Por Humberto Frontado
No
cabe dudas que con tu prosa has sido un tenaz faro de luz inspirador. Dejaste
en quienes te admiran una perdurable imagen de un poeta trovador que llevó ondeando
siempre un pensamiento claro de justicia y lucha en nuestros pueblos. Han sido
nuestras todas esas canciones preñadas de sueños y esperanza. Con efervescente
ímpetu supiste mantener en tu gente ese pensamiento rebelde y alentador. Fuiste
inquieto azogue que no se dejó amansar por tentadoras pasiones.
Desde
niño tus pies descalzos sobre el árido suelo y con las mismas cicatrices succionaron
el elixir de rebeldía que toman los taciturnos e impíos cujíes, cardones y
tunas contraponiendo vientos, sed, maltratos y edades. Supiste amasar en tu
prosa todo ese recorrido que palmo a palmo hiciste por la geografía de tu
tierra. En tu brioso potro montaraz cabalgaste cunaviche adentro conociendo
todas las vicisitudes de tu pueblo. Llenaste tu canoa mochilera con todas esas penurias;
también la cubriste de flores, recuerdos de grandes momentos, mujeres bellas y
causas que se podían ganar.
La
juventud universitaria siempre fue el matraz donde se concentró ese foco inspirador,
ese dinamo que recargaba y concentraba las pasiones hacia la búsqueda de
cambios y nuevos tiempos. Desde las enlodadas trincheras defendiste las puertas
ecológicas de Trujillo, Margarita, el cerro Galicia de tu Falcon; nunca te quedaste
en casa, siempre estuviste presto y dando combate. Fuiste bardo que captó el
sentir de la gente y lo plasmaste claramente en tus canciones. Tu pueblo sabe que
lleva un cuarto de ese siglo necesario para cambiar.
Nos
queda a nosotros sobreponernos y
entender que en un salto la llovizna mojó la madera bonita de grato olor a jazmín,
cuya llama por momentos inspiró pasiones de grandeza y de libertad en nuestra hoy
envilecida tierra. La patria bella siendo hombre está entre las fauces del
tirano de turno y tu canto ha sido amordazado, ahora es de su propiedad y copla
de guerra. Tu canto confundido se barajó entre dos vertientes sinuosas y
escabrosas, ha desembocado en el delta de la desidia donde se ha hundido en el
lodazal movedizo de nuestras conciencias. La fuerza represiva ha doblegado a
nuestro pueblo, que ahora es manso y ya no escucha tu brava canción porque
pertenece a otros.
Que
coro más triste el que acompaña ahora tu canción. No hay quien levante la voz y
la haga retumbar a los cuatro vientos. Tu copla se acalló cuando paseó
cabalgando estrofas anarquistas del camaleón rojo que bajo engaño te ha usurpado.
El ruido del tan tan enmudeció el llanto de los inocentes que pedían perdón
ante la metralla; enmudeció el llanto de las pobres madres que vieron morir a
sus inocentes muchachos, quienes estoicamente defendían tus canciones;
enmudeció el grito de los que pedían pan rogando a dios se lo cobre.
Somos
semejantes; es decir, pareciera que lo somos en la manera de rezarle a un
menguado Dios que ha tenido que doblegarse a los designios de quien ostenta el
poder. Hoy ya hay semejanza en las escuelas, sólo que ahora no hay horario ni
asistencia. Tenemos una nueva sociedad
con haciendas expropiadas y de un único dueño que en la iglesia se persigna
ungido de agua bendita. Deja…deja que esa lágrima se desprenda y se una a la bien
salada gota de sudor de tu frente José Leonardo; deja que ruede
abajo por tus mejillas y coja fuerza; deja que caiga a tierra donde apaciguará
la sed de sus surcos y donde…quizás nacerán nuevos brotes de delirios.
Nos
extasiamos con la canción de Luis Mariano entre dos aguas tiernas, como las
manos de mi abuela en su plegaria. En la del sublime amor en tres tiempos, extraño
sortilegio de los astros. La canción del tiple llamando pá la iglesia, que
salió algo llorona y triste en una tarde de sutil neblina. Escuchar tus
canciones nos hace pensar que siempre habrá una esperanza para el equilibrio
social y político. Son canciones del tercer mundo para un solo mundo, como solías
decías. La extensa prosa libertaria que nos dejaste mantendrá latente nuestra
llama de ilusión. No será tanto para el amo extranjero sino para el amo que tememos
internamente, que nos azota y nos ha maniatado; son una nueva estirpe de
bachacos fundilluos.
Los jóvenes echaron sus palabras contra el tirano porque por
dentro les quemaba. Más grande fue el fuego que venía de las metrallas asesinas,
se ahogaron en sangre, perdieron el habla y nunca más se habló. El joven quiso asomarse por encima, más arriba
de la piel, más arriba del grito del alma y sucumbió penosamente. Muchos
sensibles lanzaron la primer conciencia y fueron reprendidos por los lacayos.
El
gallo canta en la mañana y ya nadie se pregunta cuándo está triste; todos saben
que las circunstancias lo han hecho un desdichado perpetuo, por eso llora el
llanero hecho un rastrojo adentro. Su tonada suave y melancólica ya ni endulza
su insípido guarapo de existencia. El raudal de incesantes lágrimas ha hecho
perpetua la humedad de los esteros, todo se ha sumido en la profundidad del
silencio.
José
Leonardo no te alcanzará la candela para calentar el melado que echarás a los
que hoy ostentan el trono; ya no es el español, mucho menos el gringo, ahora es
la casta de los nuevos oligarcas. San Benito busca poder para matar la culebra
y también al mantuano, que ya sabemos quién es. El sufrir no se ha pasado y va
a ser difícil que pase. En esta tierra ancha de hace mil hombres aún se bate
entre la miseria y la desdicha. Quién lo diría Mama Pancha, cuándo se nos fue nuestro
“en ti creo”, hemos de rezar este rosario que ha sido más largo que el tuyo.
En un
salto aquella fausta madrugada la llovizna apagó de sopetón aquella fúlgida
candela que prendía por los cuatro costados la madera bonita; olorosa a jazmín
que por momentos inspiraba bohemias y delirantes pasiones de grandeza y de
libertades en nuestra envilecida y barajada patria.
Cada vez que celebramos tu nacimiento te pedimos nos cantes
nuevamente, así te hayan cortado en tiritas todo el azul de tu cielo y lo hayan
vaciado de estrellas; es necesaria tu canción en estos funestos momentos de conformismo
en el alma para que alumbre la patria que ha estado preñada cuatrocientos
cuarenta y cinco años.
En el único traste donde perdimos tu canción fue en la inconsciencia
de nosotros mismos. Nos tocará quemar entonces tu guitara, porque tus canciones
no pudieron encender nuestras almas. Vivimos y queremos vivir en una estrofa
perpetua en dolor mayor y no se vislumbra que vayamos a cambiar de tono.
Seguirás siendo el cantor necesario que atiza, en los que aún
nos sentimos joven, esa llama de esperanza para nuestros hijos y nietos que ha tenido
que emigrar hacia otras quimeras…Hasta siempre Alí.
06-11-2022
Corrector de estilo: Elizabeth
Sánchez
Hermano extraordinario. Hoy diste un jonrón con las bases llenas.
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