sábado, 25 de abril de 2020

LA LLUVIA DE MACHICHES



Por: Humberto Frontado



       Hace días practiqué la vieja costumbre de tomar un libro al azar, abrirlo donde él gentilmente se ofrezca y leer una porción hasta satisfacer el momento. Es la misma sensación cuando se tiene una torta y se le corta un pedazo para deglutirla con delirio. En esa oportunidad el libro que salió favorecido fue “Mis Demonios” del metomentodo (escritor, historiador, filosofo, sociólogo y antropólogo) Edgar Morin. El libro es una especie de autobiografía intelectual en torno a las obsesiones, las dudas, los grandes temas de este gran pensador.
     Al abrirlo cayó en un subtítulo sobre “El individuo y el medio” que corresponde al capítulo 7, sobre una experiencia intelectual. Allí Morin habla del determinismo en la colectividad, comenta que “ser intelectual y formar parte de los intelectuales son dos cosas que, al mismo tiempo, se identifican y se oponen”. Ilustra esta propuesta con un ejemplo de reino animal. Usa la langosta o machiches para demostrar la diferencia de conducta en el animal. Decía que “las langostas aisladas son insectos amables, entregado cada uno a sus labores y comportamiento. Pero, a partir de cierta densidad se convierten en una tropa donde desaparecen las individualidades”. En efecto, ellos cuando se agrupan cambian su color verdoso por un uniforme estándar gris-amarillento para camuflaje, adquieren su comportamiento estereotipado y se transforman en implacables devoradores, destruyendo todo lo que se interponga en su loco frenesí de alimentarse y reproducirse.
     Cuando leía ese párrafo me vino a la mente un viejo recuerdo sobre una aterradora historia que me contó mi madre y que había sucedido en la Isla de Coche, durante la cuaresma de una aciaga semana santa. Fue una mañana dorada con un calcinador sol que pasó rasante por los polvorientos cerros de la sedienta isla. Los habitantes levantados desde temprano haciendo sus oficios comenzaron a escuchar un sonido que venía desde lejos. La gente buscó semejanzas con los sonidos a los que estaban acostumbrados y no hallaban relación. Decían que era un avión de carga que venía, otros decían que era una manguera ambulante perdida en el tiempo y orden.  
     A medida que transcurrían los minutos el ruido se hacía más estruendoso al tiempo que iba creciendo la intensidad de un inaudito viento de cuaresma, ya que venía como en contra o sea de abajo hacia arriba. El polvo que había estado viajando días atrás prácticamente se estaba regresando al sitio de origen. La gente rápidamente decidió cerrar las ventanas y las puertas de las casas para evitar el tierrero. De pronto comenzaron a divisar una extraña nube negra que emanaba un áspero rugido y se abalanzaba sobre la isla. La gente empezó a persignarse y a vociferar algunas oraciones pidiendo piedad y presagiando algo malo. Aquella nube pronto se hizo presente y descargó su furia con todas sus fuerzas. Increíblemente la lluvia desatada traía algo muy particular, las gotas de agua se habían transformado en exagerados machiches que iban cubriendo todos los espacios, devorando lo que conseguían a su paso.
      Se podía ver como se engullían una mata de yaque en cosa de minutos. Su agresividad era tal que le tiraba a morder a la gente y los animales. Los cocheros corrieron despavoridos hacia las casas cerrando todo casi herméticamente, cualquier hendija era cubierta con trapos o cualquier cosa. Ya de noche la gente no durmió sólo escuchaban en el silencio de la noche el sonido de los machiches rumiando, terminando de comer lo que quedaba. Se tomó la previsión de que todo lo que estaba en el patio que fuese comestible se introdujera a las viviendas. El pescado salado, o algún animal vivo: chivos, puercos, gatos, perros, pollos todos eran arriados dentro de las casas.
      En la mañana con la claridad del día la gente abrió lentamente las ventanas y todavía se podían ver algunos machiches reposando la hartada de toda lavativa; y otros todavía por saciar mascaban los pocos ramos que les quedaban a algunas matas. Otros estaban desesperados comiendo vorazmente, como si fueran espátulas vivientes, la cal que cubrían las paredes de las casas. Éstas quedaban mostrando el barro y estantillos de madera conque fueron hechas. El tiempo fue transcurriendo y la gente no se atrevía a salir de sus casas, aún se oían caminar por los techos. Ya cercano al mediodía comenzó a escucharse un sonido de aleteo frenético, se podía ver por las ventanas y puertas entreabiertas a los machiches iniciando una danza de cortejo, moviendo las alas con frenesí y peleándose los machos por las hembras. Al cabo de unos minutos como en una especie de cierre final al acto de desove comenzaron a volar hacia el cerro El Faro y concentrarse en un gigantesco torbellino que los reunió en una sóla masa; fueron alzando vuelo manteniendo la formación cónica de aquel torbellino animal. Se fue levantando al cielo desde el cerro apuntando la daga hacia tierra firme. Aquel tenebroso ruido generado por la aglomeración de alas se fue disipando hasta quedar en un absoluto silencio.
      La gente comenzó a salir de las casas comentando lo sucedido y viendo todo el desastre ocasionado por aquella sorpresiva visita. Los cerros quedaron pelados, como si una gigantesca máquina de afeitar (cero) los hubiese trasquilados. Algunos machiches habían quedado heridos y se movían moribundos, la gente llena de rabia los aplastaba con los pies o con alguna piedra que encontraban en el camino, creyendo así cercenaban en ellos aquella diabólica conducta que los había poseído.

Venezuela, Cabimas, 30-03-20.

7 comentarios:

  1. Trayendo el pensamiento de Edgar Morin, pero en un enfoque positivo. Donde en efecto, desaparezcan las individualidades en el hombre, pero a favor de buscar la unión en la sociedad, olvidando las ansias de poder y egoísmo. En este momento es imperativo buscar la ruta hacia un cambio de conducta que nos lleve a salir avante de este gran problema que representa el Covid-19.

    ResponderEliminar
  2. Si es cierto tenemos que cambiar todo en esta sociedad que nos lleve a salir de esto. Pero tiene que ser todos unidos

    ResponderEliminar
  3. Buenos dias Humberto Frontado, tu narrativa es tan vivaz que se puede imaginar el ruido de las langostas, su paso por la isla. Es fácil suponer el miedo que esto pudo ocasionar. Como tu dices estos animales se juntaron se unieron solo para saciar sus propias necesidades. Para estar dos personas unidas, necesitan ponerse de acuerdo, como dice la biblia ¿andarán dos unidos sino se hubiesen puesto de acuerdo? ¿cuando te pones de acuerdo con otra persona sin las dos piensan distintos? Para estar de acuerdo en necesario tener o buscar un bien común y deponer TUS pensamientos PERSONALES para hallar un pensamiento superior.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy interesante e inspirador tu comentario Sanelide...gracias mil

      Eliminar
  4. Si, unirnos como animales civilizados, en busqueda de el crecimiento, apoyo y.alianzas que nos.impulsen unos con otros. No comernos unos con otros ni todo lo que está a nuestro paso. Y así tener cada uno un color característico, no querer el color el otro y terminar todos embarrados del mismo tono!
    Te quiero tio

    ResponderEliminar
  5. Gracias por tu sugerente comentario Maria...igual te quiero

    ResponderEliminar

Resumen de la ultima entrega

COCHERISMOS

Por Humberto Frontado         El perenne tiempo viaja arrastrando por las greñas todo a su paso; sin embargo, hay algo con el que no pue...