lunes, 20 de enero de 2020

LAS BOLAS DE FUEGO


  Era un 24 de diciembre ya entrada la noche. El cielo estaba despejado mostrando todas las constelaciones cósmicas en su esplendor. En la calle se veía la muchachada corriendo, mientras rodaban, con unas varillas, unos aros de rin de bicicleta. Otros jugaban al “tocaito”, usando el poste que los alumbraba como base de libertad. Los ya mayorcitos explotaban algunos cohetes, metiéndolos debajo de unas latas para aumentar la detonación; otros raspaban algunos saltapericos. Toda la chiquillería estaba concentrada en su actividad, haciendo tiempo para que se diera las doce de la noche y así ver, por fin, lo que les había traído el niño Jesús.

  A eso de las once y media un grupo de muchachos que hablaban entre ellos, se quedaron pasmados cuando notaron que en la obscuridad de la noche se veía, hacia uno de los cerros, una luz titilante que se movía hacia arriba, se mantenía un rato, luego bajaba velozmente y se convertía en muchos destellos. Los niños comenzaron a gritar, logrando llamar la atención de algunas personas que estaban cerca. El espectáculo se volvió a dar un poco más hacia la derecha, esta vez más alto y haciendo zigzag abruptamente, de nuevo finalizó con muchos chispazos.

   La gente asombrada comenzó a decir que esas eran las mismas bolas de fuego que otrora habían aparecido por los lados del Cerro Pelón. Solo que, esa vez las esferas de fuego eran más grandes, venían de mucho más arriba y se dirigieron hasta la playa. El mar las engullo y solo quedó una columna de humo en el sitio. La gente dice que se oyó un estridente chirrido, semejante al que hace un sartén caliente cuando se le echa agua. Un señor vestido con un gran palto negro dijo, señalando hacia el cerro. 

  - Esas son cosas del demonio y, es castigo para los muchachos que se portaron mal este año.

  Una señora que lo escuchó hablar exclamó molesta.

  - !Cállate Mojito! que vas a asustar a los muchachos. Anda pa´que Pedrito a seguir bebiendo.

   De nuevo salió la luz, otra vez desplazándose un poco a la derecha. Pero haciendo círculos con destellos hasta desaparecer. Ya era mucha más la gente que estaban viendo el espectáculo de las bolas de fuego, en el pueblo de Valle Seco. Hubo un espectador que incito al resto de la gente a ir al lugar para averiguar de dónde venían las luces y porque ocurría el fenómeno. La gente se persignaba y decían algunas oraciones con la esperanza de que se aplacara la furia de satanás y que fuera más tolerante con los niños desobedientes. La cuestión fue que no se repitió más el espectáculo de luces por el resto de la noche. Las personas ya calmadas regresaron a sus casas. El niño Jesús llegó puntual, aunque solo para algunos, para los que se habían portado bien. El resto esa noche no durmió pensando en las palabras que había dicho el viejo Mojito.

   Temprano en la mañana apareció el jefe civil. Caminaba entre los chicos que contentos jugaban en la calle, con lo que el niño Jesús les había traído. La gente se extrañaba por la presencia del personaje y más sabiendo que ese era día de dormir hasta tarde, inclusive hasta para la máxima autoridad. La gente se decía: para que haya venido a pie desde el Cardón, tenía que ser por algo muy importante. Probablemente por algún problema de pelea en el bar o en alguna casa entre marido y mujer. 

   - ¿Qué te trae por aquí Benito? – preguntó Lolo desde dentro de su bodega.
El jefe se acercó hasta el mostrador de la bodega y, quitándose el sombrero, le pregunto al viejo. 

 - Lolo… ¿qué has oído decir sobre unas luces que aparecieron anoche por los cerros?

    El viejo bodeguero hizo una mueca de duda con su boca y le contestó. 

  - Benito, en verdad yo me acosté temprano y no supe nada de nada; pero. Chón me contó que en la mañana la vecina le dijo que ayer en el cerro aparecieron tres luces que se movían haciendo piruetas en el aire y luego caían haciendo unos destellos. Eso fue antes de las doce de la noche.

   El Jefe Civil se despidió y continuó interrogando a otros vecinos de Valle Seco sin encontrar muchos detalles. Les dejó dicho que: si encuentran alguna información adicional, sobre el evento, por favor me lo hacen saber.

   Ya habían pasado dos semanas después del espectro de las luces, cuando se apareció nuevamente el Jefe Civil ahora acompañado de dos policías. Llegaron directamente a la casa de Juanita Pacheco buscando a su hijo mayor llamado Orlando. Lo levantaron de su hamaca y, aún sin cepillarse los dientes, se lo llevaron sin darle explicación a su madre. En el mismo recorrido fueron también a las casas de Congo y de Buche e’ perico y los detuvieron de la misma forma; a los tres se los llevaron a la comisaria.

   El Comisario los interrogó y los chicos confesaron su delito. Los detuvieron por tres días, uno por cada uno de ellos, y le dieron como castigo barrer y pintar toda la plaza Bolívar en una semana. La mamá de Orlando preocupada, llegó a la comandancia para que la máxima autoridad, su suegro, le explicara por qué había detenido a su muchacho. El señor comisario pidió a la señora Juanita que se calmara y tomara asiento, que ya le iba a contar todo; comenzó diciendo.

  - ¡Mira mujer estos tres muchachos son unos demonios! Resulta que, el día veintitrés de este mes, con una trampa de varejón, que se usa para agarrar conejos, lograron atrapar tres Zamuros; los metieron en unos sacos de fique, y los escondieron debajo de unas retamas en la quebrada del cerro. Cuando llegó el día veinticuatro, se fueron escondidos en la noche y regresaron al sitio donde tenían las aves de rapiña. Allí esperaron agazapados, hablando en voz baja sobre el maquiavélico plan, hasta las once y media de la noche. En ese momento cada uno tomo un pajarraco y les empaparon el plumaje con querosén. Se separaron, cada uno tomo posición en un cerro diferente. Comenzando por la izquierda fueron prendiendo fuego a los guaraguaos, con intervalos de tiempo de más o menos diez minutos. Los pobres zamuros, envuelto en llamas, volaban sin orientación, en medio de la oscuridad, todos despavoridos hasta que se estrellaban contra el suelo, botando chispas y terminando de morir; esos eran los destellos que la gente veía al final de cada bola de fuego. Todo esto que les estoy contando lo supimos gracias al bocón de Buche e´ perico. Él se rascó hace días en el bar de Pedrito y se puso a alardear y a contar de su gran hazaña a las personas que estaban allí, sin saber que entre ellas había un policía que estaba de descanso.

  - Así que... ¿qué te parece Juanita?

    La señora Pacheco, apenada por lo sucedido, se levantó de la silla y alzando la voz, para que la escucharan los tres reos que estaban en el calabozo, exclamó llena de cólera.

  - Si yo fuera el Jefe Civil de Coche los hubiera castigado, por bandidos y desvergonzados, con un año de cárcel y limpiando a Coche de cabo a rabo.
  

Venezuela, Cabimas, 18-12-2019.


4 comentarios:

  1. Seré el primero en comentar.
    Me encanta el estilo de antaño y fresco. Y el final inesperado. Estaré atento y esperando el siguiente

    ResponderEliminar
  2. Bravo Humberto Frontado, felicitaciones por tu talento. Te deseo mucho éxito y mucha inspiración para que sigas alimentando este Blick. Éxito.

    ResponderEliminar
  3. Gracias a todos por sus comentarios y apoyo...

    ResponderEliminar

Resumen de la ultima entrega

MUSA ANFIBIA

Por Humberto Frontado        Busca atravesar los prolongados esquicios de la noche, donde los destellos de la incipiente luna llena ...