sábado, 19 de septiembre de 2020

MI YO MONO

 Por Humberto Frontado


          Una mañana después de haber llegado a la Universidad del Zulia y enterarse que se habían suspendido las clases, esa vez por huelga de obreros, el joven estudiante de arquitectura decide en vez de regresar al confinamiento del apartamento compartido donde se hospedaba decide visitar al recién remodelado Zoológico Metropolitano del Zulia de la ciudad de Maracaibo, ubicado en el kilómetro 10 vía a La Cañada de Urdaneta, Municipio San Francisco. Desde la Facultad de ingeniería tomó el transporte que lo llevaría al sitio de interés. 

            Se bajó del autobús mochila al hombro y caminó hacia la entrada del local. Se informó sobre el costo de la visita, allí lo atendió una señora desde la casilla de cobro. El joven guardó su boleto en el bolsillo del pantalón y entró al recinto, miró hacia el pasillo de inicio y arremangándose el morral decide comenzar la visita por el lado contrario al indicado en la portería.

           La primera sección que visitó era la de las aves, era una jaula inmensa donde había varios especímenes. El muchacho al levantar la mirada quedó impresionado por la figura imponente del Cóndor de los Andes, buscó rápidamente una banca donde sentarse. Se quitó la mochila y sacó de ella una pequeña cámara fotográfica Kodak y un rollo de 24 tomas. Abrió la cámara y colocó el rollo, hizo un raro movimiento de carga a la cámara para ganarle dos fotos adicionales al rollo. Buscó el mejor ángulo y tomó la foto a la petrificada ave.

              Siguió caminando entre la arboleda hasta llegar a la zona de los reptiles, allí vió un caimán, un cocodrilo con su trompa más corta, en las jaulas continuas había todo tipo de culebras y serpientes. Allí le tomó foto a una pitón del Amazonas, teniendo siempre presente que contaba con solo cinco tiros en la cámara ya que el resto lo tenía previsto para el bonche del sábado próximo.

       Ese día era miércoles y no había mucha presencia de visitantes, generalmente es mayor los fines de semana; aunque los maracuchos, ante la falta de buenos espacios de esparcimiento al aire libre, preferían visitar los centros comerciales con aire acondicionado que se estaban estableciendo en la ciudad.

            Continuó su recorrido hacia la zona de los grandes cuadrúpedos; la jirafa, el elefante, el camello con su par el dromedario, el encharcado búfalo, todos ellos cuarto bate. Un poco agotado por el calor caminó hacia una banca ubicada en la zona de los simios; se sentó y se quitó la gorra para abanicarse con ella, luego sacó una botella de agua y tomó tres largos sorbos. Mientras cerraba los ojos y respiraba profundamente para reponerse del cansancio escuchó cuando alguien lo llamaba insistentemente.

          -  ¡pisss! …¡pisss! …¡pisss!

          El muchacho miró hacia los lados para corresponder con el llamado, pero no vió a nadie. Metió la botella de agua en la mochila y al buscar la gorra para colocársela no estaba, buscó detrás de la banca y tampoco apareció. Miró nuevamente hacia los lados y todo estaba despejado, hasta que volvió a escuchar nuevamente los llamados.

          -  ¡pisss! …¡pisss! …¡pisss!

          Rápidamente se orientó mejor y ubicó de donde provenían los llamados, miró hacia dentro de la jaula de los cuadrumanos y vió sorprendido a uno de gran porte, montado en una piedra a poca distancia con su gorra colocada en la cabeza. El muchacho no salía de su asombro y nuevamente miró hacia los lados buscando a alguien que lo ayudara a recuperar su cachucha. Se quedó viendo un rato al mono e instintivamente le dice.

          - ¡Hey mono! …devuélveme la gorra.

            El chimpancé altivo lo miró durante un tiempo hasta que se bajó de la piedra y caminó lentamente hacia el joven, se quitó la gorra y la extendió hacia el bachiller, logrando decir.

          - ¡Tranquilo bro! …era echando broma.

          El joven pasó su mano por entre las rejas y tomó la cachucha, echándose hacia atrás sorprendido por lo que había escuchado. Observó con sus ojos espabilados al macaco y luego echó una penetrante mirada dentro de la jaula buscando algo que pusiera al descubierto la broma que le estaban jugando. Cuando de nuevo escucha la tranquila y clara voz del primate.

        - ¡Qué pasó panita! …te veo sorprendido y confuso… ¿no habías visto nunca hablar a un mono? …tranquilo eso solo lo podrás ver aquí en Maracaibo y bien baratico.

          El mocetón al ver que el chimpancé habló en un sostenido parlamento se calmó y le preguntó tímidamente.

         -  ¿Y tú cómo te llamas?

          El peludo animal se rascó la cabeza y acercándose a la reja le dijo bajando la voz.

          -  Chamo puedo hablar contigo, pero a cambio de comida.

          El chico no vaciló y se interesó en la propuesta, buscó rápidamente en la alforja diciendo.

         -  Amigo lo que tengo aquí es un panque “once-once”, una galletica “oreo” y dos vacas viejas.

       - Está bien, dámelos acá – dijo a disgusto el malacostumbrado macaco moviendo las manos hacia si nerviosamente, mientras el chico le pasaba la chuchería decía.

           -  Con esto amortiguo un poco hasta que me traigan la comida que siempre es la misma vaina.

         -  Amigo, disculpa …tengo una pregunta ¿desde cuándo tú hablas y cómo aprendiste? – preguntó el jovenzuelo que buscaba tímidamente comenzar una inusitada conversación con aquella extraña criatura.

           El mico parlante después de quitarle delicadamente el celofán al panque se lo deglutió en dos bocados. Se acercó más al chico y comenzó con una especie de confesión diciendo.

          -  Yo nací hace diez años en un pequeño zoo de New York, cuando tenía un año me trasladaron a un laboratorio de la Universidad de Columbia. Aprendí muchas cosas que me iban enseñando inclusive a hablar, ingles por supuesto, me enseñaron los conocimientos básicos de matemática, física, química y algo de filosofía, además de lo que auto aprendí en la biblioteca de la universidad. Mucho de lo que hacía era jugar y jugar con los doctores y me premiaban con comida y juguetes hasta que a los cinco años me aburrí de tanta vaina. Me amotiné y no respondía a nada, me hacía el pendejo, me sentaba frente a la pared y me la quedaba viendo sin hacer ni decir nada, los doctores buscaron las mil y una manera de sacarme de aquel trauma depresivo hasta llegaron a decir que estaba “crazy”, finalmente se arrecharon conmigo y me devolvieron al zoológico. Se encontraron con que el cupo de monos en el “zoo” estaba completo y quede “fly”, allí comenzaron a negociarme. El dueño del zoológico de Maracaibo estaba por esos lados buscando algunos especímenes para traerlos y me metieron a mí en esa lista y aquí estoy, aguantando más calor que el coño.

          El estudiante después de haber escuchado el impresionante relato no perdió tiempo para preguntarle.

          -  ¿Y cómo aprendiste hablar español?

        - ¡Muy fácil! – respondió el antropoide con una mona sonrisa – aquí todos mis hermanos aprendieron solitos a hablar español, me lo enseñaron a mí y yo les enseñé inglés. Tenemos un grupo de lectura en las noches y traducimos la lectura a “simiñol” para que no se den cuenta del asunto.

          El novicio quedó sorprendido con lo último que había escuchado y de inmediato preguntó.

          - ¿Y por qué ustedes no cuentan que saben hablar?

El chimpancé levantó el entrecejo y respondió explosivamente.

        - ¡De verga! …!estáis loco!  - el mico se dió cuenta de que había subido el tono de su voz y se calmó diciendo - estos coños si se enteran de que hablamos son muy capaces de vendernos al mejor postor. Imagínate que nos vendan a una vieja cacatúa que solo sabe hablar pendejada o a un político de mierda que nos exhiba todo enflusado en una jaula cada vez que tengan una fiesta o reunión y nos obligue a decir o imitar sus balurdos discursos…no mijo…preferimos quedarnos aquí. Dígame si caemos en manos de un fanático religioso que comience a evangelizarnos para que hablemos a favor de la biblia, o lo contrario con un ateo. O peor aún, que nos vendan a la lotería del Zulia para que cantemos el sorteo tres veces al día, o a un viejo que nos adopte como su hijo y nos haga sacar un título en la Universidad de Zulia para su satisfacción.

          -  Pero algo bueno debe obtenerse al insertarlos en nuestra sociedad.

          El primate al terminar de oír hablar al bachiller exclama molesto.

      - ¡Estáis loco de remate! …es que no entendéis que nosotros no somos ustedes. Nuestra razón de vida es muy diferente a la de ustedes. En la cacareada evolución ustedes tomaron un camino y llegaron a lo que son, nosotros hicimos lo mismo hace siglos y hoy somos lo que somos y aún nos mantenemos unidos respetando cada especie.

          El mono se pasó la mano por la cabeza, se dió cuenta que se había ofuscado. Respiró profundamente y se acercó al muchacho diciéndole reciamente.

          -  Ustedes todavía no han podido ponerse de acuerdo de si yo soy o no el eslabón que les antecede o si vos aparesistes aquí en la tierra tal como sois ahorita. Da la impresión que a ustedes les falta algo, un algo que no lo van a encontrar en el exterior, sino en su interior, en ustedes mismos; porque, como decía Harold Bloom: “buscar la verdad fuera de uno mismo nos lleva a los desastres del dogma o a la corrupción institucional, a las barbaridades y crueldades que han hecho épocas”.

           El mozalbete mudo y emocionado de haber escuchado aquella reflexión introdujo su mano entre las rejas hasta alcanzar y estrechar sensiblemente la de su peludo amigo, lo miró a los ojos y se despidió.

 

Venezuela, Cabimas, 18-09-2020.

5 comentarios:

  1. Hey Humberto, super, como que estuvistes leyendo a Desmond Morris: el zoo humano

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  2. Hey Humberto, te quedó súper, como que estuviste leyendo a Desmond Morris : el zoo humano, saludos José Vicente..

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  3. Muy bueno , me hicistes acordar de un amigo común en las páginas del Abuelón , Kitia el mono más chico de los monos de valleseco , hubo otro mono que hasta una prima levantó , saludos vas bien !!

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