Por: Humberto
Frontado
Hace unos días en amena
conversación estaban dos vallesequeros haciendo ejercicio mental mientras recordaban
algunos conocidos y familiares de ese su querido pueblo en la Isla de Coche. Durante
el parloteo trataban de recordar los miembros de las diferentes familias,
echando de menos a muchos que ya se han ido; también traían a la mente algunas
anécdotas asociadas con los personajes. Ya llevaban un rato hasta que se percataron
que la mayoría de los nombres que habían recordado eran sòlo sobrenombres,
apodos, motes, seudónimos, apelativos, diminutivos, remoquetes, etc.
Es impresionante ver que pocas
personas se traten o se conozcan por su nombre de pila, es más común que se use
seudónimos en especial un hipocorístico. Por ejemplo, los dos paisanos trajeron
a colación el nombre de “Paulita” y recordaron que ella misma decía que su
nombre no era Paula sino Paola y no sabía por qué la llamaban “Paulita”. La
lista de sus diez hijos es un extraordinario ejemplo de este fenómeno lingüístico.
De mayor a menor están el “chuno” (Omar), “parális” (Eismel), “chito” (Abel),
“chicha” (Jesús), ”negrito” (Francisco), “canducho” (Cándido), “cuchito”
(Cruz), “mingazo” (Orlando), Beatriz y Onelia. Cabe destacar que en algunas
familias se acostumbra respetar y mantener el nombre de las damas.
Todo esto es una tradición que
hemos mantenido desde nuestros ancestros. En el caso de los nombres
hipocorísticos se usan en forma diminutiva, abreviada e infantil, como
designaciones cariñosas, familiares o eufemísticas. La manera más común de
generarse estos alias en la familia es cuando al nacer el primer hijo se le
coloca su bello nombre, eso dura poco porque el hermanito que viene detrás,
cuando comienza a hablar, se lo va a cambiar por una rara expresión o un
balbuceo que se le asemeja. Muchas veces se logra con el aporte de los padres o
un adulto cuando imitando el lenguaje del niño logra sustituir igualmente el
apelativo. Algunos ejemplos clásicos son “lando” (Orlando o Fernando), “chico”
(Francisco), etc.
Se puede ilustrar el particular cambalache
haciendo un pequeño recorrido partiendo de lo más alto de Valle Seco con la
familia de “Pacheco” (Gerardo) y Amanda con ”el ñeco” (Gerardo), “piquín” (Israel),
“charo” (Rosario) y “meña” (Ismenia). De “Monchia” (Simón) y Felipa con “el negro”
(Simón), “colas” (Nicolás), Odalis, Yanet, Duilia, Julián, “cheito” (José),
“quintinita” y Judith. Estan “Chico” (Francisco) y Mercedes que tuvieron a
“fello” (Ifrael), “yiyo” (Eudilia), Celina y Doris. El “catire” (Humberto) y “malengo”
(Magdalena) con “zoreca” (Zoyre), “Yingo” (Hedin), “bertico” (Humberto), Alba,
Zully, Denny y Wilmer. Otro es Brigido y María “querida” con “chumillo” (Jesús
Emilio), “luisita”, “juañonga” (Juana), “brigidito”, “mariíta”, “rosita”,
Alicia, “goyita” (Gregoria) y Carolina.
Otra tanda de hipocorísticos son
el rebaño de “chechu” (Jesús José), que no se sabe porque no lo llamaron así y no “Chuchero”, e Irma que
con varios varones llamados Jesús recurrió a las derivaciones del “chu”; Amneri,
“negro” (Jesús), “camucha” (Carmen), “chitomón” (Inocente), “chuchero” (Jesús),
Albany, “culitoéhormiga” (Neri), “chuito” (Jesús), “chepa” (Josefa), “lelito”
(Eli). De “chucho sin tripa” (Jesús) y Melina con “chentico” (Vicente),
“Albertico”, “felo” (Félix), “pelón” (Robert), “morocha” (Luisa) y morocho” (José
). De “maruto” (josè) y Juana con “chinico” (Francisco), “peté” (Rafael),
“musulungo” (Vicente) y “mecon” (Denny). De “chindo” (Gumercindo) y Rogelia están “minina”
(Irenilda), “licha” (Luisa), “miyoca” (Enilda), “chindo” (Gumercindo), Nelson,
Luis, “changuita” (Isaura). De Víctor Córdova y Juaquina están “chire”
(Alcides), “congo” (Israel), Oscar, “vitico”, Nora, Idalis, Nelly y “chela”
(Celia). De “moco” (Mónico) y “genarita” (Genara) están “Juan rico”, “toño”,
José, “chon” (Asunción) y “pecha” (Perfecta).
Se encontró que, aunque su uso
estaba restringido al ambiente privado, familiar o coloquial, en la actualidad
ha roto esas barreras aprovechando la general relajación de los formalismos,
hay una clara tendencia a emplearlos en todos los niveles sociales. Es muy
común su uso en el medio artístico. Por ello, algunos hipocorísticos están
experimentando un proceso de libertad y pueden comportarse a todos los efectos
y en cualquier situación como nombres de pila primarios: “tino” (Celestino), “Àlex”
(Alexander), “Lola” (Paola), “Malena” (Magdalena), “Mari” (Maritza). De hecho,
muchos han conseguido total autonomía, liberándose de la forma de la que vienen,
por ejemplo: Emma, hip. de Emmanuela; Elsa, hip. de Elisa o Elizabeth.
Era normal ver en nuestro
pueblo que personas con algún defecto físico se le llamaba por su afección y no
por su nombre. Ejemplo de esto son: El “ñeco” de “pacheco”, “chucho tuerto”, el
“boquinete”, el “paralis” de “paulita”, para distinguirlo del paralitico de los
Covas, llamado “nino” (Benigno). En la actualidad este tipo de apodos ha desaparecido
por considerarlos discriminatorios, ofensivos y dañinos. Otros sobrenombres derivan de algún rasgo o
características de la persona ya sea por ser: corpulento, faramallero, débil, parlanchín,
o que trabajó en algo que los marcó para siempre. Ejemplo: “Simón toro”, “manoeplomo”,
“petejota”, “chucho mono”, chucho bocaéchola, “Nelson saca bandera”, “la yoyo”,
“cosetroya”.
Otra forma de origen de estos
sobrenombres proviene de nuestra ascendencia española, portuguesa, italiana y otras
más; donde se acostumbraba colocar después del nombre el apellido del
progenitor o del lugar de nacimiento, por ejemplo: Diego de la Vega, Tomas de
Aquino, Rodrigo de Triana. Esta particularidad igualmente se extiende al
sobrenombre, por ejemplo: El “catire” de Quintina, “lichito” el de Rosa. Esto
también se usaba para diferenciar una persona de otra, por ejemplo: el “negro”
de “petra” Antonia del “negro” de “chechú” o del “negro” de “paulita”. Algunos apodos lo acompañan del apellido de la
madre por honor, ejemplo; “cucha”, “juanita” y “geña” Pacheco.
Toda esta situación nos lleva
a recordar una simpática anécdota cuando “camucha” (Carmen) de Pastora estaba
en el hospital esperarando atendieran a uno de sus sobrinos hijo de “chechú”.
Ya habían llamado varias veces al muchacho por el parlante. Hasta que “chitomón”
halaba insistentemente a su tía por la manga y ésta le reclama.
- ¿Qué pasa muchacho el
carajo, me vas a romper el vestido? - y el tripón
le dice.
- ¡Tía!... es que me están
llamando desde hace rato por los altavoces – Carmen le contesta.
- ¡no chico!...ahí están
llamando es a un tal Inocente Ramón.
- ¡Tía!.... ¡ese soy yo!
El pobre muchacho perdió el
turno de consulta y tuvo que esperar a que lo anotaran otra vez.
Según los que saben, los hipocorísticos deben someterse, como el resto
de las palabras, a las normas ortográficas del español. También en su
formación, además de obedecer a principios fonéticos especiales, los nombres
afectivos tienen a veces su propia extensión geográfica y hasta sus variantes
netamente regionales o locales.
Algunos otros notables ejemplos
de hipocorísticos y apodos del terruño:
Anjito, betico, beto, buchéperico, cacharo, cango, concho, conencho, cucho dolores, che,
cherica, chemaco, chemilo, chico
pollo, chicho, chua, chicho, chucho conejo, chemané, chicotoño,
chicoche, furruco, guaraguao, gollito, goyo, José chinamo, juañongo, justinito manicuare, joselino, loña, licho, lencho, machu, María burro, moncho, manoche, menchito, mantequilla, monchía, ñelo, ñovida, ñaña, ñoquinto, pedrito,
pedrín, perucho, pecho, peyingo, picua, purrungo, tebona, temilo, tavo, tello, yaya, yito
Venezuela, Cabimas,
19-01-20
Notas:
- Corominas y Pascual,
1976: 924.
- Peter Boyd – Bowman,
articulo “Cómo obra la fonética infantil en la formación de hipocorísticos”,
1965.
- Diccionario de LRAE,
1970: 711 – 712.
Me recuerda a la historia que cuentan de la abuela de mi prima cuyo nombre no se pero era llamada de Chicha. Y en el hospital cuando estaba dando a luz , su esposo llego después llamándola por todos lados CHiCHaa ! CHICHAAAA ! y los sacaron confundiendolo con un vendedor.
ResponderEliminarErica dtb, muy bueno tu complemento al relato...gracias mil
ResponderEliminarMuy bueno Humberto, como el mio, todo el mundo creia que mi nombre era Yingo, ja ja
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