Por Humberto Frontado
Llevo mi mente a un estado catatónico,
evitando a toda costa el riesgo de pensar.
Tengo mi acelerador de partículas pensante
en sigilosa pausa o más bien en modo avión.
Hoy miércoles de ceniza
he decidido hacer un bucólico ayuno reflexivo.
Busco concentrarme en algo que no sea un punto,
ya que algo me dice:
“que el punto separa una idea y acrecienta el pensamiento”,
y eso sería una desfachatez para este momento.
Cómo llegar a ese estadio que quiero,
sí ni siquiera soy dueño de mis abstracciones,
mucho menos del rumiar de mis sueños.
Google se adueñó de mis decisiones y providencia,
de mis gustos y avatares,
no tengo potestad en mí.
Buscaré transfigurar mi pensamiento,
encriptarlo, que no sea entendible o hackeable,
así volveré a ser yo mismo.
Me haré anónimo, usaré un seudónimo,
buscaré hablar con palabras inasible,
difuminadas del todo,
que se desdoblen
al momento que alguien trate de concebirlas.
Mientras la impunidad arrope
al atosigante espectro Googleano
no podré decir lo que pienso.
Buscaré enmarañarlo,
así me aproxime a la campiña de la demencia.
He de retomar con algunos aditamentos
los viejos bártulos del telégrafo,
urdiendo un vocablo corto y preciso,
sin adornos, sin complacencias estéticas.
Que pase desapercibido
e ingrese al raudo y anchuroso flujo de datos,
como un asteroide
atraído por el privativo agujero oscuro del ciberespacio
y su descomunal anillo de extremo abuso comunicacional.
No quiero cometer el riesgo de cavilar.
A través de la inexpugnable conexión en el tiempo
hemos sido adictos acumuladores
de innecesarias meditaciones;
llegó la hora de deshacernos
de gran parte de la incansable
presencia sensorial de nuestras ideas.
Reducir los pensamientos
ha de expandir nuestra presencia
en cuanto a los sentidos.
Podemos imaginar en una grafía ecléctica,
abstracta, con ausencias de intención;
salida de la agitación de una mente
que conmociona en la lontananza
de una sublime quietud.
Abandonemos el reino de la verdad,
mezclemos lo irreal con lo lógico
y apeguémonos a las mentiras vanas.
Pensemos frágilmente
para que nuestros juicios
al más mínimo acoso,
se fracturen, caigan al vacío
y no sean sometidos.
No habrá entendimiento reflexivo,
dejaremos que las ideas
tengan ausencia de las realidades más notorias.
Ya sabemos que lo que se piensa
es lo que retorna en el tiempo
y quiere ser una y otra vez más.
Antes y después de las comidas
debemos hacer ayunos oníricos
tomando siestas intermitentes,
haremos un acopio confuso de sueños
que desestabilice cualquier campo
de la realidad y el espacio.
Mi identidad está esparcida
por todo el internet,
todos y nadie me conocen;
soy un fulano cookie
que flota a la deriva
de los vientos siderales.
El silencio, mimetismo y opacidad
26-02-2023