Por Humberto Frontado
Metido
en la oscura escafandra que le ofrecía la luna creciente, caminaba encorvado y sigiloso
por el patio de su casa un raquítico muchacho oriundo de Valle Seco. Trataba de
no hacer ruido a medida que avanzaba. Cauteloso se detuvo por un momento frente
al cercado que separaba el largo solar de la casa y el corral de los chivos de
su tía. La tapia estaba estructurada por entrelazados y avispados cardones. Con
una pequeña tabla, que agarró del suelo, fue apartando uno a uno los verdicarnosos
estantillos hasta tener espacio suficiente para desplazarse sinuoso entre ellos,
la experiencia que tenía el joven le ayudó a sortear el obstáculo sin hincadas que
lamentar.
Siguió caminando y atravesó el corral de los cabríos, igual estuvo presto de no alborotarlos ya que al menor ruido salía a verlos su celosa dueña; ese año había perdido en los cerros dos chivatos a manos de los paisanos borrachines que venían de otros caseríos. Libre de obstáculos caminó por el sendero que conducía a su destino, al llegar a la casa señalada, tocó la puerta muy suavemente diciendo.
- ¡Rosa!… !Rosa!… ¡soy yo!
La pequeña puerta se abrió lentamente y dejó entrever una delicada mano que sutilmente hizo un ademán acompañado por la suave voz de una mujer.
- ¡Paga primero el bolívar!
El muchacho nervioso metió la mano en el profundo bolsillo del pantalón de casimir, que le quedaba bastante holgado, y allí estaba la codiciada moneda. La damisela tomó la moneda y en la intimidad de la oscuridad, con sus dedos, se cercioró de la denominación, luego en voz baja y bisbiseada le dice.
- ¡Pasa!… ¡pasa rápido!… y no hagas ruido que se despiertan los niños.
El visitante nocturno recibió rápidamente su atención sin mucha dilatación, como si hubiese llevado en la punta de su lengua el recado que debía entregar o estaba detrás de la puerta lo que ansioso iba a buscar. Tembloroso el mocetón salió de la pequeña vivienda y sintió que alguien le seguía, al levantar la mirada se encontró de frente con una cómplice media luna que le sonreía y guiñaba el único ojo que tenía. De regreso tomó las mismas previsiones para llegar a su casa; ya en el interior, al pasar frente al cuarto de su madre, escuchó una voz baja que le dice.
- ¡Cará muchacho!… que buena miá echaste.
El
bellaco muchacho sin hacer mucho caso de lo que acababa de decirle su madre terminó
de pasar entre el laberinto de hamacas de sus hermanas y se metió silencioso en
la suya. Se quedó mirando el techo de tejas, con un pensamiento insondable que
lo hipnotizó y llevó a rastra hasta lo profundo de un sublime y cálido sueño.
Al día siguiente, temprano en la mañana apareció Rosa, una de las vecinas del lugar, en frente de la casa del joven gritando.
- ¡José!… ¡José de la Cruz!… muy bonito lo que hiciste… caréverga… cuídate porque te voy a joder.
Al terminar de hablar la molesta mujer con toda su fuerza y rabia lanzó contra la alta puerta de madera una moneda. En silencio y agazapada detrás de la puerta la madre del joven escuchó el tronar del del metálico impacto. La vieja considerando lo ofuscada que estaba aquella mujer no se atrevió a salir y mucho menos preguntar que sucedía. Buscó rápidamente a su hijo en la cocina y lo emplazó preguntándole.
- José!... ¿qué le hiciste tu a esa mujer que está tan brava?
- ¡Yo!... ¡nada má!... esa mujer está loca.
- Bueno mijo ya sabes… en guerra avisada no matan soldados… así que cuídate… ya te lo advirtió.
Mucho
tiempo después se supo que el ruin mozalbete había engañado a la arisca Rosita
con una falsa moneda. Había agarrado una locha lucia y le hizo surcos en el
borde imitando un bolívar de plata. La historia se corrió como pólvora por todo
el pueblo; la gente comentaba que el pícaro del Che le echó una vaina a Rosa
Querida. Esa acción le costó a José el desprecio per secula de la bella y anhelada
Rosa, quien después de eso estuvo guarecida en su casa por un buen tiempo para
evitar el chismoteo y la burla del pueblo. Sin embargo, a José Tenorio lo tildaban
de héroe ya que con su caballo de troya había irrumpido en el infranqueable corazón
de la hermosa doncella Vallesequera.
Rosa
como el común denominador de las jóvenes de la Isla de Coche, había pasado sus
primeros años haciendo los mismos quehaceres que hacían sus contemporáneas en
la casa de sus padres. Vivía la idéntica historia de ir a los cerros acompañada
de su madre a buscar leña y agua, arriar o montar los burros, cuidar cochinos,
gallinas y chivos, pilar maíz, etc. Estudiar y obtener una educación estaban muy
lejos de alcanzar, sólo se vivía para trabajar y sobrevivir.
Se
dice que el nombre de “Rosa Querida” se lo colocaron las mujeres del pueblo después
de notar la obsesiva conducta de los hombres hacia la bella muchacha, todos la
querían. Otros dicen que el nombre provino de un viejo navegante que llegó a Coche
desde Porlamar y viendo aquella atractiva muchacha la contrastó con el
personaje que interpretó la mejicana María Félix en la película “La Devoradora
de Hombres”, el nombre que tenía era “María Querida”, así el visitante le cambió
el nombre de María por Rosa y quedó “Rosa Querida”. Lo cierto es que Rosa, a
diferencia de la gran actriz, vivió un idílico romance también de película, con
un muchacho del pueblo, solo que luego de hacerle el amor la abandono sin explicación,
burlándose de su inocencia.
Después de aquello la muchacha entró en una honda depresión, que sólo lograba
calmar cuando corría veloz por los cerros llevándose tunas y cardones por
delante. Las heridas que obtenía constituían para ella una especie de expiación
a su sufrimiento, conseguía con eso disminuir el dolor que sentía en su
corazón. Así estuvo por meses hasta que un día hizo una promesa, juró vengarse
de todo aquel hombre que la pretendiera. Decían que el desencanto vivido había cerrado
su corazón por siempre. A partir de allí únicamente le importaba seducir al que
se le atravesara para luego abandonarlo. Su pícara belleza natural fue el arma
infalible que usó para llevar a cabo su venganza.
Para
ese momento sólo le importaba cobrarse la decepción, por eso su vida no le fue
nada fácil. Aunque vociferaba que estaba muy segura y satisfecha de la decisión
que había tomado, la consumía la mortificación de saber que se acostumbraría a ver
siempre un final de desdicha; muchos hombres habían tratado de conquistar su
frio corazón, pero fracasaban. No salía a bailar en las fiestas como las otras
chicas, eran pocas las amigas que tenía. Prefería ir a los bares de abajo en San
Pedro que visitar los de su pueblo y así evitar las miradas y la envidia de las
vecinas. Estaba obstinada de sentir el rechazo de su gente.
Cuando
iba a las bodegas, la plaza o cualquier lugar, menos a la iglesia, caminaba ondeando
su porte altivo; era blanca de ojos marrón clarovidrioso. Cuando veía una víctima
no perdía tiempo, embestía con su mirada inyectando una pequeña pócima de su
certero veneno que se escurría internamente hasta los tuétanos del corazón. El
resto se revelaba siguiendo las leyes de la naturaleza. La intrépida Rosa poseía
una vida circular, casi vacía, sin otro objetivo que satisfacer su odio;
poseyendo a cada hombre, aunque ellos pensaran lo contrario. Reparaba sus miedos
y soledad abordando esos fugaces encuentros nocturnos, aun pensando que le quedaba
un largo camino por recorrer. Se llevó por los cachos a cuanto hombre
desobediente y atrevido se atravesaba en los predios de su ruedo.
Rosa nunca
confió en las personas y tenía motivos más que suficientes. Sólo lograba
consuelo y se sentía segura cuando lograba captar la atención de cualquiera en el
pueblo. Tenía algo natural que cautivaba y enloquecía; parte de ello y más
importante era el misterio que las mismas mujeres que la odian habían tejido a
su alrededor. Vivió en un laberinto de incertidumbres.
Muchos
hombres en la oscuridad sin poder tener acceso a ella se desvelaban. Una vez que
la llegaban a conocerla la querían para sí, era una chica para no olvidar. Para
los que la conocieron, aunque pasaran los años, nunca perdían la oportunidad de
tenerla otra
vez, sabían que Rosa los esperaba sin premura para jugar nuevamente con ellos,
por eso siempre aparecía de improviso en el barajar del mazo de sus sueños. Algunos
fingían no querer conocerla y menos verla, pero ella está allí, en la mente de
cada hombre sediento del eterno elixir de la pasión, dispuesto a que le asentaran
una cuchillada por un costado, que atraviese en banda su corazón.
Las vecinas que conocen al dedillo sus memorias la llaman loca y que tiene porción de bruja; también dicen que estaba poseída por el demonio y que a los hombres le echaba unos conjuros que los cautivaba y los poseía. Una vez se corrió el rumor y se creó una historia cuando encontraron un raro escrito en la puerta de una de las casas del pueblo que decía” serás mío” el escrito se le atribuía a Rosa, sin embargo, ella alegó que no sabía escribir y que eso era una calumnia, aprovechó eso para decirle a las mujeres.
- No sean pendejas… atiendan a sus maridos, denles bastante aguaécosa… nojoda.
Cuando
a Rosa le veían crecer su barriga por embarazo el pueblo entraba en una profunda
incertidumbre, desconciertos, desamores y perplejidades. Eran meses de ardua
relación, para bien o para mal, entre las parejas de aquel pequeño pueblo pero
inmenso infierno. El nacimiento del bebe podía traer graves consecuencias, era
una ruleta rusa que ponía nervioso hasta al más pintado. Se inundaba Valle Seco
de lleva y trae, de rumores, hasta se apostaba por el resultado; los hombres se
peloteaban en juego y en serio la responsabilidad del recién nacido.
Al
final y lo importante de todo esto es que habiendo parido un cachorro de cada
perro del pueblo, como decían sus detractoras, ella supo llevar y criar su
jauría. Más importante aún fue cuando el destino torció el obstinado objetivo
de vida de aquella dolida mujer y apareció un hombre que sin importar su pasado
le entregó un amor verdadero, a tal punto que ante la adversidad nunca la
abandonó, criando con ella el cardumen de muchachos.
Rosa
Querida ya vieja comentaba complacida que las mujeres de Valle Seco habían entendido
por fin que, al contrario de los lobos que aúllan en luna llena, los Cocheros mugen
en un sobreagudo “La” sostenido buscando la atención de una hembra, pero durante
la luna creciente de buen cacho.
Venezuela, Cabimas, 03-10-2021.
Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez
Nota: Cualquier parecido con el nombre, el carácter o la historia de
cualquier persona es pura coincidencia y no intencional.
Muy buen y enriquecido texto ����
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