Por: Humberto Frontado
Hoy me he levantado un poco tarde
acostumbrado a la poca agitación que nos ofrece esta aciaga y larga cincuentena.
Desentumezco mis manos a medida que amaso la estropeada almohada para quitarle
la horma que ha dejado mi cabeza. Termino de tender y tensar militarmente la cobija,
entrecobija y cubrecama, alisto las almohadas, sobrealmohadas, cojines y
entrepiernas acolchadas antes de que venga la inspección de rutina, todo esto
me lo gano por pararme de último, es la regla. Frente al espejo, mientras me
cepillo los dientes, aparece una molesta mosca que va y viene volando en zigzag
y cuando trato de enfocarla se desaparece. Busco detallarla y noto que es una
mancha en el ojo derecho. Según los
oftalmólogos son manchas oscuras que se conocen como miodesopsias o “moscas
volantes”.
Lo cierto que ya esta es la segunda vez
que aparece la intranquila tilde. La primera fue en el ojo izquierdo, hacía su
aparición por un costado ubicándose impertinente en el centro del escenario
robándose toda la atención. El tiempo que duró fue bastante molesta, sobre todo
al principio, pero la supe sobrellevar, verla allí siempre atravesada mientras
hacía cualquier cosa.
La nueva manifestación no es tan perturbadora
ya que va y viene por el lado derecho, pero se mantiene tímida a un lado, fuera
del foco. Ya comprobé que debo acostumbrarme a ella, tenerle paciencia y
disfrutar de su presencia y compañía hasta que desaparezca como ha sido siempre
con las moscas, sean estas oculares o de verdad. Lo digo porque me viene a la
mente varias escenas donde la presencia de ese intrépito animal se hace insoportable
por su insolencia y desagrado.
Una de esas ocasiones fue cuando
aceptamos la amable invitación de la comadre para pasar con ella un fin de
semana en La Puerta, estado Trujillo. El viernes en la tarde la familia en
pleno arrancó con todos los pertrechos a la cita. Ya empezando a oscurecer
llegamos al sitio indicado, relativamente cerca del centro del pueblo. Allí nos
estaban esperando la comadre con su familia. Nos reunimos esa noche, hablamos y
comimos con algunas cervezas, había algo de frio y nos acostamos temprano.
En
la mañana fuimos despertados por un inarmónico gallo que parecía estaba amarrado
a la pata de la ventana del dormitorio. Nos fuimos levantando en cambote los
mayorcitos, los jóvenes se quedaron todavía arropados aprovechando el frio. Ya
la comadre tenía el café preparado con algunos panes rellenos para desayunar.
Comimos y planeamos salir a visitar y pasear por el pueblo. Decidí echar un
vistazo al carro y cuando me acerco a la entrada la comadre me grita desde la
cocina.
-
¡compa, si abre la puerta ciérrela
inmediatamente!
Me sorprendió la forma imperativa con la
que la comadre me habló y sigo. Abro la puerta y como si me hubiesen estado
esperando para abrazarme y darme la bienvenida, se abalanzaron arropándome
intempestivamente; era un enjambre de golosas moscas que me atosigaban. Cerré
violentamente la puerta detrás de mí, quedando expuesto en pleno a merced de
aquella envolvente nube de molestos visitantes. Agitaba las manos y no eran
suficientes, las moscas se me metían por los oídos, la nariz. Corrí como pude
hacia el carro y me introduje raudo. Dentro del vehículo pelee un rato con las
que se habían metido, hasta que las mate a todas con un trapo que había en el carro.
No me atreví a abrir la ventana para que salieran, temí iba a ser peor.
Solventada la situación me trasladé al
pueblo a comprar algo de jugo y leche. Al llegar cerca de la plaza al lado de
uno de los negocios me estacioné y mire por el parabrisas y las ventanas
buscando ver la presencia de las benditas moscas. Abrí la puerta del automóvil
con cierto temor, pero no había moscas. Me dirigí a una de las bodegas y
después de solicitarle al señor del negocio los víveres le pregunté curioso.
-
Paisano, disculpe… ¿a qué se debe que allá
hacia arriba – le señale con la mano hacia el lugar donde estábamos – haya
tantas moscas?
El añejo señor, después de echar un escupitajo
de chimó hacia un rincón del negocio, me dijo.
- ¡Vea maracucho! en ese sector hay muchas
moscas porque los agricultores que siembran por allí están usando la caca de
los pollos para fertilizar la tierra, luego más tarde siembran y cosechan las
hortalizas. Cuando la tierra la riegan o cae una lluvia el terreno se vuelve
una porquería o chiquero, que atrae la moscas y se reproducen por millones e
invaden toda la zona. Se ha puesto la denuncia pero las autoridades no hacen
nada.
Me despedí del viejo agradeciendo el
gesto de haberme explicado y regresé a la casa. La familia me estaba esperando
desesperada para venir al pueblo y evitar el trato perturbador y odioso de la
negra compañía.
Nuevamente en la plaza descubrí también, según
los pobladores, que otro de los orígenes de la invasión de mosca está en los
gallineros, esos grandes galpones que alojan las aves para que estas pongan sus
huevos. La falta de limpieza genera una acumulación de excrementos que, ante el
aumento de las temperaturas, atrae muchísimas moscas. Estas se reproducen
rápidamente al tener tanto alimento disponible y se crea una cadena difícil de
cortar si estos lugares no tienen una higiene adecuada.
Abro espacio en el escrito para darle
aparición a unas viejas y queridas moscas que han venido presurosas a mi
encuentro, se trata de aquellas que Joan Manuel Serrat hizo célebres al
dedicarle una famosa canción, apoyándose de uno de los poemas de Antonio
Machado, por allá en el año 1969, donde las describe de familiares, revoltosas,
pertinentes e inevitables.
En una segunda oportunidad de la
presencia de la autoinvitada fue en nuestra casa en Lagunillas, una vez en la
que mi padrino y mi papá después de una amanecida velada de ron con poncigué se
sientan a la mesa invitados por mi mamá a tomarse una sopa de pescado, al cabo
de un rato una mosca apareció y se tiró de chapuzón en el plato del visitante.
Mi padrino miró asqueado la mosca nadando en el caldo. Mi madre que lo estaba
viendo le pregunta.
-
¿Qué pasó compaí?
Mi padrino muy disimulado
contesta.
-
¡No nada comadre, es que me cayó una mosquita
en la sopa, menos mal que ya iba terminando.
Mi mamá se levantó de la mesa y retirando
el plato le ofreció más a mi padrino, quien desistió. Ya levantados todos de la
mesa, se sentaron en los muebles de la sala a fumarse unos cigarrillos,
mientras tomaban un café. Mi madre que atendía a los amanecidos compadres les
comenta.
-
Ve pues, lo que es la vida. Ustedes se
acuerdan cuando era el tiempo de la perla en Coche. Cuando se nos acalambraban
los dedos de las manos esgullando concha é perlas en la orilla de la playa.
Eran tantas que no perdíamos tiempo con las perlas pequeñas y las echábamos con
todo y concha en unas pipas para que se pudrieran y las perlitas se fueran al
fondo. Todos los días se le echaba agua para que saliera la carne podrida
abollada y se revolvía. Las moscas estaban por todos lados atraídas por toda
esa carne y concha en descomposición. Eran tantas que aprendimos a convivir con
ellas. Cuando comíamos y nos tocaba sopa las moscas que iban cayendo al plato
las arrimábamos con la cuchara hacia el borde para que escurriera nuevamente el
caldo hacia el interior y no se perdiera.
-
¡Caráa comaí! … Si es verdad, bueno esos eran
otros tiempos.
-
Si te viera tu maí dijera: ¡caráa…que
porquería!
Venezuela,
Cabimas, 21-02-2020
Notas:
-
Las moscas volantes (Mayo
Clinic): son manchas en la visión que flotan en el campo de visión
cuando mueves los ojos y desaparecen cuando intentas mirarlos directamente. Por
lo general, las moscas volantes aparecen con la edad, a medida que la sustancia
gelatinosa (vítreo) del interior de los ojos se vuelve más líquida. Las fibras
microscópicas del vítreo tienden a aglutinarse y pueden proyectar pequeñas
sombras en la retina.
-
Las Moscas (Joan Manuel Serrat): Vosotras las familiares, inevitables,
golosas, vosotras moscas vulgares me evocáis todas las cosas. ¡Oh viejas moscas
voraces como abejas en abril, viejas moscas pertinaces sobre mi calva infantil!
Moscas de todas las horas, de infancia y adolescencia, de mi juventud dorada,
de esta segunda inocencia quedando creer en nada, en nada. Moscas del primer
hastío en el salón familiar, las claras noches de estío en que yo empecé a
soñar.
Muy buena. Siempre nos sorprende con estás historias arrancadas de cosas simples y en algunos lugares cotidiano.todo cochero a pasado por esto. Y cuando uno llegaba los primeros días era peor, no ya por la mosca en el plato, sino volando a su alrededor. Una vez ví a Chanito admirado porque el sr Heriberto dejo la comida porque le cayó una mosca en la sopa. la mosca del duo serrat- Machado, aunque no contemporáneo, no sabía. Gracias por sus artículos.
ResponderEliminarGracias mil por tus inspiradores comentarios...que bueno que te guste el sorprendente Serrat...de nuevo gracias Coche...
EliminarMuy buen relato. Te felicito. Edinson Martínez
ResponderEliminarGracias Edinson, viniendo de ti el comentario me enorgullece...Leí tu libro "Una historia por descubrir"...todo lo que leo, en cierto modo, me sirve de inspiración, así que considero que tu libro también ha impregnado mis relatos...gracias...
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