domingo, 2 de enero de 2022

CONFESIONES DEL VIEJO AÑO 2021

 Por Humberto Frontado


            Aquí estoy, esperando desconcertado el último cañonazo para despedirme de ustedes. Se ha acordado mundialmente que la detonación que indica el final de este año será transmitida vía Whatsapp, en un video que muestra el estallido de un triste y pírrico trikitraki. La hora será ajustada dependiendo de cada país y la transmisión será monitoreada por expertos ingenieros de sonidos, asegurando que el cohete cumpla con los decibeles mínimos aceptables establecidos en los estándares para animales. Todo esto obedeciendo a la campaña de quejas y demandas que llevan a cabo las personas defensoras de perros, gatos y pajarracos. Según ellos se evitarían los traumas ocasionados a estos pobres animales y los costos que involucran los tratamientos de recuperación realizados por los psicozoologos.

            De todas maneras, la partida presupuestaria destinada a los fuegos artificiales y bebidas embriagantes de este año se había destinado previamente para la compra de los ingredientes de las hallacas y pan de jamón. Ni siquiera para la bebida quedó, ya que la cajita de polar negra llegó al poste de los catorce dolaritos. Si te animaras por algo más picante encontraras el desfile de un vainero de marcas nuevas de rones, que vienen en botellas plásticas con nombres muy inspiradores, como para volverse loco: Rumba Ron, Don Mencho, Cinco Estrellas, Superior, Canaima, Macondo, Dragón, etc. Menos mal que la gente que está en el exterior, por causas ajenas a su voluntad, nos pudieron enviar algo de dinero para subsistir en esta prolongada pelazón.

            Me llevo en mi golpeada y malograda maleta de semicuero todo un cúmulo de penurias y sufrimientos; que por cierto eran tan voluminosos que tuve que empacarlos en una bolsa de vacío para que ocuparan menos espacio, así tendría más para meter otras cosas. Recuerden que inicié mi periplo ya contaminado con la covid-19 y como buen paciente y previendo una recaída me tiré varias colas insoportables para las dos primeras dosis de las vacunas, después de vivir el tejemaneje de cual colocarme: que si la china, la rusa o la cubana; me marearon tanto que en verdad no supe la procedencia de las que me pusieron. A pesar de todo lo sucedido el mundo se siguió moviendo como tradicionalmente lo hacía y nos hizo presenciar y accionar temas de conversación de los cuales estábamos acostumbrados antes de la pandemia.

            En el plano de la política nacional salieron a relucir nuevos aspectos de corrupción, traiciones, dimes y diretes que en verdad no sorprendieron a nadie por el conocimiento que tenemos de la inmundicia y podredumbre en la que están inmersos todos nuestros políticos. No se sabe que fue peor, si la actuación de los políticos o el trauma de la pandemia. El primero se escudó del segundo para no hacer nada. Escuché algo en septiembre y no le presté mucha atención, porque pensé que era un tema político; resultó ser un problema con el país vecino de Colombia donde se salió de sus cabales un “mono maromero” o algo así, lo cierto es que los administradores del zoológico armaron un rebulicio y se fueron a las greñas, sacándose los trapitos al sol. Un mes después pasaron del caso del mono a uno de un pollo cantador y luego al de otro con problemas de memoria, decían que tenía aissami.

            Pensaba que cerraría el año dando la noticia sobre la derrota del virus de la Covid, pero el muy condenado se mutó y se convirtió en otra vaina peor. En el año 1987 Luis Herrera dijo al recibir la presidencia: estoy recibiendo un país hipotecado, yo también comenté que estaba recibiendo un panorama incierto y escabroso y nadie me hizo caso. Recibí un espectáculo digno de récord Guinness, una inflación anual del 3.713% y para diciembre de 21,2%. Aún continúa a millón las cuotas de los apagones de electricidad y lo más increíble el desabastecimiento del gasoil que ha hecho que el servicio de recolección de basura durante este periodo se suspendiera. Julio fue un mes de muchas lluvias sobre todo en la capital donde se vivió con pavor un tempestuoso chaparrón de balas de todo calibre.

            Quería despedirme y partir raudo a otro destino, pero el carro lo tengo en el garaje desde hace un mes porque no tiene gasolina. Las largas colas para echar me han hecho desistir de ese objetivo, además tiene dañado el tren delantero y no hay dinero para comprar repuestos. A finales del primer mes del periodo me llevaron preso al reten de la ciudad de Cabimas, caminé entre representantes de los cuerpos de seguridad y pranes extorsionadores en plena faenas, no se distinguía quien era quien. El abogado que me defendía me dijo que yo estaba allí porque se me acusaba de un montón de cargos y el más importante era el de “incitación al odio”, una vaina que según me dijeron, se le había ocurrido a alguien y servía para meter preso a todo el que se alebrestara en este país. Total, que soy el culpable porque se ha mantenido y multiplicado el Covid con sus variantes, porque la hiperinflación no se detuvo y alcanzó el segundo lugar más largo en todo el mundo. Me han culpado de todo, hasta llegué a pensar que también me achacarían la muerte de Consuelo, la que inspiró aquella vieja canción. Menos mal que la estadía en el retén terminó, ya que decidieron por fin tumbar ese lugar tan inhumano, en primer momento pensé que iban a acabar con nosotros al salir de aquel sitio. Tengo la maleta preparada con la intención de migrar a otro lugar, así sea para trabajar de consejero o asesor.

          Muchos me dicen que mi trascurrir fue más rápido que el acto sexual de un gallo zurdo, y en verdad así lo creo; todos los meses aparecía un escenario que se acoplaba como los viejos circos de ferias, aparecen de la nada y en un santiamén montan sus carpas para después de transcurrir varios días de tumulto desaparecen trasquiladas como si nada. Así mismo brotaron los acontecimientos políticos de este año, tan monótonos e impávidos que pasan desapercibidos. Si la luz se va de imprevisto nos preguntamos jocosamente, a qué animal que no sea la iguana, zamuro, Rabipelao, mapanare, etc, se le atribuirá esta vez el sabotaje terrorista.

          Escuché hace días, que alguien había dicho, que sí sucedió algo bueno durante mi periodo de vida. Fue algo referido al aporte de palabras en crisis. Resulta que ahora la magnitud de una crisis se mide por las nuevas palabras que se insertan a nuestro léxico cotidiano. La RAE incorporó este año las palabras relacionadas con la pandemia, tenemos así: Coronavirus, cubrebocas, confinamiento, antígenos, test, ómicron y otras más.

           Paseo con mi maleta en la mano, recordando la vieja tradición que nos dejaron los migrantes franceses para que se me dé un nuevo año con muchos viajes. Otros habrán de despedirme con tradiciones o rituales traídos de los pueblos que migraron hacia el nuestro: las doce uvas del tiempo de los españoles, usar ropa interior de colores intensos como amarillo o rojo, las lentejas italianas de la fortuna, etc. Ahora somos nosotros los que hemos invadido el mundo con nuestras tradiciones navideñas y de despedida del año viejo. Me despido esperanzado en que el año venidero se desarrolle una vacuna que haga desaparecer a todos esos desgraciados y con todas sus maléficas variantes, que se han hecho rico a costa de la salud del ser humano… Feliz Año 2022.

 

02-01-2022.

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

 

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo una vez: “lo que no me mata me hace más fuerte”. El populacho venezolano dice: “lo que no mata engorda”.

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