Por Humberto Frontado
Finitud es la realidad
ineludible
que se filtra
por los estratos de la vida,
naturaleza y cultura.
Todo tiene su principio y
final,
además de cambiar
en el mudo tiempo,
habrá una pasajera relevancia.
Sumidos en la cárcel
de la temporalidad
advertimos como desfilan
ante nosotros
las limitaciones de nuestra
existencia.
Tiene sentido darle sentido a
la vida,
tomar decisiones
significativas
siendo conscientes aun
de nuestra finitud.
Tiene sentido vanagloriar
nuestra finitud,
que se traga en un solo
bocado
nuestra evolución y relación
con el entorno.
Tendrá sentido aferrarse
a los alquimistas de la fe,
que ofrecen vida eterna en
el paraíso.
Volcado en un triángulo
equilátero
limitado en tiempo,
espacio y naturaleza
intrínseca
esperamos la ausencia.
Odiaría Hamlet a su creador
por no evadir en la obra
la finitud de su existencia
en el último acto.
En la percepción de las cosas
está
prestar atención a esa capa
que impregna su transitoriedad,
ella que nos advierte
que hay que observar rápido
sin detallar.
La conciencia a la finitud
de nuestra aparición
nos inspira a valorar más
y nutrir nuestras conexiones
significativas.
Abrazar nuestra duración
promueve la resiliencia
emocional,
la búsqueda de calma.
La finitud ha de resaltar
la belleza de lo fugaz.
Nuestra vida no depende de
voluntades,
entramos al ruedo dando
traspié;
conscientes de que la muerte
agazapada
nos acecha y confrontará.
Un tal Heidegger
nos azuzó hace tiempo
a asumir la temporalidad que
somos.
23-06-2024
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.
Cómo todos los Domingos nos regalas de tu virtudes, sensibilidades y saberes, gracias te bendigo
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