Por: Humberto
Frontado
Hace días
practiqué la vieja costumbre de tomar un libro al azar, abrirlo donde él
gentilmente se ofrezca y leer una porción hasta satisfacer el momento. Es la
misma sensación cuando se tiene una torta y se le corta un pedazo para deglutirla
con delirio. En esa oportunidad el libro que salió favorecido fue “Mis
Demonios” del metomentodo (escritor, historiador, filosofo, sociólogo y
antropólogo) Edgar Morin. El libro es una especie de autobiografía intelectual
en torno a las obsesiones, las dudas, los grandes temas de este gran pensador.
Al abrirlo cayó
en un subtítulo sobre “El individuo y el medio” que corresponde al capítulo 7,
sobre una experiencia intelectual. Allí Morin habla del determinismo en la colectividad, comenta que “ser intelectual y
formar parte de los intelectuales son dos cosas que, al mismo tiempo, se
identifican y se oponen”. Ilustra esta propuesta con un ejemplo de reino
animal. Usa la langosta o machiches para demostrar la diferencia de conducta en
el animal. Decía que “las langostas aisladas son insectos amables, entregado
cada uno a sus labores y comportamiento. Pero, a partir de cierta densidad se
convierten en una tropa donde desaparecen las individualidades”. En efecto,
ellos cuando se agrupan cambian su color verdoso por un uniforme estándar
gris-amarillento para camuflaje, adquieren su comportamiento estereotipado y se
transforman en implacables devoradores, destruyendo todo lo que se interponga
en su loco frenesí de alimentarse y reproducirse.
Cuando leía
ese párrafo me vino a la mente un viejo recuerdo sobre una aterradora historia
que me contó mi madre y que había sucedido en la Isla de Coche, durante la
cuaresma de una aciaga semana santa. Fue una mañana dorada con un calcinador
sol que pasó rasante por los polvorientos cerros de la sedienta isla. Los
habitantes levantados desde temprano haciendo sus oficios comenzaron a escuchar
un sonido que venía desde lejos. La gente buscó semejanzas con los sonidos a
los que estaban acostumbrados y no hallaban relación. Decían que era un avión
de carga que venía, otros decían que era una manguera ambulante perdida en el tiempo
y orden.
A medida
que transcurrían los minutos el ruido se hacía más estruendoso al tiempo que
iba creciendo la intensidad de un inaudito viento de cuaresma, ya que venía
como en contra o sea de abajo hacia arriba. El polvo que había estado viajando
días atrás prácticamente se estaba regresando al sitio de origen. La gente rápidamente
decidió cerrar las ventanas y las puertas de las casas para evitar el tierrero.
De pronto comenzaron a divisar una extraña nube negra que emanaba un áspero
rugido y se abalanzaba sobre la isla. La gente empezó a persignarse y a
vociferar algunas oraciones pidiendo piedad y presagiando algo malo. Aquella
nube pronto se hizo presente y descargó su furia con todas sus fuerzas. Increíblemente
la lluvia desatada traía algo muy particular, las gotas de agua se habían transformado
en exagerados machiches que iban cubriendo todos los espacios, devorando lo que
conseguían a su paso.
Se podía ver como se engullían una mata de yaque
en cosa de minutos. Su agresividad era tal que le tiraba a morder a la gente y
los animales. Los cocheros corrieron despavoridos hacia las casas cerrando todo
casi herméticamente, cualquier hendija era cubierta con trapos o cualquier
cosa. Ya de noche la gente no durmió sólo escuchaban en el silencio de la noche
el sonido de los machiches rumiando, terminando de comer lo que quedaba. Se tomó
la previsión de que todo lo que estaba en el patio que fuese comestible se
introdujera a las viviendas. El pescado salado, o algún animal vivo: chivos,
puercos, gatos, perros, pollos todos eran arriados dentro de las casas.
En la
mañana con la claridad del día la gente abrió lentamente las ventanas y todavía
se podían ver algunos machiches reposando la hartada de toda lavativa; y otros
todavía por saciar mascaban los pocos ramos que les quedaban a algunas matas.
Otros estaban desesperados comiendo vorazmente, como si fueran espátulas
vivientes, la cal que cubrían las paredes de las casas. Éstas quedaban
mostrando el barro y estantillos de madera conque fueron hechas. El tiempo fue
transcurriendo y la gente no se atrevía a salir de sus casas, aún se oían
caminar por los techos. Ya cercano al mediodía comenzó a escucharse un sonido
de aleteo frenético, se podía ver por las ventanas y puertas entreabiertas a
los machiches iniciando una danza de cortejo, moviendo las alas con frenesí y
peleándose los machos por las hembras. Al cabo de unos minutos como en una
especie de cierre final al acto de desove comenzaron a volar hacia el cerro El
Faro y concentrarse en un gigantesco torbellino que los reunió en una sóla masa;
fueron alzando vuelo manteniendo la formación cónica de aquel torbellino
animal. Se fue levantando al cielo desde el cerro apuntando la daga hacia
tierra firme. Aquel tenebroso ruido generado por la aglomeración de alas se fue
disipando hasta quedar en un absoluto silencio.
La gente comenzó
a salir de las casas comentando lo sucedido y viendo todo el desastre ocasionado
por aquella sorpresiva visita. Los cerros quedaron pelados, como si una
gigantesca máquina de afeitar (cero) los hubiese trasquilados. Algunos
machiches habían quedado heridos y se movían moribundos, la gente llena de
rabia los aplastaba con los pies o con alguna piedra que encontraban en el
camino, creyendo así cercenaban en ellos aquella diabólica conducta que los había
poseído.
Venezuela, Cabimas, 30-03-20.
Trayendo el pensamiento de Edgar Morin, pero en un enfoque positivo. Donde en efecto, desaparezcan las individualidades en el hombre, pero a favor de buscar la unión en la sociedad, olvidando las ansias de poder y egoísmo. En este momento es imperativo buscar la ruta hacia un cambio de conducta que nos lleve a salir avante de este gran problema que representa el Covid-19.
ResponderEliminarSi es cierto tenemos que cambiar todo en esta sociedad que nos lleve a salir de esto. Pero tiene que ser todos unidos
ResponderEliminarAgradezco tu comentario...gracias
EliminarBuenos dias Humberto Frontado, tu narrativa es tan vivaz que se puede imaginar el ruido de las langostas, su paso por la isla. Es fácil suponer el miedo que esto pudo ocasionar. Como tu dices estos animales se juntaron se unieron solo para saciar sus propias necesidades. Para estar dos personas unidas, necesitan ponerse de acuerdo, como dice la biblia ¿andarán dos unidos sino se hubiesen puesto de acuerdo? ¿cuando te pones de acuerdo con otra persona sin las dos piensan distintos? Para estar de acuerdo en necesario tener o buscar un bien común y deponer TUS pensamientos PERSONALES para hallar un pensamiento superior.
ResponderEliminarMuy interesante e inspirador tu comentario Sanelide...gracias mil
EliminarSi, unirnos como animales civilizados, en busqueda de el crecimiento, apoyo y.alianzas que nos.impulsen unos con otros. No comernos unos con otros ni todo lo que está a nuestro paso. Y así tener cada uno un color característico, no querer el color el otro y terminar todos embarrados del mismo tono!
ResponderEliminarTe quiero tio
Gracias por tu sugerente comentario Maria...igual te quiero
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