domingo, 30 de octubre de 2022

CINE HECHO EN CHINA

Por Humberto Frontado


           La ya pujante Ciudad de Cabimas era conocida por su apertura a recibir los migrantes provenientes de otros hemisferios. Estaba acostumbrada a la presencia del gringo que sólo se movía en el ambiente petrolero. Los otros extranjeros venían desplazados por circunstancias sociopolíticas. Los provenientes del oeste asiático, que el pueblo llamaba turcos, recogía a los oriundos de Turquía, Libia, Palestina, Líbano, Siria, etc.; se dedicaron, encerrados en un núcleo muy hermético, a trabajar en el comercio de ropa, telas, calzados y línea blanca. Los italianos se concentraron en el negocio de las panaderías y ferreterías. Los portugueses, conocedores del negocio de las carnes y embutidos compartieron espacio con los criollos, ya que éstos tenían instalado toda una distribución en la pujante región; vendían sus productos en las calles, llevándolos en latas de manteca.

             Otra línea de migrantes la ofreció China con la gente que provenía de la provincia de Cantón; ocuparon primordialmente el ámbito del lavado y planchado de ropa. Se ubicaron en varios locales de la ciudad cubriendo la necesidad perentoria del lavado de los trajes de los tantos solteros que vinieron a trabajar en las petroleras. Fue una época de mucha demanda de trabajo y servicio. Los chinos más tarde les hicieron competencia a los italianos, ofreciendo el servicio de restaurante; por encima de los comedores familiares que ofertaban los cabimeros o gente que provenía de otra región, sobre todo de Maracaibo y los Andes

          Ante la solicitud abrumadora de esa masa humana de todo tipo de servicios, la localidad de Cabimas se expandió a buscar la manera de cubrir ese requerimiento. Entre los cabimeros y extranjeros abrieron todo tipo de expendios. Se llenó el pueblo de hoteles, posadas, restaurantes, quioscos, bodegas, etc. Lo más notorio fue la aparición por todos lados de bares, botiquines y taguaras; en cualquier esquina se podía encontrar un lugar donde calmar la sed con variedad de cervezas, hasta una alemana tipo pilsen. Con el fin de controlar un caos sanitario el gobierno actuó varias veces haciendo limpieza en las zonas de populosos antros y casas de citas; reubicándolos en las afueras de la ciudad. Una de las más icónicas fue la mudanza de la zona de tolerancia La Rosa situada en el centro, hacia al sector de la Nueva Rosa. Toda esta normativa contribuyó a lograr cierta depuración, dándole un nuevo rostro a la ciudad.

           Aparecieron las fuentes de soda con su ambiente familiar y otros bares sin la presencia de meretrices o mujeres de la vida. Estos bares populares distribuidos por toda la ciudad permitían a los hombres reunirse sanamente, sin temor a ser enfrentados por camorreros y tracaleros; además, contaban con la presencia de la atenta policía.

           Cuenta la historia que uno de los hechos suscitados en estos populares bares sirvió de ejemplo esperanzador para la población. Todo ocurrió en el concurrido bar llamado El Molino Rojo, su dueño decía “he tomado el nombre del bar más famoso de Francia, el “Moulin Rouge”, porque el mío va a ser el más famoso de Venezuela. Lo cierto es que allí se llevó a cabo un acontecimiento trascendental para la región.

            Con varios días de estancia en la ciudad y sin saber una palabra de español, un joven chino caminaba por el centro de la ciudad buscando distraerse. El muchacho trabajaba en una de las tintorerías que se habían instalado en la ciudad, estaba soltero y vivía en una de las pensiones que pululaban en la calle principal. Se detuvo frente al prestigioso bar del molino y después de pensarlo un rato entró tímidamente, se fue hacia uno de los oscuros rincones del local y se sentó. El mesero lo atendió y él con su mano hizo señas que no quería nada por el momento.  

            Pasados unos minutos algunos de los presentes sorprendidos detectaron una silueta amenazadora que se movía rauda por la pared y luego desaparecía; de pronto, ubicada en el centro la sombra mostró todo su esplendor con movimientos sinuosos. Era un dragón que volaba serpenteando por toda la pared; no cabía dudas que había capturado la atención de los presentes, quienes con aplausos y gestos agradecieron el espectáculo. Aprovechando la luz que venía de atrás y se proyectaba en una de las paredes el extraño visitante desde su puesto y moviendo sus manos en forma magistral dió inicio al cinema.

            Comenzó con el inocente conejo comiendo y merodeando en el bosque, luego se veía amenazado y brincando asustado huyendo del fiero lobo que lo quería devorar; la gente gritaba cada vez que el lobo se abalanzaba contra la liebre. Cerró el espectáculo haciendo bailar la marioneta con el conejo. Los presentes aplaudieron eufóricos al oriental por presentarles tan amena distracción. Muchos fueron a la mesa del joven y dieron alguna propina. El mesonero se presentó con una cerveza diciendo que era cortesía de la casa. A otros más interesados, el cineasta les enseño las formas básicas de llevar las sombras a la pared.

          El achinado hombre bajó la cabeza como signo de agradecimiento, se tomó la cerveza en un solo sorbo y se marchó silencioso igual que como había entrado. El día siguiente en un acto magistral presentó a Caperucita Roja y el lobo feroz. Todas las noches se aparecía con una historia diferente y la gente respondía llenando todo el bar para ver el cinema. Día tras día el artista chino por una cerveza a cambio divertía a los presentes; así estuvo varias semanas con cuentos e historias llevadas a la pared a través de sombras hechas mágicamente con sus manos.

           Aparecía Pinocho devorado por una ballena y más tarde era expulsado de sus fauces para seguir con sus travesuras; la luna enamorada persiguiendo al desconsiderado sol que no respondía a su eterno amor; el capitán garfio maltratando al diminuto Pulgarcito. Las escenas más inimaginables eran reproducidas por aquel mago oriental, lograba generar sus películas mucho antes de que el cine apareciera y le hiciera una mala jugada. Sólo le quedó la satisfacción de que su arte se extendió por todos nuestros pueblos como pólvora. Los padres lograron con las sombras animar y mantener a los hijos ocupados en el arte oriental, también las incipientes escuelas en el área tomaron con vehemencia la enseñanza de la disciplina. Algunas personas de vieja data en Cabimas aseguran que desde aquí se expidió el arte de las sombras a toda Venezuela.

 

30-10-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

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