Por Humberto Frontado
Antes de que se empiece a elucubrar
sobre el enigmático título de esta historia, aclararemos que en ella no se abarcarán
nociones astronómicas; tampoco de física cuántica; mucho menos de ventanas que
se abren provocando efectos perturbadores como el que se repite y aparece en
dos espacios o tiempos distintos; nada de eso. Lo que sí reflejará serán
momentos de espacio y tiempo que se abren al emocional espectro de la memoria.
Nos referiremos a dos icónicos portales
que se abrieron de par en par en la década de los rancios treintas, en el pequeño
y árido pueblo de Valle Seco en la Isla de Coche. En esos dos paraderos se desencadenarían,
a partir de su iniciación, futuros paralelos y alternativos en una ramificación
constante de hechos que han sido estación presente en la memoria mágica de los
cochenses.
Todo aquel transeúnte sediento de
palabras iba llegando a estos oasis a calmar sus ansias. Unos venían a intercambiar
como cualquier mercader cuentos por chismes o historias por rumores. Esos portales
eran en si una pequeña Constantinopla, donde la gente concurría a hacer algún
singular trueque: cambiar un pocillo de café o una mascada de tabaco por unos
versos apócrifos que describían el montaraz desliz amoroso de una de las retoñadas
ninfas del pueblo; o también, el cuento de moda sobre la desdichada aventura de
algún pícaro “brincatapia”. Allí se lograba enterar la gente sobre la desdicha
de algún náufrago; la buenaventura de una época de excelente pesca; el herido
en la salina durante la sacada de sal; la visita de cierto político lengua
larga que venía a pescar en rio revuelto y otras tantas historias.
Los más rancios portales del pueblo dieron
cobijo y pausa a todo caminante que bajaba o subía a los pueblos. Allí podían descansar
en los encementados y pulidos pollitos. A los borrachitos del pueblo les servían
de resguardo contra el frio de la noche, aunque siempre estaban alertados de
abandonar el recinto bien temprano porque podían despertar con un palazo o un escobazo
mañanero.
No en vano se le llama portal a tan
singular estancia, ya que en él se han llevado a cabo bajo raras circunstancias
encuentros y algunos hechos, como por ejemplo lo del joven que montado en uno
de los esquifes del recinto vió pasar muy temprano ante él camino abajo, atravesando
toda la calle y yendo hacia la playa, aquel raudo y grueso hilo escarlata que escurría
de la hamaca donde dormía José Arcadio Buendía hijo, después de ser vilmente
asesinado; la sangre provenía de la casa de Simón Bermúdez, la gente especuló
al respecto diciendo que se había abierto un portal hacia Macondo.
Uno de esos portales fue el de
Moco Bermúdez que estaba ubicado a mitad del pueblo de Valle Seco y heredado en
sucesión; el otro y casi de la misma edad, estaba un poco más arriba y perteneció
primeramente a Quintín que luego pasó a la vieja Caya. Mas tarde Caya lo cedería
a su hija Quintina y después ella, varias décadas después, pasaría la custodia a
su hijo El Catire. Ese portal ha estado abierto durante ocho décadas. Cuentan
que ese último cancerbero del portal estuvo por mucho tiempo bajo sus dinteles
con un termo de café, bien temprano sentado en su taburete recostado en la pared
buscando a quien diera información de los recientes acontecimientos en la isla.
Se retiraba de la custodia con la puesta de sol vacío de información; la gente pasaba
sin detenerse en aquel sitio porque se sentían temerosos de estar expuestos a ser
succionados al pasado u otra dimensión. Ciertamente, muchos de los que estaban
acostumbrados a detenerse en ese portal habían partido hacia otras providencias.
El único mortal que quedaba era el Chuno de Paulita, sordo y hablando un idioma inentendible, era el único que se atrevía a enfrentar al custodio y tomar con él una taza de café. Ambos hablaban en tiempos distintos y particulares que luego parecían ensamblarse en algún lugar del espacio; al final se despedían en un extasiado ambiente de complacencia. En una oportunidad el custodio regresó triste a su casa con el termo aún lleno de café, caminó hacia el frente y se sentó en su vieja silla de extensión hecha de mimbre. Allí estuvo recostado hasta que se hizo de noche. Se fue a acostar sin cenar porque no tenía apetito. Pasaron varios días y no salió más a cumplir su compromiso con el portal. Un día en la mañana rompió el silencio diciendo a sus familiares.
- ¡Cará!... ya se me quitaron las ganas de ir más al portal de mama… a él solo llegan los muchachos que van a la escuela y esperan el bus… ¡ni los buenos días dan!... lo único que hacen es ver el bendito teléfono… además, ya los viejos del pueblo con los que hablaba todos se han ido… y no hay paisanos con quien hablar un rato.
Allí está el portal viendo
transcurrir el tiempo, mudo testigo de tantas cosas que por él pasaron. Está cerrada
su puerta porque su cancerbero también partió a otros destinos.
08-10-22
Corrector de estilo: Elizabeth
Sánchez
Gracias hermano lindo reconocimiento a papá que hasta el último día no abandonaba la costbre. Allí nos abrazo a Alba y a mí en enero de2017, Murió en abril del 2028
ResponderEliminarEstará en el portal del cielo con sus paisanos!
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