domingo, 31 de octubre de 2021

EL ANCIANO GUAMACHE

 Por Humberto Frontado



          -         ¡Caras!... ahí vienes tu a joder… tantas matas y cardones que hay por allí y tu nada mas vienes aquí con tus artes… a acicalarte, regodearte y cagarte… no me respetas… apunta pá otro lado y no me cagues las ramas, por favor.

           Exclamó refunfuñando el viejo Guamache, mientras se sacudía con disimulo para ver si se zafaba del odioso visitante que ya posaba plácido en una de sus ramas.

         -         ¡Ajo mijo!... tu si eres delicado… tu como que amaneciste caliente hoy… no ves que sólo vengo a hacerte compañía, y con mi otro arte, alegrarte esta mañana con mi esplendido trinar… malagradecido.

          Contestó la flaca y estilizada chulinga levantando la cola para zumbar su primera carga.

        -         ¡No!... no estoy molesto… lo que pasa es que amanecí estropeado de la batuqueada que me dió, toda la noche, la rara ventolera que venía de tierra firme. Es primera vez que me azota una vaina así, parecía un ciclón, me desgajó algunas ramas y me arrancó muchas hojas. Vamos a ver si con la luna llena de la próxima semana vuelvo a cargar de hojas las maltratadas ramas.

          Así se inició, esa cálida y radiante mañana, la consuetudinaria tertulia entre estos dos seres disparejos. Era finales de octubre, después de haber transcurrido las festividades de San Rafael en el pueblo de Güinima.

      -         ¡Mira mijo!... tú que vienes de esos lados de abajo, cómo vistes el movimiento de las fiestas de don Rafa – preguntó ya calmado el viejo a la paraulata – desde aquí lo único que pude escuchar fueron dos pírricos cohetes… ya ni esa pá esa vaina alcanza la plata que se recoge en las fiestas patronales.

         -         Bueno si hubo actividades, sobre todo en la iglesia, pero como usted dice el dinero no alcanza pá mucho.

            Así estuvieron hablando un buen rato los contrapuestos amigos, hasta que el escuálido pajarraco cogió impulso y sin despedirse se marchó a la llanera. La rancia planta quedó nuevamente sola en la mitad del demacrado camino. La brisa cálida venía surfeado las olas hasta volcarse en la playa, allí se arremolinaba ante la maciza pared del pequeño acantilado y tomaba fuerza para trepar hasta lo más alto del saliente y desembocar plácida en el peladar de Catuche. Esa brisa la aprovechó el Guamache para bambolearse un poco y sacudirse el polvo que había descendido en su follaje la noche anterior.

           El anciano árbol había nacido entre tres pesadas rocas que el tiempo geológico arrimó y moldeó con paciente erosión de lluvia y viento. Estirados largos años atrás las grietas de unión en el rocoso montículo dieron acogida a una intrépida semilla que algún pícaro pájaro dejó caer al comer la frutilla de Guamache.

          Aquel montículo pétreo le dió protección desde su nacimiento al ya vejestorio árbol. Los inquietos caminantes que trazaban senderos lo fueron sortearon pasándole por un lado, al tal punto que con el tiempo quedó en medio del camino, formando una especie de redoma o plazoleta natural.   Los animales, en especial los chivos, respetaron su ímpetu de nacer y crecer entre esas rocas.

           Es el único árbol de altura que hay en medio de tanta soledad y aridez de lo que conforma Catuche y El Coco, en lo que se conoce como la cabecera de la isla de Coche. Por eso su desdicha al no poder conversar con otro árbol compañero. Le rodea un peladar árido, él se considera un lunar verde en el cachete de la rasurada planicie  catuchense.

           Caminando desde Zulica con rumbo a la Tua Tua venían dos burros, padre e hijo, buscando saciar la sed. El hijo, un pollino intrépido caminaba con paso altanero con ganas de llegar pronto a su destino. El padre macilento venía más bien buscando arrecostarse a una sombra que le apaciguara y poder descansar un rato del agobiante sol. Al aproximarse al viejo Guamache el anciano cuadrúpedo saluda a su amigo.

           -         Hola viejo… ¿cómo te va?

          El árbol se tuerce un poco para contestar el saludo del viejo amigo.

           -         ¡Epale viejo burro!... ¿cómo te va?... chacho vienes con las verijas sudás.

         -         Si… vengo con el sol a cuesta desde Zulica… - contesta el animal con voz entrecortada de cansancio - no conseguimos ni una ñinga de agua… me acompaña mi hijo que siguió el camino... iba apurao... ¿y a ti cómo te va? – pregunta el anciano asno reculando, buscando la sombra del árbol.

        -         ¡Coño!... este año el cielo ha sido indolente con nosotros, nojoda… - comenta el árbol mirando hacia arriba - ve que San Pedro en su día siempre nos regala un poco de agua; este año sólo nos despachó una mísera garúa por los lados de la punta… por estos lados no llegó ni siquiera una gota.

          El viejo equino bajó la cabeza con pena acordándose del momento porque también lo había vivido.

          -         Desde lo lejos veo muchos cardones, melones, tunas y retamas que se han ido secado, más por envidia e intriga que por falta de agua – comenta melancólico el árbol – la gente se pregunta todo el tiempo… ¿cómo hará ese coño viejo para estar siempre verdecito y frondoso?

           -         ¡A vaina verdad paisano! – responde sorprendido el burro, para luego preguntar - ¿y en verdad cómo lo hace?… ¿si es que se puede saber?

           -         Vea paisano mi subsistencia se la debo al hecho de haber nacido entre estas rocas, que al principio me incomodaron pero después al ir creciendo cedieron ante mí; ellas ayudan a almacenar la humedad que se genera con la fría brisa nocturna que se encausa entre esos dos cerros y viene hacia mí, arropando mi follaje en un exuberante rocío – declara confidente el viejo árbol a su amigo.

            -         ¡Ja ja ja!... que vaina - se carcajeó el veterano borrico, para luego contar con voz de quien se hubiese relajado - yo le había escuchado decir, a sus lejanos vecinos, que su verdor y tamaño se lo debía a extraños pactos y conjuros nocturnos que usted había llevado a cabo con Chiriguas y Chinamos.

            -         Pendejadas que siempre hablan… no saben que me mantengo verde y florido porque es la única forma de atraer a los visitantes que se aventuran por estos remotos y olvidados caminos; además puedo hablar con ellos, eso me nutre más que el sol y el agua. En cambio, ellos se esqueletizan y consumen envidiando mi prestancia y mi altivez. En estos parajes solitarios he aprendido a ser paciente, y lo más importante: hacer ver a los otros que estoy vivo y coleando. Una vez atravesábamos una época de contundente sequía y se me ocurrió descuidar una de las ramas inferiores para favorecer las de más arriba… en un santiamén aparecieron unos chamos y me cortaron las ramas secas y otras tantas aún verdes sin compasión, y que pá leña.

          -         ¡Que vaina paisano! – exclama en lamento el rancio borrico ya para despedirse – ¡bueno cumpa!... está muy buena la conversa, pero ya me tengo que ir… gracias por el rato de sombra… voy a juntarme con mi hijo que debe estar en la Tua Tua… el condenao está de amoríos con una burriquita en Valle Seco y anda todo asollao… de seguro ya se fue.

          Unos meses después de esos plácidos encuentros, los días en la pequeña isla se precipitaron abruptamente por el barranco de la desdicha. El ambiente se sentía pesado haciendo que su gente mermara su arrojo; todo se veía más lento, una estela gris cubrió totalmente la parte baja donde estaban ubicados los distintos pueblos. El tránsito de lanchas era mínimo y el ferry cesó en sus andanzas. El suministro de alimentos y combustible se fue a pique.

         El arcaico y pobre árbol andaba inquieto y preocupado ya que se había desatado una fiebre en los cocheros de ir a los cerros a buscar leña. El suministro de gas también se había paralizado y obligaba a los habitantes volver a la vieja usanza de cocinar con leña. Los lugareños, como hormiga marabunta, iban cepillando los cerros y las riberas de la isla buscando retamas, árboles, palos todo lo que se les atravesara en el camino.

           Ya viejo el Guamache se entristecía al acordarse de época remotas, cuando en tiempo de rabolargos y guarames se llenaba de alegría al tener esa semana la compañía de tantas potocas, guarames, collaritos, chulingas y toda clase de especímenes de pájaros que en su emigrar utilizaban su cuerpo como sitio de descanso obligado. Eso se acabó como pronto se acabaría su presencia. Sus días estaban contados, ese viejo y orgulloso árbol se iría sin ninguna queja; agradeciendo al sol, al viento y la noche, a todos sus nutrientes de vida, a sus flores de alegría y de esperanzas. A veces la suave brisca llevaba a lo lejos sus lamentos y soliloquios.

          -     Vi en tiempos remotos gente que vivía en una pequeña comarca llamada Catuche, desde allí bajaban el cerro hacia la playa donde había rancherías. Hablaban de sacar perlas, de salar pescado, de navegar hasta tierra firme en bote de vela y hacer trueques. Había mucho movimiento entre las familias allí congregadas. Subían y bajaban la escarpada pendiente y a veces caminaban hacia mi buscando mi incipiente sombra. Es posible que deba mi vida a los primigenios habitantes que allí se establecieron. Uno de ellos el más inquieto pudo haber llevado sus bolsillos repletos de maduros Guamache y al brincar sobre aquel grupo de inmensas y retadoras rocas una de las frutillas cayó entre sus juntas y allí nací yo.

          Una mañana de esas que invitan a vivir, azuzadas por una suave brisa, volaban gallardas dos mozas chulingas, se batieron en cerrado duelo de vuelo hasta que ya cansadas de revolotear decidieron posarse en un cariado y seco tronco que emergía de entre tres grandes rocas. Después de lanzar las correspondientes cagadas, una le comenta a la otra.

           -         ¡Hey chama!… me contó una vez mamá… que su abuela le había dicho que este tronco seco en el que estamos montadas perteneció a un viejo amigo.

 

31-10-2021

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

Fuente de Información: Ángel Guevara.

domingo, 24 de octubre de 2021

LA ENIGMÁTICA MACHACA

Por Humberto Frontado



             Era un fresco y apacible domingo, a medida que transcurrían los minutos se llevaban consigo pedazos de esa serenidad; la cercanía a los enormes tanques de petróleo hacía que la mañana adquiriera rápidamente su pesada y sudorosa fragancia aceitosa, eso lo percibió claramente la gente que ocupaba el recinto de la bella y acogedora Iglesia Santa Rosa de Lima en Lagunillas. Los feligreses que habían llegado temprano comenzaron inquietos a buscar algo con que abanicarse un poco. Estaba ocurriendo algo nunca visto, el interior de la pequeña nave de la iglesia estaba totalmente lleno; había gente parada alrededor de las bancas ya ocupadas, en la puerta principal y las laterales estaban abarrotadas de cristianos.

            El Padre José entró seguido por su corte de monaguillos, se extrañó de aquella bullosa y apretujada audiencia, carraspeó su garganta antes de llegar al púlpito. La gente captó la señal y fue haciendo un escalonado silencio. Inició la misa con el rezo del Padre Nuestro en viejo latín que sólo él sabía, adornado de una sinuosidad sonora y del ritual acostumbrado.

           Después de culminar los ritos de comunión el cura dió algunos avisos parroquiales y antes de la bendición final hizo un paréntesis para comentar sobre el pecado y su cercanía a la desobediencia.

            -       Estoy sorprendido de la masiva asistencia a la misa de este domingo. Viéndolo bien está más concurrida que un miércoles de ceniza o el domingo de ramos, inclusive que el mismo día de procesión en semana santa. Pero yo sé el porqué de esta concurrencia y está bien, está bien que busquen refugio cuando lo requieran. Desde hace una semana se ha corrido la voz sobre algo maligno y atroz que nos acosa; de hecho, es un acto del diablo y hay que combatirlo con oración y plegarias, es la única forma de desecharla. Hasta el momento únicamente son conjeturas maliciosas con la pretensión de corromper el sano equilibrio de nuestro juicio y espíritu. Dicen que ese animal o bicho llamado Machaca nos está acechando, pero todo eso parece elucubración, ya que hasta este momento nadie lo ha visto. Tengan fe y aparten todo tipo de malos pensamientos sobre eso que cuentan. Acérquense más a Dios y él os dará absoluta protección. Id a vuestros hogares en confianza, rezad y pedid a Dios que os aparte de esos malos juicios y lleve lejos la presencia de ese ser maligno. Id en paz… hasta el próximo domingo.

          La gente aglomerada escuchó atenta y en silencio el mensaje final del párroco, pero al salir del templo comenzó la ola de rumores y expresiones sobre lo que estaba sucediendo y a lo que se exponía su desguarnecida integridad. La prensa trasmitía en los reportes noticiosos la cercana presencia de un animal peligroso, del cual no se tenía mucha información.

            A lo largo de la primera semana, después de anunciarse su aparición en el Putumayo uno de los departamentos de Colombia, se hablaba de que había avanzado a toda prisa por el territorio Santandereano haciendo estragos en la población y había incursionado en nuestras tierras, pasando la frontera por el lado andino y venía hacia la zona este de Venezuela. Los medios de comunicación sin muchos detalles decían que el animal era un insecto de gran tamaño que tenía una peligrosa ponzoña que podía paralizar ipso facto a un ser humano. La historia de sus apariciones en Colombia fue narrada día tras día en los periódicos; cada mañana la gente iba directo a la última página en los sucesos para leer sobre la susodicha machaca. Lo noticia cumbre  que revolucionó el suceso fue cuando los periódicos informaron sobre  la ya confirmada cura contra la picada de la machaca; hacer el amor antes de que se cumpliera el lapso de veinticuatro horas.

             Otra noticia impactante fue la acontecida con unas monjas de un monasterio Jesuita en Colombia, quienes declararon que estarían dispuestas a morir en pleno en caso que fuesen picadas por el pervertido animal. También se reportó una epidemia de picaduras que desató un infierno en la población de Putumayo. En nuestro territorio ya habían aparecido también varias personas picadas en algunos estados andinos, en Mene Grande y Bachaquero. Se dice que murieron por su terquedad. Una vez inoculados se tiraban al piso agitados y convulsionando, botando espuma por la boca y quejándose de fuertes dolores en el bajo vientre; todo por no haber creído en lo peligroso de la ponzoña del horrible animal.

           El domingo de misa siguiente fue peor, la asistencia a la iglesia fue descomunal, venían por la carretera nacional hacia el templo. Se presentaron casi todos los habitantes de los Campos de la compañía Shell, inclusive los de Lagoven y Mene Grande; también se anexaron los barrios vecinos. La mayoría escuchó el servicio fuera del recinto. Para la eucaristía el cura tuvo que partir la hostia en cuatro partes a fin de poder cumplir con el acto, eran demasiados los que comulgaban. Igualmente era demasiada gente asistiendo a confesión, todos se circunscribían al tema de la machaca y sus consecuencias.

          A medida que transcurría el tiempo los vecinos de los campos comentaban entre sí las cosas que se suscitaban en las familias producto de la aparición de la machaca. Aunque nunca se comentó ni se comprobó que fuese efectivo el tratamiento sexual antes de la picada del animal, los hombres querían protegerse; antes de ir al trabajo querían hacer el amor con sus esposas, y al regreso tomar un refuerzo del tratamiento por si las moscas. Algunas mujeres fueron a pedir absolución al padre para incrementar la dosis sexual para bien de la comunidad. Otras corrieron el rumor que mientras más joven el donante de la transfusión era más efectivo.

           Los trabajadores de las petroleras llegaban al trabajo manifestando calenturas y quebranto de salud, asociado a picor y ardor en la piel; pedían permiso al supervisor e iban a las clínicas buscando alivio o reparo con la compañía de alguna voluntaria enfermera. A veces se iban a la clínica directo a emergencias, los doctores los mandaban al trabajo con su tratamiento de paracetamol para aliviar sus dolores. La leyenda cobró relevancia entre los trabajadores cuando un ingeniero de perforación estando en el piso del taladro en una de las localizaciones en Perijá fue picado por el insecto, el incidente coincidió con el cambio de guardia del supervisor y el herido logró aprovechar que el helicóptero lo trasladara a Tía Juana; después de ser atendido en la clínica industrial se dirigió raudo a su casa donde lo esperaba su mujer, a partir de allí el ingeniero fue fiel a la creencia del mito. Después de eso se hizo popular el dicho para los trabajadores que pasaban días en los taladros, cuando llegaban a casa le decían a la mujer: “mi amor vengo picao de machaca”.

         Por otro lado, los padres empezaron a buscar respuestas sobre cuántos años mínimos debía tener un muchacho para cumplir con el requisito y así estar a salvo de la picada. Había controversia de si establecerlo apto con la mayoría de edad, dieciocho años, o a la edad de su desarrollo. Estaban obstinados de que sus muchachos le pidieran dinero para ir a la asistencia de salud en la zona de tolerancia, por los lados de Tasajera, que la habían pasado de ser zona roja a zona de cruz roja.

           Los novios les pedían a las novias y viceversa un adelanto justificado ya que era cosa de vida o muerte. A la segunda semana de la aparición del extraño monstruo salió una borrosa foto en el diario Panorama donde se veía de una vez por todas como era la susodicha bestia que había causado tantos estragos. Se veía un pequeño animal alado como una mariposa o tara nocturna con cabeza de serpiente, con cinco pares de largas patas, como de diez centímetros, de color grisáceo con manchas y rayas oscuras para camuflarse.

           A partir de allí transcurrieron unos meses bajo la angustia de ser picado por la machaca. El periódico dejó de dar avances de la presencia del feroz animal, hasta que fue disipándose poco a poco la presencia en las mentes de los hombres y mujeres de Lagunillas y toda la costa oriental hasta Maracaibo. Pasó el tiempo y así como apareció se fue difuminando la novedosa noticia. Se dice que la prensa estaba consciente de la dudosa veracidad de la fuente de la historia, pero por pura cuestión de honor no revelaron la verdad y su origen. Tras bastidores se supo que todo había sido una mentira inventada por un periodista colombiano llamado Henry Holguín acostumbrado a llamar la atención con historias agarradas por las greñas sin veracidad, solía decir “los límites entre realidad y ficción nunca fueron problema para mí”.

           Hace ya 50 años que se suscitó este evento y quedaron gratos recuerdos, como los que cuentan las parejas que lograron casarse y ser felices gracias a la Machaca y su mito.

 

Venezuela, Cabimas, 21-10-2021.

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 17 de octubre de 2021

GENÉTICA COCHERA

 (CUENTOS DE MALENGO)

Por Humberto Frontado


             En algún recóndito y apartado espacio de la historia existió un hombre mortificado por la inquietud de su pareja, quien cada vez que se le iba la menstruación ansiaba locamente saber si estaba embarazada.  Por años el angustiado ser se dió a la encomiable tarea de buscar una respuesta satisfactoria hasta que tropezó con una que relacionaba la orina de la mujer con su embarazo, el efecto lo comprobó en plantas y animales.

            Hace miles de años los egipcios registraron información sobre la determinación del embarazo haciendo orinar a la dama sobre semillas de trigo y cebada. Si germinaban las de trigo indicaba que nacería un varón, si eran las de cebada sería hembra, y si era nula la germinación entonces no había embarazo.

            Mucho tiempo después, los alemanes descubrieron que inyectando orina de la mujer en las ratas jóvenes las hacía ovular al cabo de un corto tiempo; esto profetizaba un embarazo positivo. Este método resultó ser costoso y complejo, siendo su eficiencia del ochenta por ciento. En la década de los treinta, en occidente se hizo popular la prueba de la inyección de orina de las sospechosas mujeres en las ranas y sapos. En las ranas se les aceleraba su ovulación y en los sapos los ayudaba a expulsar espermatozoides en su orina; su eficiencia era de hasta 97%. Esta prueba era económica y muy sencilla. Todas estas técnicas fueron luego sustituidas con las portátiles y prácticas pruebas, basadas en métodos inmunológicos.

            En los comienzos de los años sesenta en Venezuela se había hecho popular el método de la inyección de orina en el sapo. Durante ese tiempo de ese incipiente progreso clínico y farmacológico se dió una graciosa escena en uno de los centros hospitalarios que se establecían en los campos de la naciente Lagunillas petrolera. Estaba un niño observando a través de los bloques de ventilación de la pared de la clínica. Estaba subido de pies en la banca de madera que servía de asiento a los que iban a consulta. El curioso muchacho detallaba con su largavista de cemento todo lo que había alrededor de aquella verdosa parcela hasta llegar a una caseta cubierta de alambre, parecido a un gallinero. Se sorprendió que no hubiese pollos ni gallinas, sino algo muy pequeño que se movía.

           El joven sin comentarle a su madre se bajó de la banca y se dirigió al pasillo donde estaba el cuarto de emergencias, por donde suponía estaba la jaula. Efectivamente allí estaba lo que buscaba, se pegó a los bloques que daban hacia la jaula y logró ver algo muy curioso. No había aves, pero había una gran cantidad de sapos, unos muy grande y otros pequeños; todos trataban desesperados por acomodarse en una pileta con agua que estaba a uno de los lados. El chico estuvo un buen rato viendo al enjambre de anfibios, metiendo la mano y moviendo en ocasiones el alambre de la caseta para ver si respondían, hasta que apareció la madre angustiada y halándolo por la oreja le recriminó diciéndole.

           -       ¡muchacho el carajo!... que tengo rato buscándote… ¿Qué haces aquí… ¡ah!?... que el doctor te está llamando desde hace rato… ven vamos a ver si nos atiende.

          La molesta mujer agarró al joven por el brazo y lo llevó a tirones al consultorio, por suerte el doctor estaba de ganas y los atendió. Camino a casa el regañado muchacho no hallaba como iniciar la plática con la disgustada mamá. Fue ella la que después de caminar un buen rato decidió hablar, comenzó preguntándole sobre el por qué se había alejado de su lado sin avisar. El muchacho tímidamente contestó.

           -       Es que estaba viendo los sapos en la jaula.

           -       ¿Qué sapos muchacho? – pregunta desconcertada la madre.

         -       Unos que están por el pasillo de la emergencia – comenta inocente el muchacho.

           -       ¡Ah!… ¡lo sapos!… ahora sí – responde la mujer llevándose las manos a la cabeza.

           -       ¿Mamá…  y para qué tienen esos sapos allí en ese gallinero? – preguntó espontáneo el joven.

           La mujer se quedó un rato buscando cómo responderle al niño, hasta que le brotó decir.

        -       Esos sapos… los usan los médicos para determinar si la mujer está embarazada.

          El muchacho se quedó en blanco y siguió caminando, buscando aclarar o imaginarse como lograban hacer eso con los sapos, hasta que dijo ya casi frente a su casa.

           -       ¡Mamá!… ¿y qué?… ¿le ponen el sapo sobre la barriga a la mujer para saber?

           -       ¡No chico!... - exclama la mujer toscamente al hijo, y con una carcajada burlona le responde - con una inyectadora le ponen un poco de miao de la mujer al sapo… y al rato si se esponja y se pone a botar leche por el lomo es porque está embarazada y si no… no está preñada.

          El mozuelo se rascó la cabeza y quedó complacido, no muy claro con la respuesta que le había dado su mamá, pero serviría para vanagloriarse con sus hermanos y amiguitos de aquel gran conocimiento que había adquirido.

           Lo cierto es que el uso de sapos y ranas en la determinación del embarazo repercutió en la desaparición de ellos, ya es difícil verlos en los sitios que frecuentaban.

          Después de veinte años se dió una rara coincidencia nuevamente entre la madre y su hijo hecho ya un hombre. Volvieron a tocar el tema del embarazo, pero esta vez referido a la determinación del sexo del infante. El hombre ya había tenido dos varones con dos años de diferencia entre ellos. Antes de nacer ese segundo hijo los familiares apostadores decían que tenían fácil el acierto del sexo de la criatura ya que tenían datos fidedignos para acertar. Tenían la información infalible del hermano, comprobaron la existencia del cacho de pelo en el cuello, además la barriga de la embarazada tenía cierta redondez y estaba algo colgada. Sin embargo, aún con toda esa información, nació el segundo hijo varón tumbando todos los pronósticos. Después de ese sorprendente nacimiento la madre le comenta a su hijo y nuera.

            -       ¡Y ustedes! … ¿ya decidieron tener la hembra?

           La pareja se mira entre sí extrañada al escuchar a la mujer y comentan casi al unísono.

            -       ¡Sí… como si fuera tan fácil!

            -       Claro que si se puede y es sencillo… les voy a contar una vieja historia, ocurrida en la Isla de Coche. Resulta que los primeros habitantes que poblaron la isla, en su mayoría migrantes, tenían ya cierta influencia católica por los monjes que habían llegado de España, prevalecía y les daban gran importancia a los preceptos bíblicos en particular en hacer lo necesario para tener su hijo primogénito varón y dos o tres más. Se necesitaban manos fuertes para el trabajo, pescar, sacar y esgullar perlas, buscar leña y agua; se necesitaban manos recias que ayudaran. Esta creencia se mantuvo por décadas y se salió de sus cabales. La población era en su mayoría masculina y estaba repercutiendo en gran sentido en la falta de mujeres. Esto hizo que muchas de las personas migraran a Margarita y tierra firme para buscar mujeres. De esos cocheros muchos regresaron a su terruño con su dama, pero otros se quedaron.  El problema de superpoblación de machos continuó otras décadas hasta que una de las mujeres que había venido de Margarita y era descendiente de familia Gitana de Andalucía traía consigo un importante secreto que luego compartió con sus conterráneas. La andaluza sabía de una receta con la que se lograría el equilibrio poblacional. Y el mito se hizo realidad Coche logró en una década un cardumen de mujeres tan grande que la de los hombres pasó desapercibida.

           -       ¡Suegra!... – interrumpe la joven y continúa diciendo - nos tiene en ascuas… ¿cuál fue el secreto que tenía la mujer?  

           La suegra se acercó más a la pareja y bajando la voz como si se tratara en verdad de un secreto, les comenta.

           -       La misteriosa española tenía una receta infalible para que una mujer pariera una hembra.

             -       ¡Miarma!... ¿y cómo iba a lograr eso?... ¡eso sería un milagro!

            -       ¡No!... nada de eso – mencionó la mujer e hizo una pausa de respiro y continuó – es una forma muy sencilla. Consiste en lo siguiente: cuando el hombre está haciendo el amor a su pareja ésta debe estar pendiente del momento cuando él se le pongan los ojos brillosos y se le volteen, en ese preciso momento la mujer debe sacar la pierna izquierda de la cama y bajarla hasta que el pie toque el piso. Dicen los que saben que esa acción se llama “hacer tierra” y permite descargar parcialmente ese cúmulo de energía emitido por la pareja.

          La sabia mujer siguió contando sobre la ancestral experiencia vivida por los isleños. Comentando que a partir de allí se fueron incorporando a las familias más mujeres. Claro que no todo fue perfecto, hubo casos de mujeres que prefirieron tener únicamente hembras para que le ayudaran con los oficios de la casa. Lo cierto es que la situación se hizo tan normal y armónica que se fue olvidando con el tiempo.

           No había pasado un año de la curiosa revelación cuando de improviso y sin planificación la nuera de la sabia señora salió nuevamente embarazada. La suegra al enterarse de la buena noticia le pregunta.

            -       ¡Mija!... ¿hiciste lo que te dije?

           -       ¡No ma!... ¡qué va!… cuando vi que el hombre comenzaba a voltear los ojos los míos se me nublaron y se me olvidó todo lo que había qué hacer.

           Pasaron lentamente los nueve meses y…. sorpresa les nació un bello y rozagante varón para completar la tripleta.

 

Venezuela, Cabimas, 16-10-2021.

 

Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez.

domingo, 10 de octubre de 2021

LLEGÓ LA SABROSITA

Por Humberto Frontado


          -        
¡Muchacho, déjate de rascar ahí!… se ve tan vulgar – le decía molesta la señora a su pequeño hijo.

          -         ¡Mamá!... y cómo hago, eso me pica mucho – responde frotándose insistente el joven.

          -         ¡Ummm!... no creo que sea pá tanto – comenta despreocupada la señora volviendo a sus oficios.

           En la noche después de ver la telenovela, toda la familia se fue a dormir; pero el muchacho incomodo se levantó de la cama y se fue al baño para ver por qué le picaban tanto sus partes íntimas. Al bajarse el pantalón observó que tenía brotada la piel y de un color rojizo. Al ver aquello se subió rápidamente el pantalón y fue al cuarto de sus padres. Tímidamente tocó la puerta y se escuchó una voz profunda preguntar.

          -         ¿Qué pasó?

         -         Mamá tengo eso coloráo, ahí donde me pica – respondió el niño detrás de la puerta con voz baja y dolida.

          -         ¡Ya va! – exclamó la mujer levantándose de la cama.

         Abrió lentamente la puerta y le indicó al joven que entrara y fuera al baño. Después de prender la luz le pidió que le mostrara lo que tenía.

       -         ¡Dios mío mijo!... mira como tienes eso… tienes las bolas brotadas y colorás - exclamó sorprendida la madre.

          Al ver el grado de la lesión pensó rápidamente en qué le podía untar para calmar la comezón. Caviló un rato y se fue a la repisa que estaba encima del lavamanos, allí había tres frascos de agua de colonia: uno de Jean Marie Farina, uno de Pingüino y otro de Marazul. En la parte baja entre la caja de curitas y gasas encontró un pote de talco Menem mentolado para los pies.

         -         Échate allí un poco de este talco, eso te va a aliviar un momento y te va a mantener seco hasta que te duermas… mañana te voy a llevar al médico.

          El mocetón hizo lo que le había indicado su madre y se acostó. A medianoche aún sin poder dormir, el muchacho desesperado por buscar alivio se metió al baño y consiguió un envase con alcohol isopropílico. Agarró el frasco y se echó un poco en las manos y se frotó en las partes afectadas. Al principio sintió un frío apacible que le calmó la picazón, pero unos segundos después se convirtió en un infernal calor. Las grietas en la piel que estaban al rojo vivo explotaron en un intenso dolor. El muchacho lanzó un agudo grito que rompió el silencio de esa noche, despertando a todos en de la casa. Salió del baño corriendo hacia el cuarto y se colocó frente al abanico donde pudo calmar un poco el dolor; aun así no se escapó de recibir el cocotazo de su madre por haber hecho lo que hizo sin consultar.

           Temprano en la mañana la madre y el enfermo se fueron caminando hasta la clínica de la Compañía Shell. Al llegar al recinto y después de pedir la cita con el doctor se fueron a tomar asiento. Al entrar al pasillo de los consultorios la doña quedó sorprendida, por primera vez había tantos chicos con sus madres ocupando todas las bancas. Igual que otras mujeres presentes, aguardó parada con su doliente hijo hasta ser llamada. Cuando conversó con la mujer que tenía al lado, ésta le comenta.

        -   La mujer que acaba de salir con su hijo dijo que el doctor le había diagnosticado escabiosis.

           -       ¡Ah pues!... ahora ese es el nuevo nombre que le pusieron a la sarna – comentó otra señora que estaba cerca y había escuchado la conversación.

          -        Dicen que esta epidemia de sarna la están llamando “la Sabrosita” y que viene desde Colombia.

          Jóvenes de todas las edades, quejándose y moviéndose sin disimulo por no poder aguantar la picazón, no dejaban de ir al baño a buscar algo de alivio con las uñas por encima del pantalón. Ese día los médicos tuvieron que pedir auxilio con medicinas a otras instituciones médicas. En términos generales la clínica parecía uno de los pasillos de la Escuela Esteller durante la hora del recreo; todos hablando, quejándose, gritando y corriendo por los pasillos, hasta que entró el señor que repartía los récords y les llamó la atención.

             Cuando la señora, después de la larga espera, entró al consultorio el médico extenuado exclamó.

           -         ¡Otro más!… dios mío esto es fin de mundo!

           Ni se tomó el trabajo de auscultar al chico, agarró el talonario de récipes y le indicó el mismo tratamiento que había recetado al resto de los muchachos. En la farmacia de la Clínica ya se había agotado el medicamento, así que estaban dando una orden para retirarla en la farmacia comercial autorizada más cercana. En las indicaciones estaba bien claro el reposo absoluto. Cuando el muchacho curioseó lo escrito en el papel, levantó la mirada y dijo.

           -         ¿Otra vez me van a pintar de blanco?

           El muchacho pensaba que el tratamiento era Caladril, el mismo que había usado para la Lechinas y el Sarampión. Esta vez el tratamiento sería con la crema de Permetrina, había demostrado que era la fórmula mágica. En la casa siguió el tratamiento al pie de la letra, un embadurnamiento con la crema de pies a cabeza después del baño y antes de ir a dormir; aguantar las ganas de rascarse y menos con las uñas. EL tratamiento debía cumplirse entre tres y cuatro semanas, dependiendo de la gravedad del caso.

           Así como el joven, también sucumbieron con menor intensidad a la ramplona enfermedad el hermano mayor y dos de sus hermanas. La previsiva madre a la más mínima aparición de algún síntoma los cubría con un brochazo de la blanquecina e infalible crema.  Cuando se le agotaba el medicamento, asistía a la clínica sin los enfermos para evitar contagios y solicitaba la medicina sin problemas. Uno de los hijos a manera de chanza, comentó en una oportunidad que ya había suficiente pintura para pintar la sala de la casa para diciembre.

           Según los médicos, todos los campos en Lagunillas habían sucumbido a la sorpresiva enfermedad, y que se había propagado por el contacto directo entre los niños; aunque al principio decían que se esparcía por el agua. Lo cierto es que se determinó que la contaminación comenzó en la escuela la semana de los exámenes finales, acelerándose durante el comienzo del período vacacional. Expuesto los chicos a la agitada actividad, el calor y la falta de limpieza exacerbó la propagación del prurito.

           Aunque lo primera recomendación era que no se debía rascar, la enfermedad incluía en su proceso una especie de hipnotismo cutáneo que emplazaba a las uñas con un gusto apetecible a que entraran en la piel y la desgarraran con ansias.

           Esas semanas de cautiverio fueron un martirio para los muchachos ya que no podían salir de casa; y para las madres que los tenían en la casa todo el día, desde que se levantaban de la cama brincando y echando lavativa. No podían salir a elevar volantín con la ayuda del sol y los vientos agostinos, no hubo juego de metras con sus levas, ni siquiera una tirada de trompo. Allí estaban paseándose por la casa como inquietos fantasmas blanquecinos.

           La acción profiláctica practicada por el departamento sanitario y medico de las compañías fue del todo muy eficaz, igual había sido con las otras enfermedades que nos habían visitado con anterioridad. Anualmente se llevaban a cabo fumigaciones con DDT en todas las casas para evitar el mal de Chagas y el Paludismo, después se prohibió su uso. Había programa de vacunación masiva contra la poliomielitis, así como la aplicación de la vacuna BCG contra la tuberculosis. Estas acciones higiénicas y de salud mermaron la aparición de varias enfermedades como la Difteria, Paperas, Sarampión, Lechina, etc, etc.

           Era común escuchar decir a los muchachos recuperados de la sabrosita,  que por más que se aguantaban las ganas de rascarse, surgía una necesidad imperiosa de hacerlo y luego no se podía parar; cuando uno se echaba uñas  se sentía un alivio tan sabroso, que más tarde se transformaba en algo desagradable e irritante. Por eso el sabio dicho de: “Sarna con gusto no pica y si pica no mortifica”.

 

Venezuela, Cabimas, 09-10-2021

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

domingo, 3 de octubre de 2021

ROSA QUERIDA

Por Humberto Frontado



           Metido en la oscura escafandra que le ofrecía la luna creciente, caminaba encorvado y sigiloso por el patio de su casa un raquítico muchacho oriundo de Valle Seco. Trataba de no hacer ruido a medida que avanzaba. Cauteloso se detuvo por un momento frente al cercado que separaba el largo solar de la casa y el corral de los chivos de su tía. La tapia estaba estructurada por entrelazados y avispados cardones. Con una pequeña tabla, que agarró del suelo, fue apartando uno a uno los verdicarnosos estantillos hasta tener espacio suficiente para desplazarse sinuoso entre ellos, la experiencia que tenía el joven le ayudó a sortear el obstáculo sin hincadas que lamentar.

          Siguió caminando y atravesó el corral de los cabríos, igual estuvo presto de no alborotarlos ya que al menor ruido salía a verlos su celosa dueña; ese año había perdido en los cerros dos chivatos a manos de los paisanos borrachines que venían de otros caseríos. Libre de obstáculos caminó por el sendero que conducía a su destino, al llegar a la casa señalada, tocó la puerta muy suavemente diciendo.

           -       ¡Rosa!… !Rosa!… ¡soy yo!

           La pequeña puerta se abrió lentamente y dejó entrever una delicada mano que sutilmente hizo un ademán acompañado por la suave voz de una mujer.

           -       ¡Paga primero el bolívar!

          El muchacho nervioso metió la mano en el profundo bolsillo del pantalón de casimir, que le quedaba bastante holgado, y allí estaba la codiciada moneda. La damisela tomó la moneda y en la intimidad de la oscuridad, con sus dedos, se cercioró de la denominación, luego en voz baja y bisbiseada le dice.

           -       ¡Pasa!… ¡pasa rápido!… y no hagas ruido que se despiertan los niños.

           El visitante nocturno recibió rápidamente su atención sin mucha dilatación, como si hubiese llevado en la punta de su lengua el recado que debía entregar o estaba detrás de la puerta lo que ansioso iba a buscar. Tembloroso el mocetón salió de la pequeña vivienda y sintió que alguien le seguía, al levantar la mirada se encontró de frente con una cómplice media luna que le sonreía y guiñaba el único ojo que tenía. De regreso tomó las mismas previsiones para llegar a su casa; ya en el interior, al pasar frente al cuarto de su madre, escuchó una voz baja que le dice.

           -       ¡Cará muchacho!… que buena miá echaste.

          El bellaco muchacho sin hacer mucho caso de lo que acababa de decirle su madre terminó de pasar entre el laberinto de hamacas de sus hermanas y se metió silencioso en la suya. Se quedó mirando el techo de tejas, con un pensamiento insondable que lo hipnotizó y llevó a rastra hasta lo profundo de un sublime y cálido sueño.

          Al día siguiente, temprano en la mañana apareció Rosa, una de las vecinas del lugar, en frente de la casa del joven gritando.

        -       ¡José!… ¡José de la Cruz!… muy bonito lo que hiciste… caréverga… cuídate porque te voy a joder.

          Al terminar de hablar la molesta mujer con toda su fuerza y rabia lanzó contra la alta puerta de madera una moneda. En silencio y agazapada detrás de la puerta la madre del joven escuchó el tronar del del metálico impacto. La vieja considerando lo ofuscada que estaba aquella mujer no se atrevió a salir y mucho menos preguntar que sucedía. Buscó rápidamente a su hijo en la cocina y lo emplazó preguntándole.

           -       José!...  ¿qué le hiciste tu a esa mujer que está tan brava?

           -       ¡Yo!... ¡nada má!... esa mujer está loca.

          -       Bueno mijo ya sabes… en guerra avisada no matan soldados… así que cuídate… ya te lo advirtió.

          Mucho tiempo después se supo que el ruin mozalbete había engañado a la arisca Rosita con una falsa moneda. Había agarrado una locha lucia y le hizo surcos en el borde imitando un bolívar de plata. La historia se corrió como pólvora por todo el pueblo; la gente comentaba que el pícaro del Che le echó una vaina a Rosa Querida. Esa acción le costó a José el desprecio per secula de la bella y anhelada Rosa, quien después de eso estuvo guarecida en su casa por un buen tiempo para evitar el chismoteo y la burla del pueblo. Sin embargo, a José Tenorio lo tildaban de héroe ya que con su caballo de troya había irrumpido en el infranqueable corazón de la hermosa doncella Vallesequera.

           Rosa como el común denominador de las jóvenes de la Isla de Coche, había pasado sus primeros años haciendo los mismos quehaceres que hacían sus contemporáneas en la casa de sus padres. Vivía la idéntica historia de ir a los cerros acompañada de su madre a buscar leña y agua, arriar o montar los burros, cuidar cochinos, gallinas y chivos, pilar maíz, etc. Estudiar y obtener una educación estaban muy lejos de alcanzar, sólo se vivía para trabajar y sobrevivir.

           Se dice que el nombre de “Rosa Querida” se lo colocaron las mujeres del pueblo después de notar la obsesiva conducta de los hombres hacia la bella muchacha, todos la querían. Otros dicen que el nombre provino de un viejo navegante que llegó a Coche desde Porlamar y viendo aquella atractiva muchacha la contrastó con el personaje que interpretó la mejicana María Félix en la película “La Devoradora de Hombres”, el nombre que tenía era “María Querida”, así el visitante le cambió el nombre de María por Rosa y quedó “Rosa Querida”. Lo cierto es que Rosa, a diferencia de la gran actriz, vivió un idílico romance también de película, con un muchacho del pueblo, solo que luego de hacerle el amor la abandono sin explicación, burlándose de su inocencia.

          Después de aquello la muchacha entró en una honda depresión, que sólo lograba calmar cuando corría veloz por los cerros llevándose tunas y cardones por delante. Las heridas que obtenía constituían para ella una especie de expiación a su sufrimiento, conseguía con eso disminuir el dolor que sentía en su corazón. Así estuvo por meses hasta que un día hizo una promesa, juró vengarse de todo aquel hombre que la pretendiera. Decían que el desencanto vivido había cerrado su corazón por siempre. A partir de allí únicamente le importaba seducir al que se le atravesara para luego abandonarlo. Su pícara belleza natural fue el arma infalible que usó para llevar a cabo su venganza.

            Para ese momento sólo le importaba cobrarse la decepción, por eso su vida no le fue nada fácil. Aunque vociferaba que estaba muy segura y satisfecha de la decisión que había tomado, la consumía la mortificación de saber que se acostumbraría a ver siempre un final de desdicha; muchos hombres habían tratado de conquistar su frio corazón, pero fracasaban. No salía a bailar en las fiestas como las otras chicas, eran pocas las amigas que tenía. Prefería ir a los bares de abajo en San Pedro que visitar los de su pueblo y así evitar las miradas y la envidia de las vecinas. Estaba obstinada de sentir el rechazo de su gente.

             Cuando iba a las bodegas, la plaza o cualquier lugar, menos a la iglesia, caminaba ondeando su porte altivo; era blanca de ojos marrón clarovidrioso. Cuando veía una víctima no perdía tiempo, embestía con su mirada inyectando una pequeña pócima de su certero veneno que se escurría internamente hasta los tuétanos del corazón. El resto se revelaba siguiendo las leyes de la naturaleza. La intrépida Rosa poseía una vida circular, casi vacía, sin otro objetivo que satisfacer su odio; poseyendo a cada hombre, aunque ellos pensaran lo contrario. Reparaba sus miedos y soledad abordando esos fugaces encuentros nocturnos, aun pensando que le quedaba un largo camino por recorrer. Se llevó por los cachos a cuanto hombre desobediente y atrevido se atravesaba en los predios de su ruedo.

           Rosa nunca confió en las personas y tenía motivos más que suficientes. Sólo lograba consuelo y se sentía segura cuando lograba captar la atención de cualquiera en el pueblo. Tenía algo natural que cautivaba y enloquecía; parte de ello y más importante era el misterio que las mismas mujeres que la odian habían tejido a su alrededor. Vivió en un laberinto de incertidumbres.

            Muchos hombres en la oscuridad sin poder tener acceso a ella se desvelaban. Una vez que la llegaban a conocerla la querían para sí, era una chica para no olvidar. Para los que la conocieron, aunque pasaran los años, nunca perdían la oportunidad de tenerla otra vez, sabían que Rosa los esperaba sin premura para jugar nuevamente con ellos, por eso siempre aparecía de improviso en el barajar del mazo de sus sueños. Algunos fingían no querer conocerla y menos verla, pero ella está allí, en la mente de cada hombre sediento del eterno elixir de la pasión, dispuesto a que le asentaran una cuchillada por un costado, que atraviese en banda su corazón.

            Las vecinas que conocen al dedillo sus memorias la llaman loca y que tiene porción de bruja; también dicen que estaba poseída por el demonio y que a los hombres le echaba unos conjuros que los cautivaba y los poseía.  Una vez se corrió el rumor y se creó una historia cuando encontraron un raro escrito en la puerta de una de las casas del pueblo que decía” serás mío” el escrito se le atribuía a Rosa, sin embargo, ella alegó que no sabía escribir y que eso era una calumnia, aprovechó eso para decirle a las mujeres.

         -       No sean pendejas… atiendan a sus maridos, denles bastante aguaécosa… nojoda.    

          Cuando a Rosa le veían crecer su barriga por embarazo el pueblo entraba en una profunda incertidumbre, desconciertos, desamores y perplejidades. Eran meses de ardua relación, para bien o para mal, entre las parejas de aquel pequeño pueblo pero inmenso infierno. El nacimiento del bebe podía traer graves consecuencias, era una ruleta rusa que ponía nervioso hasta al más pintado. Se inundaba Valle Seco de lleva y trae, de rumores, hasta se apostaba por el resultado; los hombres se peloteaban en juego y en serio la responsabilidad del recién nacido.

            Al final y lo importante de todo esto es que habiendo parido un cachorro de cada perro del pueblo, como decían sus detractoras, ella supo llevar y criar su jauría. Más importante aún fue cuando el destino torció el obstinado objetivo de vida de aquella dolida mujer y apareció un hombre que sin importar su pasado le entregó un amor verdadero, a tal punto que ante la adversidad nunca la abandonó, criando con ella el cardumen de muchachos.

            Rosa Querida ya vieja comentaba complacida que las mujeres de Valle Seco habían entendido por fin que, al contrario de los lobos que aúllan en luna llena, los Cocheros mugen en un sobreagudo “La” sostenido buscando la atención de una hembra, pero durante la luna creciente de buen cacho.

 

Venezuela, Cabimas, 03-10-2021.

 

Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez

Nota: Cualquier parecido con el nombre, el carácter o la historia de cualquier persona es pura coincidencia y no intencional.

Resumen de la ultima entrega

MAMA MÍA TODAS

Por Humberto Frontado         M ama mía todas, en secreto compartías nuestra mala crianza y consentimiento; cada uno se creía el m...