Por Humberto
Frontado
Hace dos
años mi esposa y yo acompañamos a nuestro hijo y su familia en un viaje
increíble que partió de Cabimas hasta Manaos (Brasil) nuestro destino. Éste periplo
formó parte de un gran proyecto de vida que consistía en la aventura de ir de Venezuela
(Cabimas) hasta Argentina. Recorrer por carretera países como Brasil, Perú,
Bolivia, Chile. Inclusive una estadía de tres días en La Gran Sabana. Durante
esta larga excursión se suscitaron muchas bellas anécdotas, siendo una de ellas
la que describimos a continuación:
Resulta que antes de partir los nietos
fueron apertrechados con tres películas para que las vieran durante el camino y
no se aburrieran. Las pelis eran de dibujos animados, cuyos títulos eran “Moana”
y “Sing” seleccionada por la nieta y la de “Coco” por el nieto. Desde el inicio
del trayecto comenzó la rotación continua de los tres films que sólo lograban reposar
cuando caían dormidos los chiquillos. Al despertar y estirarse un poco la nieta
exclamaba soñolienta.
-
Mami,
me pones a Moana, porfa.
Con
ese título se comenzaba respetando y cediéndole el turno a la dama, así
estuvimos durante todo el viaje de siete días hasta llegar a Manaos. Los tres filmes
con su contenido extraordinario igual las disfrutamos, al principio nos llamaba
la atención y las compartimos con los nietos, después de una tercera vez ya no
era tanto. Me di cuenta en el caso específico de la película de la “mama Coco” que
había una escena que me cautivó. Podía estar dormido o descuidado, pero cuando aparecía
la escena ésta acaparaba mi atención. Cada vez que la veía me hacía brotar
sendas lágrimas, a esto en particular no le presté cuidado considerando, según
dicen, que cuando uno va para viejo se pone sentimental y llora por cualquier
cosa.
El crucial
momento está casi al final de la película, justo cuando Miguelito trata de
rescatar a su tatarabuelo del olvido eterno. El niño le canta a su bisabuela
Coco la canción que le dedicó y cantaba su papá cuando ella era una beba. En
ese momento cuando la anciana escucha la sutil melodía ocurre el fantástico milagro,
desde las tinieblas de su apelmazada mente surge un claro y bello resplandor que
evoca la imagen de su olvidado padre y le insufla vida efímera.
Pues esa tierna escena la veo en múltiples
representaciones con mis padres, mis hermanos, mi suegra, amigos y toda persona
que camina el sendero de la senectud. Lo cierto es que en estos cruciales
momentos viendo transitar el implacable tiempo a través de esta aletargada
cuarentena, que nos impone aislamiento e inactividad, hemos decidido ser más
consiente con las demás personas que nos rodean. Buscamos enterarnos como está
la familia, los amigos; más aún considerando la situación de dispersión de
nuestra gente por todo el orbe.
Me
impresiona la inmensa alegría de mi esposa y de amigos que me cuentan sobre los
encuentros y conversaciones virtuales que han tenido con personas que tenían
sopotocientos años que no sabían de ellas. Así como les ha pasado a ellos
también me ha pasado a mí. Siento que los recuerdos y las imágenes que teníamos
de las personas con las que hemos hecho contacto nuevamente van recuperando
color, luz, calidez y nitidez en el daguerrotipo de nuestras mentes, van
resurgiendo de las cenizas, van recuperando vida, como le sucedió a Héctor
cuando su hija Coco logró recordarlo.
A partir
de allí vienen tantos recuerdos de tanta gente, en especial de mis viejos. Hay
una pregunta que siempre me ha mortificado: ¿Por qué impera en los viejos la
costumbre de traer añejos recuerdos a la mente? ¿Por qué gusta escribir sobre
cosas pretéritas? Hablar de nuestros padres y de la niñez, pareciera banal
hablar de las cosas de reciente data. Sobre este asunto he buscado repuestas sin
conseguir algo concluyente, sin embargo, es viable que mi amiga Coco me ayude a
descifrar parte de este misterio. Es posible que se haya establecido en nuestro
cerebro evolutivo una condición particular que a medida que envejecemos nos da
por buscar y recordar aquellos momentos que ya están a punto de borrarse o
fenecer. No olvidemos que nuestro cerebro nos impone una condición reguladora
de memoria, sólo recordaremos momentos impregnados de emoción, los que no irán
al pote de la basura. Quiere decir también que a medida que envejecemos nuestra
mente se asegura que muchos pensamientos viejos si no los ejercitamos y traemos
nuevamente al presente se nos irán.
Se ha
comprobado que nuestro cerebro es tan sinvergüenza que nos da cancha para que
los recuerdos que formemos y guardemos en él pueden ser reconstruidos cada vez
que los evocamos. Muchas veces de forma inconsciente, el cerebro trata de resolver
las incongruencias en los recuerdos, poniendo orden y confiriéndoles sentido,
aunque para ello tenga que inventar.
Por eso
es normal y se torna fastidioso que muchos recuerdos los contamos
constantemente, a veces los repetimos inconsciente todo el tiempo a medida que nos hacemos
más adultos. Será porque estamos consciente que iremos perdiendo la memoria
temprana y se prolongará la existencia de la de largo plazo. Les conferimos a
los que nos preceden que con sus jóvenes y esponjosas memorias nos mantengan
vivos en sus recuerdos a medida que pase el tiempo, que nosotros nos
encargaremos de insuflar existencia a los que nos anteceden. Esta será una
misión que se hace cíclica entre nosotros.
Muchas
de esas cosas mencionadas las hemos vivido, por ejemplo, con mi mamá que vivió
hasta los setenta y nueve años y mi papa que llegó a los noventa y tres. En
ocasiones cuando desde Cabimas llamaba telefónicamente hacia Coche y hablaba
con mi madre, ya de setenta años, esta era la conversación de siempre.
-
Aló,
buenos días…bendición mama… ¿Cómo está?
-
Dios
te bendiga mijo…bien…todo bien por aquí.
-
¿Mire
y papa cómo está?
-
Bien,
bien…él está bien…por ahí bregando con el agua.
-
¿todavía
con el problema del agua?
-
Bueno
a veces llega…pero bien.
-
Mire
mama… ¿y Coche como esta?
-
Bien,
bien… todo bien.
Esa era
una plática constante que tenía pocas variaciones en su contenido, ahora que
estoy viejo comienzo a entender que ese “bien, bien…todo bien” en aquel escueto
coloquio representaba para ellos muchas cosas, como: “Hoy no te cuento nada
porque no tengo nada que contarte, todo se me ha olvidado”; “cuéntame todas las
cosas de ti y tu familia, son para mi más importantes conocerlas sabiendo que
pronto las voy a olvidar”. “No dejes de llamarme y contarme de mis nietos, de
tu esposa, así mañana ya no me acuerde de nada”. “Necesito imperiosamente
escucharte, no que me escuches o te preocupes por mí”.
Otro significado
implícito y de más conmoción en la sucinta conversación es: “tengo dificultad
para producir y comprender el lenguaje, mi función cognitiva se está afectando”.
A medida
que nos hacemos mayores, comenzamos a sentir pánico por el olvido y más aún a que
nos olviden. Cuando comenzamos a olvidar cosas usuales, lo que más tememos es
que eso sea el comienzo de una grave enfermedad, como el alzhéimer. Pero, no
nos preocupemos más de la cuenta, todos estamos expuestos a sufrir algún tipo
de demencia. Esas señales de olvido que surgen prematuramente –antes, incluso,
de los cincuenta añitos– no conducen necesariamente a una enfermedad mental si
no a otra cosa.
Todos tenemos inquietudes por el pasado. A veces nos
sumergimos en viajes a la memoria para recordar el tiempo que ya no existe, en
busca de respuestas a nuestra vida diaria o para acurrucarnos en un pasado mucho
mejor. Sin
emociones, no hay aprendizaje ni, por tanto, recuerdos.
“La
vida no es lo que uno vive, sino lo que recuerdas y cómo lo recuerdas para contarla” Gabriel
García Márquez.
Venezuela, Cabimas, 10-05-2020
Notas:
-
La demencia
senil: Actualmente conocida como Trastorno Neurocognitivo
Mayor, es el nombre dado en español a un síndrome que se caracteriza por el
deterioro de las capacidades psíquicas del sujeto afectado, especialmente las
cognitivas.
-
Amnesia
anterógrada: Reducción de la capacidad para almacenar nueva
información en los pacientes que sufren de demencia senil.
-
Amnesia
retrógrada: Pérdida de las memorias que previamente se habían
formado.
Excelente me hizo recordar a mis padres. Y a mí a veces me pasa que se me olvidan las cosas y eso me preocupa. 👍
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario...
EliminarOtra interpretación a lo que decía Malengo podria ser -no quiero saber, ni quiero sentir, ni quiero estar conciente de lo que sucede a mi al rededor porque es doloroso, prefiero decir "bien bien, todo bien"-.
ResponderEliminarLa demencia tambien esta presente cuando una persona joven no recuerda aspectos de su niñez o adolescencia porque ha sido tan traumática que ha decidido "olvidar" lo que le ha producido dolor. Hasta que poco a poco escarbando en la memoria se recuperan cosas que explican compprtamientos de su vida actual, y asi se empiezan a resolver problemas... y esto encierra muchos secretos familiares, que son echados al olvidos para no salir perjudicados, como ppr ejemplo, denunciar a un violador o maltratador que este entre la familia...
En psicologia los olvidos y los chistes no son en vano, tienen mucho peso analítico! Bravo tio! Un artículo qur nos ayuda a escarbar la mente y rescatar cosas "olvidadas".
Besooos
Excelente tu aporte y comentario María, muchas gracias. dtb.
EliminarHola compa, excelente
ResponderEliminarGracias mil cumpa...
EliminarPor más que llamamos y son las mismas conversa la mente igual nos lleva a esos recuerdos que perduran toda la vida.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario...
EliminarExcelente tío, veo reflejada a abuela Marina, que aunque ya se ha olvidado de muchos, al verla uno sabe que sea donde sea que esté su mente, está en un lugar donde tiene paz y felicidad.
ResponderEliminarGracias Daniel, supieras que tu abuela fue quien me inspiro a hacer ese relato...
EliminarMe gustó mucho querido Humberto, es una gran realidad lo vivimos con nuestros viejito o nuestros hijos lo vivirán con nosotros si tenemos la suerte tener larga vida.
ResponderEliminarMuy bueno tu comentario querida Mayte, dtb....
EliminarExcelente tío me encantan tus aventuras nos hace viajar la imaginación
ResponderEliminarGracias por tu comentario sobrina, dtb...
EliminarSobresaliente Humberto.
ResponderEliminarAl cierre el comentario del Gabo terminò de adornar el marco de la imaginación del cuento, bravo brother.
Muchas gracias por tu comentario...
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