del niño Dios o la entrada del año nuevo, tirando los benditos triquitraques.
- ¡Mañana será otro día!
Era común que nos citara estas palabras
después que habíamos estado reunido y comentando sobre una situación a la que
no le habíamos podido hallar solución. También la utilizaba para calmarnos un
poco cuando estábamos en ascua esperando la llegada de una buena y hasta mala
noticia. Lo mejor es – nos decía – tomar las cosas con calma y esperar a que
amanezca.
- ¡Mijo…grano a grano se llena el buche la gallina!
Este dicho era para
decirnos que tuviéramos paciencia para conseguir las cosas; que haciendo todos
los días un poquito se lograba grandes cosas.
- ¡Más es la bulla que la cabuya!
Si el cielo se
oscurecía mostrando tiempo de lluvia y más tarde, en un dos por tres, se
despejaba apacible y tranquilo, era normal y automático escuchar a Mama con esa
expresión. También lo usaba para criticar a las personas hablachentas que
prometían cosas y no las cumplían; muchos políticos de la época quedaron arropados
con esta expresión.
- ¡Ese muchacho es bueno hasta el carrete!
Esta expresión hace
referencia al tubino o carrete de hilo Elefante, que para esa época era la más
famosa por su comprobada calidad; de este se solía decir “que era hilo bueno y
resistente hasta la última hebra o vuelta”. Por eso se usaba como una acertada
alegoría para expresar garantía de la confianza, honestidad y responsabilidad
de alguna persona.
- ¡Mijo…tu eres puro peo y no cagas!
Si uno se ponía a
prometerle cosas a Mama como, por ejemplo; en vacaciones voy ayudar a pintar la
casa y a barrer el patio todos los días, etc. de seguro se ganaba este
hilarante refrán.
- ¡Chacha… pareces una Turiaquera!
Expresión algo
despectiva, especial para las muchachas, para recriminarles que no se habían
bañado o estaban desarregladas. “Turiaqueros” era el nombre que se le daba a
los habitantes de un popular barrio de Lagunillas llamado Turiacas, nacido de
las invasiones que en esa época estuvieron de moda. Como era un barrio
incipiente lamentablemente estaba desasistido y presentaba grandes carencias en
los servicios básicos, por eso la gente se veía algo desaliñadas.
- ¡Que vaa sabé ese guevón!
Esta era su forma, poco
sutil, de decirle categóricamente a alguien que esa persona que estaba
recomendando no sabía un “carajo” de nada. Lo mejor que se podía hacer era
presentar a esa persona al natural sin exageraciones.
- ¡Hey… se te está quemando el arroz!
Era la forma de
decirle a alguien, sin disimulo, que tenía el pantalón metido entre las nalgas.
En una oportunidad se lo dijo a Alba Emilia y ella fue a apagar el fuego de la
cocina, eso quedo como una graciosa anécdota para toda la familia.
- ¡Mira mijita y tú crees que yo fui agarra a lazo!
Cuando alguna
persona se la quería tirar de vivo planteándole un negocio deshonesto o sin
equidad, no lo dejaba ir muy lejos y le soltaba esa expresión; llevaba implícita
su molestia y le bastaba para dejar bien claro que ella no era ninguna “pendeja”,
ni tampoco se “chupaba el deo (dedo)”.
- ¡Ahí vienes tú con la misma cantaleta!
Expresión que
ganábamos cuando, por ejemplo, veníamos con el boletín de nota y nos preguntaba
por qué habíamos salido tan mal; por supuesto las explicaciones eran absurdas divagaciones,
nada convincente y parecidas a las contada con anterioridad. Ya último, en
ocasiones, la cambiaba por otras expresiones tales como: ¡Ahora me echas un cuento, pero de vaquero!, ¡Ahora cuéntame una de Corín Tellado! o ¡Cuéntame una de Estefanía! Estas estaban referidas a aquellas historias
o cuentos encontrados en algunos libros de bolsillo muy de moda para aquella esa
época.
- ¡Los voy a parar en seco con un pescozón que les voy a dar!
Cuando estábamos gritando,
corriendo y brincando intrépidos, por encima de los muebles de la sala, aparecía
ella sigilosa, debajo del marco de la puerta de la de la cocina, gritando esa expresión
y mostrando su mano derecha en alto; literalmente nos parábamos ”en seco”, como
si hubiésemos metido los frenos abruptamente hasta el fondo. Esa mano era
temible, tenía un tamaño descomunal adquirido por tantos años de ardua labor
como; pilandera, cortadora y recogedora de leña, amasadora de arepas, garrotera
de cochinos, jaladora de mandingas, arrumadora de sal, cargadora de agua y un
largo camino de etcéteras. Pero, así como un arma certera para darnos un
pescozón, también en momentos se transformaba en algo muy tierno, como acolchado;
que cuando nos acariciaba y nos sobaba por alguna calentura, golpe o dolor, era
lo más sutil, cálido y mentolado que podíamos sentir.
- ¡Mira mija tu esta miando fuera e‘ pote!
Este agresivo y
tosco refrán fue escuchado con asombro por nuestra benevolente vecina, la
señora María, la cual vivía con su familia en la casa que daba hacia el fondo
de la nuestra. Era normal que en el día se toparan las dos mujeres, a través de
la pequeña cerca de ciclón, mientras tendían la ropa en las cuerdas o en el
asoleadero para su secado. Allí intercambiaban comentarios sobre el acontecer
de la jornada y hasta algo de comida o dulce. Al final de cada encuentro la
señora María no perdía la oportunidad para ponerle queja a mama sobre mi
hermano Yingo; diciendo que éste se lo pasaba pegándole a uno de sus hijos.
Mama que no le gustaba tener problemas con sus vecinos tenía una manera fácil y
rápida de arreglar las cosa, regañaba al pobre Yingo y lo castigaba sin piedad suspendiéndole
ver el Zorro en la tele. Tanto fue el
cántaro al agua hasta que se rompió. Yingo se llenó de coraje y le confeso a
mama que el muchacho era un malcriado que lloraba por todo y le juro, ante la
imagen de la milagrosa madre Emilia, que él no le había hecho nada. Un día la
señora María, como de costumbre desde la confidente cerca, llamó a mama a su
encuentro y en amena tertulia, después de algunos chismorreos, le hizo el reclamo.
La respuesta de mama no se hizo esperar y con cara de “yo no fui” le dijo –
perdóneme señora María, pero usted “esta miando fuera e´pote”; remato la
expresión diciéndole - dígale a su hijo que no sea tan pendejo, que se defienda
porque ya él esta grandecito y es mayor que Yingo.
- ¡No miiijo…de esa cabuya yo tengo un rollo!
Solía decir esto a
las personas malintencionadas que querían aprovechare de su bondad. En el campo
petrolero donde vivíamos había vecinos que con frecuencia venían y se llevaban
algunas cosas prestadas ante la promesa de regresarlos pronto; en ocasiones,
después de varios días, había que ir a sus casas a buscar los corotos porque se
les había olvidado regresarlas. No pasaba una semana y venían nuevamente muy
forondos, como tiernos corderos, con sus caras bien lavadas a pedir nuevamente
prestada los mismos corotos y a veces otros. Estos cristianos por más que le
juraban a mama y prometían que pronto lo regresarían; ella sin inmutarse no
cedía y su certera expresión afloraba de su mustia boca, mientras sacudía la
cabeza en un “no” rotundo.
- ¡Mariana y su hija Efigenia!
Su psicología de
madre le permitía adelantarse a los hechos, hacer pronósticos, leer el futuro; en
el campo de la parapsicología se destacaba leyéndonos la mente. No se esforzaba
mucho, con solo ver la expresión de nuestras caras percibía la intención de un
préstamo de dinero, solicitud de un permiso para ir a una fiesta o ver una
película. Peor aun cuando veníamos a hablarle sobre las notas de las materias o
a confesar algo malo que habíamos hecho, como haber roto o dañado algo. A mitad de nuestro parlamento nos interrumpía
con su tan anhelado refrán. Es una expresión que no tiene sentido ni
fundamento, no sabemos de su origen ni procedencia, pero siempre estaba allí en
asecho y todo parecía que la esperábamos; la percibíamos como algo irónico que
connotaba burla y a la vez aceptación del hecho.
- ¡Yo soy María Magdalena Malavé Pacheco hasta el último hueco!
Esta era su forma
jocosa de presentarse o de hacer valer su presencia.
- ¡Ya me tienes hasta la coronilla!
Cuando de sus
labios salía esta estrepitosa sentencia había que salir “esmachetao”, porque
podía venir surcando por los aires una cotiza, dando vueltas, como un bumerán,
directo a la cabeza. En una oportunidad persiguió a Denny, por una falta
cometida, y él creyó que estaba fuera de peligro después de haber corrido
cierta distancia; el pobre se volteó para ver a mama y la cotiza le aterrizo en
un ojo que casi se lo saca. Definitivamente esto era “pa´ coger palco”.
- ¡Sacude pa´ otro lado!
Cuando habíamos
hecho algo indebido y buscábamos reconciliación nos estremecía con esta
expresión, la cual acompañaba con una sutil sacudida de su mano. Esta es
alegórica a ese momento cuando el perro se acerca a los pies de su dueño y se sacude,
para sacarse las pulgas, antes de echarse a descansar.
- ¡Mii…quedastes caminando Chencha!
Lo usaba para burlarse
de nosotros cuando cojeábamos por algún machucón, o una torcedura de tobillo
que habíamos sufrido en ese momento. La expresión parece que proviene de un
merengue de vieja data.
- ¡Cará..jo están cortaos por las mismas tijeras!
Esta era su
expresión favorita cuando hacíamos alguna travesura o cometíamos una falta. Nuestro
comportamiento en verdad no la asombraba porque esa mala acción que uno llevaba
a cabo ya había sido hecha por otro de nuestros hermanos, mayor o menor, con
anterioridad. Era una historia de nunca acabar. ¿Por qué no se copian las cosas
buenas que hacen? – se preguntaba.
- ¡Yo te oí con estas orejas que se han de comer los gusanos!
Esta la usaba para
reprocharnos alguna mentira que le habíamos dicho. Igual lo decía para los ojos
y la lengua que también se han de comer los gusanos.
- ¡Muchacho tienes la cabeza como un asoleadero!
Esto nos lo decía mama
cuando pasábamos cerca de ella, hediondos y todos chorreados de sudor, y nos
tocaba la cabeza; por supuesto, veníamos de jugar todo el santo día bajo el
inclemente sol de Lagunillas. El asoleadero era
un artículo de común necesidad en las casas de aquella época ya que no se
contaba aun con las secadoras de ropas. Las amas de casa usaban unas cuerdas
tendidas de alambre para el secado de las prendas de color y para las blancas utilizaban
el popular asoleadero, el cual consistía en la unión de varios pedazos de
láminas de zinc, colocados con cierta inclinación para que escurriera, donde se
tendía la ropa enjabonada para despercudirla y blanquearla a fuerza de puro sol.
No había llegado todavía el tan ansiado “Nevex”.
- ¡Que se vaya pal cipote!
Esta era la
respuesta que nos daba mama cuando veníamos, de portavoz, a contarle sobre la
decisión drástica, que uno de nosotros había tomado, de querer irnos de la casa
por desavenencias con el régimen antidemocrático y dictatorial que imperaba allí.
Generalmente la raíz de nuestro disgusto venia de una solicitud fallida de un
permiso a una fiesta, como consecuencia de una falta de deberes incumplidos.
- ¡La verdad siempre por delante!
En una oportunidad le
llegue contando a mama sobre algo que había visto. Ella después de escucharme,
se puso el dedo índice sobre los labios como señal de silencio y me dijo - eso
es mentira y no lo vuelvas a decir jamás. Confundido, en la inocencia de mis diez
añitos, le decía insistente que eso era cierto porque yo lo había visto. Ella
me agarro por una oreja y dándole un leve torque me dijo - no vuelvas a decir
eso porque no es cierto. Me quede boquiabierto preguntándome - cómo era posible
que eso no era verdad si yo mismo lo había visto con mis propios ojos. Quede
sumido en una dicotomía existencial de no poder saber o interpretar lo que era
verdad y lo que no, eso me duro varios días hasta que se me olvido. Pasados algunos años de aquel controvertido
momento, y yo ya un poco más jecho, entendí porque mi madre había actuado de
esa manera conmigo.
Lo que yo había
visto y contado tiempo atrás a mi madre era que el señor Felipe, el vendedor de
animalitos, estaba dándole besito a la señora María, nuestra vecina. Por
supuesto mi mama no podía creer semejante bochorno de su querida amiga y no iba
a permitir que yo contara eso antes de ella lo corroborara. Resulta que,
pasados unos meses nuestra buena vecina pico los cabos y abandono al esposo y sus
siete muchachos como si nada, se fue detrás de su amado Romeo. Todo el
vecindario quedo petrificado por la actitud de la señora, algunos la tildaron
de sinvergüenza y otros menos comentaban – eso son cosas del amor y nadie las
entiende.
- ¡tú lo que eres….es puro puchuflu”.
Esta expresión
despectiva se la endilgaba a las personas “aguajeras” que hablaban por hablar y
no cumplían lo que ofrecían. A veces también la usaba para etiquetar a las
personas flojas que no tenían fuerza para nada. Me acuerdo que una
vez se lo dijo, muy brava, al señor Pelón porque este no le había traído el par
de alpargatas que le había ofrecido a papa desde hacía varias semanas. El
popular Pelón tenía un camión, cubierto con lonas, el cual lo tenía muy bien surtido
con todo tipo de artículos para el hogar y los vendía a domicilio semanalmente.
- ¡Poco a poco se llega a lejos!
Esto nos los decía para
que tuviéramos fe y paciencia para conseguir lo que anhelábamos. Solo que trabajar y trabaja para conseguir lo
que queríamos. A veces nos consolaba
diciéndonos “del apuro lo que queda es el cansancio”. Para los más pequeños
ejemplificaba esta expresión con el cuento de tío conejo y la tortuga.
- ¡Echate flic en el sobaco pa´ que se te quite ese violin!
Sobre
todo, los fines de semana se entablaba con nosotros una guerra de persecuciones
para que nos echáramos un pequeño baño después de haber estado jugando todo el
santo día. Era normal que saliera mama con una expresión inventada en el
momento. Esta expresión derivaba de un producto que existía para ese entonces,
se trataba de una marca de insecticida, muy famosa, llamada Flit y venia en una
bomba atomizadora. Por cierto, como fue tan popular el nombre éste se hizo
genérico para todo tipo de aerosol mata bichos.
- ¡Hey no te me hagas el musiú!
Nos
calábamos este dicho cuando, después de cometer alguna travesura, eludíamos
nuestra responsabilidad en ella. A veces decía “No te hagas el policía de Guanoco”
o sea el de la vista gorda ante un hecho. Por cierto, después nosotros la cambiamos por la expresión
maracucha “no te hagas el Wuily”; que aludía al gran pelotero gringo llamado Willy
Mays.
- ¡Dele que son pasteles!
En
ocasiones cuando mama estaba alegre y de muy buen humor nos contagiaba
agarrándonos de sorpresa por detrás y nos daba una pequeña nalgada que
acompañaba con esa expresión.
Nos contaba mama que, en Coche, muchos años atrás, había un señor muy
popular y jocoso que tenía como trabajo “componer a los muertos”. Cuando le
llegaba un difunto cliente, lo tomaba de las manos y comenzaba a hablarle
envolviéndolo en una especie de ritual luctuoso. Acostaba al occiso, desnudo y
boca arriba, encima de una vieja mesa que tenía para esos menesteres. Comenzaba
acicalando al interfecto, lavando todo su cuerpo, afeitando su cara y
peinándolo cuidadosamente. Con una cinta de tela le sujetaba la quijada a la
cabeza, para que no se le abriera la boca. Se acercaba al oído del inanimado y
le decía en voz baja – te cierro el hocico para que estés calladito y nuestro
patrono san Pedro te deje entrar al cielo; no vaya a ser que te devuelva por
tus insolencias y vulgaridades. Terminada la parte frontal procedía a voltear
el cuerpo y continuar el proceso de limpieza. Para aquella época se usaba la
cal como material primordial en el embalsamiento. Con sutil movimiento le abría
las nalgas y le introducía una porción de cal por el conducto excretor. Finalizaba
el evento cerrado nuevamente sus “entretelas” y con una bofetada en las posaderas,
que esparcían por los aires aquel blanquecino polvo, lo despedía con respeto y
gloriosamente exclamando - dele que son pasteles.
- ¡Qiaas…eso es más viejo que cagá agachao!
Cuando veníamos emocionados a contarle a mama algo novedoso y de
actualidad, ella sin medir palabras a veces nos decía, muy circunspecta y
moviendo la cabeza, esta desilusionante expresión.
En una oportunidad regresaba ya tarde en la noche de la universidad,
muy impresionado, después de haber visto una excelente defensa de una tesis de
grado. Se trataba de un proyecto que proponía construir en Punto Fijo una
planta de purificación del agua potable usando el cardón como elemento
desbarrador. Como de costumbre mama nos
esperaba llegar para decirnos lo que nos había dejado de comida en el fogón. En
el momento que se despedía para irse a dormir la interrumpí y le conté
entusiasmado la maravillosa propuesta que pretendían aquellos dos cuasi
ingenieros. Sin entrar en muchos detalles le describí lo fascinante del
proyecto industrial de clarificar el agua usando básicamente el cardón. Ella me
miro con sus ojos ya soñolientos y me dijo – caarás…eso es más viejo que cagá
agachao. Me conto rápidamente y sin tanta ingeniería que, en sus tiempos mozos
en Coche, cuando iban a buscar el agua en el pozo de “mitia” Chica, a veces los
burros llegaban primero a beber el preciado líquido y con sus patas la revolvían
toda. Aquel desastre equino lo solucionaban luego con un pedazo del milagroso
cardón. Le quitaban la concha y lo introducían en aquel barrizal moviéndolo
lentamente hasta que las partículas arcillosas se adherían a él, dejando el
agua cristalina lista para su consumo. De allí se llevaba en unas latas de
“manteca los tres cochinitos” hasta la casa de mi abuela y la almacenaban en
unas viejas tinajas.
- ¡Ya hago las arepas en un santiamén!
Como bien es sabido, el término ‘santiamén’ es sinónimo de instante,
momento o rato y es utilizado para señalar que algo va a estar listo/hecho en
muy breve espacio de tiempo.
El origen de santiamén lo encontramos al final de la mayoría de
oraciones cristianas, cuando estas se rezaban en latín y que terminaban
diciendo ‘In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen’ (En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen).
Al llegar al final de la oración se utiliza estas palabras en el
momento de santiguarse (hacer la señal de la cruz), pero también era
equivalente a haber terminado el rezo obligatorio, por lo que se pronunciaban esmachetao,
de carrerita en un suspiro, lo que hacía que las dos últimas palabras casi se
dijesen en una sola: santiamén, convirtiéndose en sinónimo de hacer algo “más
rápido que violentamente”.
- ¡Ajo…muchacho tu si te la das de gran cacao!
Esto
se lo decía mama a las personas que se vanagloriaba de sus hechos y se creían
“la pepa del queso” en lo que hacían. El
refrán viene de la época de la colonia. En
una oportunidad, un sábado por la mañana llega un carro al frente de la casa
llamando a Yingo. Mama sale ante el escándalo y le pregunta – mijo que deseas.
La persona vestida de pelotero le pide que le diga a mi hermano que lo están esperando
para ir a jugar “sosbol” en el polvorín. Mi madre paciente va a donde esta
Yingo, que está durmiendo “enratonao” y le pasa el mensaje. El bello durmiente,
restregándose los ojos lagañosos, le pregunta a mama – ¿cuál es el nombre del
equipo que me busca? Mama responde – creo que es Nosotros. El “condenao”
bellaco, bostezando, le dice a mama – dígale que estoy enfermo y que no puedo
jugar hoy. No había pasado media hora y el mismo episodio se repitió con otro
equipo y un rato más tarde otras dos veces. Ya con el último equipo que
apareció fue cuando le “salio del forro” y muy forondo los acompaño. Mama le
decía – muchacho tu si tienes cachaza, te crees el gran cacao ten un poco de
vergüenza con tus compañeros.
- ¡No te hagas el mogollón... que es contigo la cosa!
- ¡Yo a ti no te creo ni el padre nuestro!
- Asi nos reprochaba ya molesta, porque no era la primera vez que le metíamos una mentirilla media flocha.
Otras
- ¡Como te gusta hablar peperas!
- ¡ummm…ese es mas flojo que un mojon de atol!
- ¡Uhmmm…que porquería!
- ¡Chacho… tu si eres repugnante!
- ¡Muchacho quédate tranquilo…parece tuvieras azogue en el cuerpo!
- ¡Sige asi…que te voy arrequintar una trompa! O ¡Te voy a estortillar una pescoza!
- ¡Que buena lavativa contigo, nojombre!
- ¡Para donde vas tu, que pareces un patiquín!
- ¡tu si eres faramallero!
- ¡para dónde vas tu tan emperifollado!
- ¡No te me escabulles que es contigo la cosa!
- ¡Sí… yo te aviso chiruly!
- ¡Vete con tu música pa´otra parte!
- ¡me lo dijo un pajarito!
- ¡ahí te va cuerpo adolorido
JUEGO DE REFANES
Era una forma de
pasar el tiempo cuando había visita en la casa, generalmente era conformada por
los cochenses (o cocheros). Se trataba de un juego en el que los competidores se
sentaban haciendo un círculo. Cada uno donde se decían refranes o adagios por
turnos uno a uno; había limitación de tiempo, más o menos cinco segundos, que
eran coreados por el resto a manera de presionar; tampoco se podía repetir los
dichos, si se hacía estábamos fuera. Malengo fue una campeona absoluta no
había quien le ganara. Tenía una forma tan peculiar en influir en la otra
persona, cantándole canciones jocosas para desconcentrar a los oponentes. Una de
estas canciones era: "Saca, saca, saca... te cambio el culo por una maraca".
Honra a la madre amada!
ResponderEliminarGracias, por hacernos recordar y deleitarnos, con tan sabrosos refranes , siempre tan atinados.
ResponderEliminar¡ Que madre ejemplar tuviste !