domingo, 29 de mayo de 2022

MUTANTE HOMICIDA

Por Humberto Frontado



            -           ¿Qué llevas en el bolsillo del pantalón?... se te ve un bulto ahí – pregunta pícaramente la madre al hijo que estaba a punto de salir para la escuela.

                  -         ¡No… Nada! – contestó apresurado y nervioso el muchacho.

             -         ¿Cómo que nada?... déjame ver – inquiere la mujer al momento de agarrar al niño por el brazo. Le dió media vuelta y al revisarle el bolsillo encontró un pequeño objeto, a lo que preguntó.

                  -         ¿Qué es esto que tienes aquí?

                  -         ¡Una honda! – responde tímidamente el niño.

                -         Ya te hemos dicho que no puedes llevar esto a la escuela… porque te van a llamar la atención.

                -         Es que yo no la saco en la escuela… la saco cuando estoy en las casas de solteros para matar lagartijas y machorros

           Sin reparo y mucho menos consideración, la madre le decomisó el arma al hijo, quien partió casi llorando sabiendo que le habían truncado su pecaminosa diversión.

           Esta pequeña historia era común y se repetía frecuentemente en las casas a la hora de la disimulada inspección que hacían las madres, más aún cuando tenían entre sus hijos alguno medio aventurero e intrépido. Ellas mismas confesaban que era mejor solucionar el inconveniente en la casa y no tener que ir a pasar vergüenza en la dirección de la escuela por la desobediencia de uno de los muchachos. Era normal que un niño atrevido se llevara escondido en el bulto un corta uñas o una pequeña navaja, con el objeto de llamar la atención entre sus compañeros. Cuando estos objetos eran detectados por los maestros se citaba al representante. Si ocurría algún uso inadecuado contra otro alumno podía ser expulsado del Instituto. Muchos de estos eventos se evitaban por la participación oportuna de los padres que, pendientes de los hijos, detectaban en su conducta alguna alocada pretensión.

           Esa pequeña referencia histórica la podemos usar como un iluso punto de partida, que luego el tiempo y nuestra volátil sociedad cambiaron y la hicieron desembocar en un horripilante episodio. Ya es normal que los medios de comunicación nos muestren aterradores momentos en las escuelas, donde jóvenes con armas de fuego asesinan sin piedad a sus compañeros. También es normal que los líderes de países salgan a declarar, le dan vuelta al asunto y no resuelven nada.

           Después de ocurrir los monstruosos eventos se debaten entre angustiosos argumentos de responsabilidad. Unos dicen que todo se debe a la influencia de los maquiavélicos videos juegos; otros a la espectacular cobertura que dan los medios de comunicación, que hacen ver al fatídico evento como un espectáculo hollywoodense envuelto en influyentes y adictivas luces, o peor aún hacerlo ver como una Netflitesca serie, que en cada capítulo nos depara nuevas sorpresas de lo que serán las interminables temporadas.  

           En un tira y encoge los políticos hablan hasta el cansancio de lo influyente que son las armas y lo permisiva que es la ley que acredita su tenencia. Eso dura hasta que las lágrimas de dolor de los padres se sequen, unos días después pasa todo al olvido. Los más psicoprácticos atribuyen todo al descuido de los padres o la persuasión de los inesperados actos en los chicos.

        Lo cierto es que todo esto tiene demasiadas aristas que influyen en distintas y aleatorias proporciones. Una primigenia podría ser  darle más importancia a la conducta de nuestros chamos. Pensar que está primero el consultar con un psicólogo sobre su desvaríos de conducta que el ir al odontólogo para corregirle con un bracket un diente desviado… pareciera que nos quedamos en el tiempo pensando en la inocente honda.

 

29-05-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez.

domingo, 22 de mayo de 2022

MI RANCIA MEMORIA

Por Humberto Frontado



           Una mañana con su costumbre cronometrada, el señor Cucho se dirigía en su bicicleta desde su casa ubicada en San Pedro hasta el pueblo de Valle Seco. Iba a ver a su madre y su abuela, además de atender el Bar Unión Fraterna y la bodega. Cruzando la salineta observó que desde la entrada del muelle un señor mayor, alto y gordo le hacía insistentes señas con un pañuelo en la mano. El hombre tenía rato esperando a alguien que lo ayudara. Había caminado con dificultad el vetusto muelle de madera, cargando una vieja maleta de grueso cuero, cubierta por todos lados de sellos y etiquetas. Hacía rato que había llegado en un bote rentado desde la isla de Margarita.

          El ciclista detuvo su marcha para atender al anciano, platicaron un rato y siguieron caminando hacia el pueblo. El visitante, todo sudoroso hablando un estropeado español, buscaba alojamiento en alguna casa del pueblo. El señor Cucho le alquiló un pequeño cuarto detrás de la bodega que él atendía. Consiguió que su mamá le cocinara las tres telas, todas acompañadas con pescado, y también el servicio de lavandería.

           El viejo comentó que venía de Francia y había llegado hacía una semana a Margarita. Conversando con la gente del pueblo obtuvo información sobre la Isla de Coche, decidió entonces que ese sería el lugar específico donde pasaría el resto de su tratamiento. Era el sitio que cumplía a cabalidad las recomendaciones impartidas por su médico, allí se recuperaría de su enfermedad de hipotiroidismo. Le había recetado el seco sol del caribe y la brisa yodada para poder recuperar su cabello, desprenderse de los continuos e intensos escalofríos, bajar el sobrepeso y aclarar la garganta. La humedad y frío de su ciudad natal, así como el sedentarismo en el que había estado tanto tiempo, habían hecho estragos en su condición física.   

           En su primera caminata matutina por la orilla de la playa el extranjero se encontró con el viejo Tello, un vecino del pueblo que diariamente hacía su recorrido costero. El viejo marino había adoptado desde hacía tiempo la misión de acicalar la orilla de la playa de cuantas cosas y objetos llegaran a ella. Decía “siempre me trae algo, así sea limo o sucias conchas”. El viejo Tello tenía su casa cerca de la costa, la cual estaba fortificada por una blanca pared hecha de conchas de Botutos; alrededor había toda clase esculturas marinas hechas de escombros que iba recolectando desde hacía mucho tiempo; decía que “cada una de esas cosas tiene su importancia de encuentro con la memoria del mar”.

          A medida que iba haciendo amigos, sobre todo los viejos, el francés iba estructurando una clara visión de la idiosincrasia del pueblo Vallesequero. Tomó la costumbre de los paisanos: por las tardes recostaba su silla a la pared de la bodega, se sentaba con una tasa de guarapo y esperaba a que alguien se le acercara para hablar de cualquier cosa. A veces se mudaba de sitio cuando veía que Chico, el vecino del lado, se arrecostada para entablar conversación mientras se iban agregando otros contertulios. En corto tiempo ya conocía a todos los viejos de Valle Seco.

         El francés advirtió que en la mayoría de los coloquios sólo se hablaba de cosas del pasado: de sus rancias vivencias, de sus antiguas aventuras, sobre su niñez y adolescencia; muy poco del período maduro y mucho menos de la actualidad teñida de complejas preocupaciones futuristas. Esa particularidad en el hablar de los viejos del pueblo le llamó la atención al punto que decidió investigarlo. Preparó un cuestionario referido a la pregunta obvia ¿Por qué al ser viejos recordamos tanto el pasado?

          Al primero que entrevistó fue al viejo Justo que estaba trabajando en la ranchería de su hermano Chico, calafateando un bote del Bichar. Al acercarse a él y preguntarle dónde y cuándo había aprendido ese oficio de constructor y reparador naval, el viejo dejó de trabajar, se secó el sudor de la frente y después de respirar profundamente comenzó a hablar. Parecía como si un hálito de gozo intenso lo hubiese poseído para contar sobre su vida pasada; le dijo que desde que él tenía uso de razón trabajó al lado su padre haciendo de todo.

         Así como lo hizo con Justo lo hizo con Tello, Cándido, Chico, Leocadia, Pastora, Quintina, Moco, Víctor, Joaquina, Julián, Taco, Simón, Silvino, Catalina, Genara, Chón, Ñaño, Nicolasa, Chica, Pedrito y otros tantos.

         Continuó día tras día, más de un mes, tomando notas de las experiencias vividas por hombres y mujeres mayores, haciendo hincapié en la respuesta que daban a la pregunta crucial. Sus paseos a la playa los hacía con pasos largos, ya no quedaba relegado al caminar de Tello quien fue su amigo mañanero. Formaron la dupla rastrilladora de la playa mientras charlaban. Lo acompañaba hasta su casa carreteando con él sus escombros. Con esas caminatas logró rebajar diez kilos; también la voz, que antes era ronca, se le había aclarado.

          Después de dos meses de la llegada de aquel francés a Valle Seco sorprendió a todos la noticia de su abrupta partida. Había dejado sobre la mesita de comer una nota de despedida, donde agradecía a Cucho y todos los viejos vallesequeros por todas sus atenciones. A un lado, sobre la silla, dejó una carpeta manila en la cual estaban sus notas escritas en francés, sobre las conversaciones que había sostenido con los viejos. Había además un lote de hojas escritas con letra más estilizada donde dejaba unas conclusiones de la investigación, también dejó una pequeña tarjeta de presentación donde reseñaba a Eugéne Minkowski (Psiquiatra – Filósofo).

          Los escritos encontrados partían de algunas preguntas básicas y sencillas, sólo que al abordarlas de acuerdo con su sensibilidad subyacente hacía que se desbordara abriendo un abanico sobre otras dudas y más complejidades. A cada pregunta le fue anexada una respuesta obtenida de la compilación de las opiniones de los entrevistados.

¿Por qué recordamos nuestro pasado?

          Todos tenemos inquietud por el pasado. Hacemos constantemente viajes a la memoria de un tiempo que fue y nos dejó un cúmulo de respuestas que hoy podemos aplicar a nuestra vida cotidiana. A veces esos recuerdos nos sirven para acurrucarnos en ellos, ya que son espacios de tiempos vividos.

            Está en nosotros algo intrínseco que nos incita a formar parte de algo, una comunidad o de un grupo. Por eso día a día nos rodeamos de recuerdos del pasado, que nos hace ser conscientes de lo que somos en el presente, hasta para darle sentido a nuestro comportamiento. “Recordar es vivir” como dice una vieja canción, tenemos la facilidad de recordar momentos muy especiales como ese primer beso, el juguete preferido, un olor especial, también recordamos momentos difíciles que marcaron nuestras vidas con experiencias dolorosas, pero al final serán recuerdos que ya superados servirán de alguna lección.

         Los recuerdos pueden pasar de toscos e insípidos momentos a eventos emocionales saturados de emotividad y pasión. Serán envueltos en un velo romántico, alumbrados por luces tenues provenientes de un arcaico candelabro. Habrá el personaje que siempre traeremos al presente cuando lo recordamos con su emotiva expresión. Diremos al aire: como decía Ñoquinto … !caras como arrimas la brasa pa tu sardina!

¿Debemos perpetuar la tradición de recordar el pasado?

            Muchos coinciden que es una necesidad que permite asegurar nuestra continuidad. Los viejos ancestros nos han enseñado siempre sobre la importancia que tiene nuestro pasado y debemos esforzarnos por preservarlo. Tiempo atrás los ancianos tenían el privilegio de la transmisión cultural. Hoy en un mundo de permanente cambio se cuestiona su papel: lo que era valido para nosotros ayer, es posible que para hoy no lo sea. Cada vez es más grande el abismo generacional entre padre e hijo, más aún entre abuelo y nieto.

             Dentro de las conclusiones tenía comentarios, tales como: “Los recuerdos son benévolos e inquietantes y parecen nutrirse de la luz de la conciencia como si estos constituyeran los elementos importantes para su vida”… “Los recuerdos aparecen como elementos autónomos en nuestras mentes y nos perfila hacia lo que seremos a futuro”… ” Con ellos tendremos un afloramiento permanente de las guías morales que nos impartieron nuestros padres y ancestros”… “Cercanos a la muerte, los recuerdos se acrecientan, quizás con el fin supremo de que caminemos con ella, pero con menos aflicción”… “Caer en los recuerdos constantemente dejará de ser un bien para la salud”…  “Dejar a un lado el imperativo que señala que debemos estar pensando sólo en lo que sucede y retraernos de los recuerdos, vivir la realidad absoluta”, “será nuestra propia valoración la que hará de nuestros pensamientos los correctos”

           Concluyó el francés que por la aceleración que tiene la historia de hoy, el papel de las personas mayores como guardianes de la memoria es ahora más importante. La meta es buscar el equilibrio, pues “para saber hacia dónde hay que ir, primero tenemos que saber de dónde venimos”.

 

22-05-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

 

“los recuerdos son un recurso psicológico que las personas emplean para contrarrestar las emociones negativas y los sentimientos de vulnerabilidad” (Revista: Scientific American).

“Los recuerdos están bien siempre y cuando nos sirvan para mejorar nuestras emociones actuales” (Olga Albornoz)

domingo, 15 de mayo de 2022

LA GALLINA PITAGÓRICA

 Por Humberto Frontado



           La apacible y fresca brisa mañanera trajo consigo una vieja y larga embarcación, algo rara por esos lares. Atracó en el viejo muelle de madera de la Isla de Coche. De la añeja nave bajó un grupo de personas guiados por un hombre alto y fornido. Caminaron un rato por los alrededores de la salineta cerca del muelle, hablaron un rato cambiando algunas impresiones. Las personas regresaron a la gran nave y comenzaron a descargar con dos grandes carretas el material que traían; mientras tanto, el hombre de blanca tez fue directo al poblado de Valle Seco. Allí habló con los pueblerinos, buscaba quien le alquilara animales de carga con su arriero.

           Los visitantes venían de Chacopata y traían un circo andante, tenían planes de montar la carpa en la salineta durante una semana y presentar el espectáculo, luego seguir al resto de los pueblos. Buscaron ayuda con la gente del pueblo pregonando que se les pagaría bien y les darían comida. La voz se corrió como pólvora y en pocos minutos se presentaron algunos muchachos, porque el resto de los hombres estaban trabajando en la salina y otros comprometidos con la pesca. El grupo de jóvenes que asistió partió con el hombre de negocios hasta el saladar y unidos a los miembros del circo comenzaron a montar la gran carpa.

           Plantaron en todo el centro de la salineta un inmenso madero de diez metros. De la punta salía una pequeña bandera y ocho cuerdas que fueron utilizadas para izarlo y dejarlo vertical a punto de nivel. El dueño del circo después de consultar una vieja libreta, tomó una cuerda y trazó con ella una circunferencia de diez metros partiendo del obelisco. Con una particular maestría se desplazó alrededor del círculo dividiéndolo en ocho partes iguales, en cada punto marcado clavaron estantillos de cuatro metros de altura, formando un octágono. Las ocho cuerdas del mástil central fueron atadas a los estantillos y luego sujetadas a tierra con fuertes estacas. Antes de caer el sol ya habían colocado la gigantesca lona blanca encima de las ataduras. Desde lo lejos se podía ver el resplandor albino de la enorme estructura. El trabajo fuerte había finalizado y los trabajadores del pueblo regresaron contentos con su paga y una entrada para asistir a la presentación. Solo quedó un muchacho contratado por toda la semana como limpiador. El resto de los empleados del circo continuó trabajando, todavía en la noche seguían bajando muchas más cosas del barco, debían tener preparado todo para el día siguiente.

          En la mañana se escuchó un estruendoso ruido que rompía con el acostumbrado silencio matutino. Por la calle principal del pueblo un musculoso hombre tiraba una carreta pintada de todos colores. Traía en una jaula un negro chimpancé. A su lado venía un payaso con una bolsa repartiendo caramelos y algunas papeletas impresas concernientes al espectáculo circense. A voz en cuello iba invitando a la población para el estreno del gran espectáculo. Se iba a presentar la mujer con la barba más larga del mundo; Atlas, el hombre más fuerte levantando como una pluma hasta trecientos kilos; el saltimbanqui, traído de África; el domador de tigres; la increíble gallina matemática y mucho más. La presentación comenzaría a partir de las siete de la noche con electricidad propia. Las entradas tendrían un costo de un real para los niños y un bolívar para los adultos.

          Cumpliendo con la invitación, la gente fue llegando al circo a comprar las entradas pasando directamente a ocupar los puestos. Se fueron sentando en dos líneas de bancas distribuidas alrededor de un círculo pintado con cal que demarcaba el público del acto. El recinto se ocupó en poco tiempo. A las siete en punto se escuchó una imponente melodía que daba inicio al espectáculo, salió al compas de la música un simpático señor mofletudo con un sombrero de copa. Frente a un micrófono daba efusivamente la bienvenida a todo el público, especialmente a los niños. Inmediatamente anunció a magistral mujer barbuda, venida desde la India con su perro lampiño heredero de los Mayas. Ataviada con un majestuoso traje cubierto de lentejuelas y todo tipo de piedras preciosas caminaba altiva aquella blanca mujer. Se iba tongoneando al son de la sugestiva música y mirando a los presentes. Lucía una larga y espesa melena negro azabache, de su bello rostro se desprendía una extensa y larga barba negra, que iba a descansar en el antebrazo izquierdo. Atado a su mano llevaba de faldero un raro perro flaco y sin pelo que le relucía el cuero a la luz de las bombillas. Mientras la extraña mujer caminaba, la gente asombrada murmuraba sin dar crédito de lo que veían. Algunos se preguntaban sobre el tiempo que tendría la mujer dejándose crecer la barba, otros comentaban sobre lo difícil que sería bañarse y dormir con tanto pelo.

          La entrada abrupta del palanquín bailando una extraña música los sacó de sus pensamientos sobre la barbuda. Era el payaso saltimbanquis con su traje de colores y nariz bombacha dando saltos y haciendo amagos como si fuera a caer sobre los presentes, arrancando risas de todo tipo sobre todo en los niños. El anunciador decía que el esquelético hombre venía de una tribu de África donde era normal crecer a la altura de tres metros, era tan largo que en cuatro zancadas daba la vuelta a la carpa; se despidió caminando en retroceso a toda velocidad. La gente lo celebró con una fuerte ovación, imaginándolo bajar cocos de las matas y nadando una mañana hacia la Isleta con unas chapaletas.

          Pasó un rato y los presentes inquietos buscaban con la mirada la salida del presentador cuando de improviso se escuchó un estruendoso rugido. La gente quedó atónita buscando determinar de donde provenían aquellos gruñidos. Apareció de pronto una carreta empujada por dos corpulentos hombres, cargando una gran jaula cubierta de una manta roja. Uno de los hombres quitó la cubierta a la jaula dejando ver un feroz tigre. Con el micrófono en mano apareció nuevamente el hombre del sombrero anunciando al domador de tigre más valiente del mundo, quien hizo su aparición haciendo sonar su largo látigo de cuero. Era del Reino Unido y había estado desde pequeño en la India, su afición era cazar animales salvajes. El valeroso domador después de serpentear su látigo alrededor de la jaula dió indicaciones para que abrieran lentamente la armazón, la gente respondió con un grito de miedo. El anunciador tomó la bocina y pidió calma a los presentes, decía que todo estaba bajo control del domador. De un salto salió aquel animal rayado caminando sigiloso y gruñendo hacia el inglés; mirando hacia los lados rugió varias veces y fue calmado con un sonido seco del látigo. La gente nerviosa aplaudió con entusiasmo con la esperanza de que el domador cumpliera a cabalidad su cometido de mantener a raya al animal. Con cuatros fuetazos más aquel furioso animal reculó hacia la jaula, saltó y se introdujo nuevamente mientras profirió un par de rugidos más, raspando sus garras contra los garrotes.

          Nuevamente hizo la entrada el gordo presentador, esta vez trayendo algo debajo del brazo. Su ayudante colocó una pequeña mesa frente a él. Aquel hombre todo sudoroso se quitó el sombrero y se lo dió a la señorita, tomó el micrófono y dijo: “en esencia todas las cosas son números” y verán que es así. Tengo el gran honor de presentarles a ustedes algo nunca visto en ninguna parte. Será un acto fuera de orden, voy a presentar a Ana la gallina piroca más inteligente del mundo, fue enseñada con los antiguos catálogos pitagóricos en arabia y fue allí donde aprendió a sumar.

           Sobre la mesa había un pequeño semicírculo hecho con madera; tenía una hendija donde se colocaban diez cartas paradas, numeradas sucesivamente del uno al diez marcadas por ambas caras.  El señor mago colocó a su Anita detrás de las cartas. Con el micrófono en sus manos pidió silencio absoluto, recordando que era un trabajo de concentración para el plumífero animal. En voz alta preguntó a Anita: ¿cuánto son dos más dos? La obediente gallina sin titubear se dirigió a la carta con el cuatro y se la entregó a su tutor. La gente quedó impresionada por la capacidad desarrollada por la frágil gallina cuello pelado. Así continuó respondiendo a la suma de tres más dos, cinco más cuatro y otras más con excelente acierto. Los presentes con fuertes aplausos despidieron a la inteligente ave.  A la salida del espectáculo, la gente contenta describía todo lo grandioso que habían visto esa noche.

           Aquel pequeño circo había superado las ganancias que esperaban para ese día y así continuaron los días siguientes dando un balance positivo. El último día de presentación sucedió algo imprevisto. Temprano en la mañana después de desayunar, el dueño del circo se dirigió a la jaula para darle de comer maíz picado a su consentida Anita y notó su ausencia. Buscaron por todo el circo y no la consiguieron. Armaron unas cuadrillas de búsqueda por todo el vecindario preguntando si habían visto a la gallina matemática. El dueño del circo después de haber estado caminando un buen rato se detuvo de improviso en medio de la calle, en ese momento se le vino a la mente la imagen de alguien que podía ser el secuestrador. Se trataba de Benito, el popular Buchéperico, la persona que había contratado por esos días para hacer los quehaceres de limpieza en la carpa. El hombre mal humorado preguntó a los presentes sobre la residencia del muchacho, se fue raudo y veloz sospechando lo peor. Cuando llegó a la casa indicada inmediatamente percibió proveniente del fondo de la vivienda el aroma a sancocho de gallina. Casi llorando llamó al interior de la vivienda y le salió una señora a la que le preguntó.

          -        Buenos días, señora… aquí vive Benito.

         La señora asiente con la cabeza y le responde.

          -        ¿Qué se le ofrece señor?

          -        ¡Señora!... ¿su hijo dónde está? – pregunta angustiado el señor.

          -        ¡Ahitá!... en su hamaca… reposando el almuerzo.

           El enfurecido hombre se asoma al cuarto y encuentra aquel esquelético muchacho enchinchorrado. Por la cabuyera lo sacude violentamente y le pregunta.

          -        ¿Qué hiciste con Anita desgraciado?

           El muchacho se levanta como impulsado por un resorte y mirando hacia los lados, aun dormido, responde inocente.

          -        ¡Nolas comimos!

        -        ¡Pinche buey!… ¡hijo de la chingada!… te voy a mandar a meter preso… me vas a tener que pagar la gallina… así que anda buscando cincuenta bolívares.

          -        ¿cómo?... cincuenta bolívares… por una gallina más vieja quél carajo… y lo dura que estaba la condenada… desde la madrugada estaba llevando candela y nada.

          -        ¡No manches buey!… me la vas a pagar como sea.

        -     ¡Está bien!... te la voy a pagar… pero después que vaya abajo al pueblo y contarle a toda la gente que tu mujer con barba… resulta que es más lampiña que su perro… que la barba es pegada… y que el tal saltimbanqui tiene amarrada a las piernas unas patas de palo… además el bendito tigre lo que es un pichón de puma con unas rayas pintadas.

         El hombre casi ni escuchó la última parte que había dicho el astuto muchacho, salió vuelto una fiera vociferando cosas en un raro dialecto y caminando con unas zancadas más largas que las del africano saltimbanqui. Temprano en la mañana del otro día sólo había quedado en la salineta un círculo con ocho huecos, más uno central que miraban directo al despejado cielo; por meses quedaron como mudos testigos de aquella increíble visita que tuvo que partir de prisa a atender otros compromisos… cosas de los circenses.

 

15-05-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

Nota: Cualquier parecido con el nombre, el carácter o la historia de cualquier persona es pura coincidencia y no intensional.


domingo, 8 de mayo de 2022

CRITICA POR CRITICAR

(Introitos Mentales)

Por Humberto Frontado



           Hace unas semanas me contó un viejo amigo que había visto en la cartelera de películas de Netflix una realizada en Argentina llamada “Mi obra maestra”. La cinta describe crudamente y sin tapujo las penurias por las que pasa un artista plástico, quien con ahínco se aferra a sus arcaicas ideas y simbología, resistiéndose ferozmente a las imposiciones que le establece el devenir del mercado artístico. El virtuoso pintor trabaja en un ámbito donde la definición de arte ya no tiene que ver con lo emocional, el marketing es dueño y señor de todo lo que circunscribe una obra de arte.

          Cuenta el viejo también artista que en sus inicios, a fines de la década de los sesenta, fue invitado a exponer sus cuadros como telonero de un connotado acuarelista de la ciudad. La exposición se llevó a cabo en un conocido instituto de la ciudad de Lagunillas, estado Zulia. El joven mostraba orgulloso sus cinco cuadros al óleo enmarcados modestamente. Un poco nervioso caminaba entre sus obras esperando la presencia de algún interesado en ellas. Observó con atención como el viejo acuarelista se explayaba explicando el significado de sus obras con lujo de detalle. Adornaba con sutiles palabras la majestuosidad de sus rojas cayenas, de los blancos jazmines; casi se podía percibir su aroma con tanta perfección en la descripción. De repente el joven se ve sorprendido cuando un señor mayor lo tocó por el hombro y, refiriéndose a uno de sus oleos, le preguntó.

         -         ¡mijo!... ¿qué es eso?

       -         ¡Ah!... – el muchacho no hallaba que decir hasta que, imitando al señor acuarelario, respondió carraspeando su garganta – es un melancólico bufón, que jineteando su monociclo se mueve frenético buscando el equilibrio de su trastornada vida.

           El viejo preguntón quedó mirando con curiosidad la obra y logró ver efectivamente el vaivén nervioso de aquel pintarrajeado hombre, que a pesar de estar montando en aquella resbaladiza máquina lograba hallar ponderación a su existencia y divertía sin prejuicio a los que lo observaban. No habían transcurrido cinco minutos cuando se le acercó un inocente niño tocándolo por el brazo y preguntándole secamente.

          -         ¿qué es eso?

          -         ¡Ah!... – nuevamente quedó estupefacto, pero al ver la ingenuidad de aquel mocoso, se llenó de valor y su yo intrínseco sin muchos adornos le disparó una odiosa repuesta – ¡pana… eso es un payaso!

           Aquella inesperada experiencia le dió al ingenuo joven una nueva visión de lo que sería el arte para él. Entendió que, además de formas, trazos, texturas y colores el arte conforma su definición con elementos literarios de contenido poético.

           Hoy en día el arte se hace por encargo de los que tienen y son ellos los que dictan las pautas de lo que gustará en las galerías y exposiciones. El costo de las obras también es determinado por los grandes devotos colectores. Igual que un experto en vino que cataloga y define la bebida que fulgurará en los paladares exquisitos, así también lo hacen los coleccionistas de arte. Como un licor guardan y añejan, macerando las obras y todo lo que ésta envuelve. Al pintor le montan un biografía maquillada que lo desfigura todo. Tienen tanto dinero que una buena porción la invierten en arte y luego juegan a la bolsa con ellas, subastándolas. La muerte del artista será un apetecido evento que celebrará en silencio el maquiavélico galerista. El fenecer llega a constituirse la clave más importante en la cotización de una buena y catalogada obra; que puede variar desde un mingitorio hasta una majestuosa escultura, bien definida en color y textura, conformada por cagarrutas de perro rottweiler vegetariano, expuesta en una marmoleada base.

          El arte en su definición comparte con la verdad ciertas malévolas similitudes. No tiene enunciación clara, es tan ambigua que deja espacio para todo lo que se ve, escuche, imagine, sienta y huela en todo su espectro. Para ser crítico de arte no basta con poseer un gran conocimiento del arte, ni haberse preparado para conjugar una experta crítica que le sirva para emitir una acertada opinión. Ahora es mucho más importante su cultura etílica, el círculo social en el que se desenvuelve; y lo más importante, sus recios conocimientos de economía, que le permitan trazar expectativas de cuánto le va a quedar una vez que haya emitido su contundente y acertado juicio crítico.

           Al final, quienes deciden sobre la tendencia e importancia del arte son los coleccionistas junto con los críticos del arte. Los pintores, escultores y artistas afines les tocará trabajar en lo que se les asigne. Para colmo de males ahora el arte está medido con una regla excepcionalmente arbitraria, por un pequeño desliz o desacierto que cometa el artista en el color, textura y forma de la obra será tildado de misógino, homófobo, antifeminista, sexista, pedófilo, anti-animalismo, antinacionalista, ateo, nazi, separatista, proguerras, semita, terrorista, antiaborto, o sea pro o anti de toda vaina.

          Está claro que la originalidad del arte siempre estará teñida de los primeros trazos del arte rupestre de quienes en la prehistoria dibujaron o adornaron la Cueva de Lascaux en Francia. Ningún artista puede escaparse de la influencia que en él estampan sus antecesores, unos con sabiduría y otros con la perfección que caracterizaba sus pinturas. Otrora era casi obligado ya que era sinónimo de dedicación y profesionalismo, hoy en día es algo banal. La digitalización mermó en todos los sentidos (como diría Carl Jung) la sincronicidad del autor y su obra. Una idea sinigual que crea o representa una obra muchas veces no llega a ser tan importante como la idea que aparece en la mente del que abarcará lo correspondiente a su comercialización, el fin justificará todos los medios.

           Hay quienes dicen que las plantillas que conforman los críticos del arte alrededor del mundo la conforman un gran porcentaje de especímenes nacidos del indómito rencor. Ese círculo de críticos lo enmarca una falta de ego en ellos, que partió de lo que una vez soñaron ser y no se dió. Ver que alguien logró lo que él no pudo será parámetro decisivo dentro de los ítems que constituye su planilla de evaluación. Tanto el artista plástico como los que los critican se mueve, en un medio donde la originalidad no existe y la creatividad mucho menos.

          La compleja creatividad se proyecta hacia recónditas e irreales aristas que conforman la infinita extensión de las ideas. El crítico estará siempre por debajo de esa línea de seuda razón que el artista propone, es un espectador más que le costará muchas veces estar al nivel emocional del autor.

          El título del escrito está inspirado abiertamente por un tipo muy peculiar, que además del arte critica todo lo que pase por sus narices. Estas personas han sido dotadas por la providencia con una sabiduría extrema, promovida por una búsqueda incesante de la perfección absoluta. Ellos ven las cosas del día a día con unos espejuelos de diáfana definición; con filtros fotocromáticos que ciernen todas las posibles gamas de objetivos perfectos. Siempre encontrarán el detalle que faltaba y le agregarán unos cuantos más. No se cansan de comentar sobre la vida de los demás porque no comulgan con su forma estricta de vivir incólume y sin mácula. 

 

08-05-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez


Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...