Por Humberto Frontado
En un elevado mástil me mantengo cual vigía y guía, custodio de vuestro actuar.
Creí inconsciente que mi metálica rigidez soportaría las miradas acuchillantes que día a día me irían lanzando ese cúmulo de seres presurosos de tiempo.
La carga emocional trasferida a mí ha sido descomunal y sin precedente.
Sin inmutarme presencié accidentes brotados de la nada, muchos de ellos tiñeron de rojo mi cuerpo.
Hizo mucho daño en mí el hecho de creer que tenía el derecho absoluto de decidir por ustedes moralmente.
El peso de la responsabilidad doblegó mi espíritu y me hizo consumir en una larga agonía.
Parado en la esquina con el ceño fruncido me encuentro insensible y sin poder transmitir señal alguna sumido en el más profundo sopor.
Minutos antes de morir emití un concierto de luces en todos sus matices que luego ocultó un humo negro color de delirio perpetuo.
Unos esperan confundido otros aprovechan sin misericordia la confusión para pasar primero la agitada esquina, los apoya el antagonismo innato.
Me han crucificado por las cuatro esquinas de mi costillar de albores.
Mis luces emitieron un último destello fulgurante por las continuas interrupciones del flujo sanguinoeléctrico.
Se cortocircuitaron mis cableadas vísceras, un cáncer terminal ha sulfatado mi artilugiada existencia.
Mi desalmada vida ahora deambula entre cuatro esquinas hasta el infinito, viendo tristes fantasmas flotar en el abismo existencial.
Muero en paz y no me sentiré culpable de aquel que desobedeció mi imperioso señalamiento.
En mi cuerpo hay visibles cicatrices, desgarramiento de piel producido por quienes vieron en mi omnipotencia inmerecida.
Los que desoyeron mis mandatos corrieron con las consecuencias.
Me arropa la Crisis de quien me impuso, soy inservible, ahora sin mi guía la desgracia y el vacío rondará mis pies en las cuatro esquinas.
Algún día me resucitaran.
08-01-2023
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