Por Humberto Frontado
Muy
temprano en la mañana, aprovechando los primeros rayos del impertinente sol,
papá elefante decide con mamá elefanta salir a comer los brotes frescos de la
maleza antes de que otros animales lo hagan. Se dirigieron a la habitación de
su hija Rosa y se percataron que aún estaba dormida envuelta en las sabanas,
roncando como una lirona. Se extrañaron que eso ocurriera ya que ella era muy
madrugadora, así que decidieron despertarla.
Notaron que sus ojos no se abrían del todo y cuando trató de parase de
la cama se tambaleo y si no es por su papá, que le echó garra por el cuello, se
desploma en el suelo. Trató de pararse y se tambaleaba toda. La llevaron como
pudieron a la cocina para verla y asistirla mejor.
Los
padres de la joven se preocuparon y pensaron que algo le estaba sucediendo a la
elefantita y la tenían que llevar al curandero de la comarca. Llegaron hasta
que el faculto conejo, quien de inmediato la auscultó.
Después de un buen rato observando al paciente el practicante, masticando una larga zanahoria deshidratada, les dijo a los preocupados padres.
- Señores, esta niña lo que tiene … es que está súper drogada.
- ¿Pero cómo? … ¿cómo va a ser posible eso doctor? – exclamaron al unísono el par de paquidermos.
- Tenemos que averiguar qué fue lo que sucedió – expresa la mamá elefante más calmada y abrazando a su hija.
Ya más serenados en su casa, la familia elefante se reunió en la sala. El padre buscando las palabras más adecuadas para no incomodar a la niña y lograr que confesara todo, le preguntó.
- ¡Mija! …¿qué te pasó?…¿por qué te drogastes?
- ¡Pá! ...fue sin querer – contestó apenada y bajando la cabeza la atribulada criatura continúo contando - yo venía caminando de regreso por el bosque y de pronto me encontré en un área despejada donde había unas hermosas y suculentas plantas de grandes hojas aserradas y comencé desaforada a comerlas, a medida que comía más ganas me daba de seguir comiendo. Después de una hora y media comiendo vi que se hacía hecho tarde y regresé apurada a casa. Caminando hacia acá me sentía mareada y empecé a ver las cosas con otros colores, las plantas cambiaron de verde a morado, todo mi cuerpo lo veía rosado, el cielo era verde con nubes floreadas y el ocaso parecía una acuarela de diferentes colores. Vi al resto de los animales con colores fosforescentes y me asusté toda. Al llegar a casa me metí a la cama y la cabeza me daba muchas vueltas. Caí en un sueño muy profundo, yo creo que me intoxiqué cuando comí esas matas que encontré en el camino.
- Hay que hacer algo, vamos a hablar con el viejo Tigre que es la autoridad por aquí – exclamó el elefante algo confundido.
Al día
siguiente papá elefante se levantó muy temprano ya que no pudo conciliar el
sueño, preocupado por lo que le había sucedido a su pequeña beba. Así que se fue
a consultar el leguleyo Tío Tigre, como le decían sus partidarios y logró
persuadirlo de ir a visitar el sitio donde se encontraban las misteriosas
plantas. Estuvieron inspeccionando por varias horas la zona donde había estado
la elefantita. Efectivamente observaron parte de los arbustos arrancados y una
buena parte pisoteada como si hubiesen danzado sobre ellas. El tigre tomó una
muestra de las plantas para analizarlas.
Los
dos animales regresaron al pueblo y convocaron a toda la comarca de animales a
un conclave donde tratarían el caso para tomar una decisión. Dos días después
estaban todos los animales reunidos en una gran planicie. El tigre tomó la
palabra y se dirigió a los presentes participándole lo sucedido. La rancia gacela
habló de lo dañino que era para la salud el consumo de ese tipo de plantas.
Doña jirafa habló de demarcar la zona y prohibir el paso hacia ella. Mamá
elefanta propuso arrancar todas las plantas para evitar se propagarán. Además
de todas las propuestas se escucharon otras fuera de la lógica animal.
Se oyó una voz temblorosa a lo lejos, era la tímida y asustadiza cebra, diciendo.
- Lo único que podemos hacer es sembrar tantas matas de esas como sea posible. Que se esparzan por todo el territorio como monte y que los animales que la coman sean conscientes y responsables con su salud. Si se encuentra en todas partes nadie la buscaría ansiosa para consumirla.
De lo alto de una frondosa ceiba una vieja lechuza blanca veía con cautela la participación del conclave. En un impulso se dejó caer en picada para extender sus alas y posarse en una de las ramas más bajas. Todo ese abrupto desplazamiento llamó la atención de los presentes, cosa que aprovecho la remota emplumada para decirles.
- ¡Disculpen! …déjenme contarles algo que los viejos ancestros me han dejado en relatos de eventos similares relacionados con las drogas. Sucedió hace muchos siglos atrás específicamente con los herederos de los antiguos simios. Ellos estuvieron bregando más de tres mil años para controlar luego erradicar su consumo y no pudieron.
- ¡Eso es cierto! – exclamó el viejo morrocoy – mi trastarabuelo me contó una vez que los homos sapiens, como le llamaban, crearon una dependencia justificada hacia el uso indiscriminado de la droga logrando que su demanda estuviese muy por encima de su producción. Muchas regiones lograron descomunal poder económico explotando este rubro libremente. Luego fue lamentable que éste y otros conflictos, como las pandemias bacteriológicas los borró de la faz de la tierra.
La gran serpiente atada a uno de los altos arboles cercano se fue desenrollando parsimoniosa mientras decía.
- Nosotros los animales estamos lejos de lo que sucedió hace siglos atrás, cuando nuestros ancestros animales evolucionaron en busca de la razón absoluta. Se cuenta que esa razón buscada representaba la capacidad de encontrar los medios eficaces para lograr los fines propuestos.
La vieja hiena que estaba agazapada entre los matorrales soltando una estruendosa risa hizo su aparición diciendo.
- Por supuesto que esa razón no se distancia mucho de la que tenemos nosotros en este momento, buscamos nuestras propias razones y desarrollamos estrategias inteligentes para conservar nuestras vidas y reproducirnos. Eso no implica que somos menos inteligentes, solo que no buscamos cosas que no vamos a necesitar, lo nuestro es alcanzar lo imprescindible para vivir sin buscar mayores complicaciones.
- ¡He allí el dilema! – rugió el viejo león sacudiendo su desvencijada melena y continuó diciendo - los homos sapiens perecieron porque torcieron el camino. Ellos llevaron disque su raciocinio, no al servicio de procurarse lo que necesitaban sino para buscar o inventarse nuevas necesidades día a día.
- Recordemos entonces que … – tomó nuevamente la palabra la anciana víbora ya en el suelo - nuestra inteligencia al servicio de nuestros instintos funciona con gran eficacia y nunca buscamos inventar nada nuevo. Solo satisfacemos la pauta instintiva elemental y nada más. Los monos pensantes se empeñaron en aprender casi todo sin saber casi nada cuando nacieron, mientras que nosotros, los sin razón, nacimos sabiendo mucho más de lo que aprenderemos en nuestras vidas. Conocer nuestra naturaleza o nuestra relación con la naturaleza nos puede orientar siempre respecto a cómo actuar y cómo emplear conscientemente nuestra libertad, este es un momento propicio para llevarlo a cabo. Nada de lo que hagamos puede estar en contra de la naturaleza ni destruirla o perjudicarla y según los viejos sabios eso fue lo que predomino en la sociedad de los sapiens.
La añeja lechuza sacudió sus alas con un movimiento que llevaba implícito el mensaje de ponerle coto al tema traído a la reunión y todos lo entendieron, terminó diciendo.
- Por el momento debemos quedarnos quietos y dejar que todo siga andando. Lo ocurrido fue un evento fortuito sin nada que lamentar. No cometamos errores que otras especies, creyéndose inmortales, cometieron. El funcionamiento general de la naturaleza está regido por la más estricta neutralidad e indiferencia. Ella no tiene preferencias entre los seres, destruye y emprende con perfecta imparcialidad y no parece mostrar ningún respeto especial por sus propias obras.
Venezuela, Cabimas, 13-12-2020.
Muy bueno como siempre!
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