domingo, 10 de mayo de 2020

LA INTRÉPITA MOSCA


Por: Humberto Frontado


      Hoy me he levantado un poco tarde acostumbrado a la poca agitación que nos ofrece esta aciaga y larga cincuentena. Desentumezco mis manos a medida que amaso la estropeada almohada para quitarle la horma que ha dejado mi cabeza. Termino de tender y tensar militarmente la cobija, entrecobija y cubrecama, alisto las almohadas, sobrealmohadas, cojines y entrepiernas acolchadas antes de que venga la inspección de rutina, todo esto me lo gano por pararme de último, es la regla. Frente al espejo, mientras me cepillo los dientes, aparece una molesta mosca que va y viene volando en zigzag y cuando trato de enfocarla se desaparece. Busco detallarla y noto que es una mancha en el ojo derecho.   Según los oftalmólogos son manchas oscuras que se conocen como miodesopsias o “moscas volantes”.
      Lo cierto que ya esta es la segunda vez que aparece la intranquila tilde. La primera fue en el ojo izquierdo, hacía su aparición por un costado ubicándose impertinente en el centro del escenario robándose toda la atención. El tiempo que duró fue bastante molesta, sobre todo al principio, pero la supe sobrellevar, verla allí siempre atravesada mientras hacía cualquier cosa.
     La nueva manifestación no es tan perturbadora ya que va y viene por el lado derecho, pero se mantiene tímida a un lado, fuera del foco. Ya comprobé que debo acostumbrarme a ella, tenerle paciencia y disfrutar de su presencia y compañía hasta que desaparezca como ha sido siempre con las moscas, sean estas oculares o de verdad. Lo digo porque me viene a la mente varias escenas donde la presencia de ese intrépito animal se hace insoportable por su insolencia y desagrado.
       Una de esas ocasiones fue cuando aceptamos la amable invitación de la comadre para pasar con ella un fin de semana en La Puerta, estado Trujillo. El viernes en la tarde la familia en pleno arrancó con todos los pertrechos a la cita. Ya empezando a oscurecer llegamos al sitio indicado, relativamente cerca del centro del pueblo. Allí nos estaban esperando la comadre con su familia. Nos reunimos esa noche, hablamos y comimos con algunas cervezas, había algo de frio y nos acostamos temprano.
       En la mañana fuimos despertados por un inarmónico gallo que parecía estaba amarrado a la pata de la ventana del dormitorio. Nos fuimos levantando en cambote los mayorcitos, los jóvenes se quedaron todavía arropados aprovechando el frio. Ya la comadre tenía el café preparado con algunos panes rellenos para desayunar. Comimos y planeamos salir a visitar y pasear por el pueblo. Decidí echar un vistazo al carro y cuando me acerco a la entrada la comadre me grita desde la cocina.
-         ¡compa, si abre la puerta ciérrela inmediatamente!
      Me sorprendió la forma imperativa con la que la comadre me habló y sigo. Abro la puerta y como si me hubiesen estado esperando para abrazarme y darme la bienvenida, se abalanzaron arropándome intempestivamente; era un enjambre de golosas moscas que me atosigaban. Cerré violentamente la puerta detrás de mí, quedando expuesto en pleno a merced de aquella envolvente nube de molestos visitantes. Agitaba las manos y no eran suficientes, las moscas se me metían por los oídos, la nariz. Corrí como pude hacia el carro y me introduje raudo. Dentro del vehículo pelee un rato con las que se habían metido, hasta que las mate a todas con un trapo que había en el carro. No me atreví a abrir la ventana para que salieran, temí iba a ser peor.
      Solventada la situación me trasladé al pueblo a comprar algo de jugo y leche. Al llegar cerca de la plaza al lado de uno de los negocios me estacioné y mire por el parabrisas y las ventanas buscando ver la presencia de las benditas moscas. Abrí la puerta del automóvil con cierto temor, pero no había moscas. Me dirigí a una de las bodegas y después de solicitarle al señor del negocio los víveres le pregunté curioso.
-         Paisano, disculpe… ¿a qué se debe que allá hacia arriba – le señale con la mano hacia el lugar donde estábamos – haya tantas moscas?
      El añejo señor, después de echar un escupitajo de chimó hacia un rincón del negocio, me dijo.
-     ¡Vea maracucho! en ese sector hay muchas moscas porque los agricultores que siembran por allí están usando la caca de los pollos para fertilizar la tierra, luego más tarde siembran y cosechan las hortalizas. Cuando la tierra la riegan o cae una lluvia el terreno se vuelve una porquería o chiquero, que atrae la moscas y se reproducen por millones e invaden toda la zona. Se ha puesto la denuncia pero las autoridades no hacen nada.
      Me despedí del viejo agradeciendo el gesto de haberme explicado y regresé a la casa. La familia me estaba esperando desesperada para venir al pueblo y evitar el trato perturbador y odioso de la negra compañía.
     Nuevamente en la plaza descubrí también, según los pobladores, que otro de los orígenes de la invasión de mosca está en los gallineros, esos grandes galpones que alojan las aves para que estas pongan sus huevos. La falta de limpieza genera una acumulación de excrementos que, ante el aumento de las temperaturas, atrae muchísimas moscas. Estas se reproducen rápidamente al tener tanto alimento disponible y se crea una cadena difícil de cortar si estos lugares no tienen una higiene adecuada.
      Abro espacio en el escrito para darle aparición a unas viejas y queridas moscas que han venido presurosas a mi encuentro, se trata de aquellas que Joan Manuel Serrat hizo célebres al dedicarle una famosa canción, apoyándose de uno de los poemas de Antonio Machado, por allá en el año 1969, donde las describe de familiares, revoltosas, pertinentes e inevitables.
      En una segunda oportunidad de la presencia de la autoinvitada fue en nuestra casa en Lagunillas, una vez en la que mi padrino y mi papá después de una amanecida velada de ron con poncigué se sientan a la mesa invitados por mi mamá a tomarse una sopa de pescado, al cabo de un rato una mosca apareció y se tiró de chapuzón en el plato del visitante. Mi padrino miró asqueado la mosca nadando en el caldo. Mi madre que lo estaba viendo le pregunta.
-         ¿Qué pasó compaí?
Mi padrino muy disimulado contesta.
-         ¡No nada comadre, es que me cayó una mosquita en la sopa, menos mal que ya iba terminando.
      Mi mamá se levantó de la mesa y retirando el plato le ofreció más a mi padrino, quien desistió. Ya levantados todos de la mesa, se sentaron en los muebles de la sala a fumarse unos cigarrillos, mientras tomaban un café. Mi madre que atendía a los amanecidos compadres les comenta.
-         Ve pues, lo que es la vida. Ustedes se acuerdan cuando era el tiempo de la perla en Coche. Cuando se nos acalambraban los dedos de las manos esgullando concha é perlas en la orilla de la playa. Eran tantas que no perdíamos tiempo con las perlas pequeñas y las echábamos con todo y concha en unas pipas para que se pudrieran y las perlitas se fueran al fondo. Todos los días se le echaba agua para que saliera la carne podrida abollada y se revolvía. Las moscas estaban por todos lados atraídas por toda esa carne y concha en descomposición. Eran tantas que aprendimos a convivir con ellas. Cuando comíamos y nos tocaba sopa las moscas que iban cayendo al plato las arrimábamos con la cuchara hacia el borde para que escurriera nuevamente el caldo hacia el interior y no se perdiera.
-         ¡Caráa comaí! … Si es verdad, bueno esos eran otros tiempos.
-         Si te viera tu maí dijera: ¡caráa…que porquería!

Venezuela, Cabimas, 21-02-2020

Notas:
-          Las moscas volantes (Mayo Clinic): son manchas en la visión que flotan en el campo de visión cuando mueves los ojos y desaparecen cuando intentas mirarlos directamente. Por lo general, las moscas volantes aparecen con la edad, a medida que la sustancia gelatinosa (vítreo) del interior de los ojos se vuelve más líquida. Las fibras microscópicas del vítreo tienden a aglutinarse y pueden proyectar pequeñas sombras en la retina.
-          Las Moscas (Joan Manuel Serrat): Vosotras las familiares, inevitables, golosas, vosotras moscas vulgares me evocáis todas las cosas. ¡Oh viejas moscas voraces como abejas en abril, viejas moscas pertinaces sobre mi calva infantil! Moscas de todas las horas, de infancia y adolescencia, de mi juventud dorada, de esta segunda inocencia quedando creer en nada, en nada. Moscas del primer hastío en el salón familiar, las claras noches de estío en que yo empecé a soñar.




4 comentarios:

  1. Muy buena. Siempre nos sorprende con estás historias arrancadas de cosas simples y en algunos lugares cotidiano.todo cochero a pasado por esto. Y cuando uno llegaba los primeros días era peor, no ya por la mosca en el plato, sino volando a su alrededor. Una vez ví a Chanito admirado porque el sr Heriberto dejo la comida porque le cayó una mosca en la sopa. la mosca del duo serrat- Machado, aunque no contemporáneo, no sabía. Gracias por sus artículos.

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    1. Gracias mil por tus inspiradores comentarios...que bueno que te guste el sorprendente Serrat...de nuevo gracias Coche...

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  2. Muy buen relato. Te felicito. Edinson Martínez

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    1. Gracias Edinson, viniendo de ti el comentario me enorgullece...Leí tu libro "Una historia por descubrir"...todo lo que leo, en cierto modo, me sirve de inspiración, así que considero que tu libro también ha impregnado mis relatos...gracias...

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