lunes, 14 de febrero de 2022

CÓDIGO DE HONOR

Por Humberto Frontado


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Cuando tu abuelo cerraba un negocio con alguno de sus paisanos bastaba que se arrancara un pelo del bigote y se lo entregara, eso era más que suficiente para dar garantía de la negociación y cumplimiento del pago hasta el final.

           Esto le decía el padre a su hijo, refiriéndose a la costumbre entre los hombres del pueblo al realizar alguna negociación o trueque.

            -         ¿Y qué pasaba si se fallaba en el acuerdo? – pregunta el capcioso joven a su papá. 

           -         Mijo… se corría el riesgo de perderlo todo, incluso se pagaba hasta con la muerte.

           El muchacho quedó impactado por la cruda repuesta recibida, imaginándose por un momento el sangriento escenario a consecuencia de aquel acto de incumplimiento.

           Para esa época las entidades de orden y justicia eran escasos, por eso los valores y costumbres estaban por encima de muchas cosas. En una transacción comercial sólo bastaba la palabra de los involucrados para sellar un trato. En algunos ásperos lugares se pagaba la afrenta con la vida, era una forma justificada de resarcir la falta de compromiso; se decía que era cosa de honor. No se necesitaba tanta enunciación de leyes de conducta y mucho menos traída por foráneos y encopetados hombres exentos de las costumbres e historia local.

           Hablar de ética y de moral estaban demás, aun no se había establecido cabalmente esa rígida cultura que más tarde definió y estructuró un ente autoproclamado imparcial y rector. Apenas se contaba con la participación de las religiones en el establecimiento de cánones primordiales sobre valores y buena conducta en las familias. Más tarde esa responsabilidad se iría al traste cuando salió a la luz pública muchas verdades ocultas que se contraponían a lo que profesaban.

           Llevar a cabo un pacto implicaba una intención personal muy particular, que se convertía en ley: cumplir lo sostenido como si fuera un imperativo categórico. Involucraba apartar las emociones y anhelos personales a fin de cumplir con la responsabilidad contraída. Pretender romper ese pacto era llegar al límite de lo respetable o pensable, era encarnar un mal obsceno que se rechazaba con rigor.

           Ahora nos preguntamos dónde fue a parar el significado del honor. De aquel honor de viejos, se pasó al honor de los que fueron a la guerra y dieron la vida por la patria que lo era todo.

          -         Buenos días, como están por aquí… yo soy José Gutiérrez y vengo en representación del señor Eusebio Gutiérrez… vengo a ofrecer las dotes por matrimonio de Ramón, el hijo de Eusebio, con su hija.

           -         ¿Buenos días, José… contestaba el padre de la novia – y se puede saber a cuál de las muchachas pretende el señor Ramón?… porque son tres las niñas que tengo y cada una representa una dote diferente.

          Esa jovial conversación era parte de un arreglo sostenido entre el leguleyo representante de una familia y los padres de una pretendida señorita Goajira. El palabrero era el encargado de establecer un acuerdo equitativo con los padres de la novia. En este caso el joven buscaba la mujer más joven y estaba dispuesto a pagar un alto precio por su elección. La propuesta consideraba, como es la tradición, la cantidad justa de ganado, chivos, puercos o una parcela de tierra, más algo de dinero. Lo importante de esta negociación era que se basaba en costumbres y consideraciones ancestrales.

        Una mujer podía ser devuelta inmediatamente por el novio si descubría su falsa virginidad, también en caso de cometer adulterio; eso era suficiente para llevarla de regreso ante sus padres y exigir le regresaran lo que había entregado por la dote. No había papeles que garantizaran jurídicamente esa negociación matrimonial, bastaba la palabra entre ambas familias.

           En la película “El Padrino” en la escena donde Luca Brasi, el fiel amigo de Don Vito Corleone, fue tomado por sorpresa mientras preparaba un sándwich en la barra del bar y le clavaron un puñal que le atravesó la mano dejándolo sujeto al mostrador mientras por detrás apareció otra persona con una cuerda de nylon y lo ahorcó sin compasión, se representa claramente el Código de Honor establecido.  Aquel hombre de confianza se atrevió a traccionar a su jefe sin medir las consecuencias de su acto. Esa acción llevada al cine con fría crueldad se veía frecuentemente en las corrompidas calles de Nueva York. Eso le iba a pasar con seguridad a cualquiera que osara romper los pactos de honor entre las familias.

        Estos son tres ejemplos de antaño ilustran claramente los actos que involucraban el acuoso término de moralidad o ética, basados en actos de confianza, honorabilidad, responsabilidad y sobre todo compromiso. A medida que las familias iban adquiriendo posesiones se establecían entre ellas equilibrados acuerdos o pactos de honor. Cualquier malentendido o mala intención en esos tratos se solventaba con creces, ese pago tenía que ser representativo de la falta cometida y mostrar un claro ejemplo de justicia para que no se repitiera; a veces se traía por las greñas la vieja y aguda “Ley del Talión” en todo su esplendor.

             Cuando de moral y honor se trata los grandes pensadores a lo largo de la historia han dejado una enorme cantidad de propuestas, que a la luz solo proyectan cierta ambigüedad. Si consideramos ambos términos relacionados con las acciones que ejecuta cada persona con su prójimo en un ambiente donde es constante el discernimiento entre el bien y el mal, son muchas las aristas con las que hay que tratar, donde a veces prevalece el juicio del entendimiento o la conciencia y no el de los sentidos… vaya usted a saber.

 

13-02-2022

 

Corrector de Estilo: Elizabeth Sánchez

2 comentarios:

  1. Buenas tardes Humberto, El Honor, si ese tema que en letras solo cuenta con 7, tiene un valor de altas proporciones, mis abuelos que en paz descansen y mis padres nos inculcaron con ejemplos vivos ese valor que en muchos de los casos y como tu bien lo dices podría deshonrrar a cualquier familia por generaciones sino se lograba su metal o acuerdo y que destacas no se firmaba en ningún papel, muy cierto, que tiempos aquellos, el respeto, la honestidad, la verdad, etc, ya son cosas que no se enseñan en los núcleos familiares con frecuencia. Muy buen tema. Mil saludos y que DIOS me los bendiga y proteja.

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  2. Que bueno Humberto el tema del honor tiene muchas aristas como tu claramente lo señalas en tu escrito , ya estaba preocupado al no leer tu escrito el domingo en El Abuelón y sus Guaricongos

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