domingo, 29 de agosto de 2021

NUESTRA VIDA LÁCTEA

(INTROITUS MENTALES)

Por Humberto Frontado


          Una temprana mañana entre semana; muy común sin aspavientos y mucho menos presunciones, sirvió de escenario para un hombre sesentón y pico, tan común como esa alborada que lo acogía.  Se levantó de su cama y esperó un rato en el borde mientras se ajustaban sus coyunturas. Al pararse tuvo que abreviar y dirigirse al baño ya que la vejiga impía lo azuzaba. Vió de reojo que su esposa todavía dormía, con una sonrisa y una rascada de cabeza celebró su recompensa, se había imputado el primer logro del día: por haberse levantado temprano no tendría que arreglar la bendita cama, ya que eso le tocaba al último en salir de ella.

           Va a la cocina y pone a colar café, busca en la alacena algo que comer y no ve nada. Decide desayunar liviano: pan con mermelada. Toma unos sorbos de café y se calza las botas que las tiene con las trenzas anudadas pero holgadas para no tener que amarrarlas. Mira el reloj que indicaba las ocho y media, toma otro sorbo de café, se coloca su inseparable gorra y se marcha a la panadería.

          Llegó al local y vió sentado en la estéril jardinera a un señor, lo saludó con los buenos días y entró a comprar algo de pan. Al salir vió que todavía estaba sentado allí; al detallarlo se dió cuenta que lo conocía de vista, tenía tiempo viéndolo por la urbanización. El hombre se llamaba Iván y lo había observado haciendo algunas marañas de trabajo, entre las que estaban quitar el monte de los alrededores de las casas y cortar árboles secos dañados por el comején. El viejo volvió a saludarlo continuando su camino, de repente se detuvo y regresó al encuentro de aquel ermitaño. Sacó de la bolsa un pan y se lo dió, le dijo que lo esperara un momento.  Entró de nuevo al negocio y compró dos cafés; el viejo decidió desayunar con el extraño señor.

          Nadie sabía dónde vivía aquel hombre, sólo aparecía por las mañanas, se sentaba un rato donde mismo estaba o se lo pasaba caminando por las inmediaciones de los locales comerciales; la gente se compadecía y le obsequiaban pan o algo de comida. Allí también lo podía encontrar quien estuviese interesado en ocuparlo para alguna de las labores que hacía. No hablaba mucho, únicamente hacía su oficio, el cual generalmente se lo pagaban con un desayuno o un almuerzo.

           Sentados en la mesa el viejo buscó la manera de sacarle conversación al misántropo, lo primero que se le ocurrió saber fue dónde vivía, el hombre de mirada esquiva le contesta.

           -        Hay muchas casas abandonadas en la urbanización, yo me meto en ellas, les limpio el monte y las mantengo despejadas; ésta es la mejor forma de averiguar quién es el dueño. No tardan en aparecer, unos más agresivos que otros. Ese es el momento en el que hablo con ellos y les ofrezco mis servicios, les limpio la casa a cabio de permitirme dormir en el porche o en el garaje, no me meto en el interior.

            -        ¿Y tienes familia Iván? – pregunta el viejo escudriñando un poco en la vida de aquel hombre.

          Ante la incómoda pregunta para el invitado, éste se quedó un rato mirando fijo el pequeño vaso de café, como tratando de encontrar en aquella superficie plástica algún argumento escrito o encriptado, que le permitiera dar una respuesta al impertinente inquisidor.

              -        ¡Tranquilo!... no tienes que contestar mis preguntas necias – exclamó el viejo, buscando calmar la angustia del ermitaño, que ya mostraba acuosidad en sus ojos –.  De pronto abre tenue su boca y dice mascullando.

          -        Hace dos años yo deje de trabajar en CANTV allá en Maturín, era técnico de operaciones. Me casé y tuve un hijo. Mi felicidad duró muy poco, un accidente automovilístico en la vía hacia el Temblador los apartó de mí. Desde ese momento todo se me vino abajo, me entregué a este silencio y abandono; ahora ésto es lo que quiero ser, no necesito nada más.

           El viejo cauto observó el desprendimiento al que había llegado Iván y quiso dejarlo tranquilo.

          -        Está bien Iván… gracias por compartir el café… quiero que mañana hagas algunas cosas en la casa, principalmente cortar el monte que está en la acera del frente. Mañana te vengo a buscar…ok.

          Las dos personas se despidieron, el viejo entró a la panadería a pagar la cuenta. Aprovechó para hablar con el empleado, le preguntó sobre Iván y éste le hizo buenos comentarios sobre la docilidad de aquel silencioso hombre, así como su responsabilidad y obediencia.

         Al otro día temprano, el viejo tomándose la primera taza de café observó por la ventana de la cocina la presencia de alguien frente a su casa. Al detallar vió que era Iván, quien estaba con un palín terminando de sacar el monte de la acera. Salió de la casa para atenderlo, llevándole una taza de café acompañada con una panqueca untada con mantequilla y queso. Abrió el portón y lo invitó a entrar al jardín ya que Iván había terminado su labor. Le ofreció asiento en una banca para que comiera. Mientras el hombre desayunaba el viejo acordándose de la conversación del día anterior le comenta.

          -        ¡Iván una pregunta!… ¿no crees tú, que joven como eres, aun te quedan muchas oportunidades gratas y llenas de vida?

         -        Esa palabra ya no existe para mí – dijo el hombre después de tragar el último bocado de comida, continuó diciendo – amigo la palabra vida tiene para mí un significado muy particular.

          -        ¿Cómo es eso?... ¿me puedes explicar? – pregunta el viejo intrigado por lo que su compañero decía.

           -        Para mí la vida la asemejo a un agujero negro – tomó la tasa de café y se escurrió lo poco que quedaba. Miró fijamente al viejo y continuó hablando – dentro del vientre materno la supernova vida en pleno apogeo y equilibrio se nutre absorbiendo rayos continuos de energía irradiada de felicidad. El momento más intenso de luz y éxtasis se da cuando nacemos, también ipso facto, cuando la fuente se rompe y se pierde el ansiado equilibro de vida, el líquido energético implosiona y deja de cobijar al nuevo ser; nace con él un agujero negro que lo acompañará hasta el fin de los tiempos. Inicia su acción cuando una nalgada odiosa e inesperada rompe el encantamiento. El llanto será el instrumento de inicio y fin para el sufrimiento y desesperanza que ha de mantenerse continuo por siempre. La separación abrupta de una amorosa seguridad te hará sensible al desconsuelo y al abandono. Antes el hambre era saciada al instante y en forma continua, ahora hay que esperar y para que venga rápido hay que llorar. Así se comienza y esos momentos de idílico goce irán desapareciendo poco a poco. En la niñez los momentos felices se hacen efímeros porque serán contrapuestos por la lluvia de miedos que día a día nos van inundando inconscientemente. Todo sentimiento de placer será arrastrado lentamente al horizonte de sucesos y a partir de allí no habrá marcha atrás, será consumido e irá a parar en lo profundo de nuestra singularidad. En un comienzo el calor de tu madre lo pierdes cuando te llevan a una fría cuna para luego darte un insípido biberón. En la adolescencia, igual se verá que te establecen una consecución de logros y éxitos, exponiéndote a más sacrificios y más angustias. En la adultez los pasajes de éxtasis son menos y los irás moviendo en el espacio tiempo de tu incredulidad; los vas dejando para otra ocasión mientras que el tiempo, aliado acérrimo del agujero, acelerara su caída hacia el vertiginoso centro oscuro del socavón. Cada etapa de tu vida va siendo succionada lentamente sin compasión. Esos eventos que constituyen tu azorada vida van incorporándose a ese monstruoso y gigante borde que constituye ese agujero negro. El horizonte de eventos se expande y va arrastrando, arremete con furiosa atracción cualquier indicio de alegría, de placer.

          -        ¡Iván un momento! – interrumpe el viejo, que lo había querido hacer desde hace rato, para decirle - debes entender amigo que todo esto que mencionas son ciclos comunes en nosotros.

          -        Claro que lo entiendo, pero quién lo establece así… por ejemplo los niños se hacen grandes aceleradamente; se casan, tienen hijos, se convierten en abuelos de un destello y a medida que crecen avanzan acercándose cada vez más al centro de la oscura matriz. Por más que rectifiquen sus actos, por más que se acojan a un dios o a una religión, cualquiera que sea no tendrán chance, los absorberá. Y dirán luego que ese dios así lo tenía planeado, porque sus actos y sus designios son justificados por su gloria y su tiempo perfecto. Todas sus acciones serán propias del destino que vivirán y se moverán misteriosamente por cordeles sobrenaturales. Buenas o malas actuaciones al agujero no le importan, serán absorbidos sin reparo. El tiempo se acelera y ni nos damos cuenta de que crecen sin recuerdos para nosotros los más viejos, se desvanecen y caen al vacío, en las negras fauces del comprimido abismo. Así que amigo eso es la vida y la felicidad para mí.

          El viejo quedó sorprendido por la forma como aquel hombre le había detallado su analogía del significado de la vida comparándola con un galáctico agujero negro. El astrónomo hombre se levantó del asiento y comentó que debía irse para realizar otro trabajo que tenía pendiente con un vecino. Se despide y agradece por el desayuno y el café. El viejo se levantó y lo acompañó hasta el portón, recogió los platos y los llevó hasta la cocina. Mientras lavaba los utensilios pensaba en lo que le había explicado su contertulio. Notó que el tiempo estaba pasando lentamente, los escasos minutos se hicieron eternos dando paso a un concentrado y acelerado transcurrir de sus sesenta y pico de años que se proyectó vertiginosamente en su mente. Fue tanta su conmoción que sintió que lo que le había contado el taciturno Iván era la absoluta verdad. Terminó de limpiar la cocina y se fue a sentar en uno de los muebles de la sala en profundo silencio. La esposa que estaba en otro mueble lo observa extrañada y le pregunta.

             -        ¿Qué pasó viejo… en que piensas?

          -        A decir verdad, he rebobinado mi pasado y no cabe duda de que he sucumbido a un gran agujero negro – comentó pausado el viejo mientras miraba fijo un cuadro colgado en la pared, fue lo último que dijo.

          La mujer sorprendida no tenía la menor idea de lo que su marido le acababa de decir. A partir de allí el viejo en absoluto silencio se lo pasaba sentado en la sala sin decir nada, no respondía a las preguntas que le hacía su preocupada mujer. Así pasó dos semanas, sumido en un mutis misterioso. Su familia preocupada no entendía por qué actuaba así. Se quedaba viendo fijo las cosas que tenía en frente, a veces balbuceaba algunas incongruencias. Los médicos diagnosticaron que había entrado en un estado catatónico. Estaba paralizado mentalmente y sin capacidad de respuestas. Posiblemente causado por una fuerte impresión, una sorpresiva revelación o un gran cansancio psíquico.

 

Venezuela, Cabimas, 28-08-2021.

domingo, 22 de agosto de 2021

UN MAESTRO QUIJOTESCO

Por Humberto Frontado



            Hace muchos años, durante los últimos días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez se inició esta interesante y triste historia. Un joven estudiante se había graduado con honores en el Liceo Fermín Toro de Caracas. El padre militar al servicio del dictador siempre lo había incitado para que hiciera carrera en la Escuela Militar. Por otro lado, su madre quería que estudiara para seminarista en la Universidad Católica Andrés Bello, ansiaba que su hijo fuese cura. El muchacho se vió tan presionado por ambos flancos que tuvo varias noches sin dormir, pensando cuál sería la mejor solución para asegurar su futuro.

          Esa mañana el bachiller se levantó temprano y mientras se cepillaba los dientes, de repente vió el espejo iluminado por su intensa sonrisa. Había aparecido en su testa la solución a su desdicha. Se vistió rápidamente siguiendo el protocolo marcial enseñado por su padre y al que estaba acostumbrado, la misma rutina usada todos los días; sólo que en esta ocasión en lugar de ir al Liceo se fue directo a casa del tío, antes que se marchase a su trabajo. El tío era Licenciado y tenía un alto cargo en el Ministerio de Educación. Le confesó estar contrapuesto a los designios de sus padres, dijo que no quería seguir estudiando y pretendía ponerse a enseñar a otros. Le explicó que comenzaría a dar clases en una pequeña escuela y que para eso bastaba su título de bachiller; después con el tiempo podría optar por estudiar la licenciatura. El tío le advirtió sobre la molestia que causaría esa decisión a su padre, recomendándole continuar estudiando y hacer una licenciatura como profesor. Le explicó que con las nuevas modificaciones del magisterio ya estaban solicitando títulos en Licenciatura para dar clases. El joven se levantó de su asiento y mirando fijo a su familiar le dijo.

          -        ¡Ya basta tío!... yo no quiero seguir bajo el yugo de mi padre… yo quiero ser libre, dueño de mis decisiones.

            El Licenciado se levantó también y poniendo las manos en los hombros de su sobrino pensó un instante y le dijo que lo iba a ayudar; le buscaría el empleo de maestro que quería. El muchacho aprovechando la venia de su consanguíneo le comenta.

           -        Tío le pido, por favor, que el empleo esté un poco retirado de aquí de la Capital.

           Al siguiente día el diligente tío le consiguió el puesto de maestro tal como él quería, era una pequeña escuela que estaba ubicada en una pequeña isla llamada Coche, que junto a Cubagua y Margarita conformaban el Estado Nueva Esparta. Más lejos de la Capital no lo vas a conseguir, le dijo el tío.

       -        Ya envié un telegrama al inspector de la zona educacional en Porlamar notificando tu llegada a Coche, si quieres puedes salir pasado mañana de aquí.

           El día de salida, con su pequeña maleta, se acerca a su madre que estaba en la sala bordando. Ella sospechando la partida, echó a un lado el tejido y se levantó. Su hijo le tomó las manos y le contó rápidamente todo sobre su decisión. La madre triste le dijo.

         -        Está bien hijo, esa es tu decisión… te pido por favor, no te despidas de tu padre… yo me encargo, buscaré la forma de decirle todo y que entienda... no va a ser nada fácil.

           Se abrazaron un momento, le dió un tierno beso en la frente. La mujer no pudo contenerse y rompió a llorar mientras él se marchaba.

           Fue un extenso recorrido que partió desde el Terminal del Nuevo Circo de la zona Metropolitana hasta Cumaná. Allí pernoctó en una posada cerca del pequeño terminal de pasajeros. En la mañana el dueño de la posada se ofreció llevarlo hasta su destino en su vehículo, aprovechó también para explicarle todo lo que tenía que hacer para llegar a su meta. El largo viaje le sirvió al joven para reflexionar profundamente sobre la decisión que había tomado. Esos últimos años su pensamiento había sido impregnado de ciertos delirios de libertad y cambios insuflados por sus compañeros de clase en el Liceo.

          Ya cerca de la costa sintió el penetrante olor salino del mar, había llegado al pequeño pueblo de Chacopata. Después de dar las gracias al señor que lo había traído se dirigió hasta la playa donde había una ranchería; saludó a los pescadores que allí estaban y les preguntó por algún bote que fuese a salir ese día a la Isla de Coche. Éstos haciendo un alto a la faena de remiendo del mandinga le explicaron, señalando hacia el pequeño muelle, que un bote estaba por salir hacia ese destino. El joven dió las gracias y se encaminó hacia el embarcadero. Al llegar cerca del bote indicado vió a un joven arreglando algunas cosas, le preguntó por el Capitán y éste le dijo que estaba por llegar. Al rato arribó un carro trayendo una persona mayor pero aún fuerte, ataviado de un sudoroso y salobre sombrero de paja, pegó un profundo chiflido al ayudante para que fuera a su encuentro. Entre ambos trajeron la mercancía hacia la nave. El hombre veterano estaba curtido por el salitre; tenía el  rostro lleno de intrincadas arrugas que trazaban un sereno mapa de sitios y edades andadas, enmarcados en una seguridad única amasada por la experiencia. El joven se acercó y preguntó.

          -        Buenos días… Maestro… ¿es cierto que usted está a punto de zarpar a Coche?

          -        Si ya voy saliendo… ¿por qué? - pregunta sin mirar al joven.

          -        Ah, porque quiero, por favor, me lleve a Guamache... yo le pago el viaje.

           El viejo levantó la mirada y con una sonrisa asintió con su cabeza y le dijo que esperara un momento. Entre los dos navegantes bajaron a la lancha la mercancía que habían cambiado por pescado salado traído desde Coche. Ese era una forma de sustento para el cochero desde hacía mucho tiempo, sólo que antes ese viaje se hacía con el bote a vela.   Entre la mercancía había sacos de harina de maíz y arroz, latas de manteca, papelón y una cesta con algunas vituallas; además, unas latas de aceite para el motor.

           El bachiller esperaba impaciente la orden de embarque, estaba parado cerca de la popa del bote con su pequeña maleta de cuero a un lado, en su mano derecha un portafolio también de cuero donde traía algunos libros.

        -        ¡A bordo que la mar tá guena! – gritó el Capitán al extraño pasajero para que subiera al bote – quítese los zapatos y arremánguese el pantalón.

           Trastabillando un poco logró entrar al bote ocupando el sitio que le indicó el viejo marino con su mano. Se sentó en el travesaño colocando su maleta al lado, los zapatos y su maletín sobre las piernas. Ya listo el Capitán para encender el motor el joven lo miró y carraspeando la garganta le dijo.

          -        Capitán disculpe… escuché cuando dijo … ¡a bordo que la mar tá guena!... he de decirle que así no se dice… lo correcto es decir… ¡a bordo que el mar está bueno!... eso es gramática… ¿sabe algo de lingüística?

           -        ¡No, mijo!... no sé nada de eso – le contesta inocente el analfabeto marino.

           -        He de decirle que usted ha perdido buena parte de su vida.

           El viejo lobo de mar hizo caso omiso a la impertinencia de aquel barbilampiño. Ya sin amarras prendió el motor, levantó la voz para animar al viajero diciendo.

           -        ¡Ajuala haiga guen tiempo, para llegar bien rapidito!

           El insolente muchacho no se pudo contener y levantando la voz reprochó nuevamente al viejo diciéndole.

          -        Capitán, por favor, no se dice… ¡ajuala haiga guen tiempo!… Se dice… ¡ojalá haya buen tiempo!

           El viejo navegante sonriente asintió con la cabeza y enfiló su nave hacia el objetivo trazado. Cuando llevaba apenas unos minutos de viaje el ayudante le hace unas señas al capitán para que observara al capitalino y se cruzaron una pícara sonrisa. El mozalbete iba mareado agarrándose fuerte del borde del bote.

           Cuando iban un poco más de la mitad del recorrido se oyó una discordancia en el ruido envolvente y continuo que traían desde que salieron, el motor comenzó con una intermitencia en su sonido hasta que se sumió en un profundo silencio y dejó de trabajar.

          -        ¿Qué pasó capitán? – preguntó extrañado el cuasi maestro.

          -        Se paró el motor – contestó calmado el viejo marino – voy a ver que tiene.

           Mientras el capitán y su marino luchaban por reparar el rancio fuera de borda, el joven notó que el nivel de agua dentro de la lancha estaba subiendo rápidamente. Nervioso les comenta a los ocupados marinos.

          -        ¡Epa, amigos!… parece que le está entrando agua al bote.

          Los dos tripulantes al escuchar lo que había dicho el joven se voltean en dupla y miran hacia el interior del bote, de inmediato dejan de atender la máquina y comienzan a revisar la estructura de la nave; lograron localizar la entrada de agua, era una fisura entre dos tablas inferiores de estribor. Después de evaluarla el Capitán miró a su marino y movió negativamente su cabeza indicando que había un problema grave. Oteó con agudeza el horizonte hacia la Isla de Coche y buscó referencias con tierra firme. Moviéndose rápido tomó un largo mecate y ató una de las puntas a la base del motor y la otra a una lata vacía de manteca que serviría como una boya marcadora. Al terminar se dirigió al bachiller y le pregunta.

         -        Mijo… ¿usted sabe nadar?

         -        No, yo no sé nadar – contestó el joven moviendo la cabeza nerviosamente.

        -     ¿Cómo va a ser paisano?... ¡que vaina caraaajo!.. quiere decir que usted ha echado por la borda toda su existencia estudiando tantas soqueteadas pá nada… bueno lo dejo a cargo del bote, cuídeme al viejo Evinrude.

           El muchacho todo nervioso y casi a punto de romper en llanto no atinó a entender lo que el viejo capitán le había dicho. Los vió saltar uno a uno por la borda y echarse a nadar, poco a poco se fueron desvaneciendo en la lontananza. El bote iba hundiéndose lentamente con su ocupante que no dejaba de aferrarse a su entrañable maletín de cuero.

            Los dos tripulantes nadaron hasta llegar extenuados a la isla, viendo el triste ocaso que los acogió.  Los dos náufragos fueron rescatados casi llegando a tierra, fueron atendidos en el pueblo mientras contaban la odisea. Ya en la noche dieron parte al Jefe Civil, mencionando que venía con ellos un joven que iba a trabajar en Coche. Nunca supieron su nombre, ni qué venía hacer. La familia no supo más de él, ni se dignaron buscarlo porque su padre lo había execrado. Se dijo que el tío le contó al padre del muchacho sobre su osada decisión; y que él mismo solicitó le asignaran una escuela bien lejos para que se jodiera y se arrepintiera.

          Aunque era siempre Moco en Valleseco el que entre palos echaba el fatídico cuento, no se le atribuyó responsabilidad en él. Lo cierto es que la historia quedó como un mito reflexivo: “nos sirve más una práctica personal para hacer una cosa, que una colección de conocimientos que nunca aplicaremos”.

 

Venezuela, Cabimas, 22-08-2021.


            Nota: Este relato esta inspirado en una de las lecciones de vida de la tradición popular Sufí, protagonizadas por el maestro Mulla Nasrudín.

domingo, 15 de agosto de 2021

HABÍA UNA, DOS, TRES…UNA VEZ

(INTROITUS MENTALES)

Por Humberto Frontado



            Una vez se dió un encuentro histórico entre dos hermanos que tenían muchos años que no se veían. Con una diferencia de edad de dos años el mayor estaba por cumplir sus setentas. Ese día en casa del mayor las dos familias estuvieron envueltas en inmensa alegría. Las esposas en la cocina prepararon deliciosos y tradicionales platos, los sobrinos disfrutaron intercambiando sus experiencias mientras consultaban insistentes sus teléfonos. En la sala los dos hermanos se sentaron y hablaron un rato sobre la salud de los familiares. El hermano mayor fue a la cocina y trajo de la nevera una botella de cocuy macerado por unos ponsigueses. Le sirvió al hermano un trago seco y luego él se empino el suyo mientras iniciaba una amena conversación contando una anécdota del pasado.

-        Hermano te acuerdas cuando chamos que había una fiesta en el club Alianzas de Lagunillas con Los Blanco y no teníamos ni un centavo para la entrada. Esa noche nos pusimos de acuerdo para colarnos, nos íbamos a meter por un hueco que había en la cerca de ciclón y que estaba disimulado por las matas de cayenas. Ya en el sitio después que todos ustedes se habían metido, cuando me tocó a mi apareció un condenado policía y me agarró infraganti. Me tomó por la mano y me llevó por todo el borde de la pista de baile, exponiéndome al escarnio de todos lo que estaban bailando, inclusive de ustedes que se burlaban y reían a mandíbula batiente.

-        ¿Hermano que pasó pues? – interrumpe dubitativo y extrañado el viejo a su consanguíneo – ¡Hey!… ve que estas cambiando la historia…al que sacaron ese día de la fiesta fue a mi… nojoda.

-        ¿Cómo es la vaina? – contestó el contertulio confundido y extrañado por lo que acababa de escuchar – ¡no!... no, vos estáis equivocado…ese fui yo… si queréis le preguntáis a los muchachos, ellos deben acordarse muy bien de eso.

          En ese momento se incorporó oportunamente a la conversación el primogénito del hermano mayor, logrando apaciguar la acalorada disputa histórica ofreciéndoles un tragó del suculento elixir churuguarense.

          Continuaron los dos viejos entre tragos brincando de un tema a otro una vez agotado. Llegaron al capítulo de cine y el mayor tomó la iniciativa hablando de las películas vaqueras que más le habían gustado diciendo.

-        Para mí la mejor película vaquera que se ha filmado fue aquella llamada… esteee… cómo se llamaaaba… eeeh… chico aquella… donde trabajó aquel carajo alto, que después hizo el papel de detective y usaba una magnum 45… cómo se llama… esteee – el viejo miró a su hijo buscando apoyo, pero éste le contestó con una expresión de denotada ignorancia. Para salir del paso dijo.

-        ¡Ah!... ¡Frank Sinatra!

-        ¡No vale!… que Frank Sinatra del carajo… ese fue cantante.

           Después pasaron a la época de oro del boxeo y cambiaron fechas de peleas extraordinarias, pusieron a pelear gente de pesos diferentes algo nunca visto. Casi ponen a pelear a Cassius Clay con Mano é piedra Duran en el Madison Square Garden. Ya un poco entonado el hermano menor se dirige a su sobrino y queriéndolo impresionar le dice.

-        ¿Sobrino yo le he contado alguna vez sobre una pelea que tuve en el estadio Cinco de Julio en Lagunillas?

-        ¡Ah si tío!… sopotocientas veces, cada vez que viene por aquí me la cuenta – contesta sarcásticamente el sobrino ya cuarentón.

-        ¡Sí!… esa fue una buena pelea… resulta que había un evento y un tipo quiso pasársela de gracioso y la cogió conmigo el pendejo.

-        ¡si tío!…. ya me la habías contado – vuelve a interrumpirlo para ver si cambiaba de tema.

-        Sii, nojoda quería dejarme en ridículo, pero le dí su tate quieto – continuó el viejo su relato, exteriorizando y trayendo la molestia de aquel día.

            A medida que se vaciaba aquella garrafa de cocuy fueron resurgieron, en las opacadas mentes de los dos hermanos, una buena cantidad de anécdotas, relatos e historias que al narrarlas se fueron quedando algunas inconclusas o entrecortadas, otras maquilladas, cambiadas o tergiversadas… años más tarde, pero con tapaboca… hubo otra vez….

Venezuela, Cabimas, 14-08-2021

 


domingo, 8 de agosto de 2021

EL DISYOKI BALURDO

Por Humberto Frontado



          Nosotros los nacidos en las décadas de los 50’s y 60´s vimos, escuchamos y sentimos un indescriptible cúmulo de cosas y eventos que nos deslumbraron. Escuchamos sobre unas guerras que se llevaron a cabo en tierras lejanas, se desarrollaron revoluciones épicas y otra no tan épicas. Emergió una espectacular constelación de estrellas que se desempeñó magistralmente en la música, nos encandilaron e influyeron a tal punto que queríamos ser igual a ellos. Esa inspiración venía principalmente de músicos gringos de Norte América e Inglaterra. Eran roqueros & poperos que cantaban en guachi guachi sus rebeldes, agresivas, inspiradoras, reflexivas y amorosas canciones. No entendíamos las letras, pero las tarareábamos y cantábamos imitándolos a la perfección.

           También se entonaban de Colombia cumbias y vallenatos rompe guayabo; de México meras rancheras mata pasiones de todo calibre; melosos tangos del sur que nos partían el alma gaucha y el escandaloso rock estigma de los malandros y marigüaneros, según decían nuestros viejos. Estábamos a merced de todas clases de tendencias internacionales en el arte de la música y otros tantos objetivos culturales. Ya teníamos rato recibiendo influencia de otros países por la gran incursión de migrantes que fueron desplazados por las guerras, llegaban y se integraban, algunos a medias, como los árabes, que sólo nos vendían ropa y corotos; los chinos su arroz o “shop suey” y los portugueses charcutería y carnes. Su música y costumbres sólo era para ellos y nadie más.

             En una oportunidad, en la comunidad petrolera de Lagunillas, un joven tenía varios días desesperado por llevar a cabo su objetivo. Se despertó temprano ya que no había podido dormir, toda la noche estuvo sumido en un desconcierto e intermitente desvelo. No fueron sus sueños con monstruos malignos, abismos sin fin o personajes malintencionados como las momias de Guanajuato que querían destruir al dúo conformado por el Santo y Blue Demon. El joven había escuchado en radio Reloj una impresionante canción titulada Bajando por el Rio (Down on the coner) del grupo de rock Creedence Clearwater Revival, ya tenía para el momento varias semanas sonando en primer lugar de las diez mejores. Tomó la decisión de vaciar la alcancía, tenía solo cuatro bolos por lo que tuvo que acudir a su madre para que le prestara el bolívar faltante. Ofreció a su madre como retribución, después de regresar de la compra del ansiado 45, barrer el patio y limpiar la jaula de las palomas.

          La Frontera era el sitio comercial de la vieja Lagunillas, existía una hilera de todo tipo de comercios a lo largo de la calle principal. Había un local especial de nombre Foto Tienda Vázquez donde hacían trabajos de fotografía y vendían discos de moda, que venían en formato Elepé o long play de 33-1/3 rpm y los pequeños de 45 rpm. El muchacho se fue a pie hasta la frontera, un trayecto de más o menos tres kilómetros, atravesando el paso peligroso sin aceras entre las oficinas de la compañía Shell y los tanques de petróleo. Después de comprar el disco se quedó un rato extasiado viendo las carátulas de los álbumes exhibidos, mientras se imaginaba a sí mismo como un disc jockey moviendo e intercambiando los platos en su miniteca; se batía entre Los Beatles, Elvis Presley, Las Supremas, Los cinco de Jakson, Stevie Wonder, Elton John, Bee Gees,  Joe Cocker y otros más.

          A medida que el mozuelo realizaba los oficios comprometidos prendió el picó y puso como fondo musical la pegajosa canción de Creedence, el otro lado del disco también trajo una muy chévere pero más movida se trataba de La Banda viajera (Travellin´ Band) para bailarla como twist. La moderna Radio Reloj de Maracaibo vino a ser la emisora radial que inspiró a todos los jóvenes de la época, con el programa nocturno de diez a once de la noche dirigido por Argenis D´arienzo, nos ponía a tono con lo que se escuchaba a nivel internacional. En la mañana no había chance para escuchar música, el radio sólo estaba para transmitir novelas, y hay de aquel que se atreviera a mover el dial, era cosa de muerte súbita.

          En esa época escuchábamos fríamente comentarios de una guerra también fría que mantenía ocupada a entes externos que discutían quién tenía más poder nuclear. Estados Unidos y Rusia después de romper la pipa de la paz se estuvieron amagando con destruirse una a otra, al punto de amenazarse con activar bombas nucleares que podían borrar la faz de la tierra en un santiamén cuatro veces. La mortificación por eso era momentánea era más importante ir a jugar lo que correspondía al momento, elevar volantín, lanzar metras, tirar trompos, echar una caimanera con gomita en la carretera, pelear gurrufío, etc, etc, etc y en la noche lo más importante escuchar las mejores de “Hit Praide” de la semana.

          Escuchar la música guachi guachi nos ubicaba en un sitio preponderante y nos diferenciaba un poco de los cañaguateros, a quienes únicamente les gustaba la música tradicional de los Melódicos, la Billo´s, Los Blanco, Los Máster, etc. Esa distinción también la fuimos acompañando con una vertiente lingüística que nació en Caracas y la aceptamos sin menoscabo de perder nuestro maracuchismo. Si pretendíamos ser hippies teníamos que seguir el ejemplo que Caracas dió. En la capital había un nuevo idioma muy influido por el anglicismo y otros derivados. Era común entre los jóvenes imitar en el habla a los capitalinos; hablar esa jerga nos diferenciaba del común denominador; escuchar algo así como:

         -        ¡Epa chamo!... vacílate esta, te tengo una beta… resulta que ayer el broder de mi jeva se apareció con senda nave chaamo.. y nos fuimos a la beach a friquiarnos unas birras…naaguevona casi dos boxes…burda de pinga.

          -      Ooye balurdo y porque no me invitaste vaale…eres una vil lacra noojoda.

        -        Te cuento guoon …mejor así, resulta que viniendo de regreso nos derrapamos y atropellamos a un chamo de una moto, cooño y se formó el bululú nojoda… apareció un tombo y se puso popi, el bulda é bruto sacó la fuca y nos quería encanar…nooo vale yo me puse mosca y me hice el musiu, a lo que se descuidó nojooda dejé el pelero.

          -        Cooño looco… arrechiiisimo vaale… bueno ponte pila guoon…mosca con esa vainola…vete piano piano pá tu jaus y tripeate un conflei… okei.

          Las guerras afuera de nuestro entorno se enfilaban en una alocada disputa hacia dos ejes mundiales (capitalista – comunismo). A nosotros eso nos resbalaba y nos importaban otras cosas. Nuestro país se veía influido grandemente por otra revolución: la cultural que por cierto la había hecho impulsar el acelerado desarrollo industrial. Nos montamos y nos dejamos llevar por la inmensa ola que nos impusieron los poderosos y nos apegamos fervientemente a las delicias del consumismo.

          En los programas del momento de nuestra incipiente pero distinguida televisión se desplegó una gran variedad de cantantes de renombre como Pedro Infante, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, Nat King Cole, Benny More, Raphael, Tom Jones, Celia Cruz, Kiko Mendive, Adilia Castillo, Alfredo Sadel, Conny Mendez, Magdalena Sánchez, Héctor Cabrera, Néstor Zavarce, Héctor Monteverde, Héctor Murga, Lia Toussaint, Carlos Almenar Otero, Mario Suárez, Juan Vicente Torrealba, Aldemaro Romero, Lila Morillo, Mirla Castellanos y Cherry Navarro, entre muchos otros.

          Vivimos comienzo y fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, según viejos testigos ésto representó un atraso en derechos humanos, pero si un avance económico y cultural sin precedente para nuestro país. El cine mexicano aprovechando la ausencia momentánea del norte, motivado a las guerras, nos dejó cundidos de grandes ídolos rancheros (Jorge Negrete, Pedro Almendariz), galanes (Pedro Infante) y pare de contar, hasta Cómicos como Cantinflas, Tin Tan, Resorte y Capulina. De España aun bajo el mandato de Franco nos visitó Pedrito Rico, Carmen Sevilla y otros Flamenqueros del momento.

           La juventud cansada de dogmas y rigidez social aupó hacia una época de cambio social. Las viejas y tradicionales estructuras sociales se tambaleaban. Los adolescentes irrumpían en el escenario cuestionando la autoridad en todas sus formas. Toda la sociedad sintió el embate de aquella agresiva ola, las familias, las religiones, las escuelas y universidades, los partidos y el poder político. La puesta en escena de las mujeres se hizo notar con fuerza, por fin se escuchó su voz. El machismo se doblegó ante la revolución sexual. La moda cambió hacia un estilo multicolor. El pelo largo en los jóvenes, la minifalda, el bikini tomaron las calles. Una obstinada sociedad hipócrita, con doble moral, se defendía a dientes como un animal herido y reprimía todo atisbo de cambio.

           La música lideró las revoluciones, Los Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Joan Báez, Jaques Brel y Bob Dylan encabezaron la prole de los 60´s. Las agresivas y revoltosas líricas en sus canciones pusieron al mundo patas arriba. Con mensajes antimperialistas, luchas de clases, la represión y demandas de igualdad. Por la vertiente latinoamericana nos tocó seguir y admirar a Violeta Parra, Paco Ibáñez, Daniel Viglietti, Víctor Jara, Caetano Veloso y Gilberto Gil entre otros. Cada cantante se convertía en un ícono, no tenía tanto que ver con la música que hacían, sino con sus carismas, sus voces y con lo que representaban para los jóvenes.

           El movimiento hippie marcó los años 60´s, bajo las premisas del amor libre y un pacifismo que reprochaba la guerra de vietnam. Fue una década de música psicodélica, drogas y revolución sexual. “Paz y amor” fue el eslogan irrebatible de un movimiento contracultural que nació en Estados Unidos y se expandió por el mundo. Muchos llegaron a pensar que esa década era el comienzo de una inusitada decadencia. El testigo que había de entregarse a la siguiente década en relevo estaba por resbalarse de las manos de estos 60´s. Había un escurridizo embadurnamiento de incertidumbre y desaciertos que no daba garantías de nada. Ningún dios quería apoyar tanta rebelión y propuestas utópicas de cambio, salpicadas de contradictorio coctel de individualismo, absurdo hedonismo y compromiso. Esta época echó abajo con violencia e ímpetu acuerdos muy antiguos, poniendo en jaque a las tradiciones sociales. Viéndolo bien, la propuesta de abrupto cambio pudo haber sido incitada por ese futuro incierto y difícil de imaginar, ya que estaba arropada por la peor conjetura: “Y si finalmente se adelantaba el Apocalipsis con las bombas atómicas”.

            Muchos de los que fuimos jóvenes en los años 50´s y 60´s coincidimos en que nuestra adolescencia fue la ideal: se cambiaron muchas cosas; entre ellas la música; diferentes y nunca vistos estilos de vestir; rompimiento de ciertos tabúes. Fue una época de transgresión a las tradiciones morales y de conducta, una ruptura con los esquemas sociales impuestos hasta ese momento. Esa contracultura creció y compitió con fuerza con la cultura adulta. 

 

Venezuela, Cabimas, 08-08-2021

domingo, 1 de agosto de 2021

UNA AVENTURA LEÑACUOSA

Por Humberto Frontado



            Fue un día antes de las fiestas de San Pedro el patrono de la Isla de Coche. Semanas antes se habían puesto de acuerdo un grupo de mujeres vecinas que vivían en Valle Seco, un pueblo pequeño que según decían los habitantes tan viejos como él, no había ningún otro en el mundo que lo igualara haciendo tanto honor a su nombre. La idea de las damas era hacer un largo recorrido a través de la isla para buscar suficiente leña y agua, a fin de apertrecharse para los días posteriores a la fiesta. Estas provisiones serían también imprescindibles para preparar los reconstituyentes sancochos de pescado para los aguardientosos que iban a entrar pronto en acción.

              Temprano en la mañana de ese día fueron llegando al sitio acordado, justo al pie de cerro El Faro. Primero llegó Quintina Frontado la mayor y a la que le guardaban gran respeto, después aparecieron las hermanas Chón y Nicolasa Malavé con su par de burros. Traían un mapire con un poco de pescado salpreso, una torta de casabe y un mallugado piñonate. Luego llegaron las hermanas Juana Pacheco y Malengo con un burro que traía amarrado en el lomo una cesta con una tela de arepas, un gofio y unas huevas de lisa embojotadas en papel. Inmediatamente atrás apareció casi corriendo la pequeña Yiyo, hija de Chico Malavé. Reunidas todas las mujeres hablaron un rato del recorrido de la travesía y del tiempo que les tomaría hacerlo.

           La cruzada contemplaba pasar por La Tuatua de los Pérez, llegar a Zulica en la Cabecera y regresar antes del atardecer. Partieron jubilosas como la gran familia que eran, unidas por su condición natural de querer ayudarse mutuamente. Eran mujeres de arduo trabajo que se habían criado corriendo por los cerros buscando leña o pastoreando chivos como, era el caso de Chón y Juanita Pacheco; mientras que los hombres se encargaban de ir a la pesca en alta mar; arreglar las redes de pesca cuando había mal tiempo; o trabajar en el saque de sal en la Salina, cuando era temporada.

           Las chicas bordearon el cerro El Faro, que da frente al muelle, luego lo hicieron con el cerro Pelón, ya hoy extinto. Bajaron la ladera y circundaron la laguna de la Salina. Yiyo, más joven, tomó rápidamente la delantera con Rayo, el burro de Juanita; desprevenida siguió lo que parecía un camino ya trillado, cuando se oye el grito de advertencia de Chón.

          -        ¡Yiyo!... párate muchacha loca… ¿para dónde vas?... no ves que si sigues por ahí se te va a atollar el burro y no lo vas a poder sacar…eso por ahí es puro caliche pegajoso.

          Después explicarle a la joven sobre los cuidados que había que tomar prosiguieron el camino sobre terreno plano rumbo hacia La Uva. Desde allí pudieron observar a la gente trabajar en la Salina, llenando sacos de sal de los pillotes y llevarlos hasta la playa para embarcarlos en la gabarra.

           -        Vamos a darle más rápido, porque si no nos va a agarrar la noche por los cerros – comentó Quintina algo preocupada.

          Continuaron caminando por la ruta de la rivera de la costa. De vez en cuando echaban un vistazo hacia la orilla de la playa a ver si había recalado algo de madera traída por la marea. Llegaron rápidamente a la Uva, atravesaron las rancherías y saludaron a los pescadores que estaban ocupados arreglando pescado y reparando sus mandingas. Siguieron marchando pasando por los blancos arenales y atravesaron zigzagueando un seudo bosque de cardones, tunas, pringamozas y algunas maraqueadas matas de yaques, así como espinosos retamas. Iban deteniéndose en puntos estratégicos recogiendo ramas secas de yaque que amontonaban y las hacían haces, para luego atarlas a los burros; así siguieron su camino hasta llegar a El Coco.

            Hicieron un alto para comer allí lo que habían traído combinándolo con lo conseguido en el camino: pichigüeyes y algunos yagüereyes que mostraban sus rojas entrañas puntonegreadas.

          -        ¡Hey! …Vamos a echarnos un bañito en Catuche – exclamó emocionada la Yiyo – Juanita y Malengo asintieron con la cabeza.

             -        No señor…se nos va a hacer tarde – exclamó algo molesta Nicolasa.

             -        Vamos a hacer una cosa – comentó Quintina con toda su calma - nosotras tres vamos a seguir hasta Zulica a buscar el agua, ustedes terminan de recoger toda la leña que puedan, luego se pueden echar un baño y las pasamos buscando por aquí de regreso.

             Las mujeres más jóvenes se alegraron por la decisión y se pusieron rápidamente, con el sol de medio día a cuesta, a recoger la leña que había recalado en la playa. Estas jóvenes mujeres eran de armas tomar, Juanita estaba recién paría y su hermana estaba embarazada; Yiyo, que era su prima, fungía de fiel asistente y andaba con ellas por todas partes. Malengo con la barriga ya para explotar pedía a gritos entrar en la apacible playa para refrescarse. Estaba próxima a dar a luz; tenía según las comadronas un becerro en el vientre, ya que habían transcurrido casi once meses y no había parido. Ese era un caso clínico curioso que la gente comentaba era imposible pudiera suceder, ya que lo normal sería un embarazo de nueve meses. Decían que el galeno se había equivocado.

           Malengo, segura de sus cálculos, le explicaba a la gente que ella había ido, más o menos once meses atrás, a ver al médico porque sentía un dolor en el bajo vientre. El doctor al auscultarla descubrió que su dolor se lo estaba induciendo una hernia inguinal que requería operación. Él le explicó que la intervención sería posterior al parto ya que ella tenía una semana de embarazo según sus síntomas y la pérdida de la regla.  A partir de allí sacaron su cuenta y la barriga empezó a crecer. El papá de la criatura, luego de haber transcurrido nueve meses, se cansó de esperar para verlo y tuvo que tomar la dura decisión de irse al Zulia a buscar trabajo en la industria petrolera. Hasta ese momento las expertas en el asunto coincidían en que aún con el tiempo que había transcurrido le faltaba más o menos una semana para el alumbramiento.

           Después de dos horas de espera en el peladar de Catuche aparecieron las viejas vallesequeras con cuatro latas llenas de cristalina agua traídas desde Zulica. Se detuvieron un rato a comer el resto de pescado salado y casabe que les quedaba, bajo la sombra de un estoico viejo árbol de guayacán que mantenía su verdor a pesar de la sequía inclemente. Allí tomaron la decisión de cortar un poco el camino atravesando los cerros, siguiendo las trillas de los burros hasta reventar en la quebrada mayor, que desembocaba en la laguna de la Salina.

           Era increíble la fortaleza de esas valientes mujeres de la isla, desde temprano al levantar el alba comenzaban la brega para hacer el desayuno. En el fogón se iniciaba el fuego prendiendo con un fósforo unas briznas de paja y se le iban añadiendo algunos pequeños trozos de retama, ya prendido y constante la hoguera se colocaba en forma de abanico la leña más gruesa. Se dejaba arder por un rato para hacer la brasa que luego se extendía a lo largo de la parrilla metálica para asar las arepas.

           Para hacer las arepas era todo un proceso, primero había que sancochar el maíz en concha, eso se hacía la noche anterior; por la mañana a primera hora mientras ardía la brasa se pilaba el maíz, era una labor que se hacía más rápido con dos pilones danzando en forma simultánea y cronometrado al acorde sinuoso de:

                       -        Pilón…pilón

                            dale duro a ese pilón.


                       -        Ya la puerca está contenta

                             cuando escucha este pilón

                             siente que ya viene cerca

                             de agua é nepe su porción.


                       -        Los dos brazos ya me duelen

                            de darle tanto al pilón

                            tráiganme un pocillo lleno

                            de guarapo é papelón.


                      -        Tengo miedo que se rompa

                            porque está viejo el pilón

                            mañana le digo a papa

                            lo haga de palo é mamón.


                       -        Limpiecito queda el maíz

                            lo va mascando el pilón

                            las conchas blanditas salen

                            al golpe de esta canción.

           Al terminar la pilada venía la molienda con el primer ayudante de cocina, una piedra plana donde se colocaba un puñado de maíz que luego se trituraba con otra piedra en forma de rodillo. Esa fue una forma laboriosa de moler hasta que apareció, un poco tarde en Coche, la máquina de moler o molino marca Corona (*). Había que amasar, hacer las arepas y asarlas en las brasas. Mientras se iban cocinando se atendían los animales dándole su comida: a las gallinas maíz picado, a los burros y a los cochinos nepe con algo adicional de maíz para reforzar. A los puercos y chivos había que engordarlos rápidamente para luego venderlos o sacrificarlos y comerciar su carne. 

           La piel de estas amazonas se les iba sazonando con el sudor, salitre y sol a medida que envejecían. No había ninguna misericordia hacia ellas de aquel indolente tiempo que andaba campante en el seco y árido paraje. Las mujeres más longevas eran testigos de ese curtimiento, esa gruesa cortezas de epidermis agrietada llevaba tatuada en detalles las huellas de cada historia en particular. Cicatrices en todos los tamaño y formas, venidas de heridas mal curadas y llagas salitrosas, cada surco con su rastro de memoria y dolor en sí.

           Después de haberse desplazados por más de una hora por entre los cerros y con el sol encandilándolas y ya en mengua, decidieron detenerse un rato en medio de la quebrada para tomar en poco de agua y acomodar la carga en los burros. Yiyo cogió agua de las latas con una totuma y repartió, al llegar a Malengo la vió muy pálida y con síntomas de cansancio a lo que comentó.

          -        ¿Malengo…qué te pasa mujer?... ¿Qué tienes?

          -      Estoy mareada …tengo unos puyacitos en la barriga - contestó la fatigada mujer.

       -        Vamos a descansar un rato más, hasta que Malengo se reponga - dijo Chón mientras pasaba su mano suavemente por el vientre de su sobrina.

          Quintina, mientras esperaba la recuperación de su nuera, comenzó a percibir algo raro en el ambiente. Se quedó sigilosa agudizando sus sentidos, en eso levantó la mano e indico al resto, con un soplido de su boca, que hicieran silencio. Transcurrido un pequeño intervalo de absoluto silencio se escuchó un estruendoso estallido en la cabecera de la quebrada seguido de un ruido estrepitoso de piedras rodando quebrada abajo hacia ellos, la experimentada mujer grito desesperada.

           -        ¡Péguense al cerro! … !rápido! … !salgan de la quebrada!

          Aquel grupo de mujeres al unísono corrieron raudas logrando salir del espeluznante surco. De repente apareció despeñadero arriba, deslizándose sobre las piedras y el polvo que estas desprendían, una extraña figura negra que agitaba una gran capa oscura toda rasgada. Fue un espectáculo fugaz que inmediatamente desapareció y fue a desbocar su arremolinada polvareda y su sonoro soplido allá abajo en el delta de la salineta.

           -        ¡vieron eso! – logró exclamar la inocente Yiyo.

          Todas las mujeres quedaron petrificadas sin decir nada. Chón, segura de si misma, animó al resto comentando calmada.

          -        No se asusten, que no ha pasado nada…esa fue La Chirigua que pidió le dejaran libre la quebrada – parecía que ya Chón conocía parte de historia.

          -        Vamos pues…ya falta poco.

          Aupó Juanita al resto a emprender la marcha, ya que a ella la estaban esperando abajo en el pueblo para amamantar a su crío. Apoyando a su hermana terminaron todo el recorrido y allí mismo donde habían iniciado se despidieron agarrando cada una por su lado.

           Un día después de aquel arduo viaje se le presentaron los dolores de parto a Malengo y dio por fin a luz un varón en casa de Juanita. La gente comentaba que con los once meses que había tenido el bebé en la barriga de su madre se había pasado de cocción, y tenían razón porque los dos hermanos mayores eran catires y él había nacido moreno. La orgullosa mamá llevó al niño a casa de sus abuelas para que lo conocieran y le echaran la bendición.

           -        ¿Y cómo se llamará? – preguntó la abuela Leocadia capciosa.

           -        Todavía no sabemos – contestó Malengo.

          -        Deberías ponerlo Humberto Ramón, para que nos quede el nombre de uno por lo menos, por si acaso su pai no regresa de las minas de petróleo del Zulia.

 

Venezuela, Cabimas, 30-07-2021

 

 

           Nota: (*) La máquina de moler Corona llegó a inicio de los cincuentas, importada y distribuida por Jesús Mora, representante de Richard L. White, de Landers Fray & Clark, de Estados Unidos, fabricante de los productos Corona y Universal. En Colombia, Medellín, se fundó una empresa que las fabricó a partir del año 1956, esa máquina fue una gran protagonista de nuestra historia.

Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...