martes, 28 de julio de 2020

ABUELO



Por: Humberto Frontado



Abuelo que hice yo de malo
me acerco a la playa
en busca de mis amigos
los peces y ninguno responde
a mis llamados,
miro profundo en esta
y solo logro divisar,
en su penumbrosa entraña,
lo que en su lecho
solo posee el seco rio
botellas y potes vacíos;
más una enmarañada
capa multicolor pálida viscosa
sirve al fondo de oscuro techo
arrastrándose perezosamente
por sobre la superficie;
verde sopa cuerpo de mar,
va cubriendo toda la orilla,
va también la negra red
Impregnada de mis amigos
los peces muertos.

Abuelo qué he hecho yo de malo
por qué los peces me han abandonado.

Abuelo qué hice yo de malo
todos los arboles
se han secado
los bosques se han marchitado
como si un otoño permanente
les hubiese atacado;
de sus ramas
no dejan de gotear
hojas amarillas;
que parecen nubes cargadas
de una escarcha dorada;
que parecen soles llorando
solidas lagrimas
de oro cristalino,
que van tapizando
toda la superficie
de esta bendita tierra.

Abuelo qué he hecho yo de malo
por qué los arboles
han marchitado.

Abuelo qué hice yo de malo
ninguno de mis amigos
los pájaros
ha bajado a saludarme
los noto desesperados
ya no vuelan
en académica discreción;
ahora veo que vuelan
como en busca de salvación,
como huyendo a refugiarse
de una imperdonable muerte

Abuelo qué he hecho yo de malo
por qué mis pájaros me han dejado

Abuelo qué hice yo de malo
por qué me tienen castigado,
por qué no puedo ver tu rostro,
quiero tocar tus surcadas arrugas
que bañan tu frente,
la cual quiero besar;
es que acaso abuelo
nunca nos libraremos
de estas máscaras antigás.

Abuelo por qué mi pueblo
se ve tan triste;
es que acaso no están contentos
por su gran porcentaje de humanos;
es que acaso no están contentos
por la gran cantidad de industrias
que nacen y se multiplican
tan rápido como muren mis amigos los peces,
mis amigos los árboles,
mis amigos los pájaros.

Abuelo qué he hecho yo de malo
para que mi pueblo este tan triste


Venezuela, Cabimas, 1974

LOCURAS DE UN CUERDO

Por: Humberto Frontado




v  Las personas actualmente en un esfuerzo de romper su cotidianidad, de lograr comunicarse y ser entendidos en esta sociedad, buscan desesperados la manera de ser más abstractos, más complicados. Por eso es que, como soy tan sencillo nadie me entiende. 16-04-80

v  Son muy pocas las líneas que uno usa en un dibujo para expresar los más profundos e indescifrables pensamientos. 01-12-80.

v  La pintura son las pupilas que escudriñan mi enmascarado e inexplicable pensamiento. 02-12-80.

v  Mi vida ha sido lienzo que pinta mi destino; mi nacimiento fue matiz amarillo que año tras año se curte con un marrón que cada vez se hace más oscuro más profundo; se hace marrón viejo, mezcolanza de sufrimiento de desesperación; se hace más marrón temor, una marrón muerte. 05-12-80.

v  Nunca debemos decir que no podemos realizar una cosa sin antes haber agotado todos los recursos disponibles en nuestro alcance. Esto es algo que creo que toda persona debe tener en mente ya que, de lo contrario, esta persona debe estar pasando por una situación de desesperante insuperacion de donde todo le parece imposible. Esta persona tal vez ha sido recompensada con el estipendio de la pobreza, de la cual nunca podrá librarse, si sus pensamientos son vedados por insertidumbrosos complejos de inferioridad. Los ideales que e su mayoría de veces son proyectados o planificados durante la niñez no serán llevados a cabo ya que su fuerza de voluntad va siendo agobiada por el peso de la psicosis, por eso nada se puede decir que es imposible en este mundo hasta que no se hayan agotado todos los recursos por lograrlo.

v  Si a los habitantes de este mundo se les dijese que aquellos que por siempre han creído y jurado promesas de lealtad ante dios, serán recompensados con un prolongamiento de sus vidas. Cabría pensar que una minoría de estos creyentes serian recompensados por el estipendio de la inmortalidad, mientras que la gran mayoría serian recompensados con la muerte por prestar falsos juramentos. (1973).

v  El hombre es algo pintado sobre un lienzo donde se ha utilizado para su creación una mezcla de arte; su alma es imaginaria, su cuerpo es impresionista y su mente es abstracta (15-07-71).

v  Las personas para trasladarse de un lugar a otro de este mundo hacen lo siguiente: Los ricos alzan la mano y en pocos minutos son llevados al sitio deseado, mientras que los pobres alzan la vista y la enfocan hacia el horizonte donde han de llegar, y caminan. (27-01-73).

v  Mientras existan países con un modo de producción que no esté acorde con los principios ideológicos de la sociedad, este se encontrara siempre rodeado por el ambiente manifestante del principio del proceso de coyuntura ya que siempre habrá de encontrarse gente inconformista, con una expresión social reverente, que integraran los bloques antagónicos interesados objetivamente en la transformación radical de la inadaptable sociedad que le han establecido. (25-10-73).

v  Superar con fuerza de intuición nuestra mentalidad creadora es superar en todos los terrenos vedados de este mundo tu personalidad reflexiva. (1972).

v  Fuiste un día hacia el ocaso ilusionista del horizonte cual epígono marcha en busca de una quimera que haga reconforte en tu pensamiento abrazador y poético, no obstante, hallarás secuencia de tu vida cotidiana grabadas en el umbral de tu conciencia, que te hará retrogradar a la realidad. (04-08-73).

v  Para llegar a la cima de la montaña hay que caminar lentamente apoyándose del
camino que se va dejando atrás. (1972).

v  El mundo no es más que un cuadro pintado abstractamente siendo sus colores; guerra, odio y maldad. (1971).

v  El hombre desarrolla su inteligencia y sus conocimientos para dominarse a sí mismo. (05-09-71).

v  Las vidas con sus tensiones me hacen dar un vuelco en mis pensamientos, más veo amaneceres en horizontes verticales y le continúan ocasos penumbrosos. (1973).

v  Para nosotros los artistas existen varios enemigos, tenemos primero uno de los más temibles, que es el epígono emulante que nos traiciona robándonos, al decir, que es de su creación algo que nunca èl en su vida podrá realizar; el otro enemigo es el que moteja lo que expone el artista sin saber nada en absoluto de lo que se está tratando. (1972).

v  A veces es mejor callar verdades que no nos incumbe y más aún hemos de callarla cuando a sabiendas de ésta, la persona a la que damos a conocer no expresa el dolor que esta pueda brindarle, sino que simplemente apela a que ha sido ofendido. (1973).

EL NOCIVO REGETÒN


Por: Humberto Frontado


¿Por qué sorprendernos ante lo que nos muestra el nefasto reguetón?

          Viéndolo bien nuestras vidas y todo lo que hacemos responden a la larga a un proceso cíclico. Uno que otro joven viejo se le puede escuchar decir - ¡viva el rock! – en verdad yo no se lo pude decir a mis padres, en mis tiempos mozos. Eso era sacrílego y me exponía a la excomulgación o ser quemado en la hoguera. Sin embargo, en secreto, admiré y viví los movimientos insinuantes y cadenciosos de Elvis Presley, los epilépticos y extraños de Joe Cucker y de Jim Brown, los viriles y con sex-appeal de Tom John, los gestos drogomanos de Jimi Hendrix. Por aquí los latin-gestos sensuales y excitantes de Sandro y hasta los del eterno pavo Trino Mora. Todos odiados por nuestros padres y hasta el Papa de turno. Pasó el tiempo y allí quedaron en el recuerdo, disfrutado de aquellos bonches secretos, las guerras de las minitecas y fiestas en los clubes.

           El rock era maldito porque incitaba a la violencia. En la década de los 60´s los Hippies, las drogas y el sexo libre fue la perdición; era el apocalipsis y nos expusimos a desaparecer como Sodoma y Gomorra, pero subsistimos como si nada. Bailar twists y unas décadas despues la Lambada era diabólico y nos lo prohibían; sin embargo, lo hicimos y Lucifer, viendo que lo ejecutamos bien, se apiadó de nosotros y lo superamos. Todo eso pasó y quedó en nuestros expedientes “X” como hecho histórico; como elementos que evolucionaron la música y nuestra cultura; la cual a veces necesita contorsionarse y estremecerse, aunque parezca algunas veces como algo extraño o exagerado.

          También llegó la inaceptable, irreverente y grosera Salsa a irrumpir los predios latinos. Luchó contra viento y marea y se impuso como un icono importante en nuestra cultura. Nos demostró que nosotros los latinos de sangre caliente y con influencia negroide no nos podemos desprender del gen musical que nos incita a mover el esqueleto. Se acuerdan de Wilfrido Vargas y su famoso baile del perro, también el del mono; con su ritmo respondió “qués” lo que quiere el negro.

          La Salsa Romántica fue la locura, la depravación; bailarla era pisar a ciegas la antesala del infierno. Quedan algunos videos de 8 mm y algunos casetes que nos recuerden esa época horrorosa. La salsa cuasi pasada de moda y sólo quedan sus colaterales, entre ellos está el susodicho Reguetón; como una variante del Hip Hop gringo y con un poco más de picante, sudor y otras cosas.

          El Reguetón es el mismo tótem “congloabigarrado” que recoge y apila todos esos sentimientos tabúes que hemos heredados desde los tiempos del nacimiento del Blue, Charleston, Flamenco y pare usted de contar. Solo que ahora el Kukulkán y los que aúpan la raza Aria están representados por Twiteros, Blogueros, Youtuberes, etc, etc. Así que todo cambia y nada cambia.

          La música, llámese como se llame, es una plastilina multicolor que nos permite llevar un mensaje de cualquier índole y sin complicaciones, al que está dispuesto a escucharla. Está de moda y casi todos los cantantes famosos actuales incluyen en sus álbumes uno que otro regetoncito o algo parecido; con eso aumentarán las ventas y no pasarán desapercibidos como ente global. Los medios de comunicación son los que de alguna forma imponen, extrapolan, modifican y establecen la aceptación de la novedad social. El sempiterno tiempo, nuestros valores y recato de la mayoría se impondrán al tomar y ajustarse al cambio del nuevo ciclo cuando nos toque. Verán a nuestros sobrinos y nietos incomodarse y soltar algún improperio hacia sus nietecitos, cuando los vean bailar, el tan odiado Perreo.

Venezuela, Cabimas, 15-08-2019.

domingo, 26 de julio de 2020

EL COMPADRE BACO


Por Humberto Frontado


           Con el sol templado a cuestas despierta la mañana abruptamente por el estrepitoso escándalo que por horas se llevaba a cabo en la casa del viejo Moco. La gente de los alrededores ya se ha ido acostumbrando a estos asiduos berrinches que se dan en ese perturbado hogar. Se oía la voz de la pobre Genarita reclamar en forma plausible a su nieto Geño por su estado de embriaguez, trataba de calmarlo mientras decía.
       - Mijo, no mortifiques a tu madre, ya llevas tres días bebiendo; hasta cuando vas a estar tomando no ves que eso te va a matar.
          El joven tambaleándose agarrado de uno de las columnas de madera del pórtico respondió todo babeado y dándose golpes en el pecho.
        - Abuela yo voy a beber hasta hoy… y sigo mañana… no se preocupe tanto.
         La nana angustiada pasándose la mano por la cabeza, presagiaba una causa ya perdida, le recriminaba diciéndole llorando.
           - Mijo…esa mala junta que tienes te va a llevar a la tumba.
         Lo dicho por aquella dolida vieja se perdió con todo y eco porque el rascaito se había quedado dormido en el asiento de cemento de la entrada, todavía agarrado cual mono del horcón de madera. Los vecinos veían también con preocupación la actuación del aquel joven, presentían que se estaba gestando una copia más de tantos capítulos andados de hombres que se habían entregado a la bebida en Valle Seco y en toda la Isla.
          Solo bastaba encontrarse con un amor no correspondido, con el gesto de desprecio hecho por una madre o un padre decrepito o tocar fondo y no poder salir a flote económicamente, como también haber conseguido en los compinches el amor y comprensión que no le da la familia. Son muchas las razones y están abiertas en un amplio abanico de escogencia en esta pequeña porción de tierra, sobran las justificaciones para beber hasta mas no poder. Una vez lo dijo el viejo Lolo cuando una madrugada se paró a venderle un cuartico de ron a uno de los muchachos: hemos sido todos responsable de esta perdición, a través del tiempo hemos gestado en este terruño una programación anual de festividades asociadas a onomásticos de santos, vírgenes y otros eventos que se asocian a la diversión, gozadera y la infaltable ingesta de licor, el tiempo nos juzgará.
          Después de haber luchado un rato con su tío y uno de los vecinos más allegados, que insistían en cargarlo en vilo y meterlo en la casa, ya exhausto y vencido lograron meterlo a la cama.
         En la mañana después de bañarse y acicalarse estuvo un rato viéndose apenado y peinándose en silencio en un pequeño espejo que guindaba de un clavo en el varejón que daba a la cocina. Su abuela le sirve el desayuno y le pregunta inocente.
           - ¿Y para dónde vas tu tan temprano mijo?
         Geño que todavía estaba viéndose en el espejo termina de peinarse y como si nada le contesta.
         - Voy abajo a buscar una plata que me deben, no sé si venga a almorzar vieja.
          Se sentó lentamente a la mesa mientras la vieja que ya conoce esos desgastados argumentos le increpa molesta diciéndole.
          - Mijo no me mientas…otra vez te vas a encontrar con esa mala junta que tienes, déjate de eso.
          No había terminado de hablar la señora cuando el joven impertinente se levantó de la silla exclamando furioso.
         - !Abuela!, ya estas igual a mi mai...vas a empezar otra vez con la cantaleta... me voy y a lo mejor no regrese más.
          Aquella dolida abuela quiso agarrarlo por el hombro y él con un leve movimiento la evitó. Allí quedó herida, preguntándose por qué el muchacho estaba actuando así.
          Al salir de la casa no pudo evitar cruzar su mirada con las de un grupo de vecinos que desaprobaban su actuar, atrás se escuchaban los gritos y llantos de desesperación de su abuela.
           Mas debajo de la calle, después del bar de Pedrito, había otra casa donde se repetía la misma escena, se trataba de Benito conocido comúnmente como “Buche é perico”, sobrenombre bien ganado por su gusto a la bebida. El ron no hacía mella en su estructura molecular, había algo en su organismo que inhibía la acción del alcohol. Decían que era un barril sin fondo que bebía y antes de que el líquido llegara al estómago se le salía por un hueco que tenía en el garguero.
           Tanto fue el cántaro a la bebida hasta que se rompió, aquella destreza desarrollada para tolerar tanta ingesta de espirituosa bebida colapsó. Cuentan algunos vecinos que su madre buscó una solución de apartarlo por un momento de la bebida y la mala junta, se lo llevó a vivir a la casa de una comadre en El Guamache, uno de los pueblos más apartados. Ese día ya de noche Buche no lograba conciliar el sueño, oía voces que lo aturdían y solo lo hacían alucinar, agarró sus macundales en medio de la noche adornada de una luna que comenzaba a menguar y se vino a pie atravesando los sinuosos cerros.
          Apareció en la madrugada por el fondo de su casa dando gritos de desesperación, estaba enredado entre unos cardones que servían de tapia, lo llevaron rápidamente a la cocina y le prestaron auxilio, notaron que deliraba de fiebre, con la cara rasguñada y todo el cuerpo lleno de pelo é tuna, con los pantalones roídos y llenos de barro. Ante la insistencia de algunos pidiéndole explicara qué había sucedido, escucharon una desgarradora historia entre balbuceos indescifrables. Notaron sus incongruencias de tiempo y espacio y tomaron la decisión de llevarlo a la emergencia de la medicatura.
          El médico diagnosticó que la obligada abstinencia al alcohol le había provocado ese estado de desequilibrio, con aumento de temperatura y aceleración de los latidos del corazón.   Un viejo entrépito que estaba sentado escuchando atentamente al doctor se atrevió a comentar.
          - Todavía tiene salvación, yo la tuve hace mucho tiempo, pero quedé con secuela y la estoy pagando. Hay que apartarlo inmediatamente el alcohol porque lo va a aislar de la razón, le hará perder la energía y firmeza en su cuerpo, no podrá sostenerse y se tambaleará al caminar, hasta el habla se le atrofiará; se hará susceptible a ofender a todos y a la menor insignificancia se sentirá lastimado. Lo peor es que llegará a creer que todos quieren hacerle daño.
        Una hora después ya más calmado y repuesto del trauma explicó su increíble odisea a los presentes.  El incrédulo médico ordenó dejarlo en observación hasta el mediodía. No había pasado media hora cuando se logró escabullir del sanatorio. Antes del mediodía todo Coche conocía de la huida de Buche é perico y sobretodo la primicia, que corrió como pólvora, sobre la extraordinaria historia de la pelea que había sostenido con una horda de chinamos que tenían como misión sacarle los ojos.
          De regreso en casa su madre se encargó de él por una semana y lo tuvo prácticamente encerrado en el cuarto. Recuperado del todo su complaciente madre le había preparado la cena cuando se percató de la ausencia del jóven. Regresó al tercer día hediondo a zorro, con los pantalones miaos llenos de barro y sin un zapato. A partir de allí se hizo inminente su accionar dipsómano, donde se le añadió una condición de depresión por lo que la madre le vaticinaba lo peor. Pero no, aquella flaca figura volvió a sus andanzas con sus altibajos sin desprenderse de sus grandes amigos de parranda.
          Ya no era común ver a los dos compinches vallesequeros echándose con sus panas algunas cervezas en los Altos de Jalisco o a que Pedrito, ahora el lugar de reunión eran sitios privados apartados de las miradas de los entremetidos paisanos. Estos sitios eran a veces las rancherías cerca de la playa que les permitiera cobijo, el mandinga les servía de acolchada cama o si no se dormía directo en la esponjosa arena de la playa.
          Caía la tarde pesadamente cuando iban llegando uno a uno los convidados al sitio acordado, esta vez en una de las rancherías cercanas al muelle. Aparecían por arte de magia las botellas de ron y algunos cuarticos quedaban de caleta. Después de terminar el consabido ritual de inicio, un chorrito de ron tirado al suelo a la salud de las animas cuidadoras, allí aprovechaban de intercambiar palabras de aliento y hermandad entre ellos. Arrancó el primer brindis y fue el Buche quien comentó.
       - Hey panas, hoy leí en un viejo libro en la casa de Bartolo que en la mitología Romana existió Baco el dios del vino, al que se le rendía culto cuando se bebía. Pues bien, aprovechemos hoy para dedicarle al "compadre Baco" este primer brindis.
          Buche que tenía la primera botella de ron la levantó y se echó el primer trago, pasó la botella al resto de los contertulios. Continuaron bajando las botellas y hablaron de todo y de nada hasta que amaneció y el Buche, el último de los mohicanos, con la boca salitrosa y reseca los miró uno a uno diciendo.
          - ¡Tan buenos los gallos y quedaron tuertos!
           Estos dos queridos y recordados personajes de Valle Seco sucumbieron a la corrosiva y desmenuzante acción del alcohol, sin embargo, su bondad y camaradería siempre los hará presente en nuestras mentes. Dicho por los mismos chinamos ya no era tan apetecible hurgarle los ojos al Buche sabiendo que estaban opacos y con carnosidad. Detrás de esas historias tejidas de traumas infantiles y juveniles que no se supieron paliar, está la atarraya de los malos presagios que el destino lanza día tras día, el incauto que se deje arrastrar por ella pagará las consecuencias.

Venezuela, Cabimas, 24-07-2020.
  
Notas:
El alcoholismo: se refiere al consumo excesivo de alcohol, de forma prolongada y continua en el tiempo, generando por tanto una dependencia a dicha sustancia. Se contempla como una enfermedad crónica, en la que el paciente no es capaz de controlar la ingesta de bebidas alcohólicas. Esta adicción afecta a la persona tanto en su salud física como psicológica, dañando sus relaciones sociales y/o familiares.

domingo, 19 de julio de 2020

CONFESIONES DE UN COMPONEDOR DE MUERTOS


Por: Humberto Frontado

          Se llamaba justamente Justo aquella dócil y grata persona muy popular en toda la Isla de Coche debido al trabajo distintivo que tenía, había dedicado parte de su vida a componer y emperifollar en todo su esplendor a los inanimados que partían en su último viaje con rumbo ignorado. Una tarde de inusual calor infernal estuvo laborando en la alejada población del Guamache durante tres dilatadas horas con algunos intervalos de respiro, engalanando a una señora de extrema contextura. Nunca antes había asumido un servicio en talla extra grande, los insumos utilizados se habían triplicado en tan sinigual mole.
          Emocionado en ese caso atípico de una finada algo mofletuda corroboró algunas cosas que le habían comentado sus antecesores maestros; una de ellas era contemplar durante su rigor mortis el recital de retortijones de tripas que desembocan en rítmicas y estrepitosas flatulencias, que muchas veces ocasionan que las caderas del inerte se suspendan en el aire. Aquella descarga de nauseabundos gases rápidamente hay que atacarla con continua ventilación y la colocación de varios tazones contentivos de vinagre y bicarbonato de sodio alrededor del área. Otro más increíble fue la sudoración post mortem, debido al extremo calor de esa tarde; mientras la maquillaba tenía que secarle continuamente con un pañuelo las diminutas gotas perladas de sudor desprendidas de aquel redondeado rostro.
          El exceso de bulla y algarabía en la casa producida por toda gente que iba llegando a dar el pésame y otros en plan de averiguar sobre los pormenores, más un concierto de acompasados golpes de martillo no dejaban concentrar al paciente y responsable tanatólogo.
          Salió del cuarto aturdido a tomar un poco de aire fresco y se encontró de frente con dos personas armadas de mandarria y pala tratando de quitar el marco de la puerta principal a fin de poder sacar el ataúd de la difunta en su momento. Se pasó la mano por la cabeza como señal de desespero y caminó rápido serpenteando entre la muchedumbre hasta dar con el dolido viudo a quien le pidió suspendiera la labor de demolición y despejara un poco el interior de la sala hasta que él terminara de hermosear a su amada. Con la venia del dueño de la exánime entró nuevamente al cuarto y se sumergió en su arte, allí terminó de confirmar otro misterio sobre la oculta y sublime belleza que está detrás de cada capa acumulada de grasa en el terso cutis de una dama obesa. Llamó al viudo y a su hija para que recibieran y juzgaran su trabajo, ambos quedaron impresionados al ver a la rejuvenecida mujer dormida y comenzaron a llorar en silencio para no perturbar su sueño, aquella escena le bastó y dio fe sobre su esmerada faena.
          Se despidió del resto de las personas y satisfecho de aquel exigente servicio se dirigió a su pueblo San Pedro, estaba tan exhausto que durmió un rato en el automóvil que lo llevaba mientras lo arrullaba la cálida brisa ribereña. Ya en su casa su esposa lo recompenso dándole almuerzo y cena juntos, él atacó aquel pillote de comida sin piedad con más hambre que un faquir en ayunas. Después del reposo no se sentía bien y le comentó a su consorte.
          - Vieja me dió como un soponcio, creo que se me subió la tensión, siento como una opresión en el pecho.
           El embalsamador fue llevado de inmediato a la medicatura, el médico de guardia le colocó una diminuta pastilla debajo de la lengua y le colocó una inyección, quedó en la emergencia bajo observación. Pasaron unos minutos cuando de pronto se oyó una fuerte y gélida ventolera afuera del recinto que levantó una fuerte polvareda, el flujo eléctrico como en automático feneció quedando todo oscuro. Al parecer alguien abrió de par en par la puerta del edificio haciendo que entrara una bocanada de fría brisa en el interior del ambiente que sacudió abruptamente a los presentes.
           Justo, quien estaba aún atontado por los medicamentos, también había sentido en sus huesos la mentolada brisa y trató de incorporarse, pero solo pudo levantar un poco la cabeza para distinguir una oscura figura que tenía en el frente. Pudo distinguir que el personaje tenía una raída capa negra y una larga estaca con una hoz que tomaba con su esquelética mano derecha. Era la muerte que había venido a visitarlo. El necrólogo maquillador sin sobresaltarse en lo más mínimo lo interpela tranquilamente, preguntándole.
          - ¿Y tú, qué estás haciendo por estos lados?
          El encapuchado personaje dió unos deslizados pasos hacia adelante y le contesta amigablemente con una sardónica sonrisa.
          - Vengo por ti Justo, y a tiempo.
          Aquella altisonante respuesta desconcertó al cosmetólogo de difuntos; sin embargo, le sonrió correspondiéndole al oscuro y flaco ser diciéndole.
          - ¿Por qué yo? … es que acaso tienes alguna queja del servicio que presto a los seres que osas llevarte. ¡Chico no me eches esa lavativa! … tengo muchos años en esto dejándote a los clientes bien pepeados. Muchos han llegado a mi todos destartalados cual rompecabezas y yo con paciencia y esmero los remiendos, prácticamente los armo de nuevo para beneplácito de sus familiares y que tu hagas una cesión de altura.
          La muerte tomó su garrote y lo recostó a una de las paredes, moviendo el brazo como tratando se sacudirse un viejo dolor, caminó hacia Justo y le dijo con vos de ultratumba.
          - Querido amigo en verdad tengo que felicitarte porque los clientes que salen de esta isla llegan a mi todos olorosos a colonia de bebe y buena presencia, eso es muy bueno para la publicidad de mi trabajo; sobre todo en el ambiente religioso donde hay gente que se ha dado a la tarea de inventar y hacer creer a otros un mundo de bolciclerías. Es frecuente escuchar a la viuda del difunto susurrarle en la oreja: espérame en el cielo, lo que no sabe ella que él tiene otro destino más abajo.
          El latonero taxidermista recostó su cabeza y cerrando los ojos para buscar las mejores palabras dijo.
          - Cada quien tiene potestad en creer lo que quiera sobre la muerte. Por ejemplo, Platón nos dejó dicho hace mucho tiempo atrás que él creía en la existencia del alma y consideraba que la muerte era su separación del cuerpo y que tras ella esta volvía al mundo de las ideas. Que tan cierto será esto no lo sabemos. Yo sé que angustiarnos y temer a la muerte es normal y no tenemos por qué avergonzarnos y mucho menos de algo que desconocemos. Lo que no sería normal es que no seamos capaz de ver y sentir la pérdida de la vida como algo dramático.
          - Sabes que es malo y tú no has tenido ninguna consideración en este sentido, a veces despides temprano a una persona inocente que lo único que hace es el bien y por otra parte dejas que un bicho malo llegue a morirse de viejo. Pareciera que ustedes azuzan a que perdure y con prestancia la expresión “mala hierba nunca muere”, deberían tomarlo en serio y revertirla, que la gente sea consciente de que si actúa de mala fe apuntará a que transitará por un camino muy corto.
         - Eso no es así Justo, tu comentario está atado a unas indescifrables fórmulas matemáticas que marcan cada destino en particular. Busca establecer inconscientemente que hay que tomar en serio el vivir, pensar que cada segundo que se transita es muy importante y hay que disfrutarlo al máximo. Igual que Platón han existido hombres sabios que han descifrado algo de estas fórmulas y descubrieron que larga vida y felicidad implican sencillez y alimentación equilibrada; allí están los Epicúreos con la participación de Diógenes. En síntesis, la muerte está para hacerles entender que la vida tiene un final, reflexionar sobre lo importante de cómo se vive.
          - Por cierto, en tu caso he recibido comentarios de que has hablado en forma altanera de que no le temes a la muerte y que vociferas que tu vida y muerte la decides tú. 
          Justo levantó su torso como pudo apoyándose de los codos, angustiado tragó grueso y se apresuró a decirle a la visitante.
          - ¡Ya va! ¡Ya va!... no sé quién pudo haberte contado eso, yo nunca he dicho tal cosa. Lo que si he dicho a algunos de los familiares y en forma de consuelo, es que la muerte es benigna y que es parte de nuestras vidas y hay que prepararse para ella en vez de temerle. Yo tengo mi filosofía particular ante la muerte y comento que las personas tienen un enfoque equivocado de ti, creen que la muerte ocasiona los accidentes, como el que acaba de suceder allá abajo del pueblo. No se dan cuenta que somos nosotros los que con una dosis de confianza olvidamos lo frágiles que somos. Buscamos problemas que nos llevan a la muerte, ya sea por un accidente o por un descuido de nuestra salud. La cuestión es que tu llegas en el momento preciso cuando decidimos partir sin retorno.
          - Es cierto lo que dices Justo, a veces no me basto para tantos casos que tengo que atender, me ha quedado bien claro que la gente no aprecia la vida –comentó asintiendo la muerte.
        - Volviendo a mi caso señora – dice el componedor con voz tenue – debería considerar y posponer mi ida para otro día, bien retirada hacia adelante.
          La oscura señora no pudo ocultar su sonrisa y mostró parte de su desdentada encía, mientras Justo terminaba diciendo.
          - Yo comento a veces que debemos evitar la zozobra y la inquietud que nos puede llegar a producir la idea de que vamos a morir. Yo comulgo más bien con lo que dijo el francés Maximilian Robespierre (1) …“la muerte es el comienzo de la inmortalidad”, morir no es el final de todo, sino que da paso a que nuestra senda trazada seguirá presente en la tierra para quienes nos han rodeado. 
          A lo que la sorprendida e inesperada visita respondió.
          - Está bien, me convenciste viejo amigo, pero quiero pedirte que tengas más respeto con los muertos, me han contado que después de echarles cal por las entretelas, les das cachetadas en las nalgas diciéndoles “denle que son pasteles”. Eso es una falta de respeto a los difuntos.
        Mientras hablaba, el negro personaje frunció levemente el ceño, mostrando su descontento. Justo que se dió cuenta del cambio acotó diciendo.
          - Es cierto que he hecho eso, pero solo lo hago con aquellos difuntos que se la daban de gran cacao y siempre miraban a sus conterráneos por encima del hombro. Lo hago como una forma de decirles que: pudiste tener mucha fortuna, pero muerto no sirves para nada; desnudo y con las nalgas al aire nacistes y también mueres.
          La negra silueta toma nuevamente su garrote y en un ademán tipo “Houdini” desapareció de la fría habitación. Justo abrió los ojos y quedó pensativo, reflexionando sobre la conversación que mantuvo con su supervisor, diciéndose.
          - ¡Vaina! … voy a tomar esta experiencia como si hubiese nacido hoy y seguiré componiendo y disfrutando mis muertos.

“La pálida muerte lo mismo llama a las cabañas de los humildes que a las torres de los reyes” (Horacio).

Venezuela, Cabimas, 15-07-2020.

1.       Maximilien Robespierre (Arras, 6 de mayo de 1758-París, 28 de julio de 1794), fue un abogado, escritor, orador y político francés apodado «el Incorruptible». Fue uno de los más prominentes líderes de la Revolución francesa.

sábado, 11 de julio de 2020

EL PÍCHER FRUSTRADO


Por: Humberto Frontado



          Una mañana de aquellos sábados de vacaciones con un sol que se asomaba parsimonioso ofreciendo con pedantería todo su esplendoroso y agudo cuerpo, daba inicio al desfile de la bandada de pájaros que iban desesperados del este al oeste no sé a qué. La malcriada y consentida mata de jazmín premiaba a su cuidadora perfumando sutilmente todo el entorno. Las amas de casa salían al unísono a barrer los porches y a ponerse a tono con los chismes del día anterior del vecindario. Ese era un típico amanecer vacacional en uno de los campos petroleros de Lagunillas, exento de un levantar temprano a preparar desayuno para los que se iban a la escuela.
          A eso de las nueve con el sol mostrando de lleno su musculatura, se oía el chiflido en código especial llamando a la manada, íbamos llegando uno a uno los convocados, juntándonos como de costumbre en el poste del alumbrado. Con los escuálidos aperos de juego, antaños guantes heredados algunos ya de tercera generación, desgastados, remendados y hediondos a rancios sudores apilados. Un medio bate negro de madera número treinta y tres que parecía más bien el trajinado pilón de “trucutrú”. La pelota otrora una presuntuosa “spalding”, ahora desnuda de su afamada epidermis mostraba su hilvanada entraña.
          Llevábamos entre los materiales de primeros auxilios un rollo negro de teipe “cobra” de los buenos, para cubrir la pelota, este recubrimiento se reparaba a veces a medida que se jugaba. Después de tanto palo a veces alguien bateaba un fuerte “rolin” y la cinta se iba desprendiendo a medida que rodaba haciendo un desgarrador ruido, decíamos a coro ¡agárrala por el rabo!
          Reunidos en el sitio acordado calentábamos mientras esperábamos a los retrasados. Partíamos caminando y tirando la pelota hasta llegar a la cerca de ciclón rasgada que daba paso a la cancha de futbol del Instituto Escuela de Lagunillas. No había que escoger los dos equipos ya que estaban seleccionados desde hace tiempo; eran de esos “team” de eterna rebeldía como Caracas y Magallanes y estaban liderados por dos hermanos también sempiternos contrincantes. Ellos eran los pícheres, cuartos bates, mánagers y “novios de la madrina”.
          Cada uno como pícher tenía su “stock” particular de rectas y curvas para dominar al contrario, solo que en este caso no se contaba con cácher per se ya que se carecía de los utensilios para él; sin embargo, era sustituido por el cácher “arrastao”, que se colocaba parado atrás del bateador tomando el lanzamiento de piconazo, este podía ser del mismo equipo o del contrario si no había suficientes jugadores.
          En esa época la Liga Doble “A” de Béisbol estaba en pleno apogeo y era normal ver en el Estadio 5 de Julio uno de esos juegos donde se discutía entre los equipos regionales el derecho de representar al estado Zulia para los Juegos Nacionales. Veíamos y escuchábamos hablar de algunas promesas del béisbol y nuestro sueño era llegar allí. Muy cerca de nosotros en nuestra calle estaba una de esas luminarias, era William González, un muchacho zurdo que destacó como pícher en esa liga.
          En una oportunidad, esta vez en vacaciones de carnaval, estaba como loco buscando el momento para lanzar una vejiga con agua, ya que estaban a punto de reventarse porque tenía mucho tiempo en mis manos. El montículo de lanzamiento del cual disponía era el techo de la casa. Agazapado esperaba el instante propicio de que algún iluso se atravesara en el camino.
         Aburrido me tiré sobre el inclinado asbesto para esperar pacientemente, consciente de que se aproximaba el ocaso. Escuché que venía alguien caminando por la calle, era una vecina con su hermanito agarrado de la mano. Rápidamente tomé posición buscando un buen ángulo de tiro y que no me vieran. Lancé la vejiga tomando en cuenta la distancia, sin apretarla mucho, para que no se explotara en mi mano, en un ángulo de inicio que obligara a que siguiera una suave parábola. La condenada vesícula plástica se salió de la trayectoria con tan mala suerte que fue a estallar lastimosamente en el medio del pecho del niño, dejándolo sin respiración. Comenzaron a buscar de donde había salido aquel acuoso y nocivo proyectil. Bajé como una saeta deslizándome como un experto bombero por el tubo de la antena de televisión, me metí a la casa y rápido me acosté. Sentí al rato que llegó la agredida vecina a la casa llamando a mi mamá y acusando a mi hermano menor de que había sido él, porque lo habían visto tirando vejigas desde los techos de las casas. Mi mamá rechazó la acusación explicando que al que acusaban estaba de vacaciones en la Isla de Coche. Desde el cuarto escuchaba la conversación, salí bostezando haciendo ver que estaba durmiendo por si se antojaban de mí. Se retiraron sin hallar al escurridizo “francoaguador”.
             El techo de la casa era una atalaya de frecuente estadía para todos los varones de la casa, nos subíamos rápidamente por el batitubo de la antena y apoyándonos de la pared. Cuando caía la tarde era costumbre subir al techo y hacer una panorámica del vecindario, desde allí saludábamos o chiflábamos a los amigos que pasaban por la famosa calle “Broadway” de Puerto Nuevo.
        En una de esas incursiones en la torre de avistamiento me percato que mi hermana menor estaba en el fondo de la casa encaramada en la cerca lateral, meciéndose y doblando la malla de ciclón. Le grité varias veces pidiéndole que se bajara, diciéndole que se iba a hacer daño. No hacía caso y seguía columpiándose en la arqueada baranda, le hice una segunda advertencia sin resultado. Molesto miré alrededor buscando algo para lanzarle que pudiera asustarla y encontré un pedazo de concha de coco, lo tomé y sin mediar se lo lancé. Vi como aquella cuenca marrón oscuro, todavía con algunos pelos, avanzaba en cámara lenta dando círculos y trazando una cuasi “slider” hasta chocar en el arco superior del ojo izquierdo de mi hermanita. Se oyó un alarido que retumbó en todo el campo, mis padres salieron de la casa para ver qué había sucedido y tomaron a la niña con la cara ensangrentada, la revisaron y tenía una pequeña cortadura. Me llamaron a hacer acto de presencia en el paredón, bajé por el tubo tan lento que parecía que venía flotando ingrávido. Ya en el suelo me agarraron por el cogote y me dieron con una tabla que fue arrancada de cuajo de una formaleta de pino, el estantillo tenía impreso en relieve “Hecho en China”, ese mismo logo, pero al reverso permaneció copiado en mi lomo durante varios días.
           No habíamos hecho nada para alcanzar la gloria del amigo William, mucho menos la de Sandy Koufax de los Dodgers de los Ángeles o Juan Marichal de los Gigantes de San Francisco, destacados pícheres de la década de los 60 y 70`s en las mayores. Para no sentirnos mal nos dábamos consuelo diciéndonos que se nos había dañado el brazo de tanto lanzar con pelota de goma.
          Una última acción que terminó de frustrar mi anhelado sueño de lanzador fue cuando un domingo en la tarde después de haber caído un buen chaparrón de agua, salimos mi hermano mayor y yo a recorrer los charcos y pozas que había dejado aquel diluvio. Era tradición tirar piedras a los espejos líquidos para verlos salpicar, así estuvimos varios minutos hasta que nos acercamos a una gran zanja expuesta hecha días atrás para colocar la cloaca, era un gran surco recto que atravesaba toda la manzana. Aquello fue un gran descubrimiento ya que podíamos salpicar con más potencia, con esa cantidad de agua la altura del charco estaba en proporción del tamaño de la piedra a lanzar, tuvimos un buen rato levantando grandes columnas de charco hasta que a mi hermano se le ocurrió una brillante idea.
         Agarró una gran rama que había caído de una mata de clemón e inventó el juego de cubrirse con ella para no ser chispeado mientras yo lanzaba piedras a la zanja. Los guijarros no hacían mella a aquella escafandra de hojas que se zarandeaba rápidamente a lo largo del acuoso canal. Mi hermano se reía y se burlaba de mi poca fuerza para hacer levantar el agua y mojarlo. Busqué de lado a lado y vi una gran piedra de rio, hermosa guaratara, la agarré pensando que con esa roca lograría elevar una buena ola que lo iba a empapar de pies a cabeza. Ya el líquido en toda el área había formado una capa de resbaloso barro. Tomé el inmenso peñasco y cual pícher me cuadré y lo lancé de costado tipo chaflán, con la mala suerte que la roca no cayó dentro del casi medio metro de abertura que tenía el surco, sino que golpeo delante, en el resbaladizo suelo, rebotando y saliendo como un proyectil hacia aquella esquiva y encharcada paraguas vegetal. Se oyó un ruido de golpe seco y a continuación un quejido seguido de la expresión ¡coño! pero con un dejo de dolor. La rama bajó lentamente dejando visible la cara de mi hermano con su mano tapando su boca ensangrentada. Dejó caer la rama y mirando su mano derecha vió sus dos medios dientes, solo atinó a decir.
          - ¡coño! … me rompiste los dientes.
          Mi hermano salió corriendo hacia la casa llorando con sus pedazos de caninos en la mano, yo quedé patidifuso sin saber qué hacer. Mientras pensaba en lo peor caminé hacia la casa sin saber qué decir, quise huir o subir por la antena hacia la azotea de la casa y no pude, las piernas me temblaban y me quedé agachado, llorando y gimiendo, agarrado al pie de aquel frio tubo. Desde allí lograba escuchar los gritos y lloros de mi madre mientras limpiaba la herida en mi hermano. Mi padre preguntaba con insistencia sobre qué había pasado y quién había sido el culpable. Al rato de estar llorando escuché unos pasos conocidos de memoria que venían hacia mí y se detuvieron, levanté la mirada y allí estaba mi padre, me extrañó que no tenía la correa desenfundada y en sus manos; me preguntó ásperamente qué había pasado y le contesté entre balbuceos, gemidos y lloriqueos sin que se entendiera nada, mi papa me pidió que me calmara diciendo.
          - Ya, quédate tranquilo que tu hermano nos dijo que tú no tienes la culpa.
       Aquello parecía extraordinario me quedé llorando un rato más, mezclando los sollozos unos de dolor por lo que le había hecho a mi hermano y otras de alegría por haberme salvado ese día de una pela mayúscula.
          Así seguimos por años prestos y sin falta al llamado del fin de semana para ir a jugar pelota. Ya las ansias de llegar a ser un gran pícher se fueron esfumando entre estudios y fiestas, había otras cosas mejores que estar encima en una lomita lanzando pelotas como loco por unos piches dólares.

Venezuela, Cabimas, 10-07-2020.

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Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...