Por Humberto Frontado
No me
traiciones en el fulgor
de las tres negaciones,
ellas son ajenas al evangelio;
al unísono los tres gallos cantan
y la noche se desangra en silencio.
No me
digas que estoy poseído
por razones diabólicas,
cada vez que la envidia me devore
y las miradas se pierdan
en sombras prestadas.
No me
estigmatices por treinta monedas de oro.
Soy fragmentos de un medioevo tardío;
quedó mi nombre en la historia
como un beso con precio.
No me
marionetees con rígidas cuerdas
que pendulean en orientaciones absurdas,
meciendo una eternidad
que solo conoce ciclos de infierno.
No me
teologices con argumentos vanos,
fantasmas entre la envidia y la muerte,
sin rumbo, sin luz,
solo palabras huecas.
No me
ofrezcas tu alma marchita,
tan escasa de razón,
tan llena de vacío,
de destino incierto
y en manos que nunca la poseerán.
No me
teatralices como una encarnación maligna,
fingiendo ser penitente entre hechizados,
cuando mi drama es solo un disfraz de culpa.
No me
encasilles en parábolas mancilladas,
donde ángeles y mitos tropiezan sin predicar,
solo justifican un trazo torcido.
No me
Judas con ese dialecto estéril
sin método, sin fecundidad;
es una cuerda que aprieta y me ahorca.
20-04-2025
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.