Por Humberto Frontado
Aquel joven e impetuoso pichón de abogado,
con sus casi cinco años de graduado, se movía como un saltimbanqui del timbo al
tambo dentro de las oficinas de los tribunales en Cabimas; hacía alarde de su
conocimiento y buena voluntad con todos los que trataba. Estaba orgulloso de su
labor ya que había superado con ganas la crisis de oportunidades de trabajo, que
llegó a doblegarlo y llenarlo de pensamientos, muchas veces, fuera del orden
moral.
Empezó como office boy, llevando y
trayendo papeles a un viejo colega que lo había adoptado y lo enseñaba a ejercer
la carrera jurídica; luego se fue encargando de documentación de compra y venta
de propiedades inmobiliarias que su jefe conseguía con sus clientes. También hacía
algunos trabajos particulares a gente que lo ocupaba en cualquier trámite de
documentación personal. Prefería este tipo de trabajo, ya que le permitía
abarcar una amplia gama de asignaciones rápidas de atender y con retorno económico
inmediato; además, le ayudaba a conseguir dinero en efectivo que era escaso en
ese tiempo y le servía para movilizarse en mototaxis o taxis.
En el campo laboral trabajó varios
años en liquidaciones y beneficios contractuales calculando prestaciones a
empleados demandantes. Fue como representante ante tribunales e inspectorías de
trabajo, todo lo que tenía que ver con litigios laborales para defender los
intereses de sus clientes. Con el tiempo ganó mucha fama y reconocimiento en el
ambiente jurídico como persona proba. La situación critica en Venezuela le
permitió expandirse al campo de las migraciones. Era tanta la gente que buscaba
asesoría para migrar hacia diferentes países del Sur, Estados Unidos y Europa.
Al principio era la novedad y la
gente envuelta en una gran incertidumbre requería de asesores o gestores para
ir más seguros a los destinos que escogieran y donde hubiese mejores
oportunidades de trabajo. También se abrió el mercado de asesoría legal,
conectado con otra red de abogados ubicados en el exterior en las colonias
venezolanas. Se anexaron servicios colaterales sobre traspaso de propiedades,
poderes, venta de bienes y raíces, documentación para solicitar asilo político
en Estados Unidos y en Europa.
Ese amplio abanico de recaudos a
considerar para llevar a cabo el proceso migratorio requería la atención del
emprendedor abogado, quien veía cada vez más amplias oportunidades de crecer.
Sin embargo, como dice el dicho: “lo bueno dura poco”. A medida que transcurría
el tiempo el contingente de migrantes fue haciéndose cada vez menor, debido a
las restricciones y solicitudes de visa que adoptaron los países receptores,
sobre todo latinoamericanos, para disminuir el impacto social que se estaba
suscitando en sus regiones.
Muchas parejas que se habían
separado circunstancialmente esperando reunirse más adelante, quedaron frente a
un abismo emocional. Esas parejas se sumieron en un escozor que los fue irritando,
muchas de aquellas relaciones confluyeron en solitudes de divorcio, separación
de bienes, peleas por el régimen de alimentación para los hijos, repartición de
bienes, obligación de manutención y pare de contar. Esta nueva área de
actividades rindió sus frutos y aseguró la estancia del joven abogado en su
país, apoyando al grupo de migrantes en cualquier parte del mundo que
estuvieran.
Aunque ya había sido advertido por su
antiguo tutor de no meterse en las oscuras profundidades del trabajo
relacionado con lo penal, fue atraído por los relucientes beneficios que se
podían obtener; pensaba que ya curtido con el trabajo que había realizado sería
pan comido. Varios de sus colegas le habían hablado de los casos asociados
también a la crisis del territorio, específicamente con el contrabando de
gasolina. Mucha gente con trabajo y otros desempleados tomaron la actividad
para lucrarse, obtenían el producto de las mafias conectadas con las estaciones
de servicio.
Durante la venta y transporte de la
gasolina entraban con mano dura los cuerpos de seguridad como la policía, el
CICPC y la Guardia Nacional, todos se peleaban una parte del pastel, hacían arrestos
y luego extorsionaban a los involucrados; amedrentándolos con los años de
presidio que se aplican por infringir la ley, el cual que oscila entre ocho y
diez años. Casi tan alta como la pena a pagar por el tráfico de drogas.
Comenzó atendiendo casos de
detenidos por llevar pimpinas de gasolina en el automóvil o por alterar el
orden en las bombas de gasolina, todo iba viento en popa con las actividades
atendidas por el emprendedor abogado hasta que se le presentó un caso donde se
le complicó la vida. Sucedió que una mañana surtiendo gasolina subsidiada en la
estación de servicio La Bamba, antigua CVP, un joven de los que hacen ruleta
surtiéndose de gasolina, o sea que se meten a la cola dos y hasta tres veces,
fue detectado por uno de los guardias nacionales y lo mandó a desalojar el
área. El muchacho se envalentono y se enfrentó al verde guardia, quien poniéndole
las manos en el pecho lo empujó. El infractor se resbaló por la grasa que había
en el piso y cayó de espaldas, con tan mala suerte que se golpeó la cabeza con
el filo metálico del piso de la isla del surtidor. El civil quedó desmayado en
un charco de sangre. Varias personas levantaron al joven y lo llevaron al
hospital, allí le diagnosticaron fractura de cráneo y quedó recluido en la UCI.
La familia del herido se movilizó rápidamente
y uno de sus hermanos contactó al brillante abogado para que lo ayudara a
solventar la situación. El jurista armó la defensa de su cliente con la
anuencia de varios testigos y llevó el caso a fiscalía, confiado en salir airoso
del hecho. Por otra parte, la guardia nacional allanó la casa del joven herido,
le decomisaron varias pipas llenas de gasolina y le levantaron orden de arresto
una vez saliera del hospital.
Ante este panorama, el prominente legista
sintió como aquel aceitado serrucho que había estado viniendo de bajo a arriba sin
ninguna restricción, de repente se había trancado en seco; más aún cuando descubrió
que el guardia involucrado en la reyerta tenía un tío que era General activo en
el ejército revolucionario. El susodicho caudillo militar ya había tocado unas
cuantas teclas para sacar ileso a su sobrino; también había buscado la forma de
hostigar al abogado con gente de peso en el sistema judicial en Cabimas. En
otras palabras, el brillante abogado salió en este caso con las tablas a medio
serruchar y sobre su cabeza.
Transcurrió el tiempo en ir y venir buscando una oportunidad para retomar su labor en el medio jurídico; cada día era peor, sólo encontraba puertas cerradas. Un día cansado de caminar, con el carro sin gasolina, llegó a su casa y se sentó en una de las sillas del comedor quedando de frente a la nevera. Se quedó viendo un grupo de papeles con algunos mensajes, estaban pegados a la puerta con un imán. Buscó en su memoria para descifrar los garabatos escritos en esos pequeños papeles, con ansias trataba de recordar alguno que le diera una pista de trabajo y le salvara la situación. Fue tanta su concentración hacia aquellos mendrugos de papel que se abstrajo totalmente del recinto, sin percatarse de la presencia de un señor bien vestido que estaba sentado al otro lado de la mesa. Bastó una pestañada, que le aclaró la vista, para ver de reojo aquel ser. Movió la cabeza con brusquedad y se quedó mirando un rato en shock, hasta que reaccionó gritando.
- Coño… ¿quién es usted?… ¿cómo entró a la casa?… ¿qué hace aquí?
El hombre levantó la mano y con una señal le indicó que se calmara, luego le dijo.
- Tranquilo joven… estoy aquí porque me has llamado con el pensamiento.
- Usted esta equivocado… yo no lo he llamado – comentó balbuceando el jurista.
- Bueno… en verdad ambos nos hemos llamado, porque nos necesitamos - dice el visitante con voz tenue – verás, se que tienes problemas en este momento y yo puedo hacer que desaparezcan en un santiamén, con algunas llamadas… pero también necesito de ti, que me asesores o ayudes en algo que te voy a plantear.
Aquel hombre por su prestancia y su olor a naftalina parecía a uno de esos personajes políticos de antaño: Betancourt, Caldera, Jovito Villalba o más bien Luis Beltrán Prieto Figueroa. Con más convicción en sus palabras que por su imagen, habló un buen rato con el que iba a ser su nuevo asesor jurídico. Le planteó el trabajo que quería y lo que estaba dispuesto a pagar. Llegaron a un acuerdo y el abogado empezó a contactar telefónicamente a una serie de personajes en el mundo de la política y otros guisos. Al cabo de dos intensas horas pegado al teléfono el abogado asiente con la cabeza y le pasa el teléfono al misterioso señor, diciéndole.
- Ya está… puede hablar, él está en la línea.
El hombre con una alegría en el rosto agarró el teléfono y se lo llevó al oído diciendo tímidamente y en voz baja.
- Ciao… buongiorno Papa… come stai?... soy yo Satán… disculpa que te llame en este momento… sé que estas ocupado… pero es que estoy tan jodido que tengo que hablar contigo che. Como tu sabes le he pedido a todos los Papas que te han precedido y nadie me ha ayudado, se han hecho los boludos a sabiendas que me deben tantos favores. Sabes bien que yo he sido parte importante en la filosofía que ustedes han profesado desde que se fundaron. Se puede decir que soy elemento clave dentro del sistema de creencias y dogmas que ustedes han establecido.
De repente se cae la llamada y ambos extremos quedaron en blanco, hasta que nuevamente se restableció la comunicación.
- Disculpa padre la interrupción… fue que el teléfono se recalentó sobre mi cachete… ya lo puse en altavoz. Papa aprovecho que estoy en Venezuela, vine a este infierno y ahora no puedo salir de aquí por problemas migratorios, pero ese es otro problema que pondré a un lado… Quiero pedirte un favor: como es bien sabido ustedes hacen su rotación cada cierto tiempo, dependiendo de lo que duren, y así se han mantenido; el problema conmigo, es que yo no tengo a nadie que me remplace… aunque ya se han asomado algunas opciones con perfiles maquillados. Estoy, además de entrado en años, cansado de que me utilicen como tonto útil en su credo, sin tener beneficios. Véanse ustedes como viven con todas las comodidades y privilegios, lujosas y amplias viviendas, sus tres comidas diarias, viajes de placer a todas partes. Yo, como un pobre diablo, viviendo de las mentiras y de los engaños. Ya estoy agotado y les pido me retribuyan por todo lo que he hecho para que se mantuvieran hegemónicos por los siglos de los siglos. Muchas veces me ha pasado por la cabeza independizarme y montar mi propia iglesia; ofrecer, en lugar de un frío cielo, un infierno con todas sus comodidades siete estrellas. Imagine cuántos de sus adeptos encontrarían cobijo en mis regazos… Yo sólo quiero que reconozcan todo el tiempo que los he apoyado y me indemnicen con su respectivo retroactivo, también me jubilen de una vez por todas. Mi abogado está tomando nota de mis exigencias, luego hablará con ustedes.
- Buongiorno querido Luci… te he escuchado atentamente… no creas que te he abandonado, siempre has estado en mis pensamientos. En estos tiempos aciagos, en verdad os digo que estoy agradecido por toda la ayuda que nos has brindado en estos dos mil y picote de años en el laburo. Como tu bien sabes, cada uno de nosotros los Papas nos ha tocado situaciones muy complejas y hemos tenido que enmendarlas justificándote, en otras te has extralimitado y se nos ha salido de control; allí está el caso del conflicto en el medio oriente, el bendito problema de pedofilia sin resolver, y peor aún la actuación de tu vasallo en Venezuela. Piccolo diavolo non essere arrabbiato … pero tengo que dejarte… voy a oficiar la misa de hoy domingo… dile a tu abogado que esta semana me reuniré con el tribunal cardenalicio y les expondré tu caso… ok… ciao bambino.
Después de concluir la llamada el cumplido abogado contento le habla a su cliente.
- Diablo… percibí la anuencia del Sumo Pontífice para conseguir lo que estás solicitando… lo que sí estoy viendo difícil es conseguirte el traslado a otros infiernos menos intensos, ya que ahora esos países han promulgado una nueva solicitud de visas para los que quieran ir de visita.
- ¡O sea qué!… ¿tengo que quedarme per saecula saeculorum aquí en Venezuela?... !Dios mío señor!
11-12-2021.
Corrector
de estilo: Elizabeth Sánchez.
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