domingo, 19 de julio de 2020

CONFESIONES DE UN COMPONEDOR DE MUERTOS


Por: Humberto Frontado

          Se llamaba justamente Justo aquella dócil y grata persona muy popular en toda la Isla de Coche debido al trabajo distintivo que tenía, había dedicado parte de su vida a componer y emperifollar en todo su esplendor a los inanimados que partían en su último viaje con rumbo ignorado. Una tarde de inusual calor infernal estuvo laborando en la alejada población del Guamache durante tres dilatadas horas con algunos intervalos de respiro, engalanando a una señora de extrema contextura. Nunca antes había asumido un servicio en talla extra grande, los insumos utilizados se habían triplicado en tan sinigual mole.
          Emocionado en ese caso atípico de una finada algo mofletuda corroboró algunas cosas que le habían comentado sus antecesores maestros; una de ellas era contemplar durante su rigor mortis el recital de retortijones de tripas que desembocan en rítmicas y estrepitosas flatulencias, que muchas veces ocasionan que las caderas del inerte se suspendan en el aire. Aquella descarga de nauseabundos gases rápidamente hay que atacarla con continua ventilación y la colocación de varios tazones contentivos de vinagre y bicarbonato de sodio alrededor del área. Otro más increíble fue la sudoración post mortem, debido al extremo calor de esa tarde; mientras la maquillaba tenía que secarle continuamente con un pañuelo las diminutas gotas perladas de sudor desprendidas de aquel redondeado rostro.
          El exceso de bulla y algarabía en la casa producida por toda gente que iba llegando a dar el pésame y otros en plan de averiguar sobre los pormenores, más un concierto de acompasados golpes de martillo no dejaban concentrar al paciente y responsable tanatólogo.
          Salió del cuarto aturdido a tomar un poco de aire fresco y se encontró de frente con dos personas armadas de mandarria y pala tratando de quitar el marco de la puerta principal a fin de poder sacar el ataúd de la difunta en su momento. Se pasó la mano por la cabeza como señal de desespero y caminó rápido serpenteando entre la muchedumbre hasta dar con el dolido viudo a quien le pidió suspendiera la labor de demolición y despejara un poco el interior de la sala hasta que él terminara de hermosear a su amada. Con la venia del dueño de la exánime entró nuevamente al cuarto y se sumergió en su arte, allí terminó de confirmar otro misterio sobre la oculta y sublime belleza que está detrás de cada capa acumulada de grasa en el terso cutis de una dama obesa. Llamó al viudo y a su hija para que recibieran y juzgaran su trabajo, ambos quedaron impresionados al ver a la rejuvenecida mujer dormida y comenzaron a llorar en silencio para no perturbar su sueño, aquella escena le bastó y dio fe sobre su esmerada faena.
          Se despidió del resto de las personas y satisfecho de aquel exigente servicio se dirigió a su pueblo San Pedro, estaba tan exhausto que durmió un rato en el automóvil que lo llevaba mientras lo arrullaba la cálida brisa ribereña. Ya en su casa su esposa lo recompenso dándole almuerzo y cena juntos, él atacó aquel pillote de comida sin piedad con más hambre que un faquir en ayunas. Después del reposo no se sentía bien y le comentó a su consorte.
          - Vieja me dió como un soponcio, creo que se me subió la tensión, siento como una opresión en el pecho.
           El embalsamador fue llevado de inmediato a la medicatura, el médico de guardia le colocó una diminuta pastilla debajo de la lengua y le colocó una inyección, quedó en la emergencia bajo observación. Pasaron unos minutos cuando de pronto se oyó una fuerte y gélida ventolera afuera del recinto que levantó una fuerte polvareda, el flujo eléctrico como en automático feneció quedando todo oscuro. Al parecer alguien abrió de par en par la puerta del edificio haciendo que entrara una bocanada de fría brisa en el interior del ambiente que sacudió abruptamente a los presentes.
           Justo, quien estaba aún atontado por los medicamentos, también había sentido en sus huesos la mentolada brisa y trató de incorporarse, pero solo pudo levantar un poco la cabeza para distinguir una oscura figura que tenía en el frente. Pudo distinguir que el personaje tenía una raída capa negra y una larga estaca con una hoz que tomaba con su esquelética mano derecha. Era la muerte que había venido a visitarlo. El necrólogo maquillador sin sobresaltarse en lo más mínimo lo interpela tranquilamente, preguntándole.
          - ¿Y tú, qué estás haciendo por estos lados?
          El encapuchado personaje dió unos deslizados pasos hacia adelante y le contesta amigablemente con una sardónica sonrisa.
          - Vengo por ti Justo, y a tiempo.
          Aquella altisonante respuesta desconcertó al cosmetólogo de difuntos; sin embargo, le sonrió correspondiéndole al oscuro y flaco ser diciéndole.
          - ¿Por qué yo? … es que acaso tienes alguna queja del servicio que presto a los seres que osas llevarte. ¡Chico no me eches esa lavativa! … tengo muchos años en esto dejándote a los clientes bien pepeados. Muchos han llegado a mi todos destartalados cual rompecabezas y yo con paciencia y esmero los remiendos, prácticamente los armo de nuevo para beneplácito de sus familiares y que tu hagas una cesión de altura.
          La muerte tomó su garrote y lo recostó a una de las paredes, moviendo el brazo como tratando se sacudirse un viejo dolor, caminó hacia Justo y le dijo con vos de ultratumba.
          - Querido amigo en verdad tengo que felicitarte porque los clientes que salen de esta isla llegan a mi todos olorosos a colonia de bebe y buena presencia, eso es muy bueno para la publicidad de mi trabajo; sobre todo en el ambiente religioso donde hay gente que se ha dado a la tarea de inventar y hacer creer a otros un mundo de bolciclerías. Es frecuente escuchar a la viuda del difunto susurrarle en la oreja: espérame en el cielo, lo que no sabe ella que él tiene otro destino más abajo.
          El latonero taxidermista recostó su cabeza y cerrando los ojos para buscar las mejores palabras dijo.
          - Cada quien tiene potestad en creer lo que quiera sobre la muerte. Por ejemplo, Platón nos dejó dicho hace mucho tiempo atrás que él creía en la existencia del alma y consideraba que la muerte era su separación del cuerpo y que tras ella esta volvía al mundo de las ideas. Que tan cierto será esto no lo sabemos. Yo sé que angustiarnos y temer a la muerte es normal y no tenemos por qué avergonzarnos y mucho menos de algo que desconocemos. Lo que no sería normal es que no seamos capaz de ver y sentir la pérdida de la vida como algo dramático.
          - Sabes que es malo y tú no has tenido ninguna consideración en este sentido, a veces despides temprano a una persona inocente que lo único que hace es el bien y por otra parte dejas que un bicho malo llegue a morirse de viejo. Pareciera que ustedes azuzan a que perdure y con prestancia la expresión “mala hierba nunca muere”, deberían tomarlo en serio y revertirla, que la gente sea consciente de que si actúa de mala fe apuntará a que transitará por un camino muy corto.
         - Eso no es así Justo, tu comentario está atado a unas indescifrables fórmulas matemáticas que marcan cada destino en particular. Busca establecer inconscientemente que hay que tomar en serio el vivir, pensar que cada segundo que se transita es muy importante y hay que disfrutarlo al máximo. Igual que Platón han existido hombres sabios que han descifrado algo de estas fórmulas y descubrieron que larga vida y felicidad implican sencillez y alimentación equilibrada; allí están los Epicúreos con la participación de Diógenes. En síntesis, la muerte está para hacerles entender que la vida tiene un final, reflexionar sobre lo importante de cómo se vive.
          - Por cierto, en tu caso he recibido comentarios de que has hablado en forma altanera de que no le temes a la muerte y que vociferas que tu vida y muerte la decides tú. 
          Justo levantó su torso como pudo apoyándose de los codos, angustiado tragó grueso y se apresuró a decirle a la visitante.
          - ¡Ya va! ¡Ya va!... no sé quién pudo haberte contado eso, yo nunca he dicho tal cosa. Lo que si he dicho a algunos de los familiares y en forma de consuelo, es que la muerte es benigna y que es parte de nuestras vidas y hay que prepararse para ella en vez de temerle. Yo tengo mi filosofía particular ante la muerte y comento que las personas tienen un enfoque equivocado de ti, creen que la muerte ocasiona los accidentes, como el que acaba de suceder allá abajo del pueblo. No se dan cuenta que somos nosotros los que con una dosis de confianza olvidamos lo frágiles que somos. Buscamos problemas que nos llevan a la muerte, ya sea por un accidente o por un descuido de nuestra salud. La cuestión es que tu llegas en el momento preciso cuando decidimos partir sin retorno.
          - Es cierto lo que dices Justo, a veces no me basto para tantos casos que tengo que atender, me ha quedado bien claro que la gente no aprecia la vida –comentó asintiendo la muerte.
        - Volviendo a mi caso señora – dice el componedor con voz tenue – debería considerar y posponer mi ida para otro día, bien retirada hacia adelante.
          La oscura señora no pudo ocultar su sonrisa y mostró parte de su desdentada encía, mientras Justo terminaba diciendo.
          - Yo comento a veces que debemos evitar la zozobra y la inquietud que nos puede llegar a producir la idea de que vamos a morir. Yo comulgo más bien con lo que dijo el francés Maximilian Robespierre (1) …“la muerte es el comienzo de la inmortalidad”, morir no es el final de todo, sino que da paso a que nuestra senda trazada seguirá presente en la tierra para quienes nos han rodeado. 
          A lo que la sorprendida e inesperada visita respondió.
          - Está bien, me convenciste viejo amigo, pero quiero pedirte que tengas más respeto con los muertos, me han contado que después de echarles cal por las entretelas, les das cachetadas en las nalgas diciéndoles “denle que son pasteles”. Eso es una falta de respeto a los difuntos.
        Mientras hablaba, el negro personaje frunció levemente el ceño, mostrando su descontento. Justo que se dió cuenta del cambio acotó diciendo.
          - Es cierto que he hecho eso, pero solo lo hago con aquellos difuntos que se la daban de gran cacao y siempre miraban a sus conterráneos por encima del hombro. Lo hago como una forma de decirles que: pudiste tener mucha fortuna, pero muerto no sirves para nada; desnudo y con las nalgas al aire nacistes y también mueres.
          La negra silueta toma nuevamente su garrote y en un ademán tipo “Houdini” desapareció de la fría habitación. Justo abrió los ojos y quedó pensativo, reflexionando sobre la conversación que mantuvo con su supervisor, diciéndose.
          - ¡Vaina! … voy a tomar esta experiencia como si hubiese nacido hoy y seguiré componiendo y disfrutando mis muertos.

“La pálida muerte lo mismo llama a las cabañas de los humildes que a las torres de los reyes” (Horacio).

Venezuela, Cabimas, 15-07-2020.

1.       Maximilien Robespierre (Arras, 6 de mayo de 1758-París, 28 de julio de 1794), fue un abogado, escritor, orador y político francés apodado «el Incorruptible». Fue uno de los más prominentes líderes de la Revolución francesa.

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