Por Humberto Frontado
Dijo trémulo un viejo cochero,
luciendo placido su alarde,
que más pronto que tarde
haría su regreso al atolón,
quien una vez desde cero
marchó añorando nuevos horizontes
surcando mares y montes,
emulando inquietudes de Colón.
Cortar el cachimbo de un tajo
simboliza así el nacimiento,
luego al enterrarlo hará cimiento
que atará nuestra definida vida;
podrás luego mandarla al carajo,
pero por muy andariego que hayas sido
todo ha de perder el sentido
cuando ya viejo vislumbremos la caída.
Esparcidos por el mundo
han salido cocheros a tropel,
buscando ansioso una vida de oropel;
ahora se les aguarapan los ojos
recordando en lo más profundo
a aquellos que amasaron su esencia,
está claro que igual su ausencia
a muchos el dolor los tiene de hinojos.
No es un malagradecido que huye,
busca sacudirse el polvo de la desesperanza,
es un coctel de desasosiegos que con su lanza
cercena su pasmosa rutina;
ha de vivir con corazón helado que intuye
y presagia, siempre anteponiéndose al presente,
en lo más recóndito de su inconsciente,
encontrar el olor de regreso a la salina.
Donde estés estarás sumido en desesperanza,
entre decisiones y angustiosas diatribas,
percibirás que tu bote navega a la deriva
y alguna vez el rumbo has de perder;
el buen juicio ha de guiarte a la confianza
del seguro faro con el que inicies curso nuevo,
hasta que el destino te vea como un intruso
y deje que el suelo te vuelva a tener.
Retornarás al placido promontorio
para con los tuyos reencontrarte,
sentirás que tu alma en mil se parte
porque has de encontrar la paz;
tu maruto aún en su repositorio
sentirá tu esencia salobre y rancia,
veras que tu atardecer con ansia
te compensa por haber sido tenaz.
12-03-2023
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