sábado, 11 de abril de 2020

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS


Por: Humberto Frontado


“Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”

     Así dió inicio Gabriel García Márquez su excelente novela “El amor en los tiempos del cólera”. Allí describe una historia de amor ocurrida en un pueblo portuario del Caribe y que se suscitó a lo largo de más de sesenta años. Podría decirse que ésta se centró en un melodrama de amantes contrariados, que al final vence gracias al tiempo y los sentimientos.
     Las circunstancias actuales traen a la memoria ese tan particular título. Fue una leyenda de amor que se engendró en tiempo de una pandemia muy similar a la que estos días nos envuelve. Si se pudo tejer una relación de amor en ese entonces, bajo los estragos de un mortal virus, que puede suceder ahora con un escenario similar en cuanto a extensión.
      El cólera surgió durante el siglo XIX y ha sido la segunda mayor enfermedad, por debajo de la peste, que visitó Europa, Asia y varias zonas de América. En el caso de coronavirus se prevé que sea más extensa su presencia.
     La cuarentena se ha establecido en todos los países y constituye un medio efectivo para evitar la propagación del Covid-19.  En las semanas transcurridas los medios televisivos extranjeros y digitales nos han informado al extremo de las vicisitudes que se han vivido los hogares en cautiverio. El hacinamiento al que nos ha llevado esta pandemia ha introducido cambios en nuestro actuar ya que no estábamos acostumbrados a ésto.
     En una de estas mañanas veía las noticias en la TV española y mencionaban de una señora que se había suicidado, lanzándose de un quinto piso después de haber asesinado a su marido que la maltrataba. Una trágica historia de amor en estos tiempos de cuarentena. Así como éste, otro pasaje sale a la luz pública a diario producto de amores contrariados.
     Una señora italiana tocaba dulcemente su flauta desde su balcón, el marido se asoma gritándole que dejara de tocar. Violentamente le quitó el instrumento y se lo tiró al suelo, allí comenzaron a pelear. Este video fue difundido en las redes sociales. En otro ambiente, una mujer contó en Twitter que ha escuchado a sus vecinos gritar que no soportan a sus hijos y gritan que no los quieren ver. Otra usuaria dijo que estaba cansada de explicarle a sus padres, de más de 60 años, que no debían salir de casa.
     Al comienzo de la cuarentena, una vez impuesta, nos pareció divertido ya que vimos en ella una espléndida ocasión para librarnos de la rutina diaria. Pero a medida que transcurren los días, nos envuelve la incertidumbre sobre cuánto durará el hacinamiento. Y la preocupación se hace más fuerte cuando comenzamos a vacilar sobre el dinero que tenemos, que si los alimentos que hay en la lacena son suficientes, así como las preocupaciones por las medicinas de los que somos más viejos.
      En definitiva, dependiendo del número de integrantes del grupo aislado, se entremezclan los miedos y ansiedades afectándose los unos a otros. El susodicho estrés hace su aparición, generando irritabilidad exacerbada hacia el resto de las personas con las que convivimos el cautiverio. Afloran los sentimientos de soledad y apatía, y lo más raro, el cansancio por no hacer nada ¡que molleja! El amor pasa por debajo de la mesa, está ausente en esta obligada aglomeración. En fin, cada cabeza es un mundo y cada participante enfrentará la situación como mejor le parezca.
En estos tiempos los amores están cubiertos en un fino cristal de salud emocional. Podremos estar de acuerdo en normas básicas; espacios ordenados y limpios, bien ventilados, cuidado personal; lavarnos las manos con frecuencia (antes y después de comer, después de salir del baño, después de toser o estornudar, etc, etc). No estamos acostumbrados a tantas normas e imperativos. Los estados de ánimo de los ciudadanos en este ambiente son un polvorín. Si nosotros los padres actuamos estresados, ansiosos y peleando, que podemos esperar de los tripones. Las emociones se disparan en función del estadio, cada uno se manifestará a su manera.
De regreso al amor en cólera, cuando el barco recogía a los pasajeros para el viaje de regreso, la señora Fermina prevé un escándalo si la gente se enterara de su loca aventura en el crucero del amor a tan corto tiempo de la muerte de su esposo. Ante esta situación, Florentino da la orden al capitán que ondee la bandera amarilla que indica contagio de cólera en el barco. Con esta excusa el barco navegará sin pasajeros ni carga y sólo se detendrá a tomar combustible. Ahora nadie quiere volver a su casa, al horror de la vida real. Así pues, Florentino y su amada decidieron navegar en el río por siempre.
Ojalá que cuando salgamos de la cuarentena no encontremos que la realidad de nuestro país sea aún de mayor horror, para no tener que optar por una decisión tan trágica como la tomada por Fermina y Florentino.

Venezuela, Cabimas, 05-04-20.

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