Por Humberto Frontado
Se ven venir
desde las hondonadas de mengua
luz,
algunos días convertidos en pompas
que suben perezosos
a la superficie viviente.
Burbujas
heredadas
que manan olores
nauseabundos
de tres décadas de savia
opaca
sin ganas de belicosidades,
carcomidas por afilada y espantosa
presencia.
En la más oscura profundidad
se ve lo que queda de ti,
retazos de un almanaque
inmóvil
embarrado de un descompasado
ritmo existencial;
el pegajoso musgo de la
inconciencia.
Como un barco hundido
en la turbia y espesa mar de
la barbarie,
continuas lentamente atado a
pasividad;
te ves inmóvil,
atrapado en la incertidumbre
de no saber cuándo tocarás
fondo.
La
extensa y feroz hidrostática
de quienes han expoliado tus
días
te mantuvieron inanimado,
maniatado,
pasmado y pálido de esperanza.
Desde las profundidades
viste esperanzas, rayos de
luz
que venían de la agitada
superficie
Malas y absurdas
circunstancias
te rodearon y contribuyeron
a tu anunciado hundimiento,
ya lo decían esos negros
nubarrones que te cubrían.
Viviste envuelto
en una intención perpetua,
solo eso y nada más,
te queda solo esperar,
llegar hasta el fin y nada más.
Cuentan que heredaste
los últimos días de vestigio
dejado por aquel torpedo de
roja nariz,
que golpeo tu anual
ascendencia
por flancos debilitado de democracia;
descuidada por almirantazgos
y relevos
que no tuvieron nunca
el interés de llevarte a
puerto seguro.
Año viejo no eres el final de
nada
sino el principio de algo
por llegar.
29-12-2024
Corrector de estilo: Elizabeth
Sánchez.