domingo, 19 de diciembre de 2021

PREGONES DE MI TIERRA

Por Humberto Frontado



             Al hablar de pregones aquí en el zulia enseguida pensamos en la primera estrofa de una de las canciones más tradicionales compuesta por el insigne maracaibero Rafael Rincón González (Pregones Zulianos).

           -         Va cantando el pregonero vendiendo su mercancía,

                 son la cinco y el lechero nos viene anunciando el día,

                 alevántese señora que se hace de medio día,

                 la leche viene en los potes con espuma de alegría.

           Cada pregón es en esencia un sonido que se ha insertado en la memoria cultural de nuestros pueblos. Una vez lanzado al aire a voz en cuello se esparce y es llevado por el viento hasta el más intrincado rincón, con su aroma a pan recién hecho o a mandoca todavía caliente. Su razón es mucho más intensa y significativa que anunciar lo que se vende. Otrora se lograba apreciar el aporte particular que cada vendedor utilizaba para adornar su alocución. Podía haber varios vendedores de café, pero cada uno tenía en su pregón una firma que era única y los distinguía.

           Desde tiempos remotos la necesidad de anunciar algo y sobre todo un producto comercial hizo que el hombre a través de la voz lo hiciera. Esa acción es tan vieja como las primeras concentraciones urbanas de nuestra civilización. La presencia de un vendedor ambulante dependía del pregón para darse a conocer su producto cualquiera que fuese. Se puede decir que el pregón debe tener la misma edad que tiene el vendedor ambulante o buhonero, como se le llamó luego.

            Toda familia que buscara un sustento establecía su propio negocio en casa; posteriormente se dieron cuenta que para incrementar sus ventas había que salir a las calles a vender anunciando sus productos. Así fueron desfilando por las calles principales de nuestros pueblos panaderos, dulceros y pasteleros. Si eran agricultores salían a pregonar su mercancía de hortalizas, frutas y flores. Se apoderaban e instalaban en una esquina cerca de la plaza Bolívar, para luego convertirse en una referencia geográfica, icónicas en los pueblos.

            Con el tiempo el pregón se hace costumbre, deja de ser un grito al aire para convertirse en una sonoridad que nos despierta, nos despabila, nos hace pensar que seguimos presente. Puede haber en el pregón palabras, tonos musicales, repeticiones y pare de contar de artilugios ingeniosos que el hombre se inventó para ser conocido.

            En nuestro país, durante la década de los sesenta fue notorio el gran auge que representó la incorporación de la presencia extranjera en el desarrollo comercial. En los campos petroleros fue evidente la presencia de pregoneros que recorrían a diario las diferentes calles, voceando sus productos y servicios casa por casa. En diciembre era común que aparecieran vendiendo un cuadro con algún motivo navideño y esa pintura luego era común en todas las casas. Fue habitual ver aparecer caminando por las aceras a italianos que voceaban el servicio del zapatero diciendo.

           -         Zapaterooo … Zapaterooo… Zapaterooo remendoooon…

          Mas atrás podían venir bordeando las dos aceras una pareja de turcos vendiendo sus mercancías, la mujer ofreciendo bellos cortes de tela, edredones y paños; mientras el hombre llevaba cortes de cachemir y lino, al unísono gritaban.

           -         Cooorteee… cooorte baraaato baisano.

          El amolador venía lentamente con su bicicleta a la que le había adaptado una piedra circular para amolar cuchillos, tocaba un pitico metálico que se oía a lo lejos y lo acompañaba con su pregón.

            -         Aaa…moladooor… aaa… molador.

Más atrás un señor acicalado y con su pelo brilloso exclamaba.

 -         Peeerfuuume… peeerfuuume – ese era el llamado del Perfumero que venía con su maleta llena de productos de bellezas para damas y caballeros. Ofrecía Agua Florida, polvo sonrisa, Colonia Nº 70, Jean Marie Farina, Marazul, Pingüino, Siete Esencias, Yardley y el fijador de pelo Brylcreem de moda para el momento.

          El señor Pelón que venía de Valera era uno de los comerciantes más conocido y esperado, tenía un camión surtido de toda mercancía para la casa. Se podía conseguir desde un juego de muebles de mimbre hasta materas de todo tamaño, era sin duda alguna una tienda ambulante y su pregón era a baja voz – paisana llévese fiao todo lo que quiera.

          Algunos vendedores de los barrios cercanos se venían también al campo a ofrecer sus productos manufacturados, se escuchaba en las tardes.

           -         Llegó el maniceeero… aquí esta su cucurucho… de maniiiii.

Otro aparecía gritando.

 -         Melcocha… melcocha – caminaba con una bandeja de madera con su producto todavía echando humo y destellando su color áureo.

          Por otro lado, en el centro de la ciudad de Cabimas, por la calle principal, con un comercio pujante, se veía el tumulto de gente yendo de un lado a otro vendiendo sus productos, arriando o empujando todo tipo de artefactos con ruedas. El aguador con su carreta, halada por un obediente burro, llena de latas de agua gritaba a todo pulmón.

  -      Aaaguuuaaa… aaaguuuaaa… lleve su agüita fresca doñita… más fresca que’l agua e coco.

          También se presentaba otro con el mismo carruaje equino, pero vendiendo carbón; era el carbonero ofreciendo el mejor carbón para planchar, el saco apenas valía un mediecito. Frente a la entrada del pasaje Sorocaima se apostaban a los lados los billeteros, cantando su pregón.

 -   Vamos… vamos… aquí están los quinticos pa’l Zulia… pa´las tres... vamos pues, vamos pues que me voy.

            Una campana se dejaba escuchar a lo lejos y sin necesidad de buscar en el pensamiento la gente sabía que era el camión del gas, así era como se llamaba al surtidor de Querosén. Ese líquido era bueno para todo se usaba como insecticida, limpiador quita mancha, para sacar las garrapatas al perro, para limpiar y curar una herida, era disolvente de pinturas, etc, etc, la palangana de este mágico fluido solo costaba una locha. 

          Circundando la redoma venía la motico Vespa con su pregón musical que luego se convertiría en la hipnótica marchantíca EFE o de Tío Rico para chicos y grandes; esa pequeña nave logró enmudecer la regleta de campanas del acalorado cepilladero. Más tarde apareció la camioneta cava que sustituyó la pequeña Vespa; sin embargo, no duró mucho tiempo, lo sacó del camino el carrito empujado por el uniformado heladero con su carga completa de barquillas y pastelados. El estoico cepilladero siempre estaba a la delantera, presto para asistir con su producto a los sedientos asistentes a los espectáculos, sobre todo si eran a pleno sol. Con su carrito iba ofreciendo su conos multicolores y sabores con bastante leche condensada, gritando su icónico refrán “Cepillao de piña para las niñas y de limón para el varón”.

          Cuenta la historia que los fines de semana en los campos petroleros de Lagunillas y Campo Rojo se aparecía un señor blanco y corpulento caminando por las calles. Traía sobre sus hombros una vara con dos enormes latas de los tres cochinitos guindadas en los extremos, gritando a todo pulmón.

-         Lleeevo el capirote, mondongo, chinchurrias y morcillas – el hombre luego se hizo muy popular cuando agregó a su pregón – lléeevo el capirooote, mondooongo… lleeevo la chinchuuurria y la morciiilla… también llevo la sangre calieeente y el mondongo afueeera. 

          Se decía que el señor era de ascendencia italiana y tenía un símil en Cabimas, pero este era moreno y más gordo, ambos aprovechaban el movimiento comercial que había por la zona petrolera para vender su suculenta mercancía, los llamaban los “Mondongueros”.

         Con el tiempo en los campos petroleros el comercio se fue concentrando en puntos específicos, que luego ya con edificaciones se transformó en centros comerciales; cada sector tenía una instalación de éstas donde vendían los mismos productos que los pregoneros y hasta más baratos. Lo mismo sucedió en Cabimas, la construcción del Centro Cívico agrupó toda una serie de locales donde se podían encontrar los productos que antes se vendían en las calles. Sólo quedaron los vendedores de lotería que deambulaban por todos lados; uno que otro chichero y el carrito de los helados con su campanita.

           Hace aproximadamente veinte años apareció en Cabimas, venido desde Maracaibo, una nueva modalidad de pregonero. Se trata de un pequeño camión que anuncia mediante una grabación sin fin la compra de cualquier chatarra que tengan los vecinos en los patios de sus casas; desde neveras, cocinas viejas y toda pieza mecánica de automóviles. Ahora, en lugar de un vendedor, se trata de un comprador que regatea al máximo, con tal de llevar ganancia a su bolsillo.

      -        Llegó el chatarrero…, baterías malas, hierro colao, tapas de compresión….

        Con su estruendoso y trepidante sonido aparecían a partir de las siete de la mañana, despertando a todo el mundo. Muchas personas lo esperaban pacientes para insultarlos y decirles cuatro cosas por el escandalo que hacían. Eso no hacía mella en ellos, aparecían otra vez con más volumen en el bendito parlante. Un tiempo después se le añadió al chatarrero, también proveniente de Maracaibo, un nuevo personaje que luego también fue parte de los sonidos mañaneros, con su pregón también grabado y repetitivo.

       -         Aaamaaariiillooo… Aaamaaariiillooo… Aaamaaariiillooo los plaaatanos.

          A raíz del gran problema que se suscitó para la adquisición de gasolina en el país se pensó que definitivamente los pregones desaparecerían; sin embargo no fue así, de la noche a la mañana apareció nuevamente el fastidioso pregón del chatarrero, pero ahora más repetitivo, penetrante y aturdidor.

      -         Llegó el Chatarrero… compro aire acondicionado malo … compro aire acondicionado malo… compro colchones malos… compro colchones malos…

          Lo cumbre es que desaparecieron los camiones con los que recogían la chatarra, ahora usan una pequeña carrucha en bicicleta con una corneta y un equipo de sonido más grande que el mismo vehículo. A veces se le suma una carrucha similar, pero ofreciendo el servicio de aseo, por tan sólo un dolarito la pipa y pregonando.

           -         El aseeeo… el aseeeo.

          Ante tantas sorpresas que hemos tenido esperamos que en estas navidades se escuche un profundo pregón de paz y armoníiia.

         

 

19-12-2021.

         

Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez

3 comentarios:

  1. Muy bueno, por mi casa pasaba el vendedor de pastelitos, gritaba: paaastelitos a medio y sonaba las pinzas como una matraca..

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  2. Hermosos recuerdos de la infancia vienen a mi mente. En el centro del país también sonaban los pregoneros. En casa, los sábados, mis abuelas esperaban a las chinitas de Maracaibo, que vendían de todo, hasta medicinas. Gracias por cada detalle que nos compartes.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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