Por Humberto Frontado
La ya pujante Ciudad de Cabimas era
conocida por su apertura a recibir los migrantes provenientes de otros hemisferios.
Estaba acostumbrada a la presencia del gringo que sólo se movía en el ambiente
petrolero. Los otros extranjeros venían desplazados por circunstancias sociopolíticas.
Los provenientes del oeste asiático, que el pueblo llamaba turcos, recogía a
los oriundos de Turquía, Libia, Palestina, Líbano, Siria, etc.; se dedicaron,
encerrados en un núcleo muy hermético, a trabajar en el comercio de ropa, telas,
calzados y línea blanca. Los italianos se concentraron en el negocio de las panaderías
y ferreterías. Los portugueses, conocedores del negocio de las carnes y
embutidos compartieron espacio con los criollos, ya que éstos tenían instalado toda
una distribución en la pujante región; vendían sus productos en las calles, llevándolos
en latas de manteca.
Otra línea de migrantes la ofreció
China con la gente que provenía de la provincia de Cantón; ocuparon primordialmente
el ámbito del lavado y planchado de ropa. Se ubicaron en varios locales de la
ciudad cubriendo la necesidad perentoria del lavado de los trajes de los tantos
solteros que vinieron a trabajar en las petroleras. Fue una época de mucha
demanda de trabajo y servicio. Los chinos más tarde les hicieron competencia a
los italianos, ofreciendo el servicio de restaurante; por encima de los
comedores familiares que ofertaban los cabimeros o gente que provenía de otra región,
sobre todo de Maracaibo y los Andes
Ante la solicitud abrumadora de esa
masa humana de todo tipo de servicios, la localidad de Cabimas se expandió a
buscar la manera de cubrir ese requerimiento. Entre los cabimeros y extranjeros
abrieron todo tipo de expendios. Se llenó el pueblo de hoteles, posadas, restaurantes,
quioscos, bodegas, etc. Lo más notorio fue la aparición por todos lados de
bares, botiquines y taguaras; en cualquier esquina se podía encontrar un lugar donde
calmar la sed con variedad de cervezas, hasta una alemana tipo pilsen. Con el
fin de controlar un caos sanitario el gobierno actuó varias veces haciendo limpieza
en las zonas de populosos antros y casas de citas; reubicándolos en las afueras
de la ciudad. Una de las más icónicas fue la mudanza de la zona de tolerancia
La Rosa situada en el centro, hacia al sector de la Nueva Rosa. Toda esta
normativa contribuyó a lograr cierta depuración, dándole un nuevo rostro a la ciudad.
Aparecieron las fuentes de soda con
su ambiente familiar y otros bares sin la presencia de meretrices o mujeres de
la vida. Estos bares populares distribuidos por toda la ciudad permitían a los
hombres reunirse sanamente, sin temor a ser enfrentados por camorreros y
tracaleros; además, contaban con la presencia de la atenta policía.
Cuenta la historia que uno de los
hechos suscitados en estos populares bares sirvió de ejemplo esperanzador para
la población. Todo ocurrió en el concurrido bar llamado El Molino Rojo, su
dueño decía “he tomado el nombre del bar más famoso de Francia, el “Moulin Rouge”,
porque el mío va a ser el más famoso de Venezuela. Lo cierto es que allí se
llevó a cabo un acontecimiento trascendental para la región.
Con varios días de estancia en la
ciudad y sin saber una palabra de español, un joven chino caminaba por el
centro de la ciudad buscando distraerse. El muchacho trabajaba en una de las tintorerías
que se habían instalado en la ciudad, estaba soltero y vivía en una de las
pensiones que pululaban en la calle principal. Se detuvo frente al prestigioso
bar del molino y después de pensarlo un rato entró tímidamente, se fue hacia
uno de los oscuros rincones del local y se sentó. El mesero lo atendió y él con
su mano hizo señas que no quería nada por el momento.
Pasados unos minutos algunos de los presentes sorprendidos
detectaron una silueta amenazadora que se movía rauda por la pared y luego desaparecía;
de pronto, ubicada en el centro la sombra mostró todo su esplendor con movimientos
sinuosos. Era un dragón que volaba serpenteando por toda la pared; no cabía
dudas que había capturado la atención de los presentes, quienes con aplausos y
gestos agradecieron el espectáculo. Aprovechando la luz que venía de atrás y se
proyectaba en una de las paredes el extraño visitante desde su puesto y moviendo
sus manos en forma magistral dió inicio al cinema.
Comenzó con el inocente conejo
comiendo y merodeando en el bosque, luego se veía amenazado y brincando
asustado huyendo del fiero lobo que lo quería devorar; la gente gritaba cada
vez que el lobo se abalanzaba contra la liebre. Cerró el espectáculo haciendo
bailar la marioneta con el conejo. Los presentes aplaudieron eufóricos al
oriental por presentarles tan amena distracción. Muchos fueron a la mesa del
joven y dieron alguna propina. El mesonero se presentó con una cerveza diciendo
que era cortesía de la casa. A otros más interesados, el cineasta les enseño las
formas básicas de llevar las sombras a la pared.
El achinado hombre bajó la cabeza como
signo de agradecimiento, se tomó la cerveza en un solo sorbo y se marchó
silencioso igual que como había entrado. El día siguiente en un acto magistral
presentó a Caperucita Roja y el lobo feroz. Todas las noches se aparecía con una
historia diferente y la gente respondía llenando todo el bar para ver el
cinema. Día tras día el artista chino por una cerveza a cambio divertía a los
presentes; así estuvo varias semanas con cuentos e historias llevadas a la
pared a través de sombras hechas mágicamente con sus manos.
Aparecía Pinocho devorado por una
ballena y más tarde era expulsado de sus fauces para seguir con sus travesuras; la
luna enamorada persiguiendo al desconsiderado sol que no respondía a su eterno amor;
el capitán garfio maltratando al diminuto Pulgarcito. Las escenas más
inimaginables eran reproducidas por aquel mago oriental, lograba generar sus películas
mucho antes de que el cine apareciera y le hiciera una mala jugada. Sólo le
quedó la satisfacción de que su arte se extendió por todos nuestros pueblos como
pólvora. Los padres lograron con las sombras animar y mantener a los hijos
ocupados en el arte oriental, también las incipientes escuelas en el área tomaron
con vehemencia la enseñanza de la disciplina. Algunas personas de vieja data en
Cabimas aseguran que desde aquí se expidió el arte de las sombras a toda
Venezuela.
30-10-2022
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez
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