viernes, 24 de enero de 2020

LAS AXILAS LEUDADAS


    Hace unos días un compadre me contó angustiado algo que le había sucedido. En una acalorada tarde en su cuarto, sentado en la cama y con la camisa afuera, notó de reojo una hilacha que bailaba libre al aire y salía de su comisura axilar derecha. Muy sutilmente la enrollo en su dedo índice y le dió un leve tirón para desprenderla. En ese instante sintió que aquella extraña hebra le tenso la delicada piel del área axilar. Curioso se fue al espejo y frente a él decidió investigar lo sucedido. Al levantar los brazos no dio crédito a lo que veía y bajó los brazos súbitamente. Se quedó mirando su rostro en el espejo como esperando una respuesta del que lo estaba mirando. Y moviendo la cabeza le explicó mentalmente lo que había visto; eran un par de axilas de las que se desprendían dos exuberantes cabelleras. 


    Volvió a subir los brazos, pero esta vez más lento, hasta llegar a una altura que le permitiera ver claramente, y en pleno, aquellas dos macetas de ensortijadas trenzas que, en torrentes, llegaban hasta su cintura. Se preguntó al momento - qué raro, esto no lo había notado días atrás.

    Desesperado busco en su mente una explicación a lo sucedido. De inmediato le vino un pensamiento que le había revoloteado la testa unas semanas atrás. Y así sacó, lo que creyó era, una clara conclusión. Con la respuesta en sus manos y ya calmado Llamó a la comadre, su mujer, y le contó lo sucedido. Ella al ver aquel acontecimiento tan descabellado se quedó muda, tratando también de hallarle sentido. Reaccionó abruptamente y, por puro instinto femenino, se apresuró a buscar su vieja libreta de números telefónicos para llamar a una peluquera que conocía y era de confianza. El compadre viendo la reacción angustiada de su mujer le pidió que se calmara y le dijo - ya tengo la explicación a todo eso. Comenzó diciéndole que ya él sospechaba y temía, que tarde o temprano, iba a suceder algo como esto. Hasta había pensado que sucedería algo mucho peor.

    Su explicación era sencilla y la relacionó con la crisis de agua que vive Cabimas, específicamente en la comunidad de La Estrella y El Amparo. Contó que allí llevan casi tres años que no les llega agua de la calle. Los habitantes de estos sectores han optado usar en sus casas el agua que recogen de las lluvias. Han tenido que instalar una variedad de artilugios para obtener el preciado líquido. Los techos de las casas se ven dotados de unos improvisados canales, que parecen armatostes hechos de latas, madera, tubería plástica, que llevan el agua hacia pipas o a tanques. Esta agua se deposita y usa sin ningún control sanitario; así les comentó un ingeniero químico, vecino jubilado, que trabajo en hidrólago.

    Descartó de plano que el problema haya sido provocado por el agua que habían traído de un pozo perforado en el patio de la casa de su cuñado porque eso fue ya hace mucho tiempo. La decepción fue demasiado grande ya que el agua era demasiado salada. Cuando se bañaron con esa salmuera la piel tomó un color blanquecino y se les hizo una película escamosa sobre el cuerpo. Además, las matas que habían regado con esa agua se secaron. El uso indiscriminado del agua de la lluvia sin tratar, así como la de los aires acondicionados podría desatar en la zona una epidemia de enfermedades de la piel.

    Tomó unas tijeras que estaban en una esquina del lavamanos ya decidido firmemente a cortar aquellas dos pelambres. Se detuvo un instante y su mente voló; comenzó a pensar sobre lo que podría hacer con aquello. Se dijo a sí mismo - mi esposa podría hacerme unas trenzas o clinejas, o una cola de caballo. Hasta podría pintármelas, una de castaño y la otra rubia. Podría hacerme rulos o estirármelos con secador y todo. Dos moños, pensó que se verían mal; parecerían los golondrinos del Coronel Aureliano Buendía, que tanto le molestaron, en “Cien años de Soledad”. Podría presentarme en un circo, así como lo hacía la mujer barbuda. Me presentaría como “el hombre de las melenas ensobacadas”. En ese caso los gastos extras por champú y enjuague se justificarían como gastos de inversión. Después de estar un rato pensando todas esas pendejadas decidió tomar la cosa en serio y se dijo – para que pienso todo eso si lo que haga estará bajo la camisa o franela y no se verá, nadie lo notará.

    Súbitamente tomó la decisión y cortó las dos melenas que nacían de sus axilas. Las unió en un lazo y metió en una bolsa “siplock” que luego guardó en una gaveta de su mesita de noche. Una semana después de que apareciera el fenómeno mutante en sus axilas notó que se le había vaciado el envase que tenía de “Mum Bolita”. Decidió inmediatamente hacer la recarga con la mezcla de bicarbonato y crema humectante que había elaborado días atrás. Ese era el ungüento sanalotodo que apareció en internet y que se hizo viral en toda Venezuela, a raíz del desabastecimiento que había de todos los productos de higiene personal. De la noche a la mañana desaparecieron los desodorantes. No se encontraban de ningún tipo y marca. Desaparecieron los de bolita, los aerosoles, los de crema y todas las barras ultra secas. A partir de allí la mente del venezolano empezó a desarrollar una serie de menjurjes para crear uno de particular conveniencia. En YouTube se puede ver una cantidad inmensa de tutoriales fáciles para preparar una gran cantidad de desodorantes con todo tipo de materiales, algunos muy ecológicos y otros más agresivo químicamente.

    Buscó, en la lacena de la cocina, el frasco de bicarbonato que usaba para la recarga y no lo consiguió; entonces le preguntó a su esposa dónde lo había colocado. La ocupada mujer le contesto desde el cuarto de costura. 

    - Ese frasco lo bote desde hace días; porque en él había echado “Polvo Royal” para tortas, que ya estaba vencido desde hace dos años y no quiero que por equivocación lo usemos.

    Al oír aquella confesión el compadre exclamó asombrado. 

   - ¿Cómo es la vaina? Quiere decir, que yo me estaba echando en los sobacos polvo royal en vez de bicarbonato. Con razón vi que las franelas blancas ya no se manchaban en el área de las axilas. ¡Ah bueno! Definitivamente esa sustancia fue la que sirvió para leudar exponencialmente los pelos de mis sobacos. Resuelto el problema. 
    
        Vzla, Cabimas, 28-11-19


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