Por Humberto Frontado
Allí
estas, en ese oscuro rincón del sótano
ataviado con una recia tela
de polvo de olvido y terquedad.
Aun
te postras en ese roído traje negro y blanco.
Nunca diste espacio a otros colores,
ni siquiera a medios grises.
Tus
recuerdos rondan esa visión dualista
que ajustaba el talle de tu cintura.
Vivías en un solo “me queda mal, me queda bien”.
Las
inquisidoras manos
del viejo sastre que te usó
quisieron imponerte modas herejes.
Tu ascética
trascendencia de alma buena
no tiene cabida en las modas de sombras
y mucho menos en remiendos malsanos.
Te
crees a salvo
en ese nebuloso vórtice subyugado al olvido.
No tienes albedrío y esa piel plastificada
te hace ver fuera de moda.
De
reojo te miras en el opaco espejo,
ves detrás de ti una acuciosa sombra
que te absorbe por la ausencia de luz.
Sumido
en esa cosmología única y absoluta,
tu alma busca salir desgarrando
la fina costura que te aprisiona.
Huye
de esa falta de sentido,
de querer adherir el mal
a benevolentes dioses acicalados y perfectos.
Tarde
o temprano
has de renunciar
a promover esa peregrinación
por la perfección de sí mismo.
23-11-2025
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.

Este poema es una alegoría que utiliza la imagen de un maniquí para criticar la rigidez del pensamiento maniqueo (la división del mundo en bien/mal) y las consecuencias que tiene para el alma o la conciencia individual.
ResponderEliminarLo perfecto es enemigo de lo bueno
ResponderEliminarQue es bueno o malo, lindo o feo, todo depende del cristal con que se mire
ResponderEliminar