miércoles, 29 de enero de 2020

EL CAMALEÓN DESNUDO



     Érase una vez en un bello castillo en la ciudad de Madagascar donde vivía una hermosa princesa que había pedido para su décimo cumpleaños un camaleón como mascota. Ante el pedido de la pequeña hija sus padres, el rey y la reina, buscaron apresurados al mayordomo para que localizara un hermoso camaleón para la niña. Después de un tercer día, muy impaciente y apenado, el sirviente se presentó ante el rey y le comentó que había buscado por toda la isla y no había podido encontrar nada. Explicó que la caza indiscriminada del pequeño reptil, para su exportación como mascota, lo había exterminado en la región. El rey angustiado le pide al mayordomo halle una solución inmediatamente ya que el día siguiente era el cumpleaños de la princesa y había que cumplir su deseo.
     El día esperado llegó a galope y con él los invitados; vinieron en grandes limosinas, trayendo una descomunal cantidad de regalos para la princesa. La pequeña no le dió mucha importancia a los obsequios, porque ya prácticamente los tenia todos. Solo esperaba ansiosa a su preciado camaleón. De pronto el rey hizo un ademán con su mano y apareció su obediente mayordomo con un hermoso camaleón ataviado con un precioso vestido hecho a la medida; con encajes y detalles hechos con hilo dorado. El pequeño animal venía acompañado de un baúl repleto de pequeños vestidos de todos los colores uno para cada ocasión. La princesa quedó impresionada y complacida por tan hermoso regalo. Aquello iba a ser la envidia de todos sus amiguitos.
     Pasaban los días y aquella niña, dependiendo del momento, sacaba a pasear su camaleón con el atuendo propicio de un integrante de la nobleza. Todo iba bien en el castillo hasta que un aciago día se despertó la princesa y no vió a su amado camaleón. Buscó por todas partes y notó que el pequeño animal había escapado sin su ropaje. Comenzó a gritar angustiada diciendo que su camaleón se había marchado desnudo. El rey dió inmediatamente voz de alerta a todos en la fortaleza y ordenó buscar por todos lados.
     No habiendo encontrado el diminuto experto en camuflaje decidió nombrar una comisión para buscar en todo el pueblo. Ya habían pasado tres días y la niña triste, no comía y solo pedía a sus padres le trajeran de vuelta su amada mascota. El lacayo con su comitiva se internó en el pueblo buscando en todas las intrincadas y delgadas calles, buscando casa por casa; hasta que llegaron a una donde había un niño con una mascota atada a una cuerda. El lacayo le preguntó.
      - ¿dónde has encontrado esa mascota?
    - la he hallado en las afueras del castillo cerca del camino – contestó el inocente párvulo.
     El guarda llaves hizo otras preguntas al niño y le hizo entender que esa era la mascota de la princesa y que debía devolverla; el niño estuvo de acuerdo.
     El servidor del reino compensó al joven invitándolo para que fuera él quien entregara el animalito a la princesa. Rápidamente la comisión regresó al castillo, entrando sigilosos para prepararle una sorpresa a la princesa. Las doncellas tomaron a la mascota y la vistieron con uno de los trajes más bellos. Al niño también lo emperifollaron y lo ataviaron para la ocasión especial con la princesa.
     Ya en el salón principal en presencia del rey y la reina llamaron a la heredera, quien ya sospechaba algo de la trama. El mayordomo tomó la palabra y le dijo a la princesa que habían encontrado su preciada mascota. Con un movimiento de su mano ordenó la entrada del chico al salón quien traía en sus regazos al pequeño animal. Cuando la princesa vio de nuevo su mascota corrió hacia el joven gritando.
      - ¡mi camaleón! ... ¡mi camaleón!
    El niño ante la bella niña extiende sus manos regresando la mascota, y diciendo en el momento.
-                      -  él no es un camaleón…es una iguanita.
     La niña tomó el animalito y vaciló un momento; miró al niño fijamente y comentó.
      - ¡si es verdad!... ya lo sabía, pero aun así lo quiero.
     Los dos chicos rieron a carcajadas contagiando a todos los presentes. La princesa tomo la palabra y dijo. 
      - Padre, de ahora en adelante, si no hay gasolina para la limosina o carroza, iremos entonces al pueblo montados en un burro.
     De nuevo todos echaron a reír a mandíbula batiente. El mayordomo levantó la voz diciendo. 
          - “colorín colorado este cuento se ha acabado y el que no echo gasolina hasta aquí ha llegado”

Cabimas, 26-09-19

EL DECODIFICADOR DE CARACTERES



     Ya de noche, caminando hacia la plaza Los Leones, buscando hablar con alguien, me encontré con otro viejo paisano que se deleitaba fumando un tabaco con un olor muy fuerte y penetrante. Yo hacía esfuerzos por comenzar una conversación, pero no hallaba como ubicarme en un sentido que no me diera aquel pestilente aroma. Lo saludé cordialmente y comencé la tertulia preguntándole por la situación de agua; ya esto es normal o característico en el comienzo de una conversación aquí en la población de Cabimas. Me contestó con una larga bocanada de humo, lo cual interprete como una respuesta negativa sobre la aparición del preciado líquido en el sector.
     Al voltear la cara para no respirar aquella molesta humareda observé cerca la presencia de un extraño que caminaba hacia nosotros con cierto ritmo al andar. Le pregunte rápidamente al paisano.
-      ¿adivine cual profesión que tiene o tenía ese señor que viene ahí?
     El viejo lo mira y se sonríe diciendo.
-      ese negrito se ve como medio parguete.
     Igual me sonreí y le contesté.
-      será pargo, pero ese señor tiene que ser o fue bailarín... o cantante en alguna orquesta o conjunto.
     Esperamos un rato hasta que estuviera cerca para preguntarle.
-      ¡Señor! – le emplace – disculpe, usted puede decirnos, si no es mucha molestia, ¿cuál es o fue su profesión?
     Aquel hombre ya mayor, nos miró y nos respondió amablemente.
-      Yo soy profesor de baile tap.
-      ¿por qué preguntan? – contestó el apacible viejo.
-      Fue por curiosidad – le dije - nos llamó la atención la forma muy particular en su caminar.
     Ya más entrado en confianza con los dos señores les confesé. Es que esta es una forma que tengo durante muchos años de pasar el tiempo. Desde que comenzó el problema de los cortes o racionamiento de electricidad, algunas personas se ocupan de jugar domino o barajas, otras de hablar pendejadas por horas. A mí me dió por venir a la plaza y observar a la gente caminar. Así puedo adivinar que trabajo tienen o en que se desenvuelven, y hasta que tipo de problema los embarga.
     He adivinado con peloteros, boxeadores, policías, vigilantes, ladrones, cajeros de bancos, caleteros, daleros, inspectores de tráfico, abogados, bomberos de gasolina, sindicalistas, etc. Hasta a los chavistas los detectó. Cada persona va adaptando algunos movimientos característicos de su postura de desempeño a su caminar. Es como si la práctica de nuestro trabajo moldeara nuestro cuerpo.
     Una vez me confundí entre un jinete y un ciclista; hasta que los detallé y comprobé que, sí hay unas pequeñas diferencias, casi imperceptibles. Esto para mí es muy importante ya que me distrae y permite matar el tiempo fácilmente hasta que me llegue la hora de entrar al trabajo que no tengo. Como decodificador de almas tengo la esperanza que esto me distancie del viejo caminante que no sabe a dónde va, y que por sus pasos dubitativos parece que ha olvidado que hace allí.

     Venezuela, Cabimas. 04-02-17

martes, 28 de enero de 2020

EL ARBOL DE ÑOÑA


     Me encontraba caminando por la calle Rosario de Cabimas, dirigiéndome hacia el Banco Mercantil. Era una mañana nublada con indicios de que había llovido más temprano; el agua aún corría apacible por la orilla de la carretera. Más adelante noté que parte del agua que movía por la vía caía directamente en un gran hueco que tenía la carretera. Aquella abertura en el asfalto dejaba ver la tubería dañada de la cloaca principal.
      Seguí caminando y ya casi llegando al banco observé que venía hacia mí una persona que tenía años que no veía; se trataba de un viejo compañero de estudio y luego del trabajo. Él también me reconoció, era Husein Abdala Sleit. Nos estrechamos las manos y nos dimos un fraternal abrazo.
     Comenzamos a hablar de lo que hacíamos en el momento; él me dijo que estaba retirado del trabajo y que estaba visitando a su familia aquí en Venezuela. Le pregunte si estaba viviendo en su país natal (Líbano) y me dijo que allí estaba la cosa peor que aquí y que ahora vivía en Colombia. Me hizo señas para que nos sentáramos en una banca debajo de un árbol de neem, cercano a la acera, donde revoloteaban algunos pájaros.
     Continuamos hablando evocando el tiempo cuando trabajos juntos; en la antigua compañía Lagoven, que luego sería parte de Pdvsa. Ya después de estar hablando emocionados, un buen rato, observe que del árbol cayó algo sobre la cabeza de mi amigo, y él rápidamente se lo sacudió con la mano. Se da cuenta que es algo húmedo y pegajoso. Insiste en quitárselo y al llevarse la mano a la nariz nota que tiene mal olor. Sacó su pañuelo del bolsillo y se limpió algo molesto. 
    Buscándole explicación a lo sucedido nos pusimos a mirar el árbol y su alrededor, y notamos algo curioso. Quedamos absortos cuando presenciamos que los pájaros que aleteaban en el sitio estaban trabajando recogiendo con sus patas parte del excremento expuesto en la cloaca, abierta al aire libre, y volando lo depositaban en las ramas y follaje del aquel maltrecho árbol
     La exposición de aquel nauseabundo desecho atraía a un gran número de moscas que lo usaban para depositar sus larvas. Más tarde, en el proceso de reproducción, aquellos diminutos huevecillos se convertían en suculentos gusanos que luego eran devorados gustosamente por los pájaros. Así concluía ese autárquico proceso productivo y de alimentación de aquellas pacientes e inteligentes aves. Aclarado el asunto Husein expresó, frunciendo el ceño, unas palabras en árabe; se despidió y siguió quitándose obstinado todavía parte de lo que le había caído en la cabeza.

Venezuela, Cabimas, 20-05-18

sábado, 25 de enero de 2020

UN FILOSOFO CON MALA LECHE


    Desde muy temprano estábamos todos en el salón de clase escuchando a la señorita profesora Osteopilus[1]; vale recalcar que, por ese nombre griego nadie la conocía, todos la llamábamos cariñosamente “Rana Platanera”. La profe era blanca debido a la falta de pigmentación en su piel. En otras palabras, era albina. Esa particular condición física la usamos para adecuarle afectuosamente un nombre más sencillo, el cual derivó en el diminutivo “Albi” y así ella lo aceptó. La esbelta dama, de alargadas piernas, nos impartía en ese momento conocimientos de filosofía. Nos hablaba de los presocráticos y de sus primigenios aportes a la humanidad. Desde Mileto hasta Demócrito nos paseó por todas las antiguas escuelas.
    Mientras la profe platicaba, de aquellos viejos ilustrados señores, notó que uno de los alumnos estaba distraído mirando hacia la ventana. Era tanta su abstracción hacia la luz que manaba de aquella rectangular abertura que no advirtió que la maestra, a medida que conversaba, se le iba acercando lenta y cautelosamente. La blanca señora colocó sutilmente su desteñida mano en el hombro del ausente joven y le susurró al oído.
    - ¿En qué piensas mi querido y pulcro renacuajo?


    El pequeño sorprendido brincó de su asiento, tan alto, que casi pega al techo del salón. Ya recuperado del susto el joven Pelo Perezi[2], con sus ojos saltones, le contesto tímidamente a su profe.
    - Maestra, disculpe, pero yo creo que esta clase está demasiado aburrida y en particular desearía estar ahorita caminando alrededor de laguna.
    La educadora quedó abochornada con la sorpresiva repuesta del pequeñín; se quedó unos dilatados segundos asimilando lo que había acabado de escuchar. Regresó de espalda en grandes zancadas hacia el centro del salón sin poder disimular su cara de preocupación. Dió por terminada la clase y por la forma, abrupta y precipitada, como desocuparon el aula los alumnos, daba clara cuenta de lo insípida y gélida que había sido.
    La maestra tomó la determinación de llevar al alumno Perezi ante el director Goliat Conraua[3] y exponer lo que había ocurrido en el salón ya que se trataba de un raro caso de trastorno por déficit de atención sostenida. Camino al cubículo del director cambió de parecer y prefirió hablar primero con la psicóloga del colegio. La profesora entró al consultorio de la doctora Phyllobates Terribilis[4] y le contó rápidamente los detalles sobre su clara observación de la falta de atención de Perezi; agregándole también que no parece escuchar cuando se le habla y se le olvida en todo momento las cosas que se le asignan, como traer sus tareas y sus útiles escolares. Entre las dos profesionales acordaron hacerle, al día siguiente, una entrevista al distraído alumno.
    Después de la primera hora de clase la profesora Osteopulis se llevó a Pelo Perezi a la oficina de la psicóloga. La doctora Phyllobates, que los estaba esperando impaciente, los mando a pasar. Pelo miró asombrado el interior de la oficina de la excéntrica Dorada, como la conocían entre los estudiantes por su singular peluca amarilla con mechas auríferas; notó que las cuatro paredes estaba llenas, hasta el techo, de títulos, diplomas, certificaciones y reconocimientos profesionales, lo cual lo llevó a pensar inmediatamente que aquella mujer, vestida de blanco, sufría de un pequeño problema de egocentrismo y autoestima. Solo una pequeña foto enmarcada sobresalía de toda aquella montaña de reconocimientos; era El Grito, una famosa pintura de reconocido artista Munch.
La experimentada docta capto cierto nerviosismo en el párvulo cuando entró al recinto. Lo tomó sutilmente del hombro y lo acercó a un pequeño diván. Con la mano derecha le indicó que tomara asiento. El infante, todavía un poco tenso, se recostó en la poltrona reclinable. La medico movió suavemente una silla, con ruedas, justo al lado del joven y se sentó. La doctora Pillo, como también la llamábamos, comenzó preguntando al joven sobre su entorno y la relación que tenía con sus padres.
     - ¡Mis padres! – exclamó Pelo con cara de ambigüedad - ¿Por qué pregunta lo que conoce de sobra? Usted sabe de buena tinta que mis padres me abandonaron al poco rato de haber nacido.
     - ¿Dime entonces que te acongoja? ¿Qué te preocupa hoy día? – inquirió placida pero incisiva la psicologa.
      - Doctora no voy a andar por las ramas y le voy a confesar mi verdad. Yo ando desde hace días en una dicotomía existencial. ¡Yo no sé que soy! aunque tengo cuerpo de sapo siento que soy una rana – comenta desconcertado el joven.
        - Puedes ser un poco más claro en lo que expones mi querido Pelo – preguntó sorprendida y desconcertada la doctora.
    - ¡Es sencillo!… a veces quiero tener los ojos rojos como los que tiene mi amiga la rana verde, otros días quiero verme añilada como la rana flecha azul; quiero vestirme con colores llamativos y parecer peligrosa o venenosa para que me tengan miedo y no se metan conmigo – continúo hablando y casi llorando el auscultado.
   - ¿Desde cuando notaste en ti esas extrañas sensaciones? – volvió a preguntar la Pillo.
        - Eso me está ocurriendo desde que me di un trancazo en la cabeza con una enorme pared que no vi debido a mi extrema miopía - respondió el menor, dibujando la escena con una pantomima - Debí haberme dado duro, ya que, a partir de ese momento, me he descuadrado un poco y no mido bien la distancia en profundidad. He perdido la puntería para cazar insectos con mi pegajosa lengua, todo lo que capturo es basura y tierra que se adhieren a mi lengua y que luego es un fastidio tratar de limpiar. Ahora como todo licuado o en sopa. Además de eso, tengo un sueño repetitivo en el que aparezco en un cementerio cubierto de pelos hasta la nariz y, frente a una tumba que tiene mi nombre, leo un chocante epitafio que dice “¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo brinca y se ensarta?” Salgo muy rabioso de allí por haberme enterado que estoy muerto y empiezo a derramar por mi lomo un raudal de leche venenosa y urticante. Se va poniendo mi piel toda eruptiva y rugosa de un color verde radioactivo que me hace parecer a “Hulk”. Quiero gritar desesperado mi frustración, pero no puedo vocalizar y no sale de mi boca ni siquiera un simple croar. 
          -  ¿Dime Pelo, de los más de tres mil hermanos que tienes hay alguien que tenga tus mismos sentimientos? – preguntó la psico ya para finalizar.
        - ¡No profe! no he conocido de otro hermano que se haya visto envuelto en las mismas preocupaciones en las que estoy.
        La especialista dió por terminada la sesión y se despidió de la maestra y del estudiante. A la salida del rígido escondrijo llamado “consultorio de la Psico” el joven Pelo emplazó a su maestra diciéndole en voz baja. 
      - Profe Albi le voy a confesar algo. De verdad no le tengo confianza a la doctora Pillo. Veo que a ella la está cubriendo el prejuiciado manto de ver todo a través de sus rancias creencias y sentimientos. Sus opiniones son ideas que ella determinó sobre mi comportamiento y no tienen por qué sustentarse en una información objetiva. Percibí en la entrevista que ella experimenta un dejo esquizoide de disonancia cognitiva debido a que lo que piensa no está correspondiendo con su actuación.
    Por otro lado, la doctora se sentó frente a su escritorio y empezó a escribir sobre algunos detalles importantes que observó en la conducta de aquel dócil niño mientras lo entrevistaba. Redactó un informe muy completo de las conclusiones a las que había llegado y lo presentó ante la junta de profesores. Frente al jurado expuso lo siguiente:
        - Colegas todos, les presento las conclusiones que tengo sobre la conducta del alumno Perezi. Primero se determinó que el prematuro abandono que sufrió lo ha conducido a un alejamiento físico, a una ausencia o ruptura afectiva hacia los que los rodean. Esto lo está llevando a sentimientos de inseguridad, frustración, abatimiento e incluso le provoca cuadros depresivos. Sus efectos pueden perdurar y manifestarse en situaciones conflictivas en su vida adulta. Segundo presenta Absentismo, que se manifiesta en una falta sistémica de presencia en un lugar, en este caso la escuela, y de cumplir con sus responsabilidades o tareas; todo esto a raíz del abandono familiar. Tercero y no menos grave, sufre un trastorno de personalidad múltiple o de identidad disociativa (TID) producto de su experiencia traumática cuando se golpeó con la pared.
    Todas las personas presentes en la reunión se miraron los unos a los otros, coincidiendo con sus dubitativos asombros y preguntándose: cómo puede, un ser tan inocente, tener tantos complejos y traumas y aún así ser tan inteligente, como lo demuestran todas sus notas y participación en las asignaturas. Finalizó la junta y en consenso declararon el traspaso de Pelo Perezi a un instituto especial para el tratamiento de niños con discapacidad de atención mantenida, así como un régimen permanente de medicación con antidepresivos.

Venezuela, Cabimas 15-01-2020.


[1] Osteopilus Septentrionalis (La Rana Platanera): Poseen un color grisáceo o marrón verdoso. Su piel es verrugosa, los ojos saltones. Es la más grande de las ranas arborícolas.

[2] Pelophylax Perezi (Rana común): Es una especie de anfibio anuro de la familia Ranidae.  Es una rana de tamaño mediano a grande, pudiendo alcanzar los 11 cm de longitud.

[3] Phyllobates Terribilis (Rana Dorada): Es vertebrado más peligroso y tóxico del planeta. El veneno de la piel de un solo ejemplar es suficiente para acabar con la vida de hasta 10 personas adultas.

[4] Goliat Conraua(Rana Goliat): Es la rana más grande del mundo y vive en el África occidental. Pueden medir más de 30 cm y pesar más de 3 kg.

LA VIEJA Y SU LAVATIVA

Por: Humberto Frontado



          Hoy seis de enero, ya con el sol a cuestas, alcancé la procesión del Santo Negro frente al Hospital General de Cabimas, justo en la plaza de los chimbangles. Busqué una buena ubicación y comencé a moverme rítmicamente, siguiendo los vaivenes que marcan los tambores “culo e’ puya” de los autómatas chimbangleros. Sentí por un instante que entraba inconscientemente a las fauces de una inmensa serpiente que engullía todo a su paso.

          La gente se movía al unísono en un frenético movimiento parkinsoniano, era como si llevaban el propósito intrínseco y desesperado de desgastar la suela de los zapatos. Como pude me desplacé lentamente entre aquella pegajosa masa humana. Llegué al foco de incandescencia, el cráter del volcán donde expelía a raudales lenguarada de alcohol purificante. Por fin lo ví de cerca, estaba dando tumbos por todos lados el empapado y bendecido San Benito.

          Poniéndome las dos manos de visera para que no me cayera ron en los ojos logré ver a detalle el obsidiano rostro del Santo Bueno.  A partir de allí, impregnado hasta el tuétano del traqueteo rítmico, me dejé acarrear por la aglutinada turba a través de toda la avenida Andrés Bello. Busqué estar siempre en los bordes del enjambre humano, aprovechando cualquier sombra que mermara el llameante acoso del impío sol que, por cierto, para estos días es extremo. También estaba presto en tener una ruta alterna de escape por si se presentaba alguna reyerta.  

         Ya cayendo la noche, después de completar el recorrido hasta la catedral de Cabimas y sin hechos pecaminosos que lamentar, vimos hacer entrega triunfal del estropeado y empapado San Benito bajo la custodia policial. Todavía seguíamos bailando, pero ahora en piloto automático, el grupo de amigos sanbeniteros que habíamos formado llegó a su mínima expresión. Uno de los muchachos lanzó una invitación al aire para los que quedábamos; sólo cuatro aceptamos, los demás recularon y se despidieron. El generoso anfitrión nos llevó por una de las calles próxima a la iglesia y nos hizo entrar a una vieja construcción que tenía una sala grande y muchos cuartos alrededor. Nos brindó unas cervezas que tenía en una cava con hielo y repartió una bolsa gigante de “cheetos”.  

         Compartimos un rato hablando del recorrido, completamos con unos chistes hasta acabar con las cervezas y la comida. Buscando compensar las atenciones del fortuito amigo me puse a limpiar la pequeña mesa. Uno de los muchachos recogía las botellas de cerveza que tenían algo de contenido, lo vaciaba en una jarra con hielo y luego nos repartía. Así estuvimos un rato más hasta dejar limpio el lugar y habernos bebido todo el recogidito de cerveza.

          Caminé por el recinto, para estirar mis adoloridas piernas, hasta verme en otro espacio de aquel amplio lugar; observé una gran hamaca, que colgaba de unas alcayatas metálicas; tenía un gran volumen que delataba la presencia de alguien internamente. Me acerqué lentamente hasta llegar frente a aquella canoa multicolor, observé acostada una señora ya mayor. La dama estaba sumergida en un líquido rojizo y sólo sobresalía su cabeza.  Aquel fluido tenía una gran cantidad de partículas que flotaban. Me acerqué a la hamaca porque vi que comenzaba a derramarse paulatinamente aquella sopa por uno de los lados. Al momento de tocar el borde, queriéndolo nivelar, la mujer sin mover la cabeza me observó, por el rabo del ojo, y me dijo calmadamente.

-     Ten cuidado, hazlo suavecito, porque si no se va vaciar todo.

     Obedecí a la señora y subí mansamente el borde de la hamaca. Por un momento cruzó por mi mente que un raudal sanguinolento iba a inundar toda la habitación. Controlado el derrame di un paso parsimonioso de retirada hasta tener distancia y detallar aquella misteriosa escena. Aquella gran hamaca goajira de exuberantes colores estaba cubierta internamente con una gran bolsa negra, de la que se usa para la basura, cortada a lo largo.  De pronto me invadió la duda sobre cómo aquella señora llenaría de líquido aquella colorida embarcación.

-     ¿Qué ves raro? – me sorprendió, con su capciosa pregunta la acuática señora

          Tenía los ojos cerrados y levantó sutilmente un poco su barbilla ante la proximidad del líquido en su boca.

-     Es que tengo una duda. ¿Cómo hizo para llenar la hamaca con ese líquido, sin que se botara?... le dije, rascándome la cabeza.

-     La práctica lo hace todo,  contestó en un tono altivo y continuó: una vez que lleno la hamaca de la lavativa, me subo a la banqueta y me voy metiendo cuidadosamente, … terminó de responder sonriendo y abriendo sus grandes ojos negros.

-     ¿Y para qué hace usted eso?... inquirí también sonriente.

-     Es que tengo un problema crónico de psoriasis y encuentro alivio sumergiéndome en este líquido, contestó cerrando nuevamente sus ojos.

-     Disculpe la pregunta, indagué apenado, ¿Qué es ese líquido?

-     Esto es un lavatorio que me hago; está compuesto de semillas de granadas, flores de amapolas y algunas sales. Todo esto en agua de lluvia serenada. Completo el tratamiento con una exposición de veinte minutos al sol, lo cual me ayuda mucho. Este es un tratamiento, rico en vitamina “D”, que me recetó el doctor Charelys, … contestó reposada la voluminosa dama.

-     Ah sí, yo he escuchado mucho sobre ese célebre doctor de aquí de Cabimas. Me han dicho que es muy bueno en enfermedades de la piel. Se dice que es Rosa Cruz, Masón y le mete a la brujería, …comenté temeroso, pensando que se podía manifestar con una mala contesta.

-     Bueno, en verdad este remedio me ha ayudado mucho, llevo cinco años tomando estos lavatorios. El estrés y el calor de estos días, por los cortes eléctricos, han arreciado el problema y se hace cada vez más grave; ahora tengo que hacer la sumersión cada dos semanas por mes, lo que antes hacía una vez, …me respondió apacible, como si quisiera seguir hablando.

           En ese momento escuché hablar nuevamente a los muchachos en la habitación contigua y creí oportuno dejar a la señora, considerando que había invadido su intimidad un largo tiempo, ya que estaba en paños menores. Me retiré deseándole avances con su tratamiento y ella me respondió con un pícaro guiño de su ojo izquierdo.

           Salí de aquella extensa sala al encuentro de los amigos sanbeniteros que había conocido. Los encontré en la sala de la casa comiéndose unos calabazates, que según ellos estaban demasiados secos. Compartieron conmigo y en confianza les comenté sobre el encuentro que había tenido con aquella misteriosa mujer. Uno de los muchachos, el más extrovertido, exclamó.

-     ¡Ah sí! …la señora Cleotilde y sus locas creencias.

-     ¿Por qué dices eso? … le pregunté intrigado.

-     ¿Seguro la vistes sumergida en su lavatorio? … me preguntó otro de los cuasi amigos.

-     ¡Si, así es! …le contesté, esperando más información aclaratoria.

-     Bueno, …ese lavatorio no es más que una limpieza de cuerpo, para despojarse de las malas influencias. La gorda cree que hay varias personas que le han hecho brujerías. Con ese baño ella se está despojando de la pava, mal de ojo y otras vainas que le hayan echado. La vieja morsa dice que la lavativa le devuelve su limpieza original y la deja sin mancha. No te parece eso toda una locura – terminó diciendo el joven.

-     ¡Me jodió y bien jodío la muérgana vieja! … exclamé desconcertado, y con su cara bien lavada.

 

19-11-2019

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez


viernes, 24 de enero de 2020

LAS AXILAS LEUDADAS


    Hace unos días un compadre me contó angustiado algo que le había sucedido. En una acalorada tarde en su cuarto, sentado en la cama y con la camisa afuera, notó de reojo una hilacha que bailaba libre al aire y salía de su comisura axilar derecha. Muy sutilmente la enrollo en su dedo índice y le dió un leve tirón para desprenderla. En ese instante sintió que aquella extraña hebra le tenso la delicada piel del área axilar. Curioso se fue al espejo y frente a él decidió investigar lo sucedido. Al levantar los brazos no dio crédito a lo que veía y bajó los brazos súbitamente. Se quedó mirando su rostro en el espejo como esperando una respuesta del que lo estaba mirando. Y moviendo la cabeza le explicó mentalmente lo que había visto; eran un par de axilas de las que se desprendían dos exuberantes cabelleras. 


    Volvió a subir los brazos, pero esta vez más lento, hasta llegar a una altura que le permitiera ver claramente, y en pleno, aquellas dos macetas de ensortijadas trenzas que, en torrentes, llegaban hasta su cintura. Se preguntó al momento - qué raro, esto no lo había notado días atrás.

    Desesperado busco en su mente una explicación a lo sucedido. De inmediato le vino un pensamiento que le había revoloteado la testa unas semanas atrás. Y así sacó, lo que creyó era, una clara conclusión. Con la respuesta en sus manos y ya calmado Llamó a la comadre, su mujer, y le contó lo sucedido. Ella al ver aquel acontecimiento tan descabellado se quedó muda, tratando también de hallarle sentido. Reaccionó abruptamente y, por puro instinto femenino, se apresuró a buscar su vieja libreta de números telefónicos para llamar a una peluquera que conocía y era de confianza. El compadre viendo la reacción angustiada de su mujer le pidió que se calmara y le dijo - ya tengo la explicación a todo eso. Comenzó diciéndole que ya él sospechaba y temía, que tarde o temprano, iba a suceder algo como esto. Hasta había pensado que sucedería algo mucho peor.

    Su explicación era sencilla y la relacionó con la crisis de agua que vive Cabimas, específicamente en la comunidad de La Estrella y El Amparo. Contó que allí llevan casi tres años que no les llega agua de la calle. Los habitantes de estos sectores han optado usar en sus casas el agua que recogen de las lluvias. Han tenido que instalar una variedad de artilugios para obtener el preciado líquido. Los techos de las casas se ven dotados de unos improvisados canales, que parecen armatostes hechos de latas, madera, tubería plástica, que llevan el agua hacia pipas o a tanques. Esta agua se deposita y usa sin ningún control sanitario; así les comentó un ingeniero químico, vecino jubilado, que trabajo en hidrólago.

    Descartó de plano que el problema haya sido provocado por el agua que habían traído de un pozo perforado en el patio de la casa de su cuñado porque eso fue ya hace mucho tiempo. La decepción fue demasiado grande ya que el agua era demasiado salada. Cuando se bañaron con esa salmuera la piel tomó un color blanquecino y se les hizo una película escamosa sobre el cuerpo. Además, las matas que habían regado con esa agua se secaron. El uso indiscriminado del agua de la lluvia sin tratar, así como la de los aires acondicionados podría desatar en la zona una epidemia de enfermedades de la piel.

    Tomó unas tijeras que estaban en una esquina del lavamanos ya decidido firmemente a cortar aquellas dos pelambres. Se detuvo un instante y su mente voló; comenzó a pensar sobre lo que podría hacer con aquello. Se dijo a sí mismo - mi esposa podría hacerme unas trenzas o clinejas, o una cola de caballo. Hasta podría pintármelas, una de castaño y la otra rubia. Podría hacerme rulos o estirármelos con secador y todo. Dos moños, pensó que se verían mal; parecerían los golondrinos del Coronel Aureliano Buendía, que tanto le molestaron, en “Cien años de Soledad”. Podría presentarme en un circo, así como lo hacía la mujer barbuda. Me presentaría como “el hombre de las melenas ensobacadas”. En ese caso los gastos extras por champú y enjuague se justificarían como gastos de inversión. Después de estar un rato pensando todas esas pendejadas decidió tomar la cosa en serio y se dijo – para que pienso todo eso si lo que haga estará bajo la camisa o franela y no se verá, nadie lo notará.

    Súbitamente tomó la decisión y cortó las dos melenas que nacían de sus axilas. Las unió en un lazo y metió en una bolsa “siplock” que luego guardó en una gaveta de su mesita de noche. Una semana después de que apareciera el fenómeno mutante en sus axilas notó que se le había vaciado el envase que tenía de “Mum Bolita”. Decidió inmediatamente hacer la recarga con la mezcla de bicarbonato y crema humectante que había elaborado días atrás. Ese era el ungüento sanalotodo que apareció en internet y que se hizo viral en toda Venezuela, a raíz del desabastecimiento que había de todos los productos de higiene personal. De la noche a la mañana desaparecieron los desodorantes. No se encontraban de ningún tipo y marca. Desaparecieron los de bolita, los aerosoles, los de crema y todas las barras ultra secas. A partir de allí la mente del venezolano empezó a desarrollar una serie de menjurjes para crear uno de particular conveniencia. En YouTube se puede ver una cantidad inmensa de tutoriales fáciles para preparar una gran cantidad de desodorantes con todo tipo de materiales, algunos muy ecológicos y otros más agresivo químicamente.

    Buscó, en la lacena de la cocina, el frasco de bicarbonato que usaba para la recarga y no lo consiguió; entonces le preguntó a su esposa dónde lo había colocado. La ocupada mujer le contesto desde el cuarto de costura. 

    - Ese frasco lo bote desde hace días; porque en él había echado “Polvo Royal” para tortas, que ya estaba vencido desde hace dos años y no quiero que por equivocación lo usemos.

    Al oír aquella confesión el compadre exclamó asombrado. 

   - ¿Cómo es la vaina? Quiere decir, que yo me estaba echando en los sobacos polvo royal en vez de bicarbonato. Con razón vi que las franelas blancas ya no se manchaban en el área de las axilas. ¡Ah bueno! Definitivamente esa sustancia fue la que sirvió para leudar exponencialmente los pelos de mis sobacos. Resuelto el problema. 
    
        Vzla, Cabimas, 28-11-19


lunes, 20 de enero de 2020

LAS BOLAS DE FUEGO


  Era un 24 de diciembre ya entrada la noche. El cielo estaba despejado mostrando todas las constelaciones cósmicas en su esplendor. En la calle se veía la muchachada corriendo, mientras rodaban, con unas varillas, unos aros de rin de bicicleta. Otros jugaban al “tocaito”, usando el poste que los alumbraba como base de libertad. Los ya mayorcitos explotaban algunos cohetes, metiéndolos debajo de unas latas para aumentar la detonación; otros raspaban algunos saltapericos. Toda la chiquillería estaba concentrada en su actividad, haciendo tiempo para que se diera las doce de la noche y así ver, por fin, lo que les había traído el niño Jesús.

  A eso de las once y media un grupo de muchachos que hablaban entre ellos, se quedaron pasmados cuando notaron que en la obscuridad de la noche se veía, hacia uno de los cerros, una luz titilante que se movía hacia arriba, se mantenía un rato, luego bajaba velozmente y se convertía en muchos destellos. Los niños comenzaron a gritar, logrando llamar la atención de algunas personas que estaban cerca. El espectáculo se volvió a dar un poco más hacia la derecha, esta vez más alto y haciendo zigzag abruptamente, de nuevo finalizó con muchos chispazos.

   La gente asombrada comenzó a decir que esas eran las mismas bolas de fuego que otrora habían aparecido por los lados del Cerro Pelón. Solo que, esa vez las esferas de fuego eran más grandes, venían de mucho más arriba y se dirigieron hasta la playa. El mar las engullo y solo quedó una columna de humo en el sitio. La gente dice que se oyó un estridente chirrido, semejante al que hace un sartén caliente cuando se le echa agua. Un señor vestido con un gran palto negro dijo, señalando hacia el cerro. 

  - Esas son cosas del demonio y, es castigo para los muchachos que se portaron mal este año.

  Una señora que lo escuchó hablar exclamó molesta.

  - !Cállate Mojito! que vas a asustar a los muchachos. Anda pa´que Pedrito a seguir bebiendo.

   De nuevo salió la luz, otra vez desplazándose un poco a la derecha. Pero haciendo círculos con destellos hasta desaparecer. Ya era mucha más la gente que estaban viendo el espectáculo de las bolas de fuego, en el pueblo de Valle Seco. Hubo un espectador que incito al resto de la gente a ir al lugar para averiguar de dónde venían las luces y porque ocurría el fenómeno. La gente se persignaba y decían algunas oraciones con la esperanza de que se aplacara la furia de satanás y que fuera más tolerante con los niños desobedientes. La cuestión fue que no se repitió más el espectáculo de luces por el resto de la noche. Las personas ya calmadas regresaron a sus casas. El niño Jesús llegó puntual, aunque solo para algunos, para los que se habían portado bien. El resto esa noche no durmió pensando en las palabras que había dicho el viejo Mojito.

   Temprano en la mañana apareció el jefe civil. Caminaba entre los chicos que contentos jugaban en la calle, con lo que el niño Jesús les había traído. La gente se extrañaba por la presencia del personaje y más sabiendo que ese era día de dormir hasta tarde, inclusive hasta para la máxima autoridad. La gente se decía: para que haya venido a pie desde el Cardón, tenía que ser por algo muy importante. Probablemente por algún problema de pelea en el bar o en alguna casa entre marido y mujer. 

   - ¿Qué te trae por aquí Benito? – preguntó Lolo desde dentro de su bodega.
El jefe se acercó hasta el mostrador de la bodega y, quitándose el sombrero, le pregunto al viejo. 

 - Lolo… ¿qué has oído decir sobre unas luces que aparecieron anoche por los cerros?

    El viejo bodeguero hizo una mueca de duda con su boca y le contestó. 

  - Benito, en verdad yo me acosté temprano y no supe nada de nada; pero. Chón me contó que en la mañana la vecina le dijo que ayer en el cerro aparecieron tres luces que se movían haciendo piruetas en el aire y luego caían haciendo unos destellos. Eso fue antes de las doce de la noche.

   El Jefe Civil se despidió y continuó interrogando a otros vecinos de Valle Seco sin encontrar muchos detalles. Les dejó dicho que: si encuentran alguna información adicional, sobre el evento, por favor me lo hacen saber.

   Ya habían pasado dos semanas después del espectro de las luces, cuando se apareció nuevamente el Jefe Civil ahora acompañado de dos policías. Llegaron directamente a la casa de Juanita Pacheco buscando a su hijo mayor llamado Orlando. Lo levantaron de su hamaca y, aún sin cepillarse los dientes, se lo llevaron sin darle explicación a su madre. En el mismo recorrido fueron también a las casas de Congo y de Buche e’ perico y los detuvieron de la misma forma; a los tres se los llevaron a la comisaria.

   El Comisario los interrogó y los chicos confesaron su delito. Los detuvieron por tres días, uno por cada uno de ellos, y le dieron como castigo barrer y pintar toda la plaza Bolívar en una semana. La mamá de Orlando preocupada, llegó a la comandancia para que la máxima autoridad, su suegro, le explicara por qué había detenido a su muchacho. El señor comisario pidió a la señora Juanita que se calmara y tomara asiento, que ya le iba a contar todo; comenzó diciendo.

  - ¡Mira mujer estos tres muchachos son unos demonios! Resulta que, el día veintitrés de este mes, con una trampa de varejón, que se usa para agarrar conejos, lograron atrapar tres Zamuros; los metieron en unos sacos de fique, y los escondieron debajo de unas retamas en la quebrada del cerro. Cuando llegó el día veinticuatro, se fueron escondidos en la noche y regresaron al sitio donde tenían las aves de rapiña. Allí esperaron agazapados, hablando en voz baja sobre el maquiavélico plan, hasta las once y media de la noche. En ese momento cada uno tomo un pajarraco y les empaparon el plumaje con querosén. Se separaron, cada uno tomo posición en un cerro diferente. Comenzando por la izquierda fueron prendiendo fuego a los guaraguaos, con intervalos de tiempo de más o menos diez minutos. Los pobres zamuros, envuelto en llamas, volaban sin orientación, en medio de la oscuridad, todos despavoridos hasta que se estrellaban contra el suelo, botando chispas y terminando de morir; esos eran los destellos que la gente veía al final de cada bola de fuego. Todo esto que les estoy contando lo supimos gracias al bocón de Buche e´ perico. Él se rascó hace días en el bar de Pedrito y se puso a alardear y a contar de su gran hazaña a las personas que estaban allí, sin saber que entre ellas había un policía que estaba de descanso.

  - Así que... ¿qué te parece Juanita?

    La señora Pacheco, apenada por lo sucedido, se levantó de la silla y alzando la voz, para que la escucharan los tres reos que estaban en el calabozo, exclamó llena de cólera.

  - Si yo fuera el Jefe Civil de Coche los hubiera castigado, por bandidos y desvergonzados, con un año de cárcel y limpiando a Coche de cabo a rabo.
  

Venezuela, Cabimas, 18-12-2019.


Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...