domingo, 4 de septiembre de 2022

EL CASTILLO MÁGICO

Por Humberto Frontado


           Sucedió esa vez y pasarán más de ochocientos cincuenta y cinco años para que vuelva a ocurrir. Se trata de un raro evento astronómico de movimientos celestes combinados que se manifiesta cuando la luna en plena llenura se encuentra entre los perigeos de la tierra y el sol, al mismo tiempo que se impregna de la luz que viene del planeta menor 2013 SY99 del cinturón de Kuiper. Lo cumbre es que se refracta a la tierra en un resplandeciente haz de luz de poco espesor. En esta ocasión el hilo de luz se ubicó en la porción septentrional que cubre a Adícora, región perteneciente al estado Falcon, Venezuela.

          La luz incandescente permanece por espacios de corto tiempo. Se cuenta que, en momentos de aparición se suscitan eventos increíbles que rompen con el equilibrio de la naturaleza. En la selva, los animales responden al contrario de cuando ocurre un eclipse solar, se despiertan creyendo que está amaneciendo. Se tiene información de la aparición de este fenómeno en zonas costeras, donde los peces pequeños ante la intensa luz se ven desprotegidos y huyen despavoridos de sus depredadores; a veces saltan tan velozmente que caen fuera del agua. Lo llaman ganancia de pescadores sin estar el río revuelto.

           En esta última aparición de tan insólito e increíble fenómeno, coincidió con la estadía en el lugar de una familia que vacacionaba y por la hora ya se encontraban durmiendo. Entre los presentes había una niña llamada Lucía, quien metida en su hamaca no podía conciliar el sueño. Se levantó de su chinchorro atraída por un extraño ruido. Miró a su alrededor por un momento y buscó con atención determinar la procedencia de aquel letárgico golpeteo. Caminó un corto trayecto y se acercó a un pequeño bohío ubicado cerca de la orilla de la playa. Agudizando la vista logró ver todo un sorprendente espectáculo.

           La extraña proyección de luz blanca que provenía de la luna iluminaba y dejaba ver todo lo que ocurría en la orilla de aquella tranquila playa. La niña pudo ver que el castillo de arena que había estado construyendo horas antes en ese lugar estaba siendo ocupado por unos extraños visitantes. Cada una de las ocho espigadas torres estaban siendo ocupadas por unos grandes cangrejos azules, con largas tenazas que hacían sonar al aire, emitían un ruido parecido al de las castañuelas flamencas.

          Muy despacio avanzó unos pasos más con precaución de no interrumpir aquel acto. Observó que del agujero que había hecho en el centro del castillo emanaba como en ebullición un tumulto de cangrejos que inmediatamente hacían una fila marcial. Estos cangrejos eran más pequeños de un color combinado tornasolado de rojos, azules y verdes. Se iban rítmicamente alternando de izquierda a derecha pasando por encima de las paredes del castillo, logrando rodearlo en segundos en diferentes filas sin dejar de hacer sonar sus castañas.

          Después de ocupar una buena parte de la arena de la playa aquel sonido percutor se agudizó y se hizo más intenso, estaban haciendo marco a la entrada de su matrona. Parecía toda una reina, se desplazaba sinuosa entre las torres del castillo. Su color rojo carmesí estaba teñido de esplendorosos lunares blanco nácar que la embutían en una jacarandosa expresión. Ante la corte de sus vasallos comenzó a bailar una alegría flamenca, seguida por el resto de los cangrejos.

          Así estuvieron un rato hasta que de improviso todos los cascabeleros quedaron en silencio y dejaron a la madre en un solo de zapateo que duró casi un minuto. De repente levantó las tenazas y dirigiéndolas hacia el rayo de luz que provenía distante, comenzó a descender a través del agujero por donde había hecho su aparición. Rápidamente el ejército de cangrejos construyó una fila helicoidal y detrás de la Reina, siguiendo con el cascabeleo, entraban en el socavón haciendo una especie de remolino. Parecía como sí el centro del castillo estuviera succionando a los cangrejos que estaban unidos uno a uno por sus tenazas. En esa extraña y desesperada huida no tomaron más de diez segundos, todo fue fugaz como si temían algo.

           De pronto, aquella abertura de luz en el cielo se cerró y la oscuridad invadió todo el entorno. La niña se vio sorprendida ante aquella profunda penumbra y comenzó a retroceder siguiendo la misma senda que había dejado marcada en la arena cuando se acercó a su castillo. Sigilosa y callada se metió a su hamaca para no despertar a sus padres. Antes de volver a dormir tomó un lapso para extasiarse nuevamente y recordar lo sucedido.

           A la mañana siguiente la familia se levantó temprano a preparar el desayuno y montar rápidamente la partida de regreso. La niña todavía acurrucada en su hamaca pensaba taciturna que tenía todo el resto del día para contar a la familia aquella inimaginable aventura vivida horas antes.

 

04-09-2022

 

Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez

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