Por Humberto Frontado
Muy
temprano en la mañana se paseaba por la calle principal de Lagunillas un hombre
moreno de mediana estatura, vestido de paltó, camisa de cuadros con corbata,
con un maletín de cuero repleto de grandes ilusiones y cosas que hacer. Se
eximió ese día de usar sus relucientes e inseparables casco y zapatos de
seguridad. La gente que atendía los puestos comerciales cordialmente saludaban a
su paso a aquel simpático y educado hombre.
Ese día
había decidido trasladarse a la ciudad de Cabimas. Desde la esquina de la bomba de
gasolina Shell vió la parada del autobús de Cabimas, al lado la parada de los
carros porpuestos de Lagunillas – Cabimas. Se acercó cauteloso y subió a la unidad
autobusera.
El
enchaquetado personaje había estado más temprano en las oficinas de la Compañía
Shell, donde unos amigos que trabajan en Ingeniería de Perforación le habían
encomendado ir a buscar una información en Cabimas.
Montado
en el autobús notó que los pasajeros que estaban en el interior lo veían con
recelo, era raro ver subir al bus a alguien de flux y corbata, generalmente con
esa pinta tomaban un carrito porpuestos.
Buscó
conversación con el señor que llevaba al lado, a éste no le quedó otra opción
que escucharlo ya que lo estaba bombardeando con una retahíla de cosas. Compartió
el entusiasmo y la alegría que tenía en ese momento, debido a que sus amigos en
Shell le habían suministrado una importante información y le habían encomendado
una misión. No perdió tiempo en explicarle al compañero de viaje sobre el gran
proyecto que estaba ejecutando en pro de la industria petrolera, le dió algunos
detalles que el extraño no entendió ni papa, solo movía la cabeza de arriba
abajo emitiendo un constante e intermitente “! ummmhu!...”, el pasajero se
sintió aliviado cuando se vió cerca de su parada y abruptamente mandó a parar
el bus cerca de la bomba de Tacarigua.
Continuó su viaje sin más nadie a quien explicar o contarle su emoción por
el emprendedor proyecto. Al pasar por Úle vió con detenimiento el patio de
tanques, como si se hubiese transportado en el tiempo hacia otro lugar, quizás
a otro país ya que él decía que había nacido en el exterior, algunos decían que
era trinitario y otros que de Estados Unidos.
Mirando de lado a lado un poco preocupado preguntó a una señora que daba de mamar a su bebe en la parte trasera del bus.
- Disculpe Señora… ¿falta mucho para llegar a Cabimas?
La dama miró por las ventanas para ubicarse y le contestó.
- ¡No señor!… faltan como diez minutos, claro que eso va depender de sí el desgraciado chofer deja de pararle a todo el que esté en la orilla de la carretera.
El
extraño pasajero había entendido lo de los diez minutos, pero del resto no comprendió
nada. La señora tuvo razón, después de media hora de paradas y más paradas por
fin llegaron a Cabimas. Todos los viajeros se bajaron frente a la Catedral; sin
embargo, él esperaba bajarse en un terminal o algún estacionamiento o algo
parecido. Optó por hacer lo que el resto al observar que el conductor se había
bajado de la unidad.
Frente a la iglesia oteó un rato el movimiento comercial, mientras impresionado veía los carros dar vuelta en la redoma. Atravesó la calle principal y se dirigió a la plaza Bolívar. Se sentó en una de las bancas y comenzó a detallar extasiado el entorno del parque y su arboleda por un rato hasta que le llamó la atención ver a otro señor de baja estatura que caminaba un poco inclinado y que al igual que él también vestía de flux y corbata. El petrolero pensó que ese señor, que venía con sus papeles en las manos, también estaba en la misma aventura que él. Ya de frente el extraño le preguntó.
- ¿Me quiere comprar un quintico para las tres de la tarde?
El musiú extrañado, moviendo negativamente la cabeza le contesta.
- ¡No entiendo nada!… ¿quién es usted?
El joven sonriendo en pleno exhibiendo sus ahuecados incisivos y enseñando el ensarte de quintos del sorteo le dice.
- ¡Yo soy El Pingüino!... el loco que vende lotería.
El petrolero descifró rápidamente al muchacho y su oficio, y le extendió la mano presentándose.
- ¡Y yo Mister Stewart!
Aprovechando el encuentro el musiú le ofrece asiento en el banco al
colega de flux y le comentó sobre la intención de su visita a la ciudad. Entre
los dos entablaron una amena charla que duró más de una hora. Mr. Stewart le
contó de su entorno de trabajo y algunas anécdotas de su vida.
El Pingüino, muchacho al fin, le ripostó vanagloriándose de su fechoría catalogada por la población cabimera como una párvula estafa, le confesó sobre la forma picara con la que tima a sus clientes. Su negocio consistía en venderle a la incauta gente los quintos de lotería que estaban vencidos o caducos. Al terminar la negociación el astuto pillo se retiraba a toda prisa del sitio gritando.
- ¡el que cayó, cayó!
Mucha
gente se percataba a tiempo del engaño, pero el muy ladino se escabullía entre
la gente que con risas y expresiones le festejaban aludiendo al pobre timado,
quien no le quedaba de otra que echarse a reír. A veces el estafado si estaba
en condición lo perseguía atravesando las personas y los negocios, el Pasaje
Sorocaima era el sitio preferido para cometer su fechoría por lo intrincado y
fácil para esconderse.
Para
la población esa era una forma ingenua de romper con la aburrida rutina y de
pasar un rato alegre sin escarmentar al muchacho que tenía su pequeño retraso
mental. Este
popular personaje también se caracterizaba por la forma afable de su trato, ganándose
con ello el aprecio de todos los cabimeros.
Terminando su conversación, el musiú presintiendo lo peor para su astuto amigo le advirtió con una premonición.
- ¡Amigo Pingüino!... déjeme decirle algo, cuídese porque un día cualquiera puede revertir el hecho de darse un particular tiempo y espacio paralelo que vire su trampa inocente y le haga pagar a usted y a la Lotería del Zulia por engaño, solo bastará que esté ubicado en las coordenadas exactas de entrada en el laberinto relativo.
El
Pingüino se rascó la cabeza, no por tener dudas del revoltijo dialéctico del
musiú, sino por los piojos en ella. Mr. Stewart miró el reloj de la catedral y
vió que se le había hecho tarde, le preguntó a su socio sobre la forma más
expedita para llegar a la Oficina Principal de Creole en La Salina, el joven le
señaló la parada de los carritos de Corito.
Tomó un carrito porpuestos que lo llevó hasta el edificio. Entró al
recinto y pidió hablar con el gerente de Perforación, extrañado el
recepcionista le comentó que estaba equivocado, que la persona que buscaba
trabajaba en las oficinas de Tía Juana.
En vista del tiempo que había perdido, Stewart le pidió al portero que lo ayudara para llegar rápidamente a Tía Juana. El atento señor le indicó que esperara un rato y tomara el bus de Enaro, que pasaba por el frente de ese edificio donde tenía una parada, y desde allí lo llevaría al Edificio Principal de Creole. El acalorado musiú se montó en el autobús y en escasos veinte minutos estaba en la puerta de la edificación. Allí bajó del bus como un trabajador más de la compañía, se dirigió inmediatamente a la recepción y le dijeron que la gerencia de perforación estaba situada en el malecón, le proporcionaron un gafete e instrucciones para entrar y dirigirse hacia el muelle. En pocos minutos estaba en la oficina del gerente de perforación, la secretaria lo anunció e inmediatamente lo hicieron entrar a la oficina. El gerente también musiú le estrechó la mano, se presentó y le dijo en inglés.
- Veamos amigo Stewart, me llamó el gerente de perforación de Shell y me explicó que ibas a venir por aquí a buscar una información, sobre la sarta y corridas de mechas del pozo cretácico exploratorio que estamos perforando. Me puedes poner al tanto de tu investigación – pidió ansioso el ingeniero perforador.
- He estado desarrollando desde hace años un modelo matemático para determinar, de acuerdo al ensamblaje de fondo y los parámetros de perforación, la intensidad vibratoria a la que está siendo sometida. Buscamos prever el riesgo de una rotura o desenrosque de sarta o que se dañe la mecha prematuramente. Aún no sé cómo demostrarlo, pero la rata de penetración disminuye en proporción a esas vibraciones en la sarta. Hay mucho más que definir sobre las teorías de pandeo en sarta del señor Lubinki y sus tres parámetros actuantes.
El
gerente perforador se quedó un buen rato oyendo la exposición de aquel extraño
personaje, luego pasaron a otros temas pertenecientes a la perforación
direccional, sobre las nuevas mechas, lo último en hidráulica, lodos y
tecnología en los taladros. Se hizo rápidamente de noche hasta el punto que
Stewart había perdido la última salida del bus. Viendo la situación el gerente
se ofreció a llevarlo hasta Lagunillas. Todavía en el carro iban hablando de
otros temas de interés asociados a la industria petrolera.
En Lagunillas el gerente le preguntó a Mr. Stewart dónde vivía para llevarlo gustosamente y éste contestó.
- ¡No se preocupe!... déjeme aquí en el terminal, por aquí ceno algo y más tarde me voy a casa.
En
verdad nadie sabía a ciencia cierta donde vivía el misterioso musiú, decían que
él se lo pasaba del timbo al tambo y dormía donde lo agarrara la noche. Había
todo un mito sobre él. Siguió visitando a sus amigos petroleros por años, asesoraba
personalmente a los supervisores, sobre todo a los novatos de los taladros o
chivos en tierra que trabajaban en Lagunillas, campo Rojo. Hasta Bachaquero y
Menegrande iba a parar.
Hay
quienes cuentan que su demencia provino de la búsqueda permanente de la inmaculada
perfección con la que ejecutaba su trabajo, se abstraía y mantenía sumergida su
mente en la labor que desempeñaba aún después de haberla ejecutado. Desapareció
en el tiempo, nadie supo de su partida y el resto son especulaciones. Para sus
amigos quedó la imagen y presencia eterna de hombre cabal que siempre buscó
ayudar al prójimo.
Venezuela,
Cabimas, 22-08-2020.
En la zona petrolera hubo muchas historias parecidas.
ResponderEliminarMr. Stwart,vino del espacio
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