domingo, 27 de noviembre de 2022

UN AMOR DE ALTURA

Por Humberto Frontado


           Esa mañana de sol inclemente sirvió a la población de Cabimas de marco cuando se enteraron a través de las diferentes emisoras de radio de la espeluznante noticia que se estaba desenvolviendo en el centro de la ciudad. Un estudiante de la Escuela Técnica Industrial había tomado ese día la fatídica determinación de lanzarse desde el tanque de agua del INOS ubicado en Punta Icotea. Toda el área estaba repleta de curiosos que se habían desplazado desde las inmediaciones del Centro Cívico de la ciudad y de las barriadas aledañas; la Avenida Andrés Bello estaba colapsada, debido a los carros estacionados y el tumulto de gente curioseando. Fue necesario suspender todo el tráfico hacia el área comercial. La mayoría de los alumnos de la ETI habían hecho acto de presencia en apoyo a su compañero de estudios.

           En un intento por ponerle fin al inesperado momento, uno de los bomberos que se habían hecho presentes desde que fueron alertados subió lentamente por la escalinata de acceso hasta llegar a la parrilla metálica que rodea al estanque. Allí estaba el joven estático, sentado y recostado a la redondeada estructura férrea. El rescatista intentó hablar con él pero el muchacho se levantó temeroso amenazando con lanzarse y se agarró a la baranda, luego retrocedió unos paso distanciándose del visitante.

          La emisora Radio Cabimas, ubicada cerca del área del acontecimiento fue la primera en reportar lo sucedido; logró contactar algunos de los compañeros del supuesto suicida. Los estudiantes comentaron a los reporteros que el joven se llamaba William Harvey y vivía en el sector Tierra Negra; era descendiente de los migrantes ingleses que habían llegado hace tiempo a la ciudad. Uno de los muchachos entrevistados dijo ser muy amigo de William, aseguró saber el porqué de la desdicha del joven. Reportó que el suicida le había comentado que tres meses atrás conoció a una joven que vivía en el centro de la ciudad y se había enamorado locamente de ella. Habían tenido varios encuentros, se veían en la plaza Bolívar y paseaban por la zona costera cerca de la planta de hielo El Toro. El joven estudiante había perdido varias horas de clases debido a los afanosos encuentros con su amada. La chica aprovechaba cuando su madre le enviaba a hacer algunas compras en el centro para verse con Harvey; sin embargo, había un problema: la madre la cela mucho y no la deja salir.

           Horas antes de tomar la decisión de subirse al tanque William había asistido a la primera hora de clases, continúo contando al reportero el estudiante. En el recreo confesó que en ese momento estaba padeciendo un dolor mucho más fuerte y profundo que el que había sentido el día que lo había hincado el bagre, cuando se bañaban en la playita al fondo de la técnica; ni siquiera cuando se le infestó la herida y se agudizó tanto el dolor que tuvo que a ir de emergencia al hospital, obligándolo a estar suspendido casi una semana.  

          Aprovechando que la casa de la chica quedaba en la ruta para ir a la Técnica, William Harvey no perdía oportunidad para verla y saludarla; eso se hizo una cotidiana costumbre. El estudiante estaba empecinado con la muchacha y no hacía caso a lo que le decían sus padres acerca de los progenitores de la joven. La muchacha no estudiaba y estaba al servicio de su madre. La progenitora de la niña era una mujer que había trabajado de meretriz en uno de los bares de La Rosa; llegó a ser dueña de uno de los botiquines que se instalaron en el centro de la ciudad. El padre era chofer de uno de los carros alquilados de la ruta de Ambrosio que, por cierto, para el momento se hallaba presenciando el fatídico acontecimiento protagonizado por su aún desconocido yerno.

            La muchacha había tomado la determinación de acabar con su vida. No aceptaba que su madre se opusiera a su relación con el muchacho. Al parecer la madre ya le tenía asegurado el futuro y estaba esperando cumpliera la mayoría de edad; la tenía comprometida para trabajar con la persona a quien le había arrendado su bar. La joven se llamaba Ana y ese día temprano había tenido un altercado con su madre, ya que le había prohibido las salidas por algunas sospechas. El resto de la mañana estuvo encerrada en su cuarto, su madre la llamaba y no salía. De un empujón la gorda mujer tumbo la puerta y agarró aquella frágil criatura por el brazo y la arrastró hacia la sala gritándole que fuera hacer sus oficios. Ana se dirigió a la cocina y en un descuido de su madre se fue hacia la lavandería, abrió una gaveta del armario y sacó una lata de creolina y pegándosela en la boca tomó algunos sorbos del contenido. Minutos más tarde la madre la encontró tirada en el suelo convulsionando y botando espuma por la boca. Angustiada la vieja matrona corrió con su hija en brazos hacia la calle Rosario, buscando a alguien del tráfico que la auxiliara. Un conductor de un carrito porpuestos se detuvo y las llevó al hospital D’Empaire.

            En la emergencia del hospital el reportero del Pájaro Azul, una unidad periodística que hace el recorrido por toda la ciudad reportando todos los sucesos, aprovechó para entrevistar a la madre de la niña. La mujer angustiada habló con los reporteros y le contó los pormenores de su hija; en ese momento una de las enfermeras le comentó que la muchacha se encontraba fuera de peligro, pero requería estar unas horas bajo observación. Con esa información los reporteros salieron apresuradamente hacia el tanque del INOS de Punta Icotea y buscar la forma de comunicar la noticia al angustiado muchacho.

            El amigo de William se enteró de lo que el Pájaro Azul había trasmitido por Radio Libertad como primicia y habló con los bomberos; se ofreció de voluntario para ir hablar con su amigo. Después de una larga discusión, el jefe de bomberos aceptó la propuesta. Uno de los experimentados acompañó al muchacho todo el trayecto. Al llegar a la rejilla de entrada, el bombero advirtió a William que venía acompañado con su amigo Ramón quien quería hablar con él. Harvey al ver a su compañero se puso a llorar. Ramón con voz entrecortada toda nerviosa le dijo.

          -       Tranquilo William… todo está bien… Ana está fuera de peligro y se encuentra bien… vámonos con los bomberos al hospital a verla… ven.

          El muchacho se incorporó y caminó hacia su amigo abrazándolo. Los dos chicos bajaron por la estrecha escalera seguidos por el bombero. William fue escoltado por los bomberos hasta el hospital, allí se encontró con su enamorada; se enlazaron en tierno abrazo, bajo la mirada llorosa de su madre. Ese día se convirtió en un sensitivo manto que se extendió y cubrió por días el ambiente periodístico y más aún, el escolar del pueblo Cabimero.

27-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 20 de noviembre de 2022

UNA NIÑA TAUTÓNIMA

Por Humberto Frontado


            Mi nombre es Emilia y me dicen Mimí, tengo apenas seis añitos. Vivo con mi papá Yeye y mi mamá Nana, también con mi hermana mayor Zorezore y la bebe Zuzú, que se la pasa pegada todo el día a las chichis de mi mamá; no le gusta el tete porque la mamila está rota y se oye el gluglú cuando se le sale el memé por un lado. Mis hermanos varones son Yinyin y Toto, se la pasan en un infinito corricorri todo el día. Esta mañana me desperté asustada cuando los gallos morochos Kikí y Kokó pegados a la ventana cantaron a dúo su himno existencial, el más alto fue kikirikiki que jamás lo había escuchado en mi vida. El silencio después de aquel agudo sonido me pareció muy extraño ya que lo normal era escuchar en seguidilla el sordo guauguau de nuestros dos perros cocó y ñoño, persiguiendo a los gallos por en medio de las matas de chipichipi del fondo.

            Después de hacer mi recorrido matutino por el patio sentí cierta nostalgia al no escuchar los cadenciosos meemee de mis amigas las ovejas Yeya y Cucú, que habían tenido con nosotros más de seis meses. Se corrió el runrún de que papá las había sentenciado cuando dijo “estas dos chichi están bailando chachachá en un tusero con alpargatas nuevas”. Le habían comido a papá todas las matas de ají picapica que tenía sembradas y encerradas con una cerca de alambre de puapua en un rincón del patio; lo que más le dolía a papá era que las matas estaban cargadas hasta los teqeteqe, y él tenía previsto desde hacía días hacer un botellón de picapica.

           Lo otro que le incomodaba a papá era que a las lanudas chicas se le estaban despuntando las astas y ya andaban cachaquecacha a todo el que se le atravesara. También mi mamá había empezado a decir como un cricrí con el tracatraca que las ovejas se habían vuelto peligrosas

           Después de unos días mamá nos dijo que papá había llevado a Yeya y Cucú a la casa de su compadre Lolo; allá van a estar mejor, ellos tienen en Barrio Libertad un terreno bien grande con bastante monte que comer. Hablando del señor Lolo y su familia, siempre me acuerdo de Nena, la esposa del compadre, cuando nos contó que una vez en tiempo de cosecha de nísperos se levantó a medianoche sobresaltada cuando escuchó un estruendoso raquraquraqu; eran sus hijos que estaban despiertos comiéndose un saco lleno de nísperos. Lo asombroso fue que en la mañana había quedado un cerro de pepas y conchas en el medio del cuarto que casi llegaba al techo.

         Les cuento que ya casicasi estoy recuperada de las quemaduras que sufrí en mi cuerpo desde hace cuatro meses. Si no lo sabían se los voy a contar, resulta que una mañana estaba entretenida juegaquejuega con Yeya y Cucú entre las matas de caña y de repente escuché extrañada un rápido tacatacataca salido de los carricochos de mi mamá; ella salía presurosa de la cocina cargando una pesada olla con agua caliente, la cual pumpum puso en el piso. Rápidamente despejó el sitio, rodó con sus caderas hacia el rincón su flamante y consentida lavadora chacachaca, que recién había comprado chinchín al turco Viví en Lagunillas. Rodó rasras una pequeña mesa al centro de la lavandería para pelar a la pobre gallina y preparar el sancocho, que era la comida oficial los domingos.

           Mamá había comprado temprano la gallina al señor Yeyo y la tenía amarrada a un lado de la cerca para que los perros no la estropearan. En un trastras mamá tomó a la gallina por el cuello y dándole dos tractrac se lo quebró; como en una especie de ritual le tomó la cabeza y con el pico, hizo chazchaz una cruz en la tierra con la baba de la víctima; decía que ese era un conjuro infalible para que muriera tranquila sin moverse. Sorpresivamente ese día el conjuro no resultó, la moribunda gallina comenzó a brincar como loca cataplancataplan y se fue aproximando hacia mí que la estaba mirando. Asustada, el corazón con un tuntuntun acelerado parecía que se me iba a salir por la boca, empecé a recular arrastrando mis coticitas suasua y de pronto chupulunchupulun… caí de fundillo en la olla hirviendo. Ayayay… pegué un chillido que se oyó haciendo eco por todo el campo. De un sopetón fuasfuás mamá me sacó de la olleta y me brindó auxilio entre gritos y sollozos; mientras me secaba el cuerpo con un trapo. Mamá sintiendo que le daba un beriberi, fue echando unos pasitos tuntún hacia atrás y se arrojó en la mecedora conmigo en brazos casi desmayada. Lo cumbre de todo este paranpanpan fue que nadie se acordó de la difunta gallina y no se supo a donde fue a parar.

           Estuve varias semanas con mi coco y cucú al aire, no podía hacer pipi ni popó por temor, todo me dolía. Me acuerdo que después de una semana me tuvieron que poner un bendito supositorio; a partir de allí había caca por todos lados. Los vecinos que habían llegado ese día y estaban en la sala con su blabla y chismorreo preguntando como un cricrí qué había pasado, salieron de pronto corriendo despavoridos exclamando fosfos por el fétido olor a burro muerto… me reía a carcajadas por dentro jajaja, jejeje, jijiji.

            Mientras le daba vueltas rasras a mi cintura y bailaba mi hulahula miraba desde lejos a papá; me daba cosita verlo triste por lo que me estaba pasado, pero se me pasó cuando me acordé del paopao que me había dado cuando me encontró topando la cabeza con la de Yeya. Después de pasar varios días de sufrimiento adivinen quien apareció chanchanchan... la resucitada gallina, con el cuello algo deforme y entonando un sutil cacareo ronco que parecía otorgar perdón. La familia la adoptó como nuestra mascota oficial y me dieron el honor de bautizarla… la llamé Lilí.

 

20-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 13 de noviembre de 2022

GÉNESIS

 Por Humberto Frontado


         En un viejo bar ubicado en las cercanías del cine Principal de Cabimas se encontraban cinco viejos conocidos, tomando cervezas alrededor de una mesa. Tenían varias horas en su machacona tertulia; habían hablado de sus grandes hazañas y amoríos de jóvenes; de sus arriesgadas aventuras y peleas; de los vaivenes en sus negocios. Echaron los últimos cuentos de Roñoquero y Mamblea; comentaron sobre las actuales películas rancheras. Corearon canciones de Armando Molero escuchadas desde la recién estrenada rocola. Bajaron la voz cuando hablaron de la gestión del presidente Medina Angarita y su abrupto derrocamiento perpetrado por Pérez Jimenes; para ese momento el acervo cultural de los contertulios estaba casi agotado cuando de repente se enfrascaron en el tema sobre el origen incierto de Cabimas.  

       -   Cabimas debe su nombre y origen a los frailes Capuchinos que recorrieron hace años estos predios - decía uno de los viejos alzando la voz -. Los monjes les pusieron a los indígenas el nombre de Cabimas porque esos coños lo único que hablaban era sobre la bendita mata de cabimo y del aceite que sacaban de él; esa grasa la usaban para toda vaina, era la medicina que los purgaba, les curaba las llagas y heridas; además, les quitaba el dolor de cabeza.

         -    ¡Ah!... – interrumpe otro de los tertulianos - y si fue así por qué los capuchinos no fundaron otros caseríos con el nombre de Los Cocos, La Ceiba, El Roble, La Chirimoya o Palo Santo?

             -     ¡Ve! – levanta la mano uno que casi no había hablado – yo he escuchado que sobre la fundación no hay nada aun definido… sólo hay conjeturas sin mucho sustento… se dice que nacimos en La Misión amparados por los frailes.

          Ya tenían rato discutiendo sobre el tema y la influencia del alcohol estaba comenzando a caldear los ánimos, cuando una voz ronca y temblorosa se alzó por encima de los que hablaban.

          -      ¡Buenas noches! - se oyó decir… era un señor ya mayor que les hablaba desde una de las mesas cercanas - ¿me permiten decirles algo?

           Las personas que estaban alrededor de la bulliciosa mesa al ver al anciano se miraron entre sí y por respeto le concedieron la palabra, asintiendo todos al unísono.

         -      Me llamo Ramón Romero y soy de aquí de Cabimas...al escucharlos hablar y discutir sobre el origen de esta ciudad vino a mi memoria algo que mi abuelo me contó hace muchos años… Él se llamaba Antonio Romero y era muy camorrero, todos los días tenía que pelear con alguien… Una noche haciendo su recorrido por los bares fue a parar a “El Hijo de la Noche” en la Rosa Vieja… Allí de la nada comenzó a discutir con un señor español llamado Palito Espinoza, quien decía era familia de un prelado de la iglesia católica de Maracaibo… El musiú hablaba de que el origen de Cabimas no estaba asociado a ninguna tribu aquí reinante y mucho menos al árbol Cabimo… Comentaba que todo se había debido a la aparición en este sitio de un navegante portugués que llegó desde Maracaibo. El aventurero marino transportó en su navío al obispo que hizo todo el recorrido por la costa oriental del lago evangelizando a los indígenas. El peninsular viendo una fuente de negocio y comercio constituyó una ruta de transporte desde el asentamiento indígena, donde se estableció, hasta la zona comercial portuaria de Maracaibo… El avaro lusitano desde bien temprano en la mañana ofrecía a los pobladores el servicio de transporte en su piragua, no salía hasta no verla bien cargada…gritaba a todo pulmón y repetía a los cuatro vientos… “cabien mas… cabien mas… cabien mas”… Aquella expresión retumbaba por todo el caserío, se hizo tan popular y frecuente que la gente la tomó para denominar a ese sector “Cabie mas” con el pasar del tiempo se transformó en el nombre de “Cabimas” y así se quedó… Cuando mi abuelo escuchó aquella absurda historia se abalanzó hacia el extranjero tomándolo por el cuello y empujándolo contra la pared… gritando que todo lo que había dicho era mentira. El musiu se defendió como pudo, pero mi abuelo sacando un cuchillo del bolsillo lo hirió por un costado… mi abuelo al ver el raudal de sangre que brotaba de aquella blanca mole huyó como alma que lleva el diablo… Se estuvo escondiendo de la policía y del señor Palito Espinoza, quien puso precio a su cabeza durante mucho tiempo hasta que nunca más se supo de él... Con el tiempo la gente tomó el impresionante hecho para sacar un refrán que después se hizo muy popular cuando querían referirse a algo difícil de conseguir... "lo andan bancando como Palito a Romero”.

          Al terminar de hablar el anciano, los presentes se quedaron mirando entre sí; no entendían lo que acababan de escuchar. Ahora se debatían ente otras dos nuevas verdades que distorsionaban sus creencias. La del controvertido origen de su ciudad natal y la historia de uno de sus héroes anónimos llamado Palito Romero, quien había dado muerte al osado gringo por haber vilipendiado la bandera nacional.

 

13-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 6 de noviembre de 2022

ALÍ (CANTOR NECESARIO)

Por Humberto Frontado


No cabe dudas que con tu prosa has sido un tenaz faro de luz inspirador. Dejaste en quienes te admiran una perdurable imagen de un poeta trovador que llevó ondeando siempre un pensamiento claro de justicia y lucha en nuestros pueblos. Han sido nuestras todas esas canciones preñadas de sueños y esperanza. Con efervescente ímpetu supiste mantener en tu gente ese pensamiento rebelde y alentador. Fuiste inquieto azogue que no se dejó amansar por tentadoras pasiones.

Desde niño tus pies descalzos sobre el árido suelo y con las mismas cicatrices succionaron el elixir de rebeldía que toman los taciturnos e impíos cujíes, cardones y tunas contraponiendo vientos, sed, maltratos y edades. Supiste amasar en tu prosa todo ese recorrido que palmo a palmo hiciste por la geografía de tu tierra. En tu brioso potro montaraz cabalgaste cunaviche adentro conociendo todas las vicisitudes de tu pueblo. Llenaste tu canoa mochilera con todas esas penurias; también la cubriste de flores, recuerdos de grandes momentos, mujeres bellas y causas que se podían ganar.

La juventud universitaria siempre fue el matraz donde se concentró ese foco inspirador, ese dinamo que recargaba y concentraba las pasiones hacia la búsqueda de cambios y nuevos tiempos. Desde las enlodadas trincheras defendiste las puertas ecológicas de Trujillo, Margarita, el cerro Galicia de tu Falcon; nunca te quedaste en casa, siempre estuviste presto y dando combate. Fuiste bardo que captó el sentir de la gente y lo plasmaste claramente en tus canciones. Tu pueblo sabe que lleva un cuarto de ese siglo necesario para cambiar.

Nos queda a nosotros   sobreponernos y entender que en un salto la llovizna mojó la madera bonita de grato olor a jazmín, cuya llama por momentos inspiró pasiones de grandeza y de libertad en nuestra hoy envilecida tierra. La patria bella siendo hombre está entre las fauces del tirano de turno y tu canto ha sido amordazado, ahora es de su propiedad y copla de guerra. Tu canto confundido se barajó entre dos vertientes sinuosas y escabrosas, ha desembocado en el delta de la desidia donde se ha hundido en el lodazal movedizo de nuestras conciencias. La fuerza represiva ha doblegado a nuestro pueblo, que ahora es manso y ya no escucha tu brava canción porque pertenece a otros.

Que coro más triste el que acompaña ahora tu canción. No hay quien levante la voz y la haga retumbar a los cuatro vientos. Tu copla se acalló cuando paseó cabalgando estrofas anarquistas del camaleón rojo que bajo engaño te ha usurpado. El ruido del tan tan enmudeció el llanto de los inocentes que pedían perdón ante la metralla; enmudeció el llanto de las pobres madres que vieron morir a sus inocentes muchachos, quienes estoicamente defendían tus canciones; enmudeció el grito de los que pedían pan rogando a dios se lo cobre.

Somos semejantes; es decir, pareciera que lo somos en la manera de rezarle a un menguado Dios que ha tenido que doblegarse a los designios de quien ostenta el poder. Hoy ya hay semejanza en las escuelas, sólo que ahora no hay horario ni asistencia.  Tenemos una nueva sociedad con haciendas expropiadas y de un único dueño que en la iglesia se persigna ungido de agua bendita. Deja…deja que esa lágrima se desprenda y se una a la bien salada gota de sudor de tu frente José Leonardo; deja que ruede abajo por tus mejillas y coja fuerza; deja que caiga a tierra donde apaciguará la sed de sus surcos y donde…quizás nacerán nuevos brotes de delirios.

Nos extasiamos con la canción de Luis Mariano entre dos aguas tiernas, como las manos de mi abuela en su plegaria. En la del sublime amor en tres tiempos, extraño sortilegio de los astros. La canción del tiple llamando pá la iglesia, que salió algo llorona y triste en una tarde de sutil neblina. Escuchar tus canciones nos hace pensar que siempre habrá una esperanza para el equilibrio social y político. Son canciones del tercer mundo para un solo mundo, como solías decías. La extensa prosa libertaria que nos dejaste mantendrá latente nuestra llama de ilusión. No será tanto para el amo extranjero sino para el amo que tememos internamente, que nos azota y nos ha maniatado; son una nueva estirpe de bachacos fundilluos.

Los jóvenes echaron sus palabras contra el tirano porque por dentro les quemaba. Más grande fue el fuego que venía de las metrallas asesinas, se ahogaron en sangre, perdieron el habla y nunca más se habló.  El joven quiso asomarse por encima, más arriba de la piel, más arriba del grito del alma y sucumbió penosamente. Muchos sensibles lanzaron la primer conciencia y fueron reprendidos por los lacayos.

El gallo canta en la mañana y ya nadie se pregunta cuándo está triste; todos saben que las circunstancias lo han hecho un desdichado perpetuo, por eso llora el llanero hecho un rastrojo adentro. Su tonada suave y melancólica ya ni endulza su insípido guarapo de existencia. El raudal de incesantes lágrimas ha hecho perpetua la humedad de los esteros, todo se ha sumido en la profundidad del silencio.

José Leonardo no te alcanzará la candela para calentar el melado que echarás a los que hoy ostentan el trono; ya no es el español, mucho menos el gringo, ahora es la casta de los nuevos oligarcas. San Benito busca poder para matar la culebra y también al mantuano, que ya sabemos quién es. El sufrir no se ha pasado y va a ser difícil que pase. En esta tierra ancha de hace mil hombres aún se bate entre la miseria y la desdicha. Quién lo diría Mama Pancha, cuándo se nos fue nuestro “en ti creo”, hemos de rezar este rosario que ha sido más largo que el tuyo.

En un salto aquella fausta madrugada la llovizna apagó de sopetón aquella fúlgida candela que prendía por los cuatro costados la madera bonita; olorosa a jazmín que por momentos inspiraba bohemias y delirantes pasiones de grandeza y de libertades en nuestra envilecida y barajada patria. 

Cada vez que celebramos tu nacimiento te pedimos nos cantes nuevamente, así te hayan cortado en tiritas todo el azul de tu cielo y lo hayan vaciado de estrellas; es necesaria tu canción en estos funestos momentos de conformismo en el alma para que alumbre la patria que ha estado preñada cuatrocientos cuarenta y cinco años.  

En el único traste donde perdimos tu canción fue en la inconsciencia de nosotros mismos. Nos tocará quemar entonces tu guitara, porque tus canciones no pudieron encender nuestras almas. Vivimos y queremos vivir en una estrofa perpetua en dolor mayor y no se vislumbra que vayamos a cambiar de tono.

Seguirás siendo el cantor necesario que atiza, en los que aún nos sentimos joven, esa llama de esperanza para nuestros hijos y nietos que ha tenido que emigrar hacia otras quimeras…Hasta siempre Alí.

 

06-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...