Por Humberto Frontado
Con el sol templado a
cuestas despierta la mañana abruptamente por el estrepitoso escándalo que por
horas se llevaba a cabo en la casa del viejo Moco. La gente de los alrededores ya
se ha ido acostumbrando a estos asiduos berrinches que se dan en ese perturbado
hogar. Se oía la voz de la pobre Genarita reclamar en forma plausible a su nieto
Geño por su estado de embriaguez, trataba de calmarlo mientras decía.
- Mijo, no
mortifiques a tu madre, ya llevas tres días bebiendo; hasta cuando vas a estar
tomando no ves que eso te va a matar.
El joven tambaleándose
agarrado de uno de las columnas de madera del pórtico respondió todo babeado y dándose
golpes en el pecho.
- Abuela
yo voy a beber hasta hoy… y sigo mañana… no se preocupe tanto.
La nana angustiada pasándose
la mano por la cabeza, presagiaba una causa ya perdida, le recriminaba
diciéndole llorando.
- Mijo…esa
mala junta que tienes te va a llevar a la tumba.
Lo dicho por aquella dolida
vieja se perdió con todo y eco porque el rascaito se había quedado dormido en
el asiento de cemento de la entrada, todavía agarrado cual mono del horcón de
madera. Los vecinos veían también con preocupación la actuación del aquel joven,
presentían que se estaba gestando una copia más de tantos capítulos andados de
hombres que se habían entregado a la bebida en Valle Seco y en toda la Isla.
Solo bastaba encontrarse
con un amor no correspondido, con el gesto de desprecio hecho por una madre o
un padre decrepito o tocar fondo y no poder salir a flote económicamente, como
también haber conseguido en los compinches el amor y comprensión que no le da
la familia. Son muchas las razones y están abiertas en un amplio abanico de escogencia
en esta pequeña porción de tierra, sobran las justificaciones para beber hasta
mas no poder. Una vez lo dijo el viejo Lolo cuando una madrugada se paró a
venderle un cuartico de ron a uno de los muchachos: hemos sido todos
responsable de esta perdición, a través del tiempo hemos gestado en este
terruño una programación anual de festividades asociadas a onomásticos de
santos, vírgenes y otros eventos que se asocian a la diversión, gozadera y la
infaltable ingesta de licor, el tiempo nos juzgará.
Después de haber luchado un
rato con su tío y uno de los vecinos más allegados, que insistían en cargarlo en
vilo y meterlo en la casa, ya exhausto y vencido lograron meterlo a la cama.
En la mañana después de
bañarse y acicalarse estuvo un rato viéndose apenado y peinándose en silencio en
un pequeño espejo que guindaba de un clavo en el varejón que daba a la cocina. Su
abuela le sirve el desayuno y le pregunta inocente.
- ¿Y para
dónde vas tu tan temprano mijo?
Geño que todavía estaba viéndose
en el espejo termina de peinarse y como si nada le contesta.
- Voy
abajo a buscar una plata que me deben, no sé si venga a almorzar vieja.
Se sentó lentamente a la
mesa mientras la vieja que ya conoce esos desgastados argumentos le increpa
molesta diciéndole.
- Mijo no
me mientas…otra vez te vas a encontrar con esa mala junta que tienes, déjate de
eso.
No había terminado de
hablar la señora cuando el joven impertinente se levantó de la silla exclamando
furioso.
- !Abuela!,
ya estas igual a mi mai...vas a empezar otra vez con la cantaleta... me voy y a lo mejor no regrese más.
Aquella dolida abuela quiso
agarrarlo por el hombro y él con un leve movimiento la evitó. Allí quedó
herida, preguntándose por qué el muchacho estaba actuando así.
Al salir de la casa no pudo
evitar cruzar su mirada con las de un grupo de vecinos que desaprobaban su
actuar, atrás se escuchaban los gritos y llantos de desesperación de su abuela.
Mas debajo de la calle,
después del bar de Pedrito, había otra casa donde se repetía la misma escena,
se trataba de Benito conocido comúnmente como “Buche é perico”, sobrenombre
bien ganado por su gusto a la bebida. El ron no hacía mella en su estructura
molecular, había algo en su organismo que inhibía la acción del alcohol. Decían
que era un barril sin fondo que bebía y antes de que el líquido llegara al estómago
se le salía por un hueco que tenía en el garguero.
Tanto fue el cántaro a la
bebida hasta que se rompió, aquella destreza desarrollada para tolerar tanta
ingesta de espirituosa bebida colapsó. Cuentan algunos vecinos que su madre
buscó una solución de apartarlo por un momento de la bebida y la mala junta, se
lo llevó a vivir a la casa de una comadre en El Guamache, uno de los pueblos más
apartados. Ese día ya de noche Buche no lograba conciliar el sueño, oía voces
que lo aturdían y solo lo hacían alucinar, agarró sus macundales en medio de la
noche adornada de una luna que comenzaba a menguar y se vino a pie
atravesando los sinuosos cerros.
Apareció en la madrugada
por el fondo de su casa dando gritos de desesperación, estaba enredado entre
unos cardones que servían de tapia, lo llevaron rápidamente a la cocina y le
prestaron auxilio, notaron que deliraba de fiebre, con la cara rasguñada y todo
el cuerpo lleno de pelo é tuna, con los pantalones roídos y llenos de barro. Ante
la insistencia de algunos pidiéndole explicara qué había sucedido, escucharon
una desgarradora historia entre balbuceos indescifrables. Notaron sus
incongruencias de tiempo y espacio y tomaron la decisión de llevarlo a la
emergencia de la medicatura.
El médico diagnosticó que la
obligada abstinencia al alcohol le había provocado ese estado de desequilibrio,
con aumento de temperatura y aceleración de los latidos del corazón. Un
viejo entrépito que estaba sentado escuchando atentamente al doctor se atrevió
a comentar.
- Todavía
tiene salvación, yo la tuve hace mucho tiempo, pero quedé con secuela y la
estoy pagando. Hay que apartarlo inmediatamente el alcohol porque lo va a aislar
de la razón, le hará perder la energía y firmeza en su cuerpo, no podrá sostenerse
y se tambaleará al caminar, hasta el habla se le atrofiará; se hará susceptible
a ofender a todos y a la menor insignificancia se sentirá lastimado. Lo peor es
que llegará a creer que todos quieren hacerle daño.
Una hora después ya más
calmado y repuesto del trauma explicó su increíble odisea a los presentes. El incrédulo médico ordenó dejarlo en
observación hasta el mediodía. No había pasado media hora cuando se logró escabullir
del sanatorio. Antes del mediodía todo Coche conocía de la huida de Buche é
perico y sobretodo la primicia, que corrió como pólvora, sobre la
extraordinaria historia de la pelea que había sostenido con una horda de
chinamos que tenían como misión sacarle los ojos.
De regreso en casa su madre se
encargó de él por una semana y lo tuvo prácticamente encerrado en el cuarto. Recuperado
del todo su complaciente madre le había preparado la cena cuando se percató de la ausencia
del jóven. Regresó al tercer día hediondo a zorro, con los pantalones miaos
llenos de barro y sin un zapato. A partir de allí se hizo inminente su accionar
dipsómano, donde se le añadió una condición de depresión por lo que la madre le
vaticinaba lo peor. Pero no, aquella flaca figura volvió a sus andanzas con sus
altibajos sin desprenderse de sus grandes amigos de parranda.
Ya no era común ver a los dos
compinches vallesequeros echándose con sus panas algunas cervezas en los Altos
de Jalisco o a que Pedrito, ahora el lugar de reunión eran sitios privados
apartados de las miradas de los entremetidos paisanos. Estos sitios eran a veces las rancherías cerca de la
playa que les permitiera cobijo, el mandinga les servía de acolchada cama o si
no se dormía directo en la esponjosa arena de la playa.
Caía la tarde pesadamente
cuando iban llegando uno a uno los convidados al sitio acordado, esta vez en
una de las rancherías cercanas al muelle. Aparecían por arte de magia las
botellas de ron y algunos cuarticos quedaban de caleta. Después de terminar el
consabido ritual de inicio, un chorrito de ron tirado al suelo a la salud de
las animas cuidadoras, allí aprovechaban de intercambiar palabras de aliento y
hermandad entre ellos. Arrancó el primer brindis y fue el Buche quien comentó.
- Hey
panas, hoy leí en un viejo libro en la casa de Bartolo que en la mitología
Romana existió Baco el dios del vino, al que se le rendía culto cuando se
bebía. Pues bien, aprovechemos hoy para dedicarle al "compadre Baco" este primer
brindis.
Buche que tenía la primera
botella de ron la levantó y se echó el primer trago, pasó la botella al resto
de los contertulios. Continuaron bajando las botellas y hablaron de todo y de
nada hasta que amaneció y el Buche, el último de los mohicanos, con la boca salitrosa y reseca los miró uno a uno diciendo.
- ¡Tan
buenos los gallos y quedaron tuertos!
Estos dos queridos y
recordados personajes de Valle Seco sucumbieron a la corrosiva y desmenuzante
acción del alcohol, sin embargo, su bondad y camaradería siempre los hará
presente en nuestras mentes. Dicho por los mismos chinamos ya no era tan apetecible
hurgarle los ojos al Buche sabiendo que estaban opacos y con carnosidad. Detrás
de esas historias tejidas de traumas infantiles y juveniles que no se supieron
paliar, está la atarraya de los malos presagios que el destino lanza día
tras día, el incauto que se deje arrastrar por ella pagará las consecuencias.
Venezuela, Cabimas, 24-07-2020.
Notas:
El alcoholismo: se refiere al consumo excesivo de alcohol, de forma
prolongada y continua en el tiempo, generando por tanto una dependencia a dicha
sustancia. Se contempla como una enfermedad crónica, en la que el paciente no
es capaz de controlar la ingesta de bebidas alcohólicas. Esta adicción afecta a
la persona tanto en su salud física como psicológica, dañando sus relaciones
sociales y/o familiares.
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