Por Humberto Frontado
Esa mañana de sol inclemente sirvió a
la población de Cabimas de marco cuando se enteraron a través de las diferentes
emisoras de radio de la espeluznante noticia que se estaba desenvolviendo en el
centro de la ciudad. Un estudiante de la Escuela Técnica Industrial había
tomado ese día la fatídica determinación de lanzarse desde el tanque de agua del
INOS ubicado en Punta Icotea. Toda el área estaba repleta de curiosos que se habían
desplazado desde las inmediaciones del Centro Cívico de la ciudad y de las
barriadas aledañas; la Avenida Andrés Bello estaba colapsada, debido a los
carros estacionados y el tumulto de gente curioseando. Fue necesario suspender todo
el tráfico hacia el área comercial. La mayoría de los alumnos de la ETI habían hecho
acto de presencia en apoyo a su compañero de estudios.
En un intento por ponerle fin al
inesperado momento, uno de los bomberos que se habían hecho presentes desde que
fueron alertados subió lentamente por la escalinata de acceso hasta llegar a la
parrilla metálica que rodea al estanque. Allí estaba el joven estático, sentado
y recostado a la redondeada estructura férrea. El rescatista intentó hablar con
él pero el muchacho se levantó temeroso amenazando con lanzarse y se agarró a
la baranda, luego retrocedió unos paso distanciándose del visitante.
La emisora Radio Cabimas, ubicada
cerca del área del acontecimiento fue la primera en reportar lo sucedido; logró
contactar algunos de los compañeros del supuesto suicida. Los estudiantes comentaron
a los reporteros que el joven se llamaba William Harvey y vivía en el sector Tierra
Negra; era descendiente de los migrantes ingleses que habían llegado hace tiempo
a la ciudad. Uno de los muchachos entrevistados dijo ser muy amigo de William, aseguró
saber el porqué de la desdicha del joven. Reportó que el suicida le había comentado
que tres meses atrás conoció a una joven que vivía en el centro de la ciudad y
se había enamorado locamente de ella. Habían tenido varios encuentros, se veían
en la plaza Bolívar y paseaban por la zona costera cerca de la planta de hielo El
Toro. El joven estudiante había perdido varias horas de clases debido a los afanosos
encuentros con su amada. La chica aprovechaba cuando su madre le enviaba a
hacer algunas compras en el centro para verse con Harvey; sin embargo, había un
problema: la madre la cela mucho y no la deja salir.
Horas antes de tomar la decisión de
subirse al tanque William había asistido a la primera hora de clases, continúo contando
al reportero el estudiante. En el recreo confesó que en ese momento estaba padeciendo
un dolor mucho más fuerte y profundo que el que había sentido el día que lo había
hincado el bagre, cuando se bañaban en la playita al fondo de la técnica; ni
siquiera cuando se le infestó la herida y se agudizó tanto el dolor que tuvo que
a ir de emergencia al hospital, obligándolo a estar suspendido casi una semana.
Aprovechando que la casa de la chica quedaba
en la ruta para ir a la Técnica, William Harvey no perdía oportunidad para
verla y saludarla; eso se hizo una cotidiana costumbre. El estudiante estaba
empecinado con la muchacha y no hacía caso a lo que le decían sus padres acerca
de los progenitores de la joven. La muchacha no estudiaba y estaba al servicio
de su madre. La progenitora de la niña era una mujer que había trabajado de
meretriz en uno de los bares de La Rosa; llegó a ser dueña de uno de los
botiquines que se instalaron en el centro de la ciudad. El padre era chofer de
uno de los carros alquilados de la ruta de Ambrosio que, por cierto, para el
momento se hallaba presenciando el fatídico acontecimiento protagonizado por su
aún desconocido yerno.
La muchacha había tomado la
determinación de acabar con su vida. No aceptaba que su madre se opusiera a su
relación con el muchacho. Al parecer la madre ya le tenía asegurado el futuro y
estaba esperando cumpliera la mayoría de edad; la tenía comprometida para
trabajar con la persona a quien le había arrendado su bar. La joven se llamaba
Ana y ese día temprano había tenido un altercado con su madre, ya que le había
prohibido las salidas por algunas sospechas. El resto de la mañana estuvo encerrada
en
su cuarto, su madre la llamaba y no salía. De un empujón la gorda mujer tumbo
la puerta y agarró aquella frágil criatura por el brazo y la arrastró hacia la sala
gritándole que fuera hacer sus oficios. Ana se dirigió a la cocina y en un
descuido de su madre se fue hacia la lavandería, abrió una gaveta del armario y
sacó una lata de creolina y pegándosela en la boca tomó algunos sorbos del
contenido. Minutos más tarde la madre la encontró tirada en el suelo convulsionando
y botando espuma por la boca. Angustiada la vieja matrona corrió con su hija en
brazos hacia la calle Rosario, buscando a alguien del tráfico que la auxiliara.
Un conductor de un carrito porpuestos se detuvo y las llevó al hospital D’Empaire.
En la emergencia del hospital el
reportero del Pájaro Azul, una unidad periodística que hace el recorrido por
toda la ciudad reportando todos los sucesos, aprovechó para entrevistar a la
madre de la niña. La mujer angustiada habló con los reporteros y le contó los
pormenores de su hija; en ese momento una de las enfermeras le comentó que la
muchacha se encontraba fuera de peligro, pero requería estar unas horas bajo observación.
Con esa información los reporteros salieron apresuradamente hacia el tanque del
INOS de Punta Icotea y buscar la forma de comunicar la noticia al angustiado
muchacho.
El amigo de William se enteró de lo que el Pájaro Azul había trasmitido por Radio Libertad como primicia y habló con los bomberos; se ofreció de voluntario para ir hablar con su amigo. Después de una larga discusión, el jefe de bomberos aceptó la propuesta. Uno de los experimentados acompañó al muchacho todo el trayecto. Al llegar a la rejilla de entrada, el bombero advirtió a William que venía acompañado con su amigo Ramón quien quería hablar con él. Harvey al ver a su compañero se puso a llorar. Ramón con voz entrecortada toda nerviosa le dijo.
- Tranquilo William… todo está bien… Ana está fuera de peligro y se encuentra bien… vámonos con los bomberos al hospital a verla… ven.
El muchacho se incorporó y caminó
hacia su amigo abrazándolo. Los dos chicos bajaron por la estrecha escalera seguidos
por el bombero. William fue escoltado por los bomberos hasta el hospital, allí
se encontró con su enamorada; se enlazaron en tierno abrazo, bajo la mirada llorosa
de su madre. Ese día se convirtió en un sensitivo manto que se extendió y cubrió
por días el ambiente periodístico y más aún, el escolar del pueblo Cabimero.
27-11-2022
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez