Por Humberto Frontado
Temprano en la mañana de ese sábado una brisa fresca cobijaba sutilmente
al pequeño pueblo de El Dividive. Cual crisálida que abre y da paso a la salida
de una bella mariposa, igual abrió aquel pequeño chinchorro multicolor donde apareció
una blanca niña. Se bajó de su lecho, se calzó las sandalias de cuero y caminando,
mientras los rayos del sol despertaban su aún dormido cuerpecito, cruzó el
patio hasta llegar a la letrina séptica donde orinó. Regresó a un pequeño mesón
hecho de rústica madera pegado a la pared de uno de los lados de la cocina. Esa
tapia de barro y caña brava tenía tres huecos de ventilación donde se
acostumbraba guarda el jabón azul y varios cepillos de dientes.
La blanca niña se cepilló los dientes y se lavó la cara, tomó un pequeño trapo tendido sobre una cuerda y se secó la cara. Terminando de acicalarse notó que su madre estaba llegando al tendedero con una ponchera llena de ropa lavada para tenderlas al sol. La muchacha suspicaz miró hacia el fogón y estaba todo recogido, las arepas estaban envueltas en un trapo cerca de las brasas aún prendidas. Miró insistente hacia los lados y no vió a su padre en sus labores. El raro escenario indujo a la niña a dirigirse sobresaltada a su madre preguntándole.
- Mamá … ¿dónde está papá?
- Tu padre salió temprano hacia el Vigía – contestó la atareada mujer, pasándose la mano por la frente para quitarse el sudor.
Aclarado el paradero de su padre la joven tomó una escoba que estaba apoyada en la cerca y comenzó a barrer el patio suavemente para no levantar polvo. La delicadeza con la que barría se hizo tan extrema que sacó de quicio a su madre quien le gritó.
- Elsita… ¿Qué te pasa? … ¿en qué piensas?
La muchacha sacada abruptamente del letargo, soltó la escoba del susto, miró tímida a su madre diciéndole.
- Es que estoy pensando en mi papá…él me dijo que me iba a traer un nuevo libro, ojala sea tan bueno como el que me trajo el mes pasado …!ya lo he leído tres veces!
- Préstaselo a tus hermanos para que lo lean, de seguro a ellos les gustará también – señaló la mujer con tierna voz, mientras se acercó a la niña y comenzó a recogerle el pelo con su peineta – terminó diciéndole – Elsita…es posible que tu padre venga pasado mañana, ya que él fue a arreglar un negocio de unos terrenos que su compadre quiere vender.
Al terminar de escuchar a su madre la muchacha hizo un gesto de decepción y dijo entre dientes.
- Bueno… ojalá no se le vaya a olvidar mi libro.
La
jovenzuela sabía claramente que esa ausencia de su padre representaba para ella
más quehaceres y responsabilidades en la casa, era la ley ya que era la mayor.
No tenía que consultar con su mamá o ver alguna anotación, simplemente tomaba
los aperos y se ponía a laborar. Empezó a cortar algo de monte y arbustos con
sus dos hermanos, lo redujeron de tamaño y se lo dieron a los dos burros, a las
cuatro cabras y al cochino. A las gallinas y los patos les dió su ración de
maíz. Tomó agua en un tobo y les repartió entre todos los animales. Jugó un
rato con los burros, cogía un buche de agua y con presión les lanzaba un
chorrito apuntando a las orejas, los equinos se sacudían eléctricamente cuando
el líquido les hacía cosquillas.
Corrían
buenos tiempos para la actividad comercial en la zona andina de Venezuela. Los pueblos cercanos a la larga carretera que atravesaba
la cadena montañosa se veían favorecidos. El Dividive perteneciente al estado
Trujillo fue uno de ellos. Estaba apostado justamente al lado de lo que sería, años
después, un anexo del descomunal proyecto de la carretera panamericana, que atravesaría
a toda América, desde Alaska hasta la Patagonia en Argentina.
Ejecutando los quehaceres podía estar muy concentrada hasta que se
cruzaba por su mente la pregunta ¿qué libro me traerá papá? Después de estar
casi tres días fuera de la casa estaba por llegar el bien esperado hombre. Elsita
habiendo terminado temprano su oficio se había bañado y vestido para esperar a
su padre, abría cada cierto tiempo una de las altas hojas de la puerta
principal, se asomaba impaciente y miraba calle abajo donde suponía haría
aparición su padre. Hasta que por fin en una de las asomadas vió a lo lejos a
un hombre vestido de pantalón de caqui y camisa blanca con mangas arremangadas;
traía debajo del brazo derecho una pequeña caja de cartón y en la mano
izquierda una bolsa de papel. La muchacha no pudo contenerse y caminó un trecho
a encontrarse con su padre, se abrazaron y caminaron juntos hasta la casa. Ya
en la residencia el resto de los muchachos pidieron la bendición y acompañaron
al estropeado y hambriento hombre hasta el comedor. Rápidamente fue atendido
por su esposa quien le quitó los paquetes y sirvió la cena.
Después
de cenar y comentar algunas peripecias del viaje, ordenó a uno de los muchachos
trajera la bolsa de papel. Raudo y en un santiamén tenía la marusa en sus manos.
Lo primero que sacó fue un bello corte de tela que entregó a su esposa, luego
un emboque de madera para el menor, para el segundo un yoyo también de madera y
una navajita, y a la niña un libro. Cada uno tomó su regalo, contentos se
pusieron a revisarlos. La niña se fue al cuarto e inmediatamente comenzó la lectura
arrimando hacia su lado la vieja lámpara de querosén, estaba consciente del
compromiso que tenía con su madre: leer solo hasta las ocho de la noche y a
dormir. El texto era la novela recién escrita por Rómulo Gallegos titulado:
“Pobre Negro” (1937). Los libros que consuetudinariamente le traía el padre no venían
totalmente gratis, la forma de pago consistía en que ella tenía que leérselos poco
a poco todas las noches.
El
periodo juvenil de aquella mujer transcurrió en la convulsionada época cuando ocurrió
el mayor desplazamiento de las familias hacia las zonas donde se daban las
mejores opciones de trabajo, como eran el estado Zulia y el oriente del país,
con la incipiente y bien remunerada industria petrolera. Mucha gente migró hacia
esas áreas quedando prácticamente abandonados cientos de caseríos o poblados.
Eran zonas plantadas de casas muertas, hecho que luego inspiró a Miguel Otero
Silva a escribir su soberbia novela (1955), sobre un poblado de los llanos que
fue borrado por los muertos de paludismo y la migración de sus habitantes hacia
la capital o zonas petroleras.
La
familia de Elsa, siguiendo lo que hacían la mayoría de las familias de todos
estos pueblos, también se desplazó hacia el estado Zulia a finales de la década
de los cuarentas. Ella vivió en Maracaibo donde estudió secretariado comercial, sin
abandonar su apego y amor hacia los libros. Aún continuaba devorando todo libro
o novela que le pasara por el frente. Había mucho que leer, además de libros
que provenían de escritores y editoriales venezolanas, estaban la revistas como
Selecciones del Reader's Digest que venía de Cuba. Con la presidencia del
General López Contreras se logró más libertad y apertura al acervo cultural, favoreciendo
la adquisición de textos de España y el resto de los países latinoamericanos.
Para Elsa
se dió un periodo de declinación literaria, resulta que en el año 1951 la
señorita contrae nupcias y a partir de allí tenía poco tiempo para dedicarle a
la tan apasionada tarea de leer. Había que atender a los niños, los cuales fueron
llegando uno a uno, en fila india, casi uno cada dos años, hasta tener diez. Le
continuo un periodo de más calma ya que todos sus hijos estudiaron, se
graduaron y se independizaron, este lapso permitió el deleite de otro tipo de
escritos. Con la biblia bajo el brazo la lectura se limitó y se hizo más específica
hacia el plano religioso.
La
apasionada lectora en sus setentas comenzó a notar que muchos de los escritos y
versículos que había subrayado años atrás en la biblia ya no recordaba de cuándo
y por qué los había marcado. Era como si leyera por primera vez el párrafo
resaltado. Dicen los que saben que a esa edad comienzan a aparecer los
episodios de ralentización de nuestros recuerdos y que muchas veces se presenta
de facto, lo que se lee hoy mañana se olvida. Elsa Marina “la abuela de libros”
sufrió hace cinco años una ACV que aceleró en forma progresiva el Alzheimer que
ha mermado su capacidad de retención de la lectura. Esta enfermedad se apoderó
totalmente de su conciencia, a tal punto que al tomar un libro para leerlo se
queda retenida en la primera línea sin poder salir de ella.
“Cada palabra o frase que se lee, al igual que las
ideas, genera en nuestro cerebro un intercambio neuronal que es pura energía.
Si la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma, entonces debe
haber en alguna parte de la mente de La
abuela de libros una acumulación de energía aportada por todos esos libros
que leyó en su tiempo y que ahora nos inspiran”
03-01-2021.
Correctora de estilo: Elizabeth Sánchez
Historia escrita en honor a la Señora Elsa Marina Pérez de Sánchez (QEPD).
Excelente, la lectura fue parte de su vida y ver que a su corta edad en vez de pedir un juguete solo pedía un libro 🥰 que la daba alegría.
ResponderEliminarMe encanto, un abrazo a la abuela y uds mis queridos amigos.
ResponderEliminarHermoso fragmento de una vida larga y llena de momentos vividos para recordar... Cada persona que tuvo la oportunidad de conocerle o compartir el día a día tiene un algo que agregar a esta historia...
ResponderEliminarL
Excelente reconocimiento en honor a la Sra. Marina.
ResponderEliminarQue bueno , lo devoré como la abuela su libro yo a tu escrito , esperando mi ralentización que de a pasitos lentos veo que se acerca ja ja ja , continua asi
ResponderEliminarGracias tio por esta historia en hecho real, la abuela cuando hablaba de alguna novela que habia leido lo decía como si lo habia vivido, y luego cuando hablaba de la biblia lo hacia con pasion y amor muchos de sus consejo venian se cada proverbio y salmo.
ResponderEliminarAdmiración que tan solo una niña amaba leer.
Que lindo Honor🥰!
ResponderEliminarOjalá muchos pudieran captar esos detalles, hábitos, costumbres de las cosas positivas de nuestros seres queridos.
Muy bien por uds. Humberto y Elizabeth 👏👏👏
Excelente homenaje a doña Marina !!Dios la tiene en su gloriat
ResponderEliminarGracias, mi muy estimado cuñado,por ese hábito fue una mujer de buenos consejos. Dios te bendiga. Nuevamente gracias
ResponderEliminarQue hermosa historia. Un tesoro la abuela.
ResponderEliminarLa abuela de libros, yo la conozco(presente) y mañana seguiré conociéndola y pasado mañana me enseñará a leer y traspasado mañana segura leyendo y así sucesivamente hasta el infinito que deja la historia. Así queda Elsa Marina Perez de Sanchez en mi mente y corazón.
ResponderEliminarMi querida abuela Marina, la de las mandocas, la del sancocho de gallina, la de "tienda la cama al levantarse"! La del Dios te bendiga, la del como le fue en el trabajo?, la del TE AMO HIJO.
Que bonita historia , tuve el hermoso placer de conocer la abuela de los libros , era realmente encantadora, tierna , sutil , inteligente y elegante. Lindos recuerdos aquí en carmen y en progreso Merida, QEPD , como siempre un cariñoso saludo para toda la hermosa familia
ResponderEliminarBella historia de la Abuela Elsa Marina,excelente ser humano,tierna y amorosa con todos 🌹 Dejó un excelente legado de Amor.
ResponderEliminarExcelente historia! Saludos sr Humberto d parte de Belinda Rodríguez
ResponderEliminarSaludos Humberto, hermosa lectura. Como siempre tus lecturas inspiran el imaginario y permiten la combinación de colores “vintage” con colores vivos del presente. Gracias por compartirlo. Un abrazo! @SaelCoach
ResponderEliminarCiertamente la abuela de los libros.
ResponderEliminarMujer de temple y ejemplo a seguir.
La que recordaré toda mi vida por sus largas conversaciones, su carácter fuerte y amoroso.
La Sra bonita, elegante, inteligente.
La que traía la cita de algún libro en un hecho vivido recientemente.
Marinita era así como yo te decía abuela.
Gracias por tus palabras y consejos.
Gracias por tanto amor!
Muchas gracias Humberto. Hermano querido por usar la pluma de tu alma para explayar las vivencias de mamá. Todo el que la conoció, supo la pasión de ella hacia los libros y en especial la Biblia. Ella fue su brújula para cada paso a dar en su vida y consejos a su familia. Lo que sé de gramática, ortografía y lectura tienen sus raíces en la madre. Espero en Dios seguir la disciplina de la *abuela de los libros*. Nuevamente muchas gracias y que sigas exponiendo cada semana las historias de la vida. Un abrazo.
ResponderEliminarGrandiosa historia, siempre que quiero escribir hay algo que me inspira , bella inspiración la abuela de los libros
ResponderEliminarHermosa forma literaria de describir a la sra. Elsa. Que bonito recuerdo tengo de ella. Mis respetos.
ResponderEliminarMorela Leal