Por Humberto Frontado
Años atrás se podía recorrer Venezuela
de oeste a este y transitar sus bellos lugares en un santiamén. Comienzo
diciendo eso para darme consuelo y aferrarme a la esperanza de que pronto será
todo igual. Precisamente en ese tiempo cuando se podía viajar hice uno a La
Isla de Coche para visitar a la familia. Crucé en autobús de Cabimas hasta el
terminal de Caracas donde realicé el trasbordo para ir a Puerto La Cruz. Tome
el Ferry y en cuatro horas estaba en Punta de Piedra. Salía espitao a tomar
transporte y dirigirme a La Isleta. Una empanada de cazón quitáo y un café de
desayuno antes de tomar la lancha de turno que me llevaría al terruño.
Después de encontrarme con
unos primos y otros conterráneos tomamos la lancha y zarpamos. Durante la travesía
busqué conversa con uno de los primos para ponerme a tono con el acontecer de
la isla y me habló de la reciente desgracia que había vivido Coche. Me contó
que tres semanas antes se había desatado una tormenta combinada, un primer día
se presentó un raro y tenaz mar de leva, que luego el segundo día se
presentaron dos mangueras o tornados marinos. El pueblo estuvo inmerso tres
días continuos de lluvias con tormentas eléctricas. El agua entró en las casas cercanas
a la playa ocasionando daños irreparables a la población. Los cerros
descargaron una gran cantidad de sedimento y barro que coloreo toda la costa de
un marrón ocre intenso. Aquel viaje de cuarenta y cinco minutos bastó para
tener una idea bien completa de cómo iba a encontrar mi pequeña isla.
Ya desde la distancia comencé
a ser consciente de algo que jamás pensé podía suceder, percibí que la imagen
que tenía guardada en mi mente de aquel promontorio de tierra se había
alterado. La punta la aprecié más larga, los cerros los veía más demacrados y calichosos
con surcos de arrugas más profundos y menos pinceladas verdosas. Al pasar por el
puntiagudo vértice hotelero se veía más blanco de la cuenta y al enfilarnos
hacia el muelle noté que el capitán aminoró la marcha y maniobró la lancha
haciendo continuos zigzags. Pregunté al primo que tenía al lado y me dijo que
la tormenta había modificado parte del fondo marino y se habían formado algunos
bajos que podían hacer encallar la nave.
Después de varios minutos de serpenteo el
capitán pudo atracar en el muelle. La gente, como siempre, desesperada se
arremolinó en la salida y salió despavorida a buscar el transporte que los llevara
a los pueblos donde tienen sus viviendas. Yo me fui caminando, como de
costumbre, acortando camino por la ranchería del primo paralis. Observé curioso
que en los patios de todas las casas había unos montículos de algo blanquecino,
parecido a unos pillotes de sal. Seguí andando hasta arribar a la casa donde me
esperaba la familia con el almuerzo servido.
Después de comer y reposar un
rato de aquel largo recorrido mis parientes estaban ansiosos por contarme lo
sucedido. Comenzaron diciendo que el día que inició la tormenta había habido desde
temprano un calor infernal poco frecuente para el mes de mayo. Ya para el mediodía
comenzó a soplar un viento fuerte con dirección norte-sur acompañando de una
marejada que al cabo de dos horas llevó el agua en grandes olas hasta las zonas
pobladas. Esa noche la gente tomó todas las previsiones y se acostaron temerosas,
con una cuarta de agua sobre el tobillo que menos mal se mantuvo así hasta el
día siguiente.
Casi amaneciendo se desató un
torrencial aguacero que por intervalos tenía un arrecio descomunal, parecía como
si desde el cielo vaciaban miles de palanganas de agua sobre Coche tratando de desmigajarla.
Comenzando la tarde se observó un cambio abrupto en el viento ahora de sur a
norte, el cielo se fue tornando todo oscuro con algunos tonos rojizos que le sirvieron
de marco a las vorágines descomunales de dos mangueras que se desplazaron en el
mismo sentido que traía el viento. Se escuchó un orquestado estrépito
ensordecedor que se mezclaba con los truenos.
Detrás de los tifones se veía
un espectáculo de luces, nunca antes visto, era una colosal tormenta eléctrica
formada por relámpagos de todas las categorías e intensidades, que duró casi
dos horas. Al caer la noche la isla quedó zambullida en un oscuro
indescriptible, gracias a que también se había paralizado el suministro de la
planta eléctrica. El silencio imperante aturdía sin piedad, sólo se conseguía alivio
y consuelo al escuchar la pertinaz garúa que cayó durante casi tres días. La
gente temió que se quedara guindada allí por siempre, por lo que en oración pidieron
al santo patrono pusiera fin al diluvio.
Atolondrado con los detalles que
me habían dado sobre lo acontecido en Coche en esos aciagos días, no dejaba de
pensar en los pillotes de sal que había en los patios de las casas. Así que les
hice la pregunta a los presentes y fue el primo Cango quien afanoso se apresuró
a explicar una cosa todavía más sorprendente. Según él, lo que iba a contar tenía
asidero en experiencias ancestrales suscitadas en la isla, relatadas de
generación en generación.
Comenzó diciendo que el vainero de pillotes no
eran de sal si no de escamas de pescados. Reveló que durante la tormenta sucedió
algo sorprendente, el mar de fondo conllevó que grandes cardúmenes de peces de
todo tipo buscaran refugio en la bahía de El Saco. Este hecho coincidió con que
las mangueras en su trayecto pasaran por encima de esa área, succionando una gran
cantidad de agua que acarreaban consigo toda esa cuantía de peces. Así, miles de miles de peces que ascendían interiormente
por la turbulencia de aquel par de torbellinos iban rozando unos con otros escamándose
inevitablemente. La carga de escama desprendida subió a los cielos y una vez
cesados los tornados comenzaron a caer lentamente, mezcladas con el agua de la
lluvia caída esos tres días.
La isla quedó cubierta de una
gruesa capa de nieve marina, compuesta de escamas de todo tamaño y colores. Los
cerros, las carreteras, los techos de las casas y sus patios, todo había
quedado bajo aquella blanca sábana. Los peces en su atribulado y aparatoso viaje
fueron a recalar nuevamente al mar, muchos murieron en el trayecto y otros
quedaron vagando en pelotas despojados de sus trajes, deambulando desorientados
por la encharcada orilla de la playa.
Las autoridades de la isla
buscaron una solución al problema solicitando a los damnificados recogieran en
pillotes las escamas, luego se buscaría la forma de recompensar ese trabajo. Lo
cierto es que mucha gente se las ingenió para sacar provecho a ese gran regalo
que San Pedro les envió del cielo estableciendo algunas empresas artesanales. Hay
una que procesa las escamas moliéndolas hasta obtener una fina harina que la
incorporan a la de maíz para extenderla y proporcionar un componente cálcico en
las arepas. Otros han logrado fabricar pintura blanca con el polvo de escama y almidón,
así han conseguido pintar con bajo presupuesto todas las casas en un color
blanco común que permite abreviar el calor en la isla. Un grupo de damas ha emprendido
una empresa de fabricación de uñas postizas con línea de exportación a todo el
caribe. Hay varias que se han dedicado a la fabricación de toda clase de botones,
accesorios de bisuterías para las decoraciones, manualidades y muchas cosas más.
Pareciera que hubiese ocurrido un milagro, cada día que transcurre los cocheros
se las ingenian creando novedosos proyectos empresariales con base al multiuso
de la mágica escarcha.
Creyendo que ya todo había
sido relatado doy gracias a Cango y al resto de los primos. En eso Cango se incorpora
rápidamente de la silla y señalando con el índice de su mano derecha hacia el
pueblo de El Cardón nos advierte que todo eso pudo haber sido peor, de no ser
por aquel célebre juramento que hizo Tello Cova, muchos años atrás, bajo la fiera
tormenta que azotó a Coche una bellaca noche. Frente al Piache Tello invocó a todas
las Animas y Chiriguas errabundas, cruzó y levantó al cielo un par de amellados
machetes mientras pedía protección contra toda clase de tempestad que osara importunar
a Coche.
Lo cierto es que hasta ahora la
población adaptándose a las circunstancias logró sacarle provecho a las
escamas. Por los momentos se están preparando para las festividades del patrono
San Pedro, listo para mostrar la novedad de su majestuoso nuevo traje escarchado.
Otra cosa positiva lograda es que además del nombre de la Isla Bella, Paraíso
tropical, etc, como se conoce a Coche, ahora internacionalmente la llaman la
Isla de las nieves perpetuas.
Venezuela, Cabimas, 07-10-19
Notas:
-
Mar de fondo: Oleaje que se propaga fuera de la zona donde se ha generado, pudiendo
llegar a lugares muy alejados. También recibe el nombre de mar tendida o mar de
leva. Las olas del mar de fondo se caracterizan por su regularidad y porque sus
crestas son suaves. Diccionario
Náutico.
-
La tromba marina o manga de agua: Es un embudo que contiene un intenso vórtice o
torbellino que ocurre sobre un cuerpo de agua, usualmente conectado a una nube
cumuliforme. Wikipedia.
Excelente relato! Una vez más logre transportarme sensorialmente a la isla y a su gente!
ResponderEliminarLa calidad de los detalles lo teletransporta a uno y pensar que fue un relato de la familia a usted hace nose cuánto tiempo atrás y aún lo conserva como si fuese muy reciente.
ResponderEliminarLa madre naturaleza siempre nos sorprende y el humano siempre busca el provecho.
Cion
Gracias Leooo dtb. Claro que son recientes los hechos, así serán siempre mientras los tengamos en la mente envueltos en un manto sentimental...te quiero...bye
EliminarCada relato es impresionante que curioso lo ue puede hacer los vientos, las tormentas y el suste que produce me imagino a la gente con una so sobre que pasara.
ResponderEliminarAprovecho para decir que min primera vez que fue a coche, recuerdo que un tío me dijo en ferry Edu coche es muy hermosa sus cerros son muy verdes con pocas flores jajaja la verdad que yo buscaba esos cerro verdosos pero nunca los vi llegue a la isla de coche con mis tío y primos y solo decía entre mi tío me j....
Gracias Edu7 dtb. No Edu, tu tio no te J..., lo que pasa es que a Coche hay que verlo con unos lentes verdes tipo RayBan...ja ja ja...te quiero un mundo...ciao
EliminarExcelente como todos tus relatos. Me permiten recordar vivencias maravillosas de mi infancia. Gracias
ResponderEliminarGracias infinitas, tus comentarios me reconfortan...muy agradecido...
EliminarCaramba Humberto,se cuenta y no se cree,si esas mangueras hubiesen alcanzado la categoría de tifón, seguro que los pescados hubiesen llegados filetiados a la orilla.
ResponderEliminarMe gustó mucho este relato.
Gracias Cumpa por sus comentarios. Imagínese que si las mangueras hubiesen pasado por encima de algún conuco, ademas de los filetes te traen la ensalada...ja ja ja...
EliminarCómo hacemos pa q la gente de coche pueda leer estos relatos
ResponderEliminarGracias por tu planteamiento. Estos relatos se envían al grupo en Whatsapp del Abuelo y sus Guaricongos, allí tienen la oportunidad de leerlos...gracias...
EliminarMe encantó este relato Felicitaciones cada día son más interesantes
ResponderEliminarGracia mil por seguirme. Comentarios como este me inspiran a continuar...gracias nuevamente...bye
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