Por Humberto Frontado
-
¡Qué sabes tu del amor si nunca
has amado! -
le dijo el ogro al hijo,
reprochándole su inopinada relación.
-
¡Hasta razón tendrás padre mío! - le contesta
-
si es que ni a mi madre, ni a mi
nunca nos has enseñado.
El
amor en su contundente papel de ciego,
agarra diestro el garrote,
golpea insensible al más incauto;
sin compasión actúa y agrede,
siempre buscará que aflore
la desesperación y el dolor
en cualquier alma esperanzada.
No es
en vano que sea cupido
quien con sus afiladas flechas
represente al irascible amor.
También es el artífice del desencanto,
en su proceder no sabe a quién apunta;
sus ojos lo cubren una espesa venda
que ciega su mito.
Las
espinas del hermoso rosal
hirieron al amor que en él nacía,
sus ojos atravesados de obsesión
dejaron de ver la inmanente luz
de la anhelada pasión.
El
amor puro de un niño
se ha de transformar incontinenti,
en un ente obsesivo;
hiere y se hace morboso,
busca trascender,
convertirse en una cosa
que ni siquiera sabemos que es.
Mucho
son lo que buscan redimirse del amor,
han estado cautivos, pagando alto precio
a la diosa Afrodita, Qadesh, Venus, Ixchel, etc.
El
amor es un viejo y agrietado cántaro,
que puesto en el arenoso suelo
se vacía mansamente,
escurriendo aguas de esperanza,
pasión y sexo.
El
obsesivo amor
se tiñe de un rojo sangre;
vaciará sus odres de colera
sobre los hombres
disminuidos en nada.
El protagónico
dúo del Genesis
se avasalla ante la serpiente;
sinuosa simboliza al pecaminoso amor,
revela sus colmillos ponzoñosos,
advirtiendo muerte al que aspira
la penetrante luz de la pasión.
Desde
otrora el hombre
se ha concentrado en conceder
todo su amor a su omnipotente dios,
y ha dejado solo migajas
para prodigar entre nosotros.
Alinear
amor, comprensión,
respeto y compromiso
significa: “morir en el intento”.
29-01-2023