Por: Humberto Frontado
Hace unos
días embebido de esta atosigante cuarentena durante esta Semana Santa me levanté
con ánimo de hacer algunas cosas en la casa. Ya vestido y desayunado para la
brega, comencé a ver cómo establecer prioridades de aquel cúmulo de actividades
que tenía pendiente. Le eché una rasa mirada a la lista de cosas que tenía
anotadas en la pizarra. Ya tenía días viendo que lo anotado no mermaba, más
bien crecía, se ramificaba y mutaba hacia algo descomunal, que parecía que
estuviera viendo uno de esos videos del Covid-19 donde se muta y reproduce
vertiginosamente.
Me quedé
pensando en vacío por un momento y de pronto me envolvió unas ganas de quedarme
estático, sin ni siquiera mover músculo. La repentina paralización ocasionó una
contracción de toda la parte baja de mi abdomen. Permanecí tranquilo, apoyado
al mesón de trabajo, mientras analizaba los síntomas. Un rato después llegué a
la conclusión de que había experimentado lo que define banalmente la expresión coloquial
de “dolor de Bola”.
Esa expresión la usamos para
definir una situación en la que imperativamente tenemos algo que hacer, pero que
nos da mucha flojera llevarla a cabo. Ejecutarla nos llevaría irremediablemente
a un plano indescriptible de aburrimiento, arrechera, molestia, desasosiego,
frustración, desgracia, infortunio, agonía, etc. En este caso lo mejor que
podemos hacer es quedarnos quietecito, como si nos fueran a circuncidar; sin
hacer nada y esperar las consecuencias.
Ilustraremos
varios momentos claves donde puede aparecer el susodicho síndrome, por ejemplo:
§ Un domingo, minutos antes de comenzar un partido de
futbol de La Champion, tu amada esposa te dice que hay que ir a visitar a su
mamá.
§ Cansado y extenuado, estas a punto de salir del trabajo
y te llaman para asistir a una reunión urgente con el gerente.
§ Explayado todavía en la cama, pasando la modorra de la
amanecida rasca y tu papá te sacude pidiéndote que te levantes porque tienes
que ir a barrer el patio, en medio de un atosigante viento de cuaresma.
Al buscar
información sobre el origen de la expresión encontramos que todas se
circunscriben a la hipersensibilidad que presentan los venerables testículos. Su
aspecto, unido al hecho de que tiene cierta soltura y movilidad, explica los
diferentes apelativos con los que se conocen en la locución coloquial de los
países hispanohablantes. Posiblemente el sinónimo más popular que alude al
aspecto testicular sea el de pelotas, pero también se escuchan vocablos como
bolas, canicas, huevos (webos, güevos), cocos, nueces, ciruelotes, aceitunas,
güitos, higos, aguacates, pompones, cascarones, albóndigas, balines, kinders,
envolturas escrotales, tanates, tompiates, los bajos, las partes nobles, la
descendencia, cacahuates, aretes, añadidos, carótidas, cascabeles aparejo, castañas,
buñuelos, etc, etc.
Los genitales
están rodeados casi en su mayoría por terminaciones nerviosas que pueden causar
el más extremo placer, pero también dolor. Recibir un golpe en los testículos genera un dolor tan intenso que nos
puede dejar sin aliento, noqueado, grogui, desmayado, etc. Algunos dicen que es
un dolor en el alma y está por encima de la escala de los dolores de parto en
la mujer. Los testículos son sin duda alguna, muy sensibles y pueden responder
con dolor a lesiones como golpes, infecciones, torsiones o traumatismos, venas
dilatadas y quistes. Los hombres sabemos que esa área del cuerpo es muy
sensible y muchas veces en serio o en broma, usamos la expresión “dolor en los
testículos” para describir una situación que es difícil de soportar.
Una fuente
consultada alude al sistema reproductor masculino como raíz inspiradora del
término. Está comprobado en laboratorios norteamericanos que cuando un hombre
se encuentra con su pareja e inicia con ella el proceso de seducción, a medida
que éste transcurre todo un conjunto de órganos, tanto en el hombre como en la
mujer, inician una interacción. En el caso del hombre se activa el aparato
reproductor compuesto por los testículos, el epídimo, conducto deferente, la
próstata, la ampolla, vesícula seminal, conductos eyaculatorios, uretra y pene,
ante una cantidad de información que llega desde el cerebro y de los sentidos.
Generando y moviendo líquidos de todo tipo que se fusionan en una armonía. Si
un evento transgrede abruptamente el proceso y baja el breaker emocional del
deseo, se produce un estallido algo parecido a un espasmo que se refleja
inmediatamente en la zona ventral y se va incrementando paulatinamente. El
flujo de sangre en el sistema excitado se acumula y congestiona en los
conductos, y si no se libera, genera una presión en los genitales que causan el
molesto dolor llamado vulgarmente “Cojonera” (Dicen, y que porque la persona
que lo sufre camina cojeando). La expresión toma más ímpetu y denota más
negatividad por el hecho de no haberse logrado el final, la recompensa divina
del grato momento.
Imaginemos
una planta ensambladora donde hay una línea o banda de producción en serie
donde se van agregando componentes a un artículo manufacturado que avanza; de
repente, se paraliza la sección final de producción por algún problema, si la
acción aún continúa aguas arriba todo se convertirá en un caos. Restablecer el
proceso para retornar a la normalidad será un verdadero “dolor de bolas”.
En fin, eso fue lo que sucedió
cuando animado para la faena, al ver la larga lista de actividades, se bloqueó
el animado impulso que traía y se volcó a ese desanimo que asemeja el dolor
ventral. Es un padecimiento interno que es sólo para machos, por eso es un verdadero
“dolor de bolas”
Venezuela, Cabimas, 27-03-20.
Notas:
·
Dolor
balls (Latin)
·
Ball
pain (ingles)
·
Douleur
au ballon (Frances)
·
Dolore
alla palla (Italiano)
Blue balls (bolas azules en español): también
conocido como cojonera, es la jerga utilizada para referirse a la próstata
congestionada o vasocongestión de los testículos, que es la retención de
líquido, particularmente linfa y sangre, en dichos órganos que a menudo se
acompaña de dolor testicular agudo debido a la excitación sexual prolongada e
inconclusa.
Pariente, esa descripción es tan real y sentida que me recordó la descripción que hace Gabriel García Márquez, en la novela " CUEN AÑOS DE SOLEDAD" del calor pegajoso de Macondo, que uno leyendo lo sentía.
ResponderEliminarGracias por su comentario pariente...
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