domingo, 6 de septiembre de 2020

DIALÉCTICA CONGLOABIGARRADA

 Por Humberto Frontado



          Esta es una pequeña historia que denotará sin ambages una grandiosa y trascendental fusión cultural. Resulta que en los comienzos del desarrollo de la industria petrolera en nuestro país se dió una migración sin precedente. Las áreas donde se concentraron las operaciones de la industria requirió abruptamente mano de obra para todo tipo de actividades. El Zulia fue uno de los primeros estados donde se dieron los primeros asentamientos de instalaciones petroleras, oficinas de trabajo, muelles, talleres, galpones y patios de almacenamiento.

           El personal requerido venía de todos los confines de nuestro territorio, esto trajo como consecuencia el abandono de las faenas tradicionales de agricultura, pesca, construcción, etc. Este conglomerado de trabajadores se desplazó desesperado buscando los mejores salarios y nivel de vida que ofrecían la gran industria petrolera y las empresas que dependían de ella.

          En el Zulia las foráneas compañías incipientes se fueron integrando unas a otras para hacerse más fuertes o las más grandes se comían a las pequeñas, hasta que en la década de los 60´s quedaron las grandes compañías como Creole, Shell y Mene Grande.

           Se construyeron complejos habitacionales en áreas aledañas a las zonas de explotación petrolera, como por ejemplo la que se dió en la Costa Oriental del Lago con los campos en Mene Grande, Bachaquero, Lagunillas, Tía Juana y Cabimas. Estos complejos tenían incluidos sus comisariatos, clínicas, estaciones policiales o destacamentos de la Guardia Nacional, complejos deportivos, escuelas e institutos educacionales.

       Después de hacer este recorrido general descendemos en un pequeño relato que viene a ser un átomo de la larga cadena de esta compleja molécula petrolera. Se ubica en una de las casas de Puerto Nuevo, era una pequeña familia procedente de Maracaibo conformada por Ervigio y Hermenegilda, padres de Ludovino, Exigio, Runecio y Anacleta.

         Bien temprano en la pegajosa mañana se levanta Ervigio estirándose cual gato, se da un baño también de gato para luego vestirse e ir a la cocina a desayunar lo que su esposa Herme le preparó. Se come par de huevos fritos con dos plátanos asados, rellenos con queso y diablito mientras su mujer lavando una ropa en la batea le comenta.

       -  Er, hoy voy a inscribir a los muchachos en la escuela, Exigio José va pál primer grado. También en la tarde voy a ir Lagunillas a buscar un turco que nos fie la lavadora chaca chaca de rodillos que me prometiste.

        -  ¡Uuumju! ...está bien – contestó convencido y emitiendo un prolongado eructo de satisfacción le preguntó.

             -   ¿Mi amorcito ya está lista la vianda?

          -   Sí, ahí la tienes encima de la cocina, te puse de postre un frasco con unos huevos chimbos que preparó tu suegra.

          El maracucho obrero preparó su bicicleta y colocó la vianda de tres pisos en la parrilla atado con unas tiras de caucho. Desde ahí se trasladó al muelle de la compañía Shell, ese era el primer día que salía desde su recién asignada y estrenada casa, se habían mudado en la tarde del día anterior con los corotos indispensables, para pasar la noche. Había seguido el mismo ritual de iniciación como tantos otros que iban ocupando las nuevas casas en el campo. En un pequeño camión trajo una nevera, cocina a gas, una cama matrimonial y cuatro catres de lonas, los peroles de la cocina y dos cestas de mimbre con toda la ropa.

          La maracucha como buena vecina y buscando hacer amistad con los de la calle, decidió hacerles una corta visita para presentarse y ponerse al orden ese mismo día. Comenzó con las vecinas que tenía hacia los lados. Temprano, antes de ir a la escuela, se asomó por la cerca lateral y llamó.

        -   Buenos días vecina…buenos días.

        -   Buenos días Vecina - Le contestó una señora que se asomó casi al instante por la puerta de la cocina. 

      La colindante mujer se acercó como si hubiese estado esperando aquel momento. Se presentaron y entablaron una muy amena conversación donde hablaron de sus procedencias, de sus maridos e hijos hasta que la maracucha se acordó de la diligencia que tenía pendiente y exclamó.

       -  ¡Miarma! …como ha pasao el tiempo esmollejao. Vecina me perdonáis, pero tengo que ir esmachetá pá la escuela a inscribir a los tripones.

          La dama se quedó perpleja por el proceder de la nueva amiga procesando lo que había dicho, hasta que logró adivinar y mostrando una expresión de alegría le dijo.

         -  Amiga, que bueno yo también tengo que ir a inscribir a los míos, podemos ir juntas.

        Las nuevas vecinas se pusieron de acuerdo para ir a la institución educativa. Emperifolladas las damas se encontraron en el frente de las casas y caminaron juntas hacia la derecha donde coincidieron con otra dama que estaba saliendo de su casa. La oriental la saluda.

       - Buenos días vecina, ¿para dónde va por ahí? – la dama contestó con un tono característico de los andinos.

         -  Buenos días paisana, voy a la Esteller a inscribir a los muchachos.

         -  Venga con nosotros que le damos la colita.

         Sin darse cuenta la dama oriental estaba usando una expresión que había aprendido días atrás con otras de las vecinas de la calle. La señora andina se sonrió y extendió su mano a la nueva vecina como si ansiaba el momento. Resultó que esa era la señora que la maracucha tenía pendiente visitar. Allí mismo frente a su casa la margariteña le presentó la andina a la maracucha.

          A partir de ese momento se dió una apretada curruña entre las tres damas. Para todos lados iban juntas, se ponían de acuerdo para ir de compras al comisariato, para llevar a los niños a la clínica, para ir en carro porpuestos a Lagunillas a ver almacenes de corotos y pedir fiao a los turcos o fiar telas a las turcas. Vivian en un intercambio permanente por los fondos de las casas de diferentes dulces, platos de comidas o se pedían prestado tazas o pocillos de azúcar, sal o algún condimento, a veces era medicina para sus muchachos.

         Camino a la escuela la señora andina contó que estaba casada con un señor de Bobures y trabajaba de mecánico en los talleres y tenían cinco hijos. Tenían apenas dos meses que se habían mudado desde Bachaquero. El trayecto de unos quinientos metros le sirvió a la señora maracucha ponerse al tono con sus dos nuevas amigas sobre las rutinas y el acontecer del campo. Casi llegando a la escuela hablaron de lo que habían escuchado sobre horarios, uniformes, útiles escolares de los muchachos, como también el régimen de vacunas que estaban poniendo allí mismo.

        Así como esas tres señoras de diferente procedencia y naturaleza cultural iniciaron un intercambio de costumbres, sabores y expresiones, también lo hacían y lo estaban extrapolando todos los habitantes que nutrían los diferentes campos existentes en toda la costa oriental y occidental del Lago de Maracaibo. Era normal escuchar una tarde una vecina asomarse a la cerca de la vecina y decir.

       -  Vecina, me puede prestar un momento por favor el remillón – y la vecina ya sea margariteña, gocha, coriana o caraqueña exclamar.

        -  ¿El remillón? …¿Qué vaina es esa paisana?

        A los pocos días que digan remillón, cucharón, cacillo, etc ya sabrás a que se refiere y más cuando detrás por acordarte te compensan con un gran tazón hasta el copito de una suculenta sopa. A través del tiempo no cabe dudas la influencia que privó en este calidoscopio cultural. No tanto por los padres, sino por los hijos en el continuo intercambio de relación en la escuela; luego en los juegos de la calle y más tarde en las reuniones sociales en los clubes donde había todo tipo de actividades. Inclusive no pasaba desapercibido el sesgo discriminatorio que había en el amplio complejo industrial, donde era notorio la separación de la clase obrera, supervisoria y nómina mayor.

       Nuestro amigo maracucho, después de dejar su bicicleta asegurada en el estacionamiento, se dirige al muelle donde tomará una lancha que lo lleve al taladro de perforación, él conforma una de las cuadrillas con otras siete personas: obreros, mecánicos y electricistas. Todas estas personas vienen desde varios campos a pie si están cerca y los demás en bicicleta. Los carros que habían eran camionetas de la compañía y uno que otro carro de algún supervisor que ya ganaba lo suficiente para tener uno. Una vez en el taladro la cuadrilla ejecutaba la actividad en profunda camaradería, hasta en el momento de la comida donde todo se comparte inclusive los huevos chimbos del maracucho.

         Ejemplo de la cultura regional que estos campos ofrecían sobre los foráneos eran el deporte y actividades recreacionales. La cantidad de términos en el béisbol que los maracuchos impusieron fue avasallante, la mayoría de ellos son anglicismos. Lo mismo en las metras, trompo, volantín y juegos de nocturnos como cuarentamata, libertad, camán, fusilao, etc. con todas sus variantes y términos particulares.

       Si no te adaptas rápido a los términos impuestos feneces en el momento, tenías que absorberlos al tiro; solo en el caso de las metras (pichas, canicas, mate o bolombolas) para lanzarlas tenías las modalidades de full, uñita, caraquita, chopo, etc. Los juegos de bolitas tribilín, rayo, hueca y pega y un séquito de términos que se usaban para jugar como madrina, volao, retruque, pichihueca, persigue hasta la muerte, y un largo etcétera.

         En una oportunidad Ludovino el hijo mayor del maracucho irrumpe en la casa del margariteño gritando desesperado.

        -   ¡Señora María! … ¡Señora María!

       -    Si mijo, ¿qué se te ofrece? – le contesta la señora en un tono afable desde de la cocina.

      -  Es que su hijo Yito me hizo leva – responde el muchacho impaciente y molesto.

        -  ¡Mijo! … ¿y qué es eso de leva? – pregunta inocente la vecina.

      -    Señora María yo no vine a formar zaperoco, lo que pasa es que estábamos jugando metras en el fondo y a Yito se las ruchamos toás. El muy zurrapo le dió la calambrina y como un zafio me hizo rebatiña al turrumote que tenía y salió esmollejao a esconderse. Dígale al culilluo ese que no se haga el vivito porque se metio en tusa conmigo; que me regrese toiticas las metras, porque si no lo voy a fuñir con una zarrapanda, ve que no respondo lo voy a volar con el totazo que le voy a dar, vertia ya me tiene hasta el topito.

      La señora María no entendió nada de lo que había dicho aquel muchacho, pero lo que si captó de aquel jeroglífico mensaje era que tenía que solucionar rápidamente el conflicto porque le iban a estropear a su muchacho. Con el tiempo ella comprendió que esa acción era frecuente en algunos muchachos cuando se veían perdidos en el juego de canicas y a la fuerza se querían recuperar de la derrota.

      Una acción que también se hizo costumbre en todas las madres del campo fue copiar el voceo costero. Éste provino de las señoras orientales que venían con la costumbre de llamar, desde las ventanas o portales de sus casas a sus hijos con un aullido templado y agudo donde el benevolente viento ayudaba a que el mensaje llegara eficientemente a los receptores, que en ocasiones se extralimitaban en tiempo de permanencia en el juego o en otra travesura. Los vecinos escucharon alguna vez a la vecina margariteña valerse de ese medio para decir.

      -  ¡Tiiinooooo! …! Tiiinooooo! ...! Tiiinooooo!

         Bastaban tres alaridos, que se incrementaban en intensidad hasta ser escuchados, si no resultaba pasaban a la segunda fase donde se usaba el primer nombre acompañado del segundo, que a fin de cuentas solo tiene utilidad en estas ocasiones.

      -  ¡Celestino Antoniooooo! …dejá que venga Arévalo… que se lo voy a decir, por mi madre.

 

Venezuela, Cabimas, 05-09-2020.

 

Notas:Lagunillas fue el cuarto poblado en crecimiento entre 1950 y 1990, Cabimas ocupó el lugar 22. Con el tiempo, éste se constituyó en el principal núcleo de interacción entre venezolanos y extranjeros empleados en la industria petrolera el cual estructura el escenario de una dramática experimentación social y política que, a largo plazo, ejercería gran influencia en las normas sociales y culturales del país”. “Petróleo y dinámicas de cambio social en el Zulia (1900-2000)”, adscrito al Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la Universidad del Zulia.

3 comentarios:

  1. Éso es historia, lamentablemente muy poco conocida por la mayoría de los venezolanos y me parece muy interesante y agradable como presentas ese complejo proceso de integración. Muy bueno Humberto. ¡ pa lante que es !

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