martes, 28 de julio de 2020

EL NOCIVO REGETÒN


Por: Humberto Frontado


¿Por qué sorprendernos ante lo que nos muestra el nefasto reguetón?

          Viéndolo bien nuestras vidas y todo lo que hacemos responden a la larga a un proceso cíclico. Uno que otro joven viejo se le puede escuchar decir - ¡viva el rock! – en verdad yo no se lo pude decir a mis padres, en mis tiempos mozos. Eso era sacrílego y me exponía a la excomulgación o ser quemado en la hoguera. Sin embargo, en secreto, admiré y viví los movimientos insinuantes y cadenciosos de Elvis Presley, los epilépticos y extraños de Joe Cucker y de Jim Brown, los viriles y con sex-appeal de Tom John, los gestos drogomanos de Jimi Hendrix. Por aquí los latin-gestos sensuales y excitantes de Sandro y hasta los del eterno pavo Trino Mora. Todos odiados por nuestros padres y hasta el Papa de turno. Pasó el tiempo y allí quedaron en el recuerdo, disfrutado de aquellos bonches secretos, las guerras de las minitecas y fiestas en los clubes.

           El rock era maldito porque incitaba a la violencia. En la década de los 60´s los Hippies, las drogas y el sexo libre fue la perdición; era el apocalipsis y nos expusimos a desaparecer como Sodoma y Gomorra, pero subsistimos como si nada. Bailar twists y unas décadas despues la Lambada era diabólico y nos lo prohibían; sin embargo, lo hicimos y Lucifer, viendo que lo ejecutamos bien, se apiadó de nosotros y lo superamos. Todo eso pasó y quedó en nuestros expedientes “X” como hecho histórico; como elementos que evolucionaron la música y nuestra cultura; la cual a veces necesita contorsionarse y estremecerse, aunque parezca algunas veces como algo extraño o exagerado.

          También llegó la inaceptable, irreverente y grosera Salsa a irrumpir los predios latinos. Luchó contra viento y marea y se impuso como un icono importante en nuestra cultura. Nos demostró que nosotros los latinos de sangre caliente y con influencia negroide no nos podemos desprender del gen musical que nos incita a mover el esqueleto. Se acuerdan de Wilfrido Vargas y su famoso baile del perro, también el del mono; con su ritmo respondió “qués” lo que quiere el negro.

          La Salsa Romántica fue la locura, la depravación; bailarla era pisar a ciegas la antesala del infierno. Quedan algunos videos de 8 mm y algunos casetes que nos recuerden esa época horrorosa. La salsa cuasi pasada de moda y sólo quedan sus colaterales, entre ellos está el susodicho Reguetón; como una variante del Hip Hop gringo y con un poco más de picante, sudor y otras cosas.

          El Reguetón es el mismo tótem “congloabigarrado” que recoge y apila todos esos sentimientos tabúes que hemos heredados desde los tiempos del nacimiento del Blue, Charleston, Flamenco y pare usted de contar. Solo que ahora el Kukulkán y los que aúpan la raza Aria están representados por Twiteros, Blogueros, Youtuberes, etc, etc. Así que todo cambia y nada cambia.

          La música, llámese como se llame, es una plastilina multicolor que nos permite llevar un mensaje de cualquier índole y sin complicaciones, al que está dispuesto a escucharla. Está de moda y casi todos los cantantes famosos actuales incluyen en sus álbumes uno que otro regetoncito o algo parecido; con eso aumentarán las ventas y no pasarán desapercibidos como ente global. Los medios de comunicación son los que de alguna forma imponen, extrapolan, modifican y establecen la aceptación de la novedad social. El sempiterno tiempo, nuestros valores y recato de la mayoría se impondrán al tomar y ajustarse al cambio del nuevo ciclo cuando nos toque. Verán a nuestros sobrinos y nietos incomodarse y soltar algún improperio hacia sus nietecitos, cuando los vean bailar, el tan odiado Perreo.

Venezuela, Cabimas, 15-08-2019.

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