domingo, 25 de diciembre de 2022

UN FATIDICO 24

 Por Humberto Frontado


           Mirándose las manos con gran detenimiento se encontraba desde hacía rato un sexagenario, buscaba en el par de cortezas arrugadas una vieja cicatriz que le había quedado grabada desde niño.

            - ¡Aquí estás condenada!… por fin te encontré – pensaba el viejo mientras tocaba suavemente con la mano opuesta el relieve que había quedado moldeado por una quemadura; a medida que se desplazaba iba descifrando remotos recuerdos.

          El anciano llamado Ely se acordó de ese día. Era un veinticuatro de diciembre y contaba apenas con diez añitos. Por su mente desfilaron una cantidad de malos recuerdos y otros no tan malos, que al final de cuentas el niño Jesús, por ser tan bondadoso, no les iba a dar tanta importancia y algo le iba a traer; así había ocurrido todos los años anteriores. Ya había cenado y estaba esperando con toda la familia la llegada del niño Jesús.

         Cansado de la angustia salió al patio con muchas ganas de ir al baño, caminó apresurado hasta la letrina séptica; abrió la pequeña puerta y comenzó a orinar. A medida que veía caer el chorrito en aquel profundo hueco, escuchó que algo hacía ruido dentro de aquella cavidad. Se le vino a la mente el comentario que había hecho un vecino de que habían sacado una iguana de una cisterna parecida. Después de sacudirse y cerrarse el rache se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó una caja de fósforos que momentos antes había estado utilizando para prender los triki trakes y estrellitas que les había regalado su papá.  Encendió uno y alumbró la boca del excusado sin observar nada, ya casi apagándose la cerilla y con miedo de quemarse la lanzó a la letrina. El halo de luz se iba extendiendo a medida que descendía, hasta que devino de pronto en una estruendosa explosión; salió una llamarada del foso que lo lanzó a unos metros de distancia. La bocanada de fuego le achicharró el pelo, las pestañas, las cejas y le chamuscó las manos y brazos. El techo de la letrina, una fina losa de cemento voló por los aires y fue a dar a la casa del vecino rompiéndole el techo de zinc.

           Esa noche todo se trastornó, lo que antes había sido tradición como era la espera paciente de la llegada del niño Dios a las doce de la noche, se convirtió en un escenario dantesco lleno de gritos, lloriqueos y dolor. Al muchacho lo cubrieron con una toalla y en el carro de uno de los vecinos lo llevaron a la emergencia del dispensario de la compañía Creole en la Salina. Mientras lo trasladaban el muchacho no dejaba de pensar.

          -       ¿Qué he hecho?... ésto no tiene perdón de Dios… este año me pasan en banda.

          Ely fue atendido inmediatamente sin daños mayores. De madrugada regresó a su casa todo embadurnado de crema y con sus manos envueltas en unas gasas blancas. En el porche de su casa notó que todo estaba tranquilo, ya no se oían los cohetes, lo que indicaba que el niño Jesús había hecho su aparición y luego se había marchado. Bajó la cabeza mientras caminaba desconsolado, diciéndose.

         -       Lo más probable es que lo que me había traído de regalo el niño, se lo volvió a llevar.

          Triste y con lágrimas en sus ojos sintió que se iba a desmayar. Entrando a la sala se sorprendió cuando vió que todavía debajo del arbolito había quedado un regalo. Bastó que su papá le hiciera una seña para que saliera corriendo hacia el iluminado árbol y tomara su obsequio; mientras lo destapaba pensaba.

         -       Menos mal que el niño Jesús entendió que todo lo que hice fue sin culpa.

 

24-12-2022

 

Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 18 de diciembre de 2022

EL ECUADOR MECIDO

Por Humberto Frontado


           Hace unos días la profesora Esperanza, jubilada del liceo Hermágoras Chávez de la ciudad de Cabimas, esperaba ansiosa reunirse con su hijo Eduardo que acababa de llegar de Ecuador. La pensionada había sido catedrática en lengua y literatura por más de veinte años. Vivía en el sector de Las Cuarentas y había hecho planes con su hijo para reunirse este año; hacer los preparativos para las hallacas y pasar juntos las fiestas navideñas.

           El joven proveniente del paralelo cero tiene más de dos años que migró hacia allá. Hoy en día trabaja como maestro en una de las escuelas de las provincias. El visitante llegó a casa de su madre cargando con los ingredientes para las multisápidas. Después de cortar los componentes del guiso, hicieron un alto y tomaron unas cervezas. El joven contó a su madre algunas anécdotas que había tenido en su nuevo país, referidas a las barreras culturales encontradas en el hablar y algunas costumbres sobre todo las culinarias.

           Después de escuchar un rato a su hijo la veterana del lenguaje le dice.

-  Eduardo sabes cuál ha sido la cosa más graciosa con la que me he encontrado en estos casi treinta años de profesora…por cierto lo he querido documentar y estoy tentada en escribirlo… algún día haré un libro… Resulta que durante todos esos años en los salones de clase me encontré con alumnos que exponían, planteaban o simplemente se expresaban sobre algo en particular… muchas veces decían barbaridades… algunas de ellas sin conocimiento… Eran expresiones aprendidas de alguien que la había dicho mal o quien la escuchó la entendió o interpreto mal… a veces por falta de atención… Lo malo de todo esto es que la palabra o frase se va repitiendo con errores, creyendo usarla como un nuevo término que proporciona aires de sapiensa… el que la escucha explota de asombro y también risa; te voy a enumerar varias que me vienen a la mente:

ü      Un estudiante tomó de su padre, un experimentado maestro de obra en construcción, una expresión que denota aproximación sobre una medida para usarla en el laboratorio de química, decía:  tenemos que usar el reactivo en una porción "a ojo de buen culero” en vez de “a ojo de buen cubero”.

ü      Un joven contaba a otros sobre el accidente que había tenido su familia, decía que su papá estuvo varias horas con el cadáver de su tío esperando llegara el “médico florence” para hacer el levantamiento. Su mamá estuvo a punto de darle un “Simposium” cuando supo lo ocurrido.

ü      Escuché a varios jóvenes en las clases de catecismo rezar el Credo diciendo: “Padeció bajo el poder de Poncio Piloto”… “Fue crucificiado, muerto y sepultado” … “al tercer día resucitó dentro de los muertos”… En el Padre Nuestro: “el pan nuestro de cada día ya no los doy... En el Ave María "y Benito es el fruto de tu vientre Jesús” … “ruega por nosotros pescadores”.

ü      En navidad escuché a un muchacho decir a otro refiriéndose al bono de utilidades que le había llegado a su papá: al viejo le llegó una “vil coca” de billete en vez de “bicoca”.

ü      En otra ocasión escuché hablar entre los estudiantes sobre sus gustos en la comida. Uno dijo: los viernes en mi casa son de pasta, a mí me gusta cuando están “ardiente”, en lugar de “al dente”.

ü      Un joven contó en voz baja a su amigo que su vecina ya mayor de edad le había llegado la "mesopotamia" y al gordo de su marido “la imponencia”.

ü       Con relación a las variantes anglicistas, hubo una vez donde comentaron sobre los artefactos que tenían en casa; uno dijo que recién habían comprado un aire acondicionado tipo “esplín”...; otro habló, refiriéndose  a la pandemia, lo negativo que habían sido las clases “onlain”.

ü       Me sorprendí cuando escuché esto: Como dice mi papá siguiendo un viejo “soberbio chino”: una foto vale más que mil palabras… Otro un poco molesto dijo:  Este profesor “me saca del guiso“ con su preguntadera.

ü        Cantando una vieja gaita decía inspirado un joven: “préstame un martillo y el hondo pesar que la esta asesinando”.

ü       Entonando el himno nacional todo emocionado un muchacho cantaba en la segunda estrofa: “gritemos con frío muera la presión”

ü       Te voy a dedicar una aprovechando tu estadía en tu nuevo país. Alguien dijo una vez voy a cantar la canción de Chelique Sanabria sobre El Ecuador: “El Ecuador mecido de este lamento hace que esté presente en mi soñar”.

“Las palabras tienen poder sobre las cosas que designan, sobre quien las dice e incluso sobre quien las oye” (Algarabía. Hablemos de como hablamos. En la palabra está el goce. pag. 35).

 

19-12-2022

 

Correctora de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 11 de diciembre de 2022

TIEMPOS MUDOS

 Por Humberto Frontado


          Algo raro estaba sucediendo por los lados de la salina, en sólo dos semanas el agua que cubría la laguna había tomado un turbio color marrón y días más tarde se hizo viscosa y negruzca. Todo el embalse se descompuso en una masa putrefacta que desprendía un insoportable olor. Las actividades relacionadas con el saque de sal se habían suspendido, inclusive la administrativa debido las condiciones insalubres que presentaba toda esa zona. Transcurrida una semana después de presentarse el problema de contaminación, la gente de la Isla de Coche comenzó a presentar serios problemas de salud; al parecer, la brisa proveniente de la punta hacia los pueblos traía consigo algo maligno que hizo que la población perdiera la capacidad de hablar. El inconveniente comenzó a presentarse en la gente que vivía en las proximidades de la salina como fue el caso de Valle Seco, expandiéndose luego hacia el resto de los pueblos que quedaban más abajo.

         La gente comenzaba a sentir un carraspeo en la garganta que luego se convertía en una aguda ronquera, hasta que ocurría la pérdida total de la voz. El dispensario del pueblo estaba rebosado de gente que buscaba desesperado algún remedio que los librara de su afonía. El doctor Marval, quien apenas tenía unos días de haber llegado a la isla a trabajar, se encontró con la insólita sorpresa. Todo angustiado y sin recursos ni medicamentos les indicaba tímidamente a los pacientes algunos remedios caseros con buches de sal y limón. Valiéndose del telégrafo el recién graduado buscó desesperado ayuda con sus colegas en varias clínicas y hospitales, sin obtener resultados.

          Ante la falta de solución al problema la población se dió a la tarea de inventar una serie de cataplasmas y ungüentos mentolados que se colocaban en el cuello cubriendo el área de la garganta; prepararon una serie brebajes y gárgaras de toda clase: ácidas, saladas, amargas y algunas combinadas, nada resultaba. Muchos comentaban que esa enfermedad podía ser una variante de la difteria, la cual había aparecido en la isla un año atrás; su efecto era directo sobre las cuerdas vocales, endureciéndolas y restringiendo el habla y, peor aún, no tenía cura.

            Transcurría el inexorable tiempo y la gente no veía mejoras con su problema de comunicación hasta que un día uno de los muchachos llamando a otros para jugar en la calle rompió el silencio con un agudo y profundo silbido. Ese sonido sacó de aquel letargo sonoro a los habitantes de Valle Seco; casi en simultáneo se asomaron a las puertas de sus casas buscando de dónde provenía aquel silbido. Había sido el Ñeco de Pacheco, un muchacho que por cariño también le decían el mudo de Pacheco; era de poco hablar y compensaba su falta de habla con los chiflidos. Imitaba todos los cantos de pájaros y palomas, hasta el rebuzno del burro. Se lo pasaba todo el tiempo entonando alguna canción que le traía recuerdos de su amor aún por corresponder. La gente lo conocía por su característico chiflido de larga duración e intensidad, tan atronador que podía ser escuchado a varios kilómetros de distancia.

           Después de escuchar el pitido de llamado del Ñeco, los vecinos se hicieron gestos unos a otros y se dirigieron al portal de la casa de Moco, desobedeciendo la orden de cuarentena que había pronunciado el Jefe Civil para evitar el contagio y la propagación de la abstención del habla. Los más escépticos con los resultados obtenidos de la farmacopea local a través de señas, muecas y sonidos guturales plantearon una solución arguyendo que ya algunos la habían comenzado a usar, era una forma de comunicación a través del silbido. Plantearon que, así como el Ñeco llamó a los muchachos a echar vaina en la calle, ellos podían usar los mismos códigos silbados para entablar una comunicación con el resto de los habitantes hasta hallar una solución al problema.

            Transcurrían los días y no llegaba a la isla ninguna solución al problema. Eso bastó para que aquella forma de silbido se transformara en un lenguaje básico con caracteres necesarios para entablar un intercambio entre los vecinos; cada vez era más fluido y claro en el entendimiento, integrando nuevos tonos que implicaba palabras más complejas. Se podía mantener una conversación un rato ayudada con algunas señas.

           Una mañana llegó el Chuno de Paulita corriendo a la bodega de Lolo y empezó a relatar un evento con silbidos entrecortados, debido a la agitación. Había venido corriendo desde la playa donde acababa de ver a cuatro muchachos empujando el bote de Lolo al agua y luego subirse a navegarlo. Ese bote tenía más de seis meses fondeado en la orilla cerca de la ranchería de Chico. Lolo lo había estancado allí con la idea de venderlo, ya que se iba a dedicar a atender su nueva bodega. Los muchachos habían aprovechado el abandono del bote para perpetrar el secuestro.

           El bodeguero enterado del abuso inmediatamente llamó a varias personas y se fueron a la playa a ver cuál rumbo habían tomado los chicos. Otearon toda la zona y no se divisaba nada. Después de un rato se supo que los muchachos que integraban el grupo de navegantes aventureros eran Amílcar, Congo, Vitico y Buche Perico. Habían estado jugando picha y trompo por un rato hasta que decidieron ir a la playa, por los lados del bajo donde vieron el bote abandonado. El grupo de rescate liderado por Lolo tomó dos botes, dirigiéndose por lados contrarios; el resto de los hombres se fue hacia los cerros más altos, emitiendo chiflidos intermitentes para ver quién escuchaba noticias de los chicos y la transmitieran a otros.

          A través de los chiflidos lograron enterarse que los muchachos habían sido rescatados por los lados del Botón por unos pescadores del Bichar que navegaban por esos lados. Los muchachos habían quedado a la deriva después de haber perdido el medio canalete que llevaban; la nave para el momento había tomado bastante agua debido a un hueco que tenía por uno de los lados. Avanzada la tarde la gente de Valle Seco en pleno se había acercado al pequeño muelle, esperando impacientes la traída de los cuatro pilluelos. Los padres y amigos en un coro de silbidos y chiflidos recibieron a los náufragos.

          Después de una semana de aquel angustiante desenlace apareció el medicamento contra la enfermedad; a los pocos días de tratamiento todo volvió a la normalidad en aquella pequeña isla, quedando la costumbre de comunicarse eventualmente usando los simpáticos silbidos.

 

11-12-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 4 de diciembre de 2022

CAPITÁN DE SUEÑOS

Por Humberto Frontado


              -        
Está bien… si así lo quieres… vete pá la verga.

           Así le respondió Chico Malavé a su hermano Justo cuando éste le comentaba que quería ir a trabajar a Puerto Cabello; era en una gran ranchería donde estaban necesitando carpinteros para la fabricación de barcos. Se podría pensar que Chico con su tosca expresión estaba irrespetando a su hermano mayor, o más bien mostraba la molestia que sentía por la decisión tan repentina y descabellada que se había tomado sin su consentimiento, lo que implicaba quedarse solo y abandonado en aquella inhóspita Isla; pero no, al contrario, Chico sólo le hacía saber que aceptaba su decisión y deseaba que llegara lo más lejos que pudiera en su trabajo. Cualquier otro que esté familiarizado con la jerga de los marinos no se extrañaría con aquella manifestación, como es el caso de estos hermanos que desde pequeños no sabían hacer otra cosa que navegar. Las vergas en el léxico marino refieren a los travesaños que se atan a lo más alto del mástil y de ellas se amarran las velas. Era común escuchar decir a los viejos marinos “vete a la verga a amarrar las velas”.

          Continuó Chico hablando con su hermano y ya casi despidiéndolo le dijo.

       -       Bueno Justo… que logres zarpar sin tropiezos y los vientos permitan orzar tus triunfos a barlovento… que tus velas erguidas agarren la mínima brisa por la amura de babor y te permita zanjar las olas como una gaviota el viento.

          Aquellas dos personas se dieron un fuerte abrazo y dejaron deslizar algunas lágrimas por aquellas mejillas agrietadas prematuramente, curtidas de sol y sal. Justo dejó a su familia en la isla al amparo de su recién casado hermano.

          Había transcurrido un año de aquella abrupta partida cuando Chico le dice a su esposa Mercedes.

        -       Mija… el tiempo a zocado nuestra ballestrinque… ya llevamos tiempo navegando juntos nuestra balandra… tú como mi contramaestre has hecho bien el trabajo… me has ayudado a llevar el timón… has calafateado la nave acertadamente sin permitir que haga agua… hasta has hecho la labor del gaviero reparando y zurciendo las velas durante este tempestuoso viaje… Nuestro primer grumete apenas abre los ojos, algún día estará en la cruceta o cofa vigilando los temporales.

          Chico junto a su hermano se habían dedicado desde pequeños a las lides de la pesca y la navegación, recorrían frecuentemente la ruta de la isla hacia Chacopata en tierra firme. Transportaban pescado salado que luego intercambiaban por mercancía y verduras. Durante mucho tiempo Chico se destacó como capitán en diversas embarcaciones; tanto fue su apego a ellas y a su ambiente que ahora, después de viejo y ya retirado, todo lo que hacía lo relacionaba e impregnaba con el entorno marino. La casa para él era una cubierta con su costillar que tenía la proa hacia la calle y la popa al patio y el escusado. Quedó escorado a babor con el bote de Pedrito y por estribor con el del catire de Quintina.

          Habían transcurrido sinuosas y sin dejarse notar cuatro décadas en aquel lugar de esperanzas perdidas.

         -       Vengo caminando de abajo y el viento hace que la camisa gualdrapee mi costillar – decía Chico a uno de sus vecinos casi llegando a su casa - estoy tan flaco que se me ve toda la quilla.

          -       ¡Ay mijito!… si así estamos todos aquí en Coche… no tenemos a veces nada pá comer…ni siquiera un pedazo de ramalacho - le contesta.

           El viejo capitán sacó una silla y la recostó a la pared del frente de su casa. Se sentó para refrescarse un poco y pasar el agotamiento. Su esposa Mercedes le trajo un pocillo con guarapo aún humeante. Después de tomar un sorbo viró su cara, mirando hacia la punta de donde venía el viento у exclamó:

        -       ¡Caará mujer!... esta ventisca que nos pega por estribor me está anunciando que ya debo fondear y tirar el ancla en esta plácida costa… ya mis velas rotas y llenas de remiendos, así como mis aparejos, no soportan la más mínima embestida… No puedo mantener firme el rumbo… no tengo fuerza pá agarrar el timón, mucho menos pá izar las velas… la cabuyería asoleada y salitrosa no aguantan un templón de viento, son sólo anudados chicotes…  Cederé el puesto de mando a tu cargo porque aquí en esta crujía no queda ya nadie… El mástil de mi esperanza casi se cae al mar… En cualquier momento suelto las amarras y dejo que el viento y la marea me lleven a la deriva… Mis bordadas han sido mínima estos años, considerando que mi esquelética y débil estructura ya casi ni se sostiene, ni puede virar a bordo… Me colocaré en socaire resguardándome de las inclemencias del salino viento.

          -       ¡Caraá viejo!... si hablas pendejadas – le dice su mujer recostada a la puerta - métete pá dentro que te va a dar una vaina si te quedas ahí... tragando toda esa tierra que viene de arriba.

          El viejo se levantó de la silla ayudado por su mujer, ingresó a su nave por una de las escotillas. Entró a su camarote y se echó sobre su catre; mirando fijamente hacia la porta siguió su nostálgico parlamento, pero nadie le escuchó. En la mañana cuando su mujer lo llamó para desayunar se dió cuenta que el capitán había partido silenciosamente en la madrugada en su pequeña balandra.

 

01-12-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 27 de noviembre de 2022

UN AMOR DE ALTURA

Por Humberto Frontado


           Esa mañana de sol inclemente sirvió a la población de Cabimas de marco cuando se enteraron a través de las diferentes emisoras de radio de la espeluznante noticia que se estaba desenvolviendo en el centro de la ciudad. Un estudiante de la Escuela Técnica Industrial había tomado ese día la fatídica determinación de lanzarse desde el tanque de agua del INOS ubicado en Punta Icotea. Toda el área estaba repleta de curiosos que se habían desplazado desde las inmediaciones del Centro Cívico de la ciudad y de las barriadas aledañas; la Avenida Andrés Bello estaba colapsada, debido a los carros estacionados y el tumulto de gente curioseando. Fue necesario suspender todo el tráfico hacia el área comercial. La mayoría de los alumnos de la ETI habían hecho acto de presencia en apoyo a su compañero de estudios.

           En un intento por ponerle fin al inesperado momento, uno de los bomberos que se habían hecho presentes desde que fueron alertados subió lentamente por la escalinata de acceso hasta llegar a la parrilla metálica que rodea al estanque. Allí estaba el joven estático, sentado y recostado a la redondeada estructura férrea. El rescatista intentó hablar con él pero el muchacho se levantó temeroso amenazando con lanzarse y se agarró a la baranda, luego retrocedió unos paso distanciándose del visitante.

          La emisora Radio Cabimas, ubicada cerca del área del acontecimiento fue la primera en reportar lo sucedido; logró contactar algunos de los compañeros del supuesto suicida. Los estudiantes comentaron a los reporteros que el joven se llamaba William Harvey y vivía en el sector Tierra Negra; era descendiente de los migrantes ingleses que habían llegado hace tiempo a la ciudad. Uno de los muchachos entrevistados dijo ser muy amigo de William, aseguró saber el porqué de la desdicha del joven. Reportó que el suicida le había comentado que tres meses atrás conoció a una joven que vivía en el centro de la ciudad y se había enamorado locamente de ella. Habían tenido varios encuentros, se veían en la plaza Bolívar y paseaban por la zona costera cerca de la planta de hielo El Toro. El joven estudiante había perdido varias horas de clases debido a los afanosos encuentros con su amada. La chica aprovechaba cuando su madre le enviaba a hacer algunas compras en el centro para verse con Harvey; sin embargo, había un problema: la madre la cela mucho y no la deja salir.

           Horas antes de tomar la decisión de subirse al tanque William había asistido a la primera hora de clases, continúo contando al reportero el estudiante. En el recreo confesó que en ese momento estaba padeciendo un dolor mucho más fuerte y profundo que el que había sentido el día que lo había hincado el bagre, cuando se bañaban en la playita al fondo de la técnica; ni siquiera cuando se le infestó la herida y se agudizó tanto el dolor que tuvo que a ir de emergencia al hospital, obligándolo a estar suspendido casi una semana.  

          Aprovechando que la casa de la chica quedaba en la ruta para ir a la Técnica, William Harvey no perdía oportunidad para verla y saludarla; eso se hizo una cotidiana costumbre. El estudiante estaba empecinado con la muchacha y no hacía caso a lo que le decían sus padres acerca de los progenitores de la joven. La muchacha no estudiaba y estaba al servicio de su madre. La progenitora de la niña era una mujer que había trabajado de meretriz en uno de los bares de La Rosa; llegó a ser dueña de uno de los botiquines que se instalaron en el centro de la ciudad. El padre era chofer de uno de los carros alquilados de la ruta de Ambrosio que, por cierto, para el momento se hallaba presenciando el fatídico acontecimiento protagonizado por su aún desconocido yerno.

            La muchacha había tomado la determinación de acabar con su vida. No aceptaba que su madre se opusiera a su relación con el muchacho. Al parecer la madre ya le tenía asegurado el futuro y estaba esperando cumpliera la mayoría de edad; la tenía comprometida para trabajar con la persona a quien le había arrendado su bar. La joven se llamaba Ana y ese día temprano había tenido un altercado con su madre, ya que le había prohibido las salidas por algunas sospechas. El resto de la mañana estuvo encerrada en su cuarto, su madre la llamaba y no salía. De un empujón la gorda mujer tumbo la puerta y agarró aquella frágil criatura por el brazo y la arrastró hacia la sala gritándole que fuera hacer sus oficios. Ana se dirigió a la cocina y en un descuido de su madre se fue hacia la lavandería, abrió una gaveta del armario y sacó una lata de creolina y pegándosela en la boca tomó algunos sorbos del contenido. Minutos más tarde la madre la encontró tirada en el suelo convulsionando y botando espuma por la boca. Angustiada la vieja matrona corrió con su hija en brazos hacia la calle Rosario, buscando a alguien del tráfico que la auxiliara. Un conductor de un carrito porpuestos se detuvo y las llevó al hospital D’Empaire.

            En la emergencia del hospital el reportero del Pájaro Azul, una unidad periodística que hace el recorrido por toda la ciudad reportando todos los sucesos, aprovechó para entrevistar a la madre de la niña. La mujer angustiada habló con los reporteros y le contó los pormenores de su hija; en ese momento una de las enfermeras le comentó que la muchacha se encontraba fuera de peligro, pero requería estar unas horas bajo observación. Con esa información los reporteros salieron apresuradamente hacia el tanque del INOS de Punta Icotea y buscar la forma de comunicar la noticia al angustiado muchacho.

            El amigo de William se enteró de lo que el Pájaro Azul había trasmitido por Radio Libertad como primicia y habló con los bomberos; se ofreció de voluntario para ir hablar con su amigo. Después de una larga discusión, el jefe de bomberos aceptó la propuesta. Uno de los experimentados acompañó al muchacho todo el trayecto. Al llegar a la rejilla de entrada, el bombero advirtió a William que venía acompañado con su amigo Ramón quien quería hablar con él. Harvey al ver a su compañero se puso a llorar. Ramón con voz entrecortada toda nerviosa le dijo.

          -       Tranquilo William… todo está bien… Ana está fuera de peligro y se encuentra bien… vámonos con los bomberos al hospital a verla… ven.

          El muchacho se incorporó y caminó hacia su amigo abrazándolo. Los dos chicos bajaron por la estrecha escalera seguidos por el bombero. William fue escoltado por los bomberos hasta el hospital, allí se encontró con su enamorada; se enlazaron en tierno abrazo, bajo la mirada llorosa de su madre. Ese día se convirtió en un sensitivo manto que se extendió y cubrió por días el ambiente periodístico y más aún, el escolar del pueblo Cabimero.

27-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 20 de noviembre de 2022

UNA NIÑA TAUTÓNIMA

Por Humberto Frontado


            Mi nombre es Emilia y me dicen Mimí, tengo apenas seis añitos. Vivo con mi papá Yeye y mi mamá Nana, también con mi hermana mayor Zorezore y la bebe Zuzú, que se la pasa pegada todo el día a las chichis de mi mamá; no le gusta el tete porque la mamila está rota y se oye el gluglú cuando se le sale el memé por un lado. Mis hermanos varones son Yinyin y Toto, se la pasan en un infinito corricorri todo el día. Esta mañana me desperté asustada cuando los gallos morochos Kikí y Kokó pegados a la ventana cantaron a dúo su himno existencial, el más alto fue kikirikiki que jamás lo había escuchado en mi vida. El silencio después de aquel agudo sonido me pareció muy extraño ya que lo normal era escuchar en seguidilla el sordo guauguau de nuestros dos perros cocó y ñoño, persiguiendo a los gallos por en medio de las matas de chipichipi del fondo.

            Después de hacer mi recorrido matutino por el patio sentí cierta nostalgia al no escuchar los cadenciosos meemee de mis amigas las ovejas Yeya y Cucú, que habían tenido con nosotros más de seis meses. Se corrió el runrún de que papá las había sentenciado cuando dijo “estas dos chichi están bailando chachachá en un tusero con alpargatas nuevas”. Le habían comido a papá todas las matas de ají picapica que tenía sembradas y encerradas con una cerca de alambre de puapua en un rincón del patio; lo que más le dolía a papá era que las matas estaban cargadas hasta los teqeteqe, y él tenía previsto desde hacía días hacer un botellón de picapica.

           Lo otro que le incomodaba a papá era que a las lanudas chicas se le estaban despuntando las astas y ya andaban cachaquecacha a todo el que se le atravesara. También mi mamá había empezado a decir como un cricrí con el tracatraca que las ovejas se habían vuelto peligrosas

           Después de unos días mamá nos dijo que papá había llevado a Yeya y Cucú a la casa de su compadre Lolo; allá van a estar mejor, ellos tienen en Barrio Libertad un terreno bien grande con bastante monte que comer. Hablando del señor Lolo y su familia, siempre me acuerdo de Nena, la esposa del compadre, cuando nos contó que una vez en tiempo de cosecha de nísperos se levantó a medianoche sobresaltada cuando escuchó un estruendoso raquraquraqu; eran sus hijos que estaban despiertos comiéndose un saco lleno de nísperos. Lo asombroso fue que en la mañana había quedado un cerro de pepas y conchas en el medio del cuarto que casi llegaba al techo.

         Les cuento que ya casicasi estoy recuperada de las quemaduras que sufrí en mi cuerpo desde hace cuatro meses. Si no lo sabían se los voy a contar, resulta que una mañana estaba entretenida juegaquejuega con Yeya y Cucú entre las matas de caña y de repente escuché extrañada un rápido tacatacataca salido de los carricochos de mi mamá; ella salía presurosa de la cocina cargando una pesada olla con agua caliente, la cual pumpum puso en el piso. Rápidamente despejó el sitio, rodó con sus caderas hacia el rincón su flamante y consentida lavadora chacachaca, que recién había comprado chinchín al turco Viví en Lagunillas. Rodó rasras una pequeña mesa al centro de la lavandería para pelar a la pobre gallina y preparar el sancocho, que era la comida oficial los domingos.

           Mamá había comprado temprano la gallina al señor Yeyo y la tenía amarrada a un lado de la cerca para que los perros no la estropearan. En un trastras mamá tomó a la gallina por el cuello y dándole dos tractrac se lo quebró; como en una especie de ritual le tomó la cabeza y con el pico, hizo chazchaz una cruz en la tierra con la baba de la víctima; decía que ese era un conjuro infalible para que muriera tranquila sin moverse. Sorpresivamente ese día el conjuro no resultó, la moribunda gallina comenzó a brincar como loca cataplancataplan y se fue aproximando hacia mí que la estaba mirando. Asustada, el corazón con un tuntuntun acelerado parecía que se me iba a salir por la boca, empecé a recular arrastrando mis coticitas suasua y de pronto chupulunchupulun… caí de fundillo en la olla hirviendo. Ayayay… pegué un chillido que se oyó haciendo eco por todo el campo. De un sopetón fuasfuás mamá me sacó de la olleta y me brindó auxilio entre gritos y sollozos; mientras me secaba el cuerpo con un trapo. Mamá sintiendo que le daba un beriberi, fue echando unos pasitos tuntún hacia atrás y se arrojó en la mecedora conmigo en brazos casi desmayada. Lo cumbre de todo este paranpanpan fue que nadie se acordó de la difunta gallina y no se supo a donde fue a parar.

           Estuve varias semanas con mi coco y cucú al aire, no podía hacer pipi ni popó por temor, todo me dolía. Me acuerdo que después de una semana me tuvieron que poner un bendito supositorio; a partir de allí había caca por todos lados. Los vecinos que habían llegado ese día y estaban en la sala con su blabla y chismorreo preguntando como un cricrí qué había pasado, salieron de pronto corriendo despavoridos exclamando fosfos por el fétido olor a burro muerto… me reía a carcajadas por dentro jajaja, jejeje, jijiji.

            Mientras le daba vueltas rasras a mi cintura y bailaba mi hulahula miraba desde lejos a papá; me daba cosita verlo triste por lo que me estaba pasado, pero se me pasó cuando me acordé del paopao que me había dado cuando me encontró topando la cabeza con la de Yeya. Después de pasar varios días de sufrimiento adivinen quien apareció chanchanchan... la resucitada gallina, con el cuello algo deforme y entonando un sutil cacareo ronco que parecía otorgar perdón. La familia la adoptó como nuestra mascota oficial y me dieron el honor de bautizarla… la llamé Lilí.

 

20-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 13 de noviembre de 2022

GÉNESIS

 Por Humberto Frontado


         En un viejo bar ubicado en las cercanías del cine Principal de Cabimas se encontraban cinco viejos conocidos, tomando cervezas alrededor de una mesa. Tenían varias horas en su machacona tertulia; habían hablado de sus grandes hazañas y amoríos de jóvenes; de sus arriesgadas aventuras y peleas; de los vaivenes en sus negocios. Echaron los últimos cuentos de Roñoquero y Mamblea; comentaron sobre las actuales películas rancheras. Corearon canciones de Armando Molero escuchadas desde la recién estrenada rocola. Bajaron la voz cuando hablaron de la gestión del presidente Medina Angarita y su abrupto derrocamiento perpetrado por Pérez Jimenes; para ese momento el acervo cultural de los contertulios estaba casi agotado cuando de repente se enfrascaron en el tema sobre el origen incierto de Cabimas.  

       -   Cabimas debe su nombre y origen a los frailes Capuchinos que recorrieron hace años estos predios - decía uno de los viejos alzando la voz -. Los monjes les pusieron a los indígenas el nombre de Cabimas porque esos coños lo único que hablaban era sobre la bendita mata de cabimo y del aceite que sacaban de él; esa grasa la usaban para toda vaina, era la medicina que los purgaba, les curaba las llagas y heridas; además, les quitaba el dolor de cabeza.

         -    ¡Ah!... – interrumpe otro de los tertulianos - y si fue así por qué los capuchinos no fundaron otros caseríos con el nombre de Los Cocos, La Ceiba, El Roble, La Chirimoya o Palo Santo?

             -     ¡Ve! – levanta la mano uno que casi no había hablado – yo he escuchado que sobre la fundación no hay nada aun definido… sólo hay conjeturas sin mucho sustento… se dice que nacimos en La Misión amparados por los frailes.

          Ya tenían rato discutiendo sobre el tema y la influencia del alcohol estaba comenzando a caldear los ánimos, cuando una voz ronca y temblorosa se alzó por encima de los que hablaban.

          -      ¡Buenas noches! - se oyó decir… era un señor ya mayor que les hablaba desde una de las mesas cercanas - ¿me permiten decirles algo?

           Las personas que estaban alrededor de la bulliciosa mesa al ver al anciano se miraron entre sí y por respeto le concedieron la palabra, asintiendo todos al unísono.

         -      Me llamo Ramón Romero y soy de aquí de Cabimas...al escucharlos hablar y discutir sobre el origen de esta ciudad vino a mi memoria algo que mi abuelo me contó hace muchos años… Él se llamaba Antonio Romero y era muy camorrero, todos los días tenía que pelear con alguien… Una noche haciendo su recorrido por los bares fue a parar a “El Hijo de la Noche” en la Rosa Vieja… Allí de la nada comenzó a discutir con un señor español llamado Palito Espinoza, quien decía era familia de un prelado de la iglesia católica de Maracaibo… El musiú hablaba de que el origen de Cabimas no estaba asociado a ninguna tribu aquí reinante y mucho menos al árbol Cabimo… Comentaba que todo se había debido a la aparición en este sitio de un navegante portugués que llegó desde Maracaibo. El aventurero marino transportó en su navío al obispo que hizo todo el recorrido por la costa oriental del lago evangelizando a los indígenas. El peninsular viendo una fuente de negocio y comercio constituyó una ruta de transporte desde el asentamiento indígena, donde se estableció, hasta la zona comercial portuaria de Maracaibo… El avaro lusitano desde bien temprano en la mañana ofrecía a los pobladores el servicio de transporte en su piragua, no salía hasta no verla bien cargada…gritaba a todo pulmón y repetía a los cuatro vientos… “cabien mas… cabien mas… cabien mas”… Aquella expresión retumbaba por todo el caserío, se hizo tan popular y frecuente que la gente la tomó para denominar a ese sector “Cabie mas” con el pasar del tiempo se transformó en el nombre de “Cabimas” y así se quedó… Cuando mi abuelo escuchó aquella absurda historia se abalanzó hacia el extranjero tomándolo por el cuello y empujándolo contra la pared… gritando que todo lo que había dicho era mentira. El musiu se defendió como pudo, pero mi abuelo sacando un cuchillo del bolsillo lo hirió por un costado… mi abuelo al ver el raudal de sangre que brotaba de aquella blanca mole huyó como alma que lleva el diablo… Se estuvo escondiendo de la policía y del señor Palito Espinoza, quien puso precio a su cabeza durante mucho tiempo hasta que nunca más se supo de él... Con el tiempo la gente tomó el impresionante hecho para sacar un refrán que después se hizo muy popular cuando querían referirse a algo difícil de conseguir... "lo andan bancando como Palito a Romero”.

          Al terminar de hablar el anciano, los presentes se quedaron mirando entre sí; no entendían lo que acababan de escuchar. Ahora se debatían ente otras dos nuevas verdades que distorsionaban sus creencias. La del controvertido origen de su ciudad natal y la historia de uno de sus héroes anónimos llamado Palito Romero, quien había dado muerte al osado gringo por haber vilipendiado la bandera nacional.

 

13-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 6 de noviembre de 2022

ALÍ (CANTOR NECESARIO)

Por Humberto Frontado


No cabe dudas que con tu prosa has sido un tenaz faro de luz inspirador. Dejaste en quienes te admiran una perdurable imagen de un poeta trovador que llevó ondeando siempre un pensamiento claro de justicia y lucha en nuestros pueblos. Han sido nuestras todas esas canciones preñadas de sueños y esperanza. Con efervescente ímpetu supiste mantener en tu gente ese pensamiento rebelde y alentador. Fuiste inquieto azogue que no se dejó amansar por tentadoras pasiones.

Desde niño tus pies descalzos sobre el árido suelo y con las mismas cicatrices succionaron el elixir de rebeldía que toman los taciturnos e impíos cujíes, cardones y tunas contraponiendo vientos, sed, maltratos y edades. Supiste amasar en tu prosa todo ese recorrido que palmo a palmo hiciste por la geografía de tu tierra. En tu brioso potro montaraz cabalgaste cunaviche adentro conociendo todas las vicisitudes de tu pueblo. Llenaste tu canoa mochilera con todas esas penurias; también la cubriste de flores, recuerdos de grandes momentos, mujeres bellas y causas que se podían ganar.

La juventud universitaria siempre fue el matraz donde se concentró ese foco inspirador, ese dinamo que recargaba y concentraba las pasiones hacia la búsqueda de cambios y nuevos tiempos. Desde las enlodadas trincheras defendiste las puertas ecológicas de Trujillo, Margarita, el cerro Galicia de tu Falcon; nunca te quedaste en casa, siempre estuviste presto y dando combate. Fuiste bardo que captó el sentir de la gente y lo plasmaste claramente en tus canciones. Tu pueblo sabe que lleva un cuarto de ese siglo necesario para cambiar.

Nos queda a nosotros   sobreponernos y entender que en un salto la llovizna mojó la madera bonita de grato olor a jazmín, cuya llama por momentos inspiró pasiones de grandeza y de libertad en nuestra hoy envilecida tierra. La patria bella siendo hombre está entre las fauces del tirano de turno y tu canto ha sido amordazado, ahora es de su propiedad y copla de guerra. Tu canto confundido se barajó entre dos vertientes sinuosas y escabrosas, ha desembocado en el delta de la desidia donde se ha hundido en el lodazal movedizo de nuestras conciencias. La fuerza represiva ha doblegado a nuestro pueblo, que ahora es manso y ya no escucha tu brava canción porque pertenece a otros.

Que coro más triste el que acompaña ahora tu canción. No hay quien levante la voz y la haga retumbar a los cuatro vientos. Tu copla se acalló cuando paseó cabalgando estrofas anarquistas del camaleón rojo que bajo engaño te ha usurpado. El ruido del tan tan enmudeció el llanto de los inocentes que pedían perdón ante la metralla; enmudeció el llanto de las pobres madres que vieron morir a sus inocentes muchachos, quienes estoicamente defendían tus canciones; enmudeció el grito de los que pedían pan rogando a dios se lo cobre.

Somos semejantes; es decir, pareciera que lo somos en la manera de rezarle a un menguado Dios que ha tenido que doblegarse a los designios de quien ostenta el poder. Hoy ya hay semejanza en las escuelas, sólo que ahora no hay horario ni asistencia.  Tenemos una nueva sociedad con haciendas expropiadas y de un único dueño que en la iglesia se persigna ungido de agua bendita. Deja…deja que esa lágrima se desprenda y se una a la bien salada gota de sudor de tu frente José Leonardo; deja que ruede abajo por tus mejillas y coja fuerza; deja que caiga a tierra donde apaciguará la sed de sus surcos y donde…quizás nacerán nuevos brotes de delirios.

Nos extasiamos con la canción de Luis Mariano entre dos aguas tiernas, como las manos de mi abuela en su plegaria. En la del sublime amor en tres tiempos, extraño sortilegio de los astros. La canción del tiple llamando pá la iglesia, que salió algo llorona y triste en una tarde de sutil neblina. Escuchar tus canciones nos hace pensar que siempre habrá una esperanza para el equilibrio social y político. Son canciones del tercer mundo para un solo mundo, como solías decías. La extensa prosa libertaria que nos dejaste mantendrá latente nuestra llama de ilusión. No será tanto para el amo extranjero sino para el amo que tememos internamente, que nos azota y nos ha maniatado; son una nueva estirpe de bachacos fundilluos.

Los jóvenes echaron sus palabras contra el tirano porque por dentro les quemaba. Más grande fue el fuego que venía de las metrallas asesinas, se ahogaron en sangre, perdieron el habla y nunca más se habló.  El joven quiso asomarse por encima, más arriba de la piel, más arriba del grito del alma y sucumbió penosamente. Muchos sensibles lanzaron la primer conciencia y fueron reprendidos por los lacayos.

El gallo canta en la mañana y ya nadie se pregunta cuándo está triste; todos saben que las circunstancias lo han hecho un desdichado perpetuo, por eso llora el llanero hecho un rastrojo adentro. Su tonada suave y melancólica ya ni endulza su insípido guarapo de existencia. El raudal de incesantes lágrimas ha hecho perpetua la humedad de los esteros, todo se ha sumido en la profundidad del silencio.

José Leonardo no te alcanzará la candela para calentar el melado que echarás a los que hoy ostentan el trono; ya no es el español, mucho menos el gringo, ahora es la casta de los nuevos oligarcas. San Benito busca poder para matar la culebra y también al mantuano, que ya sabemos quién es. El sufrir no se ha pasado y va a ser difícil que pase. En esta tierra ancha de hace mil hombres aún se bate entre la miseria y la desdicha. Quién lo diría Mama Pancha, cuándo se nos fue nuestro “en ti creo”, hemos de rezar este rosario que ha sido más largo que el tuyo.

En un salto aquella fausta madrugada la llovizna apagó de sopetón aquella fúlgida candela que prendía por los cuatro costados la madera bonita; olorosa a jazmín que por momentos inspiraba bohemias y delirantes pasiones de grandeza y de libertades en nuestra envilecida y barajada patria. 

Cada vez que celebramos tu nacimiento te pedimos nos cantes nuevamente, así te hayan cortado en tiritas todo el azul de tu cielo y lo hayan vaciado de estrellas; es necesaria tu canción en estos funestos momentos de conformismo en el alma para que alumbre la patria que ha estado preñada cuatrocientos cuarenta y cinco años.  

En el único traste donde perdimos tu canción fue en la inconsciencia de nosotros mismos. Nos tocará quemar entonces tu guitara, porque tus canciones no pudieron encender nuestras almas. Vivimos y queremos vivir en una estrofa perpetua en dolor mayor y no se vislumbra que vayamos a cambiar de tono.

Seguirás siendo el cantor necesario que atiza, en los que aún nos sentimos joven, esa llama de esperanza para nuestros hijos y nietos que ha tenido que emigrar hacia otras quimeras…Hasta siempre Alí.

 

06-11-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 30 de octubre de 2022

CINE HECHO EN CHINA

Por Humberto Frontado


           La ya pujante Ciudad de Cabimas era conocida por su apertura a recibir los migrantes provenientes de otros hemisferios. Estaba acostumbrada a la presencia del gringo que sólo se movía en el ambiente petrolero. Los otros extranjeros venían desplazados por circunstancias sociopolíticas. Los provenientes del oeste asiático, que el pueblo llamaba turcos, recogía a los oriundos de Turquía, Libia, Palestina, Líbano, Siria, etc.; se dedicaron, encerrados en un núcleo muy hermético, a trabajar en el comercio de ropa, telas, calzados y línea blanca. Los italianos se concentraron en el negocio de las panaderías y ferreterías. Los portugueses, conocedores del negocio de las carnes y embutidos compartieron espacio con los criollos, ya que éstos tenían instalado toda una distribución en la pujante región; vendían sus productos en las calles, llevándolos en latas de manteca.

             Otra línea de migrantes la ofreció China con la gente que provenía de la provincia de Cantón; ocuparon primordialmente el ámbito del lavado y planchado de ropa. Se ubicaron en varios locales de la ciudad cubriendo la necesidad perentoria del lavado de los trajes de los tantos solteros que vinieron a trabajar en las petroleras. Fue una época de mucha demanda de trabajo y servicio. Los chinos más tarde les hicieron competencia a los italianos, ofreciendo el servicio de restaurante; por encima de los comedores familiares que ofertaban los cabimeros o gente que provenía de otra región, sobre todo de Maracaibo y los Andes

          Ante la solicitud abrumadora de esa masa humana de todo tipo de servicios, la localidad de Cabimas se expandió a buscar la manera de cubrir ese requerimiento. Entre los cabimeros y extranjeros abrieron todo tipo de expendios. Se llenó el pueblo de hoteles, posadas, restaurantes, quioscos, bodegas, etc. Lo más notorio fue la aparición por todos lados de bares, botiquines y taguaras; en cualquier esquina se podía encontrar un lugar donde calmar la sed con variedad de cervezas, hasta una alemana tipo pilsen. Con el fin de controlar un caos sanitario el gobierno actuó varias veces haciendo limpieza en las zonas de populosos antros y casas de citas; reubicándolos en las afueras de la ciudad. Una de las más icónicas fue la mudanza de la zona de tolerancia La Rosa situada en el centro, hacia al sector de la Nueva Rosa. Toda esta normativa contribuyó a lograr cierta depuración, dándole un nuevo rostro a la ciudad.

           Aparecieron las fuentes de soda con su ambiente familiar y otros bares sin la presencia de meretrices o mujeres de la vida. Estos bares populares distribuidos por toda la ciudad permitían a los hombres reunirse sanamente, sin temor a ser enfrentados por camorreros y tracaleros; además, contaban con la presencia de la atenta policía.

           Cuenta la historia que uno de los hechos suscitados en estos populares bares sirvió de ejemplo esperanzador para la población. Todo ocurrió en el concurrido bar llamado El Molino Rojo, su dueño decía “he tomado el nombre del bar más famoso de Francia, el “Moulin Rouge”, porque el mío va a ser el más famoso de Venezuela. Lo cierto es que allí se llevó a cabo un acontecimiento trascendental para la región.

            Con varios días de estancia en la ciudad y sin saber una palabra de español, un joven chino caminaba por el centro de la ciudad buscando distraerse. El muchacho trabajaba en una de las tintorerías que se habían instalado en la ciudad, estaba soltero y vivía en una de las pensiones que pululaban en la calle principal. Se detuvo frente al prestigioso bar del molino y después de pensarlo un rato entró tímidamente, se fue hacia uno de los oscuros rincones del local y se sentó. El mesero lo atendió y él con su mano hizo señas que no quería nada por el momento.  

            Pasados unos minutos algunos de los presentes sorprendidos detectaron una silueta amenazadora que se movía rauda por la pared y luego desaparecía; de pronto, ubicada en el centro la sombra mostró todo su esplendor con movimientos sinuosos. Era un dragón que volaba serpenteando por toda la pared; no cabía dudas que había capturado la atención de los presentes, quienes con aplausos y gestos agradecieron el espectáculo. Aprovechando la luz que venía de atrás y se proyectaba en una de las paredes el extraño visitante desde su puesto y moviendo sus manos en forma magistral dió inicio al cinema.

            Comenzó con el inocente conejo comiendo y merodeando en el bosque, luego se veía amenazado y brincando asustado huyendo del fiero lobo que lo quería devorar; la gente gritaba cada vez que el lobo se abalanzaba contra la liebre. Cerró el espectáculo haciendo bailar la marioneta con el conejo. Los presentes aplaudieron eufóricos al oriental por presentarles tan amena distracción. Muchos fueron a la mesa del joven y dieron alguna propina. El mesonero se presentó con una cerveza diciendo que era cortesía de la casa. A otros más interesados, el cineasta les enseño las formas básicas de llevar las sombras a la pared.

          El achinado hombre bajó la cabeza como signo de agradecimiento, se tomó la cerveza en un solo sorbo y se marchó silencioso igual que como había entrado. El día siguiente en un acto magistral presentó a Caperucita Roja y el lobo feroz. Todas las noches se aparecía con una historia diferente y la gente respondía llenando todo el bar para ver el cinema. Día tras día el artista chino por una cerveza a cambio divertía a los presentes; así estuvo varias semanas con cuentos e historias llevadas a la pared a través de sombras hechas mágicamente con sus manos.

           Aparecía Pinocho devorado por una ballena y más tarde era expulsado de sus fauces para seguir con sus travesuras; la luna enamorada persiguiendo al desconsiderado sol que no respondía a su eterno amor; el capitán garfio maltratando al diminuto Pulgarcito. Las escenas más inimaginables eran reproducidas por aquel mago oriental, lograba generar sus películas mucho antes de que el cine apareciera y le hiciera una mala jugada. Sólo le quedó la satisfacción de que su arte se extendió por todos nuestros pueblos como pólvora. Los padres lograron con las sombras animar y mantener a los hijos ocupados en el arte oriental, también las incipientes escuelas en el área tomaron con vehemencia la enseñanza de la disciplina. Algunas personas de vieja data en Cabimas aseguran que desde aquí se expidió el arte de las sombras a toda Venezuela.

 

30-10-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...