Por Humberto Frontado
Cautivante
y misterioso fabulista,
cuya existencia se disipa
en una espesa niebla de dudas;
no así tus cuentos,
cachos, jácaras, parábolas,
anécdotas y relatos
con sus respectivas metáforas
que perduran
en el quejumbroso tiempo.
Venido
de Tracia
sin gracia,
te codeaste con Pisístrato y Solón.
Menos serio y ausente de buen físico
ahogado en oscuro color,
te apartaron de la opción al trabajo.
Con
incipiente dificultad
para expresarte
naciste para ser esclavo.
Nutrido de humillaciones
fortaleciste y exacerbaste
tu irónico carácter mordaz.
Por
tu benevolencia
la mística providencia de las musas
te premió con el don de la palabra,
suficiente para dar rienda suelta
y desbocar por siempre
tus fabulosas fábulas.
Tus
consentidos animales
tomaron conductas humanas,
con sus mismos defectos y virtudes;
entrelazaron minúsculas anécdotas
que desencadenaron
sorpresivas y contundentes enseñanzas.
Hijo
de Janto,
te concedieron enarbolar
tu ocurrente bandera de sabiduría
a los cuatro vientos,
en una sociedad
que se ha extrapolado
con los mismos vicios y defectos,
manteniendo vivo
tu legado de moralejas.
La
tortuga a la liebre,
la abeja a la paloma,
la zorra al mono rey,
el pavo real a la grulla,
la cabra al asno,
el lobo a la oveja,
el león al ratón,
la lechuza a las palomas,
el hombre a la hormiga,
la tortuga al águila;
y, Esopo: a toda la humanidad
de hoy y siempre.
04-05-2024
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.
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