Por Humberto Frontado
Anexo al largo viacrucis
aflora la rudeza
de un arresto innecesario,
justificado para aleccionar,
mantener la calma chicha,
hacer profundo mutismo.
Revivido de una Seguridad Nacional,
que se creía extinta,
el magnánimo pretende
mantener en sosiego y
cordura
al animal sediento de
libertad;
que gruñe, muestra sus
colmillos,
gesticula su descontento.
El dueño de todo,
con testa embotada y lerda,
es incapaz de entender
que siempre habrá agudos
capaces de contraponer
pensamientos
o mejor dicho “antojos y
caprichos”.
Violentos arrancan
de un tajo fulminante
toda pretensión de manifestar
una particular visión:
te arrojan, estrujan,
buscan trasplantarte.
¿Por qué yo?,
solo basta estar ubicado
en el espacio y tiempo
preciso
para consumar la abducción;
todo está fríamente
calculado.
Vuelves en ti,
abres tus ojos,
solo recuerdas un fogonazo
cegador;
un golpe que te lleva
del presente a un pasado ya
olvidado.
Lo imposible,
detrás de los barrotes,
se hace totalmente presente;
no se entiende nada,
es un error y se aclarará,
queda esperar el amanecer.
Impulsivos detalles
quedaron en la memoria
de familiares y vecinos.
El tiempo en su misión
se encargará de amalgamarlos.
El alba trae consigo
incertidumbre,
mentiras y menoscabo;
emprende la tortura psíquica,
la serpiente se mueve rápida
incita el miedo y engulle lo
que no existe.
Enmarcado en estruendosos
ruidos
de aceleradas motos,
portazos,
desesperados gritos;
temerosos nos agazapamos
en una ingenua esperanza.
01-09-2024
Corrector de estilo: Elizabeth
Sánchez.
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