Por: Humberto Frontado
Es
temprano y el sol abre lentamente la soporífera cortina para exhibirse y
apoderarse cálidamente de la atención de todo ser viviente. Por allá a lo lejos
se escucha cantar un gallo que hasta tartamudo parece. Los tropeles de pájaros
comienzan a sacudirse la pereza de sus cuerpos, así como la capa del nocturno polvo
con el que les cubrió esta cuaresma enemistada con la lluvia. Un joven
Lechosero, después de acicalarse, invita con un improvisado y ecléctico canto a
su esbelta prometida a ir de excursión, para buscar suculentos bocadillos
tempraneros.
Anteriormente,
en la intrínseca naturaleza de estos pájaros no estaba la apetencia hacia los
insectos. Los largos períodos de verano han secado el espíritu del resignado
ecosistema y éste les ha impuesto nueva dieta. Cualquier grillito, gusano, tarita que se
aparezca en el camino pasa a ser parte de su vianda. Con vuelo rasante, como
aves de caza, van curucuteando todos los árboles; ramas por ramas, hendijas por
hendijas que puedan albergar cualquier bicho que les sirva de aperitivo. Se
dice que la población de pájaros ahora es mayor debido a que ya no hay niños
traviesos armados con hondas que merme su existencia.
La pareja de Lechoseros
enamorados ha descubierto un sitio que desde lo alto parece una diminuta isla verde,
se embican en veloz vuelo hasta llegar a él. Calmos y sin prisa comienzan a
deglutir aquella suculenta ensalada de vegetales sólo para ellos. Oculto entre una
gigante mata de mamón y un frondoso níspero está aquel oasis vegetariano. Todo
iba bien hasta que el macho ajicero, como también se le apoda, sintió que lo
observaban. Después de haber deglutido una buena porción de tiernas nuevas
hojas de una mata de chirimoya vió que algo se movía sigilosamente, pero permanecía
en el mismo sitio. El pícaro pájaro ya nervioso dejó de comer, miró fijo lo que
se zarandeaba y notó unos raros ojos que lo estaban observando; intrigado
preguntó.
-
¡hey!... ¿quién eres tú?
Una voz tembleque
le contesta.
- ¡Soy yo, el espantapájaros!
El odioso y
repelente Lechosero se echó a reír contagiando a su pareja, que también había
escuchado la respuesta de aquella escueta y bamboleante figura. Ya serio le
comenta.
- ¿Y qué haces allí colgado en esa cuerda como un
saltimbanqui?
El
espantapájaros aclarando la voz con un carraspeo le contesta.
- Los dueños de este conuco me instalaron aquí para
proteger las matas de iguanas y pájaros intrusos como ustedes.
El pájaro voló
exagerando el aleteo para intimidar al vigilante y se le acerco diciéndole.
- Perdón amigo, pero vos creéis que una armazón de cidis
(CD´s) como tú nos va a asustar a nosotros. ¿En qué cabeza cabe hermano?
Un tenue soplo
de brisa fue suficiente para darle valor al espantapájaros y responder al
malintencionado y retador volador.
- Ve Lechosero, según mi dueño, ustedes son unos seres que
todo les asusta. No es necesario que sea más robusto, más feo y diabólico o
llamativo como Chuqui. El miedo los tiene a ustedes poseídos y con sólo notar
mi presencia, en este conjunto equilibrado de cidis, salen despavoridos. Es por
eso que ahora soy una versión más sencilla y económica.
- Ahora yo te voy a decir una cosa – ripostó algo molesto
el emplumado – primero debes saber que ahorita el pájaro más bruto, por lo
menos tiene un sexto grado aprobado y no se va a comer ese cuento de los
espantapájaros, bolsas transparentes con agua de colores, centellantes
esqueletos hechos con cidis, helicoidales serpentinas de colores, así como
otros descerebrados artilugios que el hombre ha inventado para espantarnos.
Todo eso lo hemos visto y estudiado en el tiempo, ya no somos tan tontos como
antes. Hemos entendido que el valor del miedo nos ha ayudado a distinguir el
peligro real del imaginario. Nos ha hecho sentir confianza y vivir más seguros
en un mundo cada vez más hostil. Hemos entendido que en el hombre cada
pensamiento que tiene viene precedido de una percepción, cada impulso que lo
mueve viene precedido de un pensamiento, cada una de sus acciones viene
precedida de un impulso y él no es un ser tan reservado para que su conducta
pase desapercibida y sus pautas no puedan detectarse. Cuando tu dueño te
construyó pasó como dos horas haciéndote, remendando con el nylon el poco de
cidis que te componen en los dos pedazos de madera. Allí arriba en el alto
mamón uno de mis amigos veía con atención todo el proceso. Al cabo de unos días
todos los que frecuentamos la zona ya sabíamos de tu presencia.
Los ojos del
espantapájaros se hicieron inmensos ante los comentarios de vil pajarraco,
balbuceando unas palabras logró decir.
- Pero mi dueño me hizo con la finalidad de que yo evitara
que ustedes, el enemigo como él dice, se coman sus matas y alimentos.
Tomando otra
posición, ya que el sol le encandilaba, el emplumado ser continuó diciendo.
- Tu amo como todos los hombres en general, aunque parezca
loco lo que te voy a decir, necesita un enemigo; pareciera que su existencia
depende de ello. Necesita atribuirle inconscientemente al enemigo aquellos
rasgos que son intolerables en el mismo, como el no poder tener una cosecha de
calidad. Allí encontrará en los piojos, hormigas, comején, bachacos, iguanas
hasta en el coronavirus, el enemigo que andaba buscando para justificar su fracaso.
El
espantapájaros movió negativamente su cabeza, esta vez por esfuerzo propio
diciendo.
- ¿Por qué no buscar un equilibrio? Yo escucho decir al
jefe que ustedes son unos abusivos, no consideran y se comen todo a su paso, acaban
con los brotes que apenas están naciendo, las flores que más tarde desarrollarán
y darán un fruto se la meriendan en un santiamén.
- El problema es el siguiente, déjame decirte algo que de seguro no lo
sabe tu dueño – ripostó el emplumado – lamentablemente éste es el único sitio a
kilómetros a la redonda que ofrece esta variedad nutritiva de vegetales, es para
nosotros una especie de oasis en medio de un extenso desierto. Estamos conscientes
que ahora ya no hay muchachos bellacos depredadores que nos atrapaban para
encerrarnos en jaulas, pienso que desistieron de la idea porque el costo del
alimento para pájaros está por las nubes y no se consigue, también las jaulas
cuestan un ojo de la cara. El otro fenómeno que se presenta es que actualmente
aquí hay una superpoblación de tuqueques que han cambiado su hábitat y
costumbres alimenticias. Años atrás veías a los tuqueques alrededor de una
lámpara comiendo insectos atraídos por la luz, allí se alimentaban toda de
noche. Ahora eso ha cambiado, el costo de los bombillos es tan alto que la
gente ha optado por disminuir el número de lámparas externas en la casa. El
otro fenómeno es que el tipo de luz que dan las lámparas de bajo consumo o led son
menos efectivos para atraer a los bichos. En vista de todo esto, los tuqueques
han optado por dividirse en dos bandos: uno de color blanquecino que mantiene
aún su alimentación nocturna y el otro ha
mutado a un color marrón oscuro que se oculta camuflado entre la maleza y los
árboles, buscando alimento a toda hora. Por eso cuando salimos en la mañana a
desayunar no encontramos nada en el menú, no nos queda otra que irnos al
restaurant vegetariano de tu jefe. Así que amigo espantapájaros usted siga
haciendo su trabajo, aproveche y baile al son de los vientos de cuaresma bamboleándose
y encandilando con sus cidis, que nosotros haremos lo nuestro.
Venezuela, Cabimas,
26-03-20.
El Pájaro Lechosero Ajicero se caracteriza por tener un fuerte pico curvado y
una notable ceja blanca. El plumaje superior es gris a verde oliva dependiendo
de la zona que habita, la garganta y el abdomen son mucho más claro que el
resto del cuerpo. A los lados del pico sobresalen unas manchas negras que
asemejan bigotes. Se encuentra en bosques lluviosos, rastrojos, arbustales,
bordes de bosque, ciudades y jardines. Emite fuertes y sonoras notas que varían
por regiones y repite continuamente con intervalos de tiempo, las cuales a
veces conforman frases no tan musicales por los tonos muy agudos que emite. En
época reproductiva se le escucha incesantemente durante el día. Anda en pareja
o en grupos que se alimentan de frutos, flores y hasta brotes y hojas nuevas.
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