domingo, 30 de octubre de 2022

CINE HECHO EN CHINA

Por Humberto Frontado


           La ya pujante Ciudad de Cabimas era conocida por su apertura a recibir los migrantes provenientes de otros hemisferios. Estaba acostumbrada a la presencia del gringo que sólo se movía en el ambiente petrolero. Los otros extranjeros venían desplazados por circunstancias sociopolíticas. Los provenientes del oeste asiático, que el pueblo llamaba turcos, recogía a los oriundos de Turquía, Libia, Palestina, Líbano, Siria, etc.; se dedicaron, encerrados en un núcleo muy hermético, a trabajar en el comercio de ropa, telas, calzados y línea blanca. Los italianos se concentraron en el negocio de las panaderías y ferreterías. Los portugueses, conocedores del negocio de las carnes y embutidos compartieron espacio con los criollos, ya que éstos tenían instalado toda una distribución en la pujante región; vendían sus productos en las calles, llevándolos en latas de manteca.

             Otra línea de migrantes la ofreció China con la gente que provenía de la provincia de Cantón; ocuparon primordialmente el ámbito del lavado y planchado de ropa. Se ubicaron en varios locales de la ciudad cubriendo la necesidad perentoria del lavado de los trajes de los tantos solteros que vinieron a trabajar en las petroleras. Fue una época de mucha demanda de trabajo y servicio. Los chinos más tarde les hicieron competencia a los italianos, ofreciendo el servicio de restaurante; por encima de los comedores familiares que ofertaban los cabimeros o gente que provenía de otra región, sobre todo de Maracaibo y los Andes

          Ante la solicitud abrumadora de esa masa humana de todo tipo de servicios, la localidad de Cabimas se expandió a buscar la manera de cubrir ese requerimiento. Entre los cabimeros y extranjeros abrieron todo tipo de expendios. Se llenó el pueblo de hoteles, posadas, restaurantes, quioscos, bodegas, etc. Lo más notorio fue la aparición por todos lados de bares, botiquines y taguaras; en cualquier esquina se podía encontrar un lugar donde calmar la sed con variedad de cervezas, hasta una alemana tipo pilsen. Con el fin de controlar un caos sanitario el gobierno actuó varias veces haciendo limpieza en las zonas de populosos antros y casas de citas; reubicándolos en las afueras de la ciudad. Una de las más icónicas fue la mudanza de la zona de tolerancia La Rosa situada en el centro, hacia al sector de la Nueva Rosa. Toda esta normativa contribuyó a lograr cierta depuración, dándole un nuevo rostro a la ciudad.

           Aparecieron las fuentes de soda con su ambiente familiar y otros bares sin la presencia de meretrices o mujeres de la vida. Estos bares populares distribuidos por toda la ciudad permitían a los hombres reunirse sanamente, sin temor a ser enfrentados por camorreros y tracaleros; además, contaban con la presencia de la atenta policía.

           Cuenta la historia que uno de los hechos suscitados en estos populares bares sirvió de ejemplo esperanzador para la población. Todo ocurrió en el concurrido bar llamado El Molino Rojo, su dueño decía “he tomado el nombre del bar más famoso de Francia, el “Moulin Rouge”, porque el mío va a ser el más famoso de Venezuela. Lo cierto es que allí se llevó a cabo un acontecimiento trascendental para la región.

            Con varios días de estancia en la ciudad y sin saber una palabra de español, un joven chino caminaba por el centro de la ciudad buscando distraerse. El muchacho trabajaba en una de las tintorerías que se habían instalado en la ciudad, estaba soltero y vivía en una de las pensiones que pululaban en la calle principal. Se detuvo frente al prestigioso bar del molino y después de pensarlo un rato entró tímidamente, se fue hacia uno de los oscuros rincones del local y se sentó. El mesero lo atendió y él con su mano hizo señas que no quería nada por el momento.  

            Pasados unos minutos algunos de los presentes sorprendidos detectaron una silueta amenazadora que se movía rauda por la pared y luego desaparecía; de pronto, ubicada en el centro la sombra mostró todo su esplendor con movimientos sinuosos. Era un dragón que volaba serpenteando por toda la pared; no cabía dudas que había capturado la atención de los presentes, quienes con aplausos y gestos agradecieron el espectáculo. Aprovechando la luz que venía de atrás y se proyectaba en una de las paredes el extraño visitante desde su puesto y moviendo sus manos en forma magistral dió inicio al cinema.

            Comenzó con el inocente conejo comiendo y merodeando en el bosque, luego se veía amenazado y brincando asustado huyendo del fiero lobo que lo quería devorar; la gente gritaba cada vez que el lobo se abalanzaba contra la liebre. Cerró el espectáculo haciendo bailar la marioneta con el conejo. Los presentes aplaudieron eufóricos al oriental por presentarles tan amena distracción. Muchos fueron a la mesa del joven y dieron alguna propina. El mesonero se presentó con una cerveza diciendo que era cortesía de la casa. A otros más interesados, el cineasta les enseño las formas básicas de llevar las sombras a la pared.

          El achinado hombre bajó la cabeza como signo de agradecimiento, se tomó la cerveza en un solo sorbo y se marchó silencioso igual que como había entrado. El día siguiente en un acto magistral presentó a Caperucita Roja y el lobo feroz. Todas las noches se aparecía con una historia diferente y la gente respondía llenando todo el bar para ver el cinema. Día tras día el artista chino por una cerveza a cambio divertía a los presentes; así estuvo varias semanas con cuentos e historias llevadas a la pared a través de sombras hechas mágicamente con sus manos.

           Aparecía Pinocho devorado por una ballena y más tarde era expulsado de sus fauces para seguir con sus travesuras; la luna enamorada persiguiendo al desconsiderado sol que no respondía a su eterno amor; el capitán garfio maltratando al diminuto Pulgarcito. Las escenas más inimaginables eran reproducidas por aquel mago oriental, lograba generar sus películas mucho antes de que el cine apareciera y le hiciera una mala jugada. Sólo le quedó la satisfacción de que su arte se extendió por todos nuestros pueblos como pólvora. Los padres lograron con las sombras animar y mantener a los hijos ocupados en el arte oriental, también las incipientes escuelas en el área tomaron con vehemencia la enseñanza de la disciplina. Algunas personas de vieja data en Cabimas aseguran que desde aquí se expidió el arte de las sombras a toda Venezuela.

 

30-10-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 23 de octubre de 2022

LLUVIA PORCINA

Por Humberto Frontado

 


            Temprano en la mañana una pequeña niña despierta estirándose y con ganas de seguir durmiendo en su menuda hamaca. El alcahuete gallo en medio del patio cantaba con desgano, como insinuándole que podía seguir durmiendo ya que era sábado. Su madre apresurada en medio de los quehaceres de la mañana pasó con un bebé en brazos y movió tenue la crisálida guajira por una de las cabuyeras indicando a la bella durmiente que era hora de levantarse; los otros tres hermanos mayores ya se habían levantado desde hacía rato y estaban merodeando por la cocina.

            La somnolienta niña después de haber hecho sus necesidades se colocó su inseparable vestido de flores multicolores. Su madre haciendo un alto en sus labores la tomó por un bracito y la arrimó hacia ella. Con un cepillo le desenredó un poco el pelo y en un santiamén le hizo una cola de caballo, mientras ella jugaba con la cinta roja que luego se la ataría a su cabellera. Habiendo terminado, la madre le da media vuelta para ver cómo había quedado y la inocente criatura la mira y en voz baja le dice.

        -       Mamá… soñé que iba a caer una lluvia de cochinitos.

           La madre sin prestarle mucha atención le dice, mientras la despacha con una pequeña nalgada.

       -       Eliza… eso fue porque anoche te acostaste con hambre. No te terminaste de comer el fororo.

           La infanta agarró su muñeca y salió al patio a caminar entre las plantas, confiada de que a esa hora el bendito gallo ya se había saltado hacia otros patios y no la molestaría persiguiéndola. Se entretuvo hablando y jugando con su confidente amiga sin sospechar lo que el destino les tenía preparado.

           En una localidad Llamada Bachaquero, a casi una hora de distancia, varias familias celebraban con beneplácito lo benevolente que había sido la providencia con ellos. Ese año había sido el más productivo desde que se iniciaron en el negocio de las cochineras. Las cochinas habían tenido excelentes y saludables partos; celebraban diciendo que los marranos se estaban reproduciendo como conejos, cada parto había logrado la docena promedio. Las familias se reunieron un día con la idea de concretar un buen negocio que les diera buen rendimiento por la venta de los animales. Después de varias reuniones lograron concretar con un comerciante de la ciudad de Cabimas, quien junto a sus familiares tenía varias carnicerías en la pujante ciudad. El señor carnicero se encargaría de trasladar la carga de los porcinos desde Bachaquero hasta Cabimas y llevar otro lote a Maracaibo. Habían logrado negociar la cantidad de cien cochinos en tres tamaños: grandes, medianos y lechones.

          Lo primero que el astuto negociante cabimero hizo, una vez se había cerrado el cerdoso negocio, fue ponerse a buscar la forma de cómo iba a trasladar aquel escandaloso embalaje por todo ese trayecto sin que la guardia nacional se percatara de aquella travesía. Para ese momento los organismos de sanidad estaban prestos en solicitar los permisos sanitarios de toda actividad referida a la comercialización de carnes y animales; sin embargo, los negociantes no tenían la permisología al día y gestionarla les iba a ocupar unas semanas o quizás meses y el negocio no podía esperar. No había tiempo que perder, ya que el lote estaba comprometido para ser entregado a principios de noviembre; aprovechando el momento del pago de utilidades y las fiestas de navidad y año nuevo.

            El Carnicero con varios de sus hijos y sobrinos se encargaron de diseñar y fabricar una estructura de tres niveles hecha de madera para colocar a los animales de acuerdo con su tamaño. Contactaron un chofer amigo que tenía un camión grande donde se podía transportar sin problema todo el bullicioso flete.

           A las nueve de la noche comenzó a montarse la inquieta y escurridiza carga en el camión. En el nivel más bajo colocaron diez enormes cochinos de más de cien kilos. En el nivel intermedio metieron cuarenta puercos que estaban entre cincuenta y setenta kilos; en la parte superior ubicaron cincuenta chillones lechones de quince kilos cada uno. Fue ardua y larga la tarea de introducir aquellos inquietos animales en las jaulas de madera; casi tres horas estuvo bregando la gente con los animales hasta que lograron estaba montar todo el cargamento. En el momento de comenzar a colocar la lona sobre la jaulas de madera comenzó a caer una descomunal lluvia. El chofer y los comerciantes vieron el temporal como una bendición ya que el traslado de los porcinos se haría bajo el manto encubridor del aguacero, así habría menos riesgo de que la guardia les parara en el camino.

           A las doce en punto de la noche el camión partió desde Bachaquero por toda la Carretera Nacional. El chofer aminoró la marcha debido al torrente chaparrón que le acompañó durante toda la travesía. Llegando a Cabimas justo en el cruce del sector R-10 el conductor vió que había mucha agua atravesando la carretera, en ese momento quiso aplicar los frenos para disminuir la velocidad y el camión se deslizó por la vía como si se tratara de un resbaloso tobogán. Aferrado al volante el angustiado hombre notó que el camión se colocó de lado y marchó un largo trecho, hasta que la carga cedió y se volteó estrepitosamente. La armazón de madera se partió en mil pedazos. No se supo que fue más estruendoso, la volteada del camión o el ensordecedor gruñido coreado por el lote de cochinos que buscaban afanosos ponerse a salvo. Por una de las roturas de la humedecida lona lograron salir los primeros cochinos. A medida que salían la abertura de la lona se hizo cada vez grande hasta que lograron salir en conjunto corriendo despavoridos hacia todos lados de la carretera.

           La población de la localidad de Corito despertó ante aquel estruendoso ruido, que no parecía al de los truenos; el sonido de las gotas cayendo en el zinc se ahogaba ante el ensordecedor bullicio y berrinche de aquellos asustados animales. Entre los vecinos se fueron pasando la vos de casa en casa sobre lo que estaba sucediendo. Decían que una manada de puercos se había escapado de un camión y estaban por todos lados corriendo al garete. Estuvieron hasta el amanecer persiguiendo y echando garra a los peludos regalos que les había enviado el espíritu de la navidad, que por cierto se había adelantado; otros decían que había sido un regalo enviado desde el cielo envuelto en la lluvia. En la mañana las familias de Corito estaban todas satisfechas y contentas por aquel jugoso regalo, no se oyó decir que alguien había venido a reclamar los cochinos.

           En una de las casas situadas alrededor de la pequeña Cruz de Mayo, la madre de aquella niña dormilona y de sueños premonitorios exclamó pensativa.

       -       Caramba como que tenía razón Eliza cuando me dijo ayer que iba a caer una lluvia de Cochinos.

 

23-10-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez


domingo, 16 de octubre de 2022

LA SUBLIME MENTIRA

 Por Humberto Frontado


           La noche se hizo añicos con el impacto de aquel grito horripilante y extendido lanzado al aire por un hombre, que trastabillando y desesperado pedía auxilio. Se desplomó herido en medio de la calle a poca distancia de la casa donde vivía. De inmediato los vecinos se asomaron y acudieron a socorrer al maltrecho y ensangrentado hombre que ipso facto reconocieron. El noctámbulo personaje era Chemón, de allí mismo del pueblo y presentaba muchas heridas en el rostro y brazos. Los que le ayudaban lograron incorporarlo y lo acompañaron hasta su casa; mientras caminaban le sacudían el polvo, le iban quitando la sangre de las heridas y no dejaban de preguntarle sobre lo sucedido. Ya en su casa y siendo atendido por su trasnochada mujer, el hombre tembloroso y con voz entrecortada confesó su terrorífica historia.

           Comentó que había estado tomándose unos tragos en el pueblo del Cardón situado más abajo y al darse cuenta de que se le había hecho tarde decidió regresar. Venía caminando tranquilo hasta que se percató que estaba próximo al sector del Gran Roque, a partir de allí se llenó de valor y apresuró el paso ya que en ese misterioso paraje ocurren apariciones de chiriguas y espantos.

           Se dice que muchos años atrás este lugar había abarcado un pequeño cementerio que luego fue abandonado. Los primeros habitantes del pueblo de Valle Seco dejaron leyenda de que allí se habían desenterrado varias osamentas. Estas pudieron haber sido de los primeros visitantes que llegaron a esta isla a explotar el negocio de las perlas. Lo cierto es que no quedó registro del paradero de los esqueletos de los difuntos. Esas almas quedaron en pena y ahora suelen salir al paso de los caminantes desprevenidos y retardados, sobre todo los que vienen pasado de tragos. Los persiguen y acosan por un rato hasta abandonarlos todos aturdidos y sin aliento. En este caso se repitió la historia, apareció la Chirigua exigiendo tributo al osado que interrumpió su descanso, pero esta vez el ánima se sobrepasó al herir con sus uñas el rostro y brazos del amanecido.

           Al día siguiente la noticia se corrió por todo el pueblo y de allí hacia el resto de la isla. La gente hacía remembranza de eventos similares sobre la aparición de la Chirigua y su corte, de la forma que hace correr a los borrachitos que se atreven a pasar por las zonas prohibidas. Este es un hecho que se debate entre dos aguas: lo insólito de esas anécdotas que pone en entredicho su veracidad y la sinvergüenzura de la gente de hacerlo cierto, ya que lo repiten hasta la saciedad.

           Esta fábula al igual que otras se va sumando a la historia mística del pueblo. Cada narrador pueblerino le añadirá o maquillará según su estilo. Al transcurrir los días las personas que se encargan de llevar y traer las noticias del pueblo las meterán en su repertorio particular. A estos simpáticos y necesarios personajes se les encomienda la tarea de registrar en sus bitácoras todos estos acontecimientos, aderezándolos y adjetivándolos con sus particulares recetas de exageración. Así como el Jefe Civil se gana su puesto por su seriedad y equilibrio de justicia, a estos populares seres se les consienten y escuchan con benevolencia y cariño. Ellos viven en un mundo de mentiras e invenciones que son contadas sumissa voce.

           Cada pueblo presume de su particular espécimen por su jocosidad e inventiva. Celebran y veneran sus cuentos, cachos y toda clase de ocurrencias.  Son mantenidos vivos arropados con el perdón de la generosidad de sus allegados y toda su deseada audiencia. El cuartillo de ron en el bolsillo trasero del pantalón les ayuda a fluir y ponerle más gracia al cuento, anécdota, chiste o cacho. Uno de esos inofensivos mentirosos dijo una vez que “la mentira más dolorosa se puede tragar aderezándola con bastante miel, ya dentro del buche será cosa del pasado”. Estos folclóricos personajes adornan sus cuentos y preparaban de memoria su parlamento, eso es lo que hoy en día hacen los afamados y celebrados “Stand Up Comedy”..

          Los cuentos como el narrado al inicio se estrenaban como las películas del momento, era material de primicia y había que sacarlo en primera plana; a veces con una pizca de amarillismo, para captar la atención de la audiencia que estaba acostumbrada a estos ventorrillos, más aún cuando no había otra cosa por hacer ya que la labor de la pesca había mermado y la bendita salina apenas estaba empezando a cuajar.

           Las risas y los halagos son las recompensas que nutren la creatividad y los hace felices para crear historias todo el tiempo; de cualquier pasaje diario entre los habitantes, crean cuentos e historias jocosas. Los habitantes del pueblo, aunque reconozcan las claras mentiras en sus parlamentos en lugar de criticarlos los azuzan para que continúen en su labor; saben que si los rechazan será peor, porque luego se ahogarán en alcohol volviéndose prisioneros de su propia mentira.

           Chemón, aún adolorido por lo sucedido esa madrugada se sentó a la mesa a desayunar. Su esposa Chepina le sirvió en un plato de peltre una arepa con dos presas de pescado frito, ella se sentó callada en el frente y se lo quedó mirando fijamente. El hombre convaleciente se sintió incomodo y esquivó aquella asesina mirada, presentía que su amada Chepa no se había tragado el cuento de la bendita Chirigua. Mientras comía, aquella sagaz damisela logró proyectar en su mente y en panorámica nitidez la nocturna escena cuando Chemón saltó una tapia y corría amenazado por alguien; lo habían sorprendido en casa ajena en una escena de amor. En medio de la oscuridad brincaba despavorido llevándose por delante retamas, cardones y tunas. Logró salir a la calle todo desgarrado por las afiladas uñas de los xerófilos espantos.

 

15-10-22

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 9 de octubre de 2022

EL PORTAL DEL TIEMPO

Por Humberto Frontado


           Antes de que se empiece a elucubrar sobre el enigmático título de esta historia, aclararemos que en ella no se abarcarán nociones astronómicas; tampoco de física cuántica; mucho menos de ventanas que se abren provocando efectos perturbadores como el que se repite y aparece en dos espacios o tiempos distintos; nada de eso. Lo que sí reflejará serán momentos de espacio y tiempo que se abren al emocional espectro de la memoria.

          Nos referiremos a dos icónicos portales que se abrieron de par en par en la década de los rancios treintas, en el pequeño y árido pueblo de Valle Seco en la Isla de Coche. En esos dos paraderos se desencadenarían, a partir de su iniciación, futuros paralelos y alternativos en una ramificación constante de hechos que han sido estación presente en la memoria mágica de los cochenses.

          Todo aquel transeúnte sediento de palabras iba llegando a estos oasis a calmar sus ansias. Unos venían a intercambiar como cualquier mercader cuentos por chismes o historias por rumores. Esos portales eran en si una pequeña Constantinopla, donde la gente concurría a hacer algún singular trueque: cambiar un pocillo de café o una mascada de tabaco por unos versos apócrifos que describían el montaraz desliz amoroso de una de las retoñadas ninfas del pueblo; o también, el cuento de moda sobre la desdichada aventura de algún pícaro “brincatapia”. Allí se lograba enterar la gente sobre la desdicha de algún náufrago; la buenaventura de una época de excelente pesca; el herido en la salina durante la sacada de sal; la visita de cierto político lengua larga que venía a pescar en rio revuelto y otras tantas historias.

            Los más rancios portales del pueblo dieron cobijo y pausa a todo caminante que bajaba o subía a los pueblos. Allí podían descansar en los encementados y pulidos pollitos. A los borrachitos del pueblo les servían de resguardo contra el frio de la noche, aunque siempre estaban alertados de abandonar el recinto bien temprano porque podían despertar con un palazo o un escobazo mañanero.

           No en vano se le llama portal a tan singular estancia, ya que en él se han llevado a cabo bajo raras circunstancias encuentros y algunos hechos, como por ejemplo lo del joven que montado en uno de los esquifes del recinto vió pasar muy temprano ante él camino abajo, atravesando toda la calle y yendo hacia la playa, aquel raudo y grueso hilo escarlata que escurría de la hamaca donde dormía José Arcadio Buendía hijo, después de ser vilmente asesinado; la sangre provenía de la casa de Simón Bermúdez, la gente especuló al respecto diciendo que se había abierto un portal hacia Macondo.

              Uno de esos portales fue el de Moco Bermúdez que estaba ubicado a mitad del pueblo de Valle Seco y heredado en sucesión; el otro y casi de la misma edad, estaba un poco más arriba y perteneció primeramente a Quintín que luego pasó a la vieja Caya. Mas tarde Caya lo cedería a su hija Quintina y después ella, varias décadas después, pasaría la custodia a su hijo El Catire. Ese portal ha estado abierto durante ocho décadas. Cuentan que ese último cancerbero del portal estuvo por mucho tiempo bajo sus dinteles con un termo de café, bien temprano sentado en su taburete recostado en la pared buscando a quien diera información de los recientes acontecimientos en la isla. Se retiraba de la custodia con la puesta de sol vacío de información; la gente pasaba sin detenerse en aquel sitio porque se sentían temerosos de estar expuestos a ser succionados al pasado u otra dimensión. Ciertamente, muchos de los que estaban acostumbrados a detenerse en ese portal habían partido hacia otras providencias.

            El único mortal que quedaba era el Chuno de Paulita, sordo y hablando un idioma inentendible, era el único que se atrevía a enfrentar al custodio y tomar con él una taza de café. Ambos hablaban en tiempos distintos y particulares que luego parecían ensamblarse en algún lugar del espacio; al final se despedían en un extasiado ambiente de complacencia. En una oportunidad el custodio regresó triste a su casa con el termo aún lleno de café, caminó hacia el frente y se sentó en su vieja silla de extensión hecha de mimbre. Allí estuvo recostado hasta que se hizo de noche. Se fue a acostar sin cenar porque no tenía apetito. Pasaron varios días y no salió más a cumplir su compromiso con el portal. Un día en la mañana rompió el silencio diciendo a sus familiares.

         -       ¡Cará!... ya se me quitaron las ganas de ir más al portal de mama… a él solo llegan los muchachos que van a la escuela y esperan el bus… ¡ni los buenos días dan!... lo único que hacen es ver el bendito teléfono… además, ya los viejos del pueblo con los que hablaba todos se han ido… y no hay paisanos con quien hablar un rato.

          Allí está el portal viendo transcurrir el tiempo, mudo testigo de tantas cosas que por él pasaron. Está cerrada su puerta porque su cancerbero también partió a otros destinos.

 

08-10-22

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 2 de octubre de 2022

LA FORMA DEL SONIDO

Por Humberto Frontado


             Eran las cuatro de la mañana cuando el joven Juan Ángel salió expelido de los rieles de un acogedor sueño. Atónito abrió los ojos y mirando el techo de la habitación dió inicio a un angustioso Vía Crucis hacia el retorno del sueño. Comenzó a dar vueltas en su cama en todas las formas y orientaciones impensables buscando conciliar el sueño. Una voz interior le decía intermitente “si no duermes más tiempo vas a tener un mal día y lo más probable es que te duermas durante el trabajo”. Recordó por unos minutos que había comido, pasada la hora normal de cena y en contra de su voluntad, una gran arepa rellena con queso y aguacate; se dijo recapacitando.

           -       ¡Coño eso fue!... la pesadez estomacal me despertó.

          Se levantó de la cama y caminó un rato por la habitación mientras realizaba algunas respiraciones profundas. Se sentó al borde de la cama y bajo la tenue luz de la lamparita de mesa leyó una de las páginas de su arrugado libro de cabecera que nunca ha terminado de leer por lo aburrido que es. Colocó el texto sobre la veladora de noche y se recostó suavemente, comenzó a contar ovejas y veía de reojo como los lanudos animales en pleno salto le mostraban impertinentes una exagerada mueca sardónica. Abortó el recuento de los carneros y comenzó la técnica del 4+7+8. Inhalaba durante cuatro segundos; luego retenía el aire durante siete; y, por último, exhalaba en ocho. Transcurrido unos largos minutos se dió cuenta que estaba todo agitado y sudando copiosamente por el esfuerzo mental y de concentración que requería aquel somnífero proceso.  

           Pensó por un momento sobre lo último que había leído relacionado a la relajación y meditación, específicamente sobre los elementos perturbadores en ellos.    Se acordó de una propuesta por alguien en Tik Tok, donde recomendaba la técnica del escurrimiento. Esa técnica consistía en percibir en la cabeza el agente perturbador como un pedazo de hielo; luego sin esfuerzo y sin molestia dejarlo derretir poco a poco con el calor corporal, hasta que se escurra por el cuerpo y llegue al piso. Recostado y descansando su agotamiento, mientras pensaba como último recurso tomar un guarapo de valeriana, se desvaneció de pronto en un profundo sueño que al final no fue tan largo pero sí reconfortante.

          Al despertar se sintió complacido ya que no tendría el gran problema de quedarse dormido mientras trabajaba. Llegó al sitio de faena y se apresuró a realizar lo que había quedado pendiente del día anterior. Tenía que entregarle al jefe unos cálculos referidos a la contabilidad de la empresa. No habían transcurrido diez minutos cuando de pronto se cortó el flujo eléctrico, quedando todo oscuro; se escuchó una voz ronca proveniente de las última oficina.

            -       ¡Otra vez! – se anexaron a la expresión otras en forma de chillidos, maldiciones e improperios.

           Las luces de emergencia no funcionaron y el joven sin perder tiempo buscó su celular para alumbrar un poco y corroborar los cálculos que había hecho. Mientras escribía los números vió como éstos empezaron a desplazarse por toda la hoja, haciendo un extraño ruido como si algo sólido rozara aquella superficie blanca del papel bond. Parecía como si algo inteligente los moviera y buscara desesperado presentar los resultados de los cálculos en una forma más expedita y entendible.

            Levantó la mirada para ver a su alrededor y notó algo raro en las cosas que veía. La lámpara que tenía al frente estaba arropada con una rara escarcha que antes no había percibido. Desplazó tímidamente su mano sobre el pequeño farolillo y al rosarlo vió que desprendía un gran número de partículas de diferentes colores; como un enjambre de diminutas abejas que despertaban de su letargo y comenzaban a volar hacia todas las direcciones, algunas rebotaban y otras regresaban o se desviaban. El lapicero que tenía en la mano lo dejó caer intencional sobre el escritorio y vió cuando éste sacudía estrepitoso un gran lote de partículas que se dirigía hacia todas partes a gran velocidad. Se recostó a su asiento y comenzó a atar sus pensamientos buscando una explicación a lo que estaba sucediendo. Se quedó absorto en un momento de profundo silencio ante la sublime presencia del ente o materia que emitía los sonidos de las cosas.

           Por curiosidad chasqueó su mano derecha, rozó el pulgar con su dedo medio y sintió que parte de su piel emanaba destellos abruptos de cálidos sonidos en todas las direcciones. Estaba extasiado al contemplar todas aquellas partículas en miniatura que se desplazaban por todos lados, flotando a la deriva dejándose iluminar por un sublime hálito de luz. El joven de pronto volteó su mirada hacia el pasillo y vió a lo lejos a su jefe venir hacia él. Venía lentamente desprendiendo partículas sonoras de todo calibre a medida que caminaba y hablaba con el resto del personal. Inmediatamente el joven regresó a su trabajo y mientras preparaba la información veía un cúmulo de polvo que se desprendía de la carpeta con la información.

           Detrás de todo ese movimiento de elementos volátiles comenzó a percibir una nube envolvente que aminoraba o absorbía lo que sentía alrededor; era cada vez mayor, como una sacudida imperiosa y rítmica secuencia. Al detallarlos notó que provenían de su interior, eran sus ronquidos confundidos y mezclados con el sonido de la alarma de su teléfono anunciando la hora de despertarse.

 

01-10-22

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...