Por Humberto Frontado
El Atelier
encuadra el viejo recinto
que alguna vez estuvo embebido
de místicas fórmulas propuestas
por rancios alquimistas.
Es su
ámbito saturado de un aire
de enrarecida inspiración,
en él se crea, reconstruye y
parapetea
piezas que ya acabadas y
pulidas
salen con brillo propio.
Una
estancia de apariencia desordenada,
caótica y mágica. Es capaz
de resguardar
una reconstruida obra
maestra del nuevo obrar.
Ungido
de una misteriosa sapiensa
un viejo samaritano
es el encargado de reparar
almas resquebrajadas de algunos
impíos.
Es creador
de un vínculo ancestral
entre su clientes
ávido de esperanza emocional.
Día y noche a las puertas del misterioso recinto
hacen extensa fila gente ansiosa
de reconstrucción de sus maltrechas
almas.
El
viejo alquimista es capaz
de rescatar de sus cenizas
almas pecadoras ajusticiadas
por la perpetua inquisición
atarugada de fe.
Aquellas
almas perdidas
abordaban el oasis,
buscando saciar su sed de redención
y paz.
Rescatadas
de la aciaga opacidad
retornan a sus antaños
cobijos
danzando su ahora eterna
paz.
Con
la garantía de regresar el diseño único
a cada cliente desposeído,
sin repeticiones y de esencia
única.
No se
entrega un alma igual a otra,
basado en el estudio del
compendio morfológico
de cada alma y su estructura,
va haciendo cada una,
ajustada a la talla.
Utiliza
materiales compuestos de encajes,
textiles, faralaos adaptados
a cada uno
que encierran una historia única.
La
esencia de cada alma reparada
sale del añejo daguerrotipo.
No
sirven patrones antiguos del cual copiarse;
es un insulto a la creación,
es una extensión de pasión y
sentimientos
que quedan vagando en el
limbo.
Como
ente que desarrolla su arte con alta costura,
logra zurcidos y remiendos
hechos a mano,
que va ciñendo a los cuerpos
desmembrados
de emoción y fe.
El remendón
no crea vínculos
ni de emoción ni de apego con
sus clientes,
evita ese roce de sobreprotección.
El
artista almaquimista no trabaja en bocetos,
lo hace directo en el rostro
desierto de lágrimas,
en el roto costillar de las ánimas
en pena,
que deambulan hasta por un
amor incomprendido.
Una
fila interminable de fantasmales grises seres,
faltos de colorido de fe y de
energía de vida,
buscando llenar de colores
intensos
sus débiles y fracturados
cuerpos.
04-06-2023
Corrector de estilo: Elizabeth
Sánchez
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