domingo, 3 de octubre de 2021

ROSA QUERIDA

Por Humberto Frontado



           Metido en la oscura escafandra que le ofrecía la luna creciente, caminaba encorvado y sigiloso por el patio de su casa un raquítico muchacho oriundo de Valle Seco. Trataba de no hacer ruido a medida que avanzaba. Cauteloso se detuvo por un momento frente al cercado que separaba el largo solar de la casa y el corral de los chivos de su tía. La tapia estaba estructurada por entrelazados y avispados cardones. Con una pequeña tabla, que agarró del suelo, fue apartando uno a uno los verdicarnosos estantillos hasta tener espacio suficiente para desplazarse sinuoso entre ellos, la experiencia que tenía el joven le ayudó a sortear el obstáculo sin hincadas que lamentar.

          Siguió caminando y atravesó el corral de los cabríos, igual estuvo presto de no alborotarlos ya que al menor ruido salía a verlos su celosa dueña; ese año había perdido en los cerros dos chivatos a manos de los paisanos borrachines que venían de otros caseríos. Libre de obstáculos caminó por el sendero que conducía a su destino, al llegar a la casa señalada, tocó la puerta muy suavemente diciendo.

           -       ¡Rosa!… !Rosa!… ¡soy yo!

           La pequeña puerta se abrió lentamente y dejó entrever una delicada mano que sutilmente hizo un ademán acompañado por la suave voz de una mujer.

           -       ¡Paga primero el bolívar!

          El muchacho nervioso metió la mano en el profundo bolsillo del pantalón de casimir, que le quedaba bastante holgado, y allí estaba la codiciada moneda. La damisela tomó la moneda y en la intimidad de la oscuridad, con sus dedos, se cercioró de la denominación, luego en voz baja y bisbiseada le dice.

           -       ¡Pasa!… ¡pasa rápido!… y no hagas ruido que se despiertan los niños.

           El visitante nocturno recibió rápidamente su atención sin mucha dilatación, como si hubiese llevado en la punta de su lengua el recado que debía entregar o estaba detrás de la puerta lo que ansioso iba a buscar. Tembloroso el mocetón salió de la pequeña vivienda y sintió que alguien le seguía, al levantar la mirada se encontró de frente con una cómplice media luna que le sonreía y guiñaba el único ojo que tenía. De regreso tomó las mismas previsiones para llegar a su casa; ya en el interior, al pasar frente al cuarto de su madre, escuchó una voz baja que le dice.

           -       ¡Cará muchacho!… que buena miá echaste.

          El bellaco muchacho sin hacer mucho caso de lo que acababa de decirle su madre terminó de pasar entre el laberinto de hamacas de sus hermanas y se metió silencioso en la suya. Se quedó mirando el techo de tejas, con un pensamiento insondable que lo hipnotizó y llevó a rastra hasta lo profundo de un sublime y cálido sueño.

          Al día siguiente, temprano en la mañana apareció Rosa, una de las vecinas del lugar, en frente de la casa del joven gritando.

        -       ¡José!… ¡José de la Cruz!… muy bonito lo que hiciste… caréverga… cuídate porque te voy a joder.

          Al terminar de hablar la molesta mujer con toda su fuerza y rabia lanzó contra la alta puerta de madera una moneda. En silencio y agazapada detrás de la puerta la madre del joven escuchó el tronar del del metálico impacto. La vieja considerando lo ofuscada que estaba aquella mujer no se atrevió a salir y mucho menos preguntar que sucedía. Buscó rápidamente a su hijo en la cocina y lo emplazó preguntándole.

           -       José!...  ¿qué le hiciste tu a esa mujer que está tan brava?

           -       ¡Yo!... ¡nada má!... esa mujer está loca.

          -       Bueno mijo ya sabes… en guerra avisada no matan soldados… así que cuídate… ya te lo advirtió.

          Mucho tiempo después se supo que el ruin mozalbete había engañado a la arisca Rosita con una falsa moneda. Había agarrado una locha lucia y le hizo surcos en el borde imitando un bolívar de plata. La historia se corrió como pólvora por todo el pueblo; la gente comentaba que el pícaro del Che le echó una vaina a Rosa Querida. Esa acción le costó a José el desprecio per secula de la bella y anhelada Rosa, quien después de eso estuvo guarecida en su casa por un buen tiempo para evitar el chismoteo y la burla del pueblo. Sin embargo, a José Tenorio lo tildaban de héroe ya que con su caballo de troya había irrumpido en el infranqueable corazón de la hermosa doncella Vallesequera.

           Rosa como el común denominador de las jóvenes de la Isla de Coche, había pasado sus primeros años haciendo los mismos quehaceres que hacían sus contemporáneas en la casa de sus padres. Vivía la idéntica historia de ir a los cerros acompañada de su madre a buscar leña y agua, arriar o montar los burros, cuidar cochinos, gallinas y chivos, pilar maíz, etc. Estudiar y obtener una educación estaban muy lejos de alcanzar, sólo se vivía para trabajar y sobrevivir.

           Se dice que el nombre de “Rosa Querida” se lo colocaron las mujeres del pueblo después de notar la obsesiva conducta de los hombres hacia la bella muchacha, todos la querían. Otros dicen que el nombre provino de un viejo navegante que llegó a Coche desde Porlamar y viendo aquella atractiva muchacha la contrastó con el personaje que interpretó la mejicana María Félix en la película “La Devoradora de Hombres”, el nombre que tenía era “María Querida”, así el visitante le cambió el nombre de María por Rosa y quedó “Rosa Querida”. Lo cierto es que Rosa, a diferencia de la gran actriz, vivió un idílico romance también de película, con un muchacho del pueblo, solo que luego de hacerle el amor la abandono sin explicación, burlándose de su inocencia.

          Después de aquello la muchacha entró en una honda depresión, que sólo lograba calmar cuando corría veloz por los cerros llevándose tunas y cardones por delante. Las heridas que obtenía constituían para ella una especie de expiación a su sufrimiento, conseguía con eso disminuir el dolor que sentía en su corazón. Así estuvo por meses hasta que un día hizo una promesa, juró vengarse de todo aquel hombre que la pretendiera. Decían que el desencanto vivido había cerrado su corazón por siempre. A partir de allí únicamente le importaba seducir al que se le atravesara para luego abandonarlo. Su pícara belleza natural fue el arma infalible que usó para llevar a cabo su venganza.

            Para ese momento sólo le importaba cobrarse la decepción, por eso su vida no le fue nada fácil. Aunque vociferaba que estaba muy segura y satisfecha de la decisión que había tomado, la consumía la mortificación de saber que se acostumbraría a ver siempre un final de desdicha; muchos hombres habían tratado de conquistar su frio corazón, pero fracasaban. No salía a bailar en las fiestas como las otras chicas, eran pocas las amigas que tenía. Prefería ir a los bares de abajo en San Pedro que visitar los de su pueblo y así evitar las miradas y la envidia de las vecinas. Estaba obstinada de sentir el rechazo de su gente.

             Cuando iba a las bodegas, la plaza o cualquier lugar, menos a la iglesia, caminaba ondeando su porte altivo; era blanca de ojos marrón clarovidrioso. Cuando veía una víctima no perdía tiempo, embestía con su mirada inyectando una pequeña pócima de su certero veneno que se escurría internamente hasta los tuétanos del corazón. El resto se revelaba siguiendo las leyes de la naturaleza. La intrépida Rosa poseía una vida circular, casi vacía, sin otro objetivo que satisfacer su odio; poseyendo a cada hombre, aunque ellos pensaran lo contrario. Reparaba sus miedos y soledad abordando esos fugaces encuentros nocturnos, aun pensando que le quedaba un largo camino por recorrer. Se llevó por los cachos a cuanto hombre desobediente y atrevido se atravesaba en los predios de su ruedo.

           Rosa nunca confió en las personas y tenía motivos más que suficientes. Sólo lograba consuelo y se sentía segura cuando lograba captar la atención de cualquiera en el pueblo. Tenía algo natural que cautivaba y enloquecía; parte de ello y más importante era el misterio que las mismas mujeres que la odian habían tejido a su alrededor. Vivió en un laberinto de incertidumbres.

            Muchos hombres en la oscuridad sin poder tener acceso a ella se desvelaban. Una vez que la llegaban a conocerla la querían para sí, era una chica para no olvidar. Para los que la conocieron, aunque pasaran los años, nunca perdían la oportunidad de tenerla otra vez, sabían que Rosa los esperaba sin premura para jugar nuevamente con ellos, por eso siempre aparecía de improviso en el barajar del mazo de sus sueños. Algunos fingían no querer conocerla y menos verla, pero ella está allí, en la mente de cada hombre sediento del eterno elixir de la pasión, dispuesto a que le asentaran una cuchillada por un costado, que atraviese en banda su corazón.

            Las vecinas que conocen al dedillo sus memorias la llaman loca y que tiene porción de bruja; también dicen que estaba poseída por el demonio y que a los hombres le echaba unos conjuros que los cautivaba y los poseía.  Una vez se corrió el rumor y se creó una historia cuando encontraron un raro escrito en la puerta de una de las casas del pueblo que decía” serás mío” el escrito se le atribuía a Rosa, sin embargo, ella alegó que no sabía escribir y que eso era una calumnia, aprovechó eso para decirle a las mujeres.

         -       No sean pendejas… atiendan a sus maridos, denles bastante aguaécosa… nojoda.    

          Cuando a Rosa le veían crecer su barriga por embarazo el pueblo entraba en una profunda incertidumbre, desconciertos, desamores y perplejidades. Eran meses de ardua relación, para bien o para mal, entre las parejas de aquel pequeño pueblo pero inmenso infierno. El nacimiento del bebe podía traer graves consecuencias, era una ruleta rusa que ponía nervioso hasta al más pintado. Se inundaba Valle Seco de lleva y trae, de rumores, hasta se apostaba por el resultado; los hombres se peloteaban en juego y en serio la responsabilidad del recién nacido.

            Al final y lo importante de todo esto es que habiendo parido un cachorro de cada perro del pueblo, como decían sus detractoras, ella supo llevar y criar su jauría. Más importante aún fue cuando el destino torció el obstinado objetivo de vida de aquella dolida mujer y apareció un hombre que sin importar su pasado le entregó un amor verdadero, a tal punto que ante la adversidad nunca la abandonó, criando con ella el cardumen de muchachos.

            Rosa Querida ya vieja comentaba complacida que las mujeres de Valle Seco habían entendido por fin que, al contrario de los lobos que aúllan en luna llena, los Cocheros mugen en un sobreagudo “La” sostenido buscando la atención de una hembra, pero durante la luna creciente de buen cacho.

 

Venezuela, Cabimas, 03-10-2021.

 

Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez

Nota: Cualquier parecido con el nombre, el carácter o la historia de cualquier persona es pura coincidencia y no intencional.

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