Por Humberto Frontado
Sucedió esa vez y pasarán más de ochocientos
cincuenta y cinco años para que vuelva a ocurrir. Se trata de un raro evento astronómico
de movimientos celestes combinados que se manifiesta cuando la luna en plena
llenura se encuentra entre los perigeos de la tierra y el sol, al mismo tiempo que
se impregna de la luz que viene del planeta menor 2013 SY99 del cinturón de
Kuiper. Lo cumbre es que se refracta a la tierra en un resplandeciente haz de
luz de poco espesor. En esta ocasión el hilo de luz se ubicó en la porción septentrional
que cubre a Adícora, región perteneciente al estado Falcon, Venezuela.
La luz incandescente permanece por
espacios de corto tiempo. Se cuenta que, en momentos de aparición se suscitan
eventos increíbles que rompen con el equilibrio de la naturaleza. En la selva, los
animales responden al contrario de cuando ocurre un eclipse solar, se
despiertan creyendo que está amaneciendo. Se tiene información de la aparición de
este fenómeno en zonas costeras, donde los peces pequeños ante la intensa luz
se ven desprotegidos y huyen despavoridos de sus depredadores; a veces saltan tan
velozmente que caen fuera del agua. Lo llaman ganancia de pescadores sin estar
el río revuelto.
En esta última aparición de tan insólito
e increíble fenómeno, coincidió con la estadía en el lugar de una familia que
vacacionaba y por la hora ya se encontraban durmiendo. Entre los presentes
había una niña llamada Lucía, quien metida en su hamaca no podía conciliar el
sueño. Se levantó de su chinchorro atraída por un extraño ruido. Miró a su
alrededor por un momento y buscó con atención determinar la procedencia de aquel
letárgico golpeteo. Caminó un corto trayecto y se acercó a un pequeño bohío
ubicado cerca de la orilla de la playa. Agudizando la vista logró ver todo un sorprendente
espectáculo.
La extraña proyección de luz blanca
que provenía de la luna iluminaba y dejaba ver todo lo que ocurría en la orilla
de aquella tranquila playa. La niña pudo ver que el castillo de arena que había
estado construyendo horas antes en ese lugar estaba siendo ocupado por unos extraños
visitantes. Cada una de las ocho espigadas torres estaban siendo ocupadas por
unos grandes cangrejos azules, con largas tenazas que hacían sonar al aire, emitían
un ruido parecido al de las castañuelas flamencas.
Muy despacio avanzó unos pasos más
con precaución de no interrumpir aquel acto. Observó que del agujero que había
hecho en el centro del castillo emanaba como en ebullición un tumulto de
cangrejos que inmediatamente hacían una fila marcial. Estos cangrejos eran más
pequeños de un color combinado tornasolado de rojos, azules y verdes. Se iban
rítmicamente alternando de izquierda a derecha pasando por encima de las
paredes del castillo, logrando rodearlo en segundos en diferentes filas sin
dejar de hacer sonar sus castañas.
Después de ocupar una buena parte de
la arena de la playa aquel sonido percutor se agudizó y se hizo más intenso,
estaban haciendo marco a la entrada de su matrona. Parecía toda una reina, se
desplazaba sinuosa entre las torres del castillo. Su color rojo carmesí estaba
teñido de esplendorosos lunares blanco nácar que la embutían en una jacarandosa
expresión. Ante la corte de sus vasallos comenzó a bailar una alegría flamenca,
seguida por el resto de los cangrejos.
Así estuvieron un rato hasta que de
improviso todos los cascabeleros quedaron en silencio y dejaron a la madre en un
solo de zapateo que duró casi un minuto. De repente levantó las tenazas y dirigiéndolas
hacia el rayo de luz que provenía distante, comenzó a descender a través del
agujero por donde había hecho su aparición. Rápidamente el ejército de cangrejos
construyó una fila helicoidal y detrás de la Reina, siguiendo con el cascabeleo,
entraban en el socavón haciendo una especie de remolino. Parecía como sí el
centro del castillo estuviera succionando a los cangrejos que estaban unidos uno
a uno por sus tenazas. En esa extraña y desesperada huida no tomaron más de diez
segundos, todo fue fugaz como si temían algo.
De pronto, aquella abertura de luz
en el cielo se cerró y la oscuridad invadió todo el entorno. La niña se vio
sorprendida ante aquella profunda penumbra y comenzó a retroceder siguiendo la
misma senda que había dejado marcada en la arena cuando se acercó a su
castillo. Sigilosa y callada se metió a su hamaca para no despertar a sus
padres. Antes de volver a dormir tomó un lapso para extasiarse nuevamente y recordar
lo sucedido.
A la mañana siguiente la familia se
levantó temprano a preparar el desayuno y montar rápidamente la partida de
regreso. La niña todavía acurrucada en su hamaca pensaba taciturna que tenía
todo el resto del día para contar a la familia aquella inimaginable aventura vivida
horas antes.
04-09-2022
Corrector de estilo: Elizabeth
Sánchez
Excelente,
ResponderEliminarQue gran protagonista!
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