domingo, 28 de febrero de 2021

DECONSTRUCCIÓN DE UN MARACUCHO

 Por Humberto Frontado



            El año pasado salió sorpresivamente a la luz pública un pequeño escrito del filósofo francés Jacques Derrida, el cual abarca la extraña investigación que éste hizo sobre las características histriónicas de un sinigual personaje en Latinoamérica. Este documento forma parte de un conjunto de borradores, ensayos y escritos que se hallaron recientemente y constituyen un nuevo aporte al pensamiento del filósofo; ya que amplían y remozan algunas reflexiones aparecidas en un sin número de libros escritos con anterioridad. Un grupo de expertos biógrafos, especialistas en la obra del gran pensador del siglo XX, determinaron que los documentos fueron escritos en el periodo cercano a su muerte.

            El conjunto de manuscritos fue encontrado, después de diez años de la desaparición del destacado filósofo, como si hubiesen sido abandonados de improviso sin ningún orden ni secuencia, en una de las gavetas de un viejo escritorio de madera de cedro de muy bonita talla. Fue localizado en una pequeña, pero acogedora casa ubicada en la isla de Martinica, de las Antillas menores en el Caribe, perteneciente a Francia. Se determinó que esa era una de las casas de retiro que usaba el francés para escapar del intenso frio de su país, allí descansaba y se dedicaba a la escritura continua.

          Después de seis años los textos de los manuscritos fueron revisados por connotados expertos en ortografía, gramática, sintaxis, ortotipografía, estilo, el formato de texto y la precisión de los hechos antes de pasar a la etapa de composición tipográfica, todo con el fin de evitar el riesgo de sesgo. De hecho, se encontraron con problemas en la traducción de muchos términos y expresiones como el título “yo soy la pepa del queso” hallado en una de las páginas. La casa editorial favorecida llegó a un convenio en publicar dos libros, uno de mayor volumen dedicado al pensamiento filosófico del autor y el otro más pequeño contentivo del extraño caso de la fragmentación personal.

          Se tejió toda una trama de misterio sobre lo que pudo haber influido en el connotado filosofo para dedicarle tiempo y atención a esa particular disertación. Los expertos que trabajaron en los borradores dedicados a la investigación encontraron información sobre una inusitada relación personal entre el filósofo y un inmigrante venezolano llamado Maiquel Elpidio Portillo, apodado “el maracucho”. Determinaron que el zuliano había migrado hacia Martinica y tenía cuatro años viviendo en la isla, había aprendido francés e inglés y trabajaba de mesonero en uno de los hoteles cercanos a la morada de Derrida.

          Se dice que durante su permanencia se entabló una muy buena relación entre ambas personas, al punto de llevar a cabo un viaje juntos en secreto a Maracaibo; con el propósito de establecer y tener más soporte conceptual al estudio de deconstrucción que estaba realizando. Fue una estadía anónima que había sido programada para una semana, convirtiéndose luego en casi un mes, debido a lo complejo y abstracto que resultó el particular estudio. Es posible que ese viaje connotaba el sosiego que buscaba Derrida para apartarse de la consternación que le producía su problema de salud.

          Derrida decide valerse de su conocimiento y metodología que ya había usado años atrás para desentrañar profundamente el pensamiento de filósofos que se creyeron eternos en sus verdades expuestas; tales como Martin Heidegger, Marx, Kierkegaard, Rousseau y otros tantos para aplicarlo en este caso particular. Aunque para estos pensadores usó su técnica desde el punto de vista “Gramatológico”, o sea analizando al individuo a través de la evaluación de su escritura. El filósofo francés destaca que su Deconstrucción es sólo una estrategia, una práctica de lectura, es un archipiélago de actitudes ante el texto. La relaciona con disciplinas como la lingüística y la antropología. La deconstrucción no debe ser considerada como una teoría de crítica literaria, ni mucho menos como una filosofía.

             Jacques se planteó que de la misma forma como podía descubrir diferentes significados en la redacción de un texto, podía también descomponer la estructura del lenguaje del hablante y descifrar la esencia de su pensamiento. Sólo habría que desmenuzar y analizar los conceptos que en él están anclados o que lo componen, ya que estos son los que alimentan su forma de pensar. Hacer una revisión profunda de sus afirmaciones y verdades. Abarcar una extensa evaluación al lenguaje utilizado y todas sus implicaciones conexas, de tal manera que para llegar al objetivo previsto tendría que empezar revisando los procesos que se conjugaron para que esta persona piense como piensa y hable como habla. Poner bajo análisis todas las ideas, valores, hábitos, costumbres, alimentación.

          Encontrar los mecanismos que han sido puestos en marcha para que el maracucho sea lo que es, constituye el primer paso para identificar la raíz que alimenta su realidad. Descomponer la forma del lenguaje fue todo un reto, ya que es una maraña inventada sin sentido lingüístico; que ha cimentado una particular forma peculiar de hablar de este sujeto. La identidad y el regionalismo conforman una esencia plena en su expresión, todo significado esta tácito en la expresión corporal y las entonaciones en el habla.

          La deconstrucción es paradójica, en cierto sentido, cuando hay implícita una carga emocional que se impone en la expresión. Sólo los maracuchos embebidos en la misma salsa lingüística serían capaces de entenderse los unos a los otros. En la búsqueda de respuesta de este extraño fenómeno se logra ver en el fondo filológico ciertas contradicciones que combaten entre sí; originando un conflicto sin sentido, que al emerger a veces se desvanece. Esa es la explicación por la cual el insigne filosofo se dignó visitar a Maracaibo y vivir en carne propia lo que le exponía a diario el maracucho, lo creía fantasioso y todo lo que le había contado lo consideraba algo irreal y exagerado.         

             Lo primero que encuentra Derrida, es que a diferencia de los dialectos del centro o la región Andina del país que son tuteantes, el maracucho es típicamente voseante. Es de uso prestigioso y está presente en el habla culta, esto se reduce hacia las zonas rurales. Conserva para esta conjugación la forma de la segunda persona del plural familiar (vosotros). Es posible que ésto permanezca así porque el Zulia se mantuvo fiel por muchos años a la corona española, durante la guerra de independencia de Venezuela; además la región oeste del lago estuvo aislada mucho tiempo del resto de país. En medio del calor inclemente, el francés descubrió también que en Maracaibo se bebe la mejor y más fría cerveza de la bolita del mundo, mantenerla casi al punto de congelación es algo sin precedente, después se enteró que eso significaba “habillé en mariée” (vestida de novia).

            Impresionado descubrió los secretos del habla de un maracucho: no dicen “Hola”, dicen “qué fue mi’jo, cómo tais” y que además todos a su alrededor son sus primos. Que para él algo grande más bien es ¡mollejúo!, y si es impresionante entonces es más que ¡vergatario! Una mujer con el cabello teñido él la ve con unas greñas negras pinturrea´s. Algo curioso en un maracucho es que no tiene mala fortuna, sino que ¡Está más sala’o que las pantaletas de la Sirenita!; tampoco es vanidoso,  él lo que es ¡echón! y ¡aguajero! y en vez de despedirse ¡se va pa’ la verga!

           Entre las connotaciones más destacadas que encontró el filósofo francés, investigando a las personas en el centro de Maracaibo, fueron las siguientes: Los maracuchos beben en el mismo vaso la alegría y la amargura, son algo así como el pueblo elegido por ellos mismos; hacen música de su lamentos y se ríen de la música; toman en serio los cuentos y hacen cuentos de lo serio; no necesitan viajar, ¡porque lo han visto todo! y no creen en nadie porque creen en todo; no necesitan aprender nada porque, ¡todo lo saben!, ofrecen soluciones antes de saber el problema, para ellos nunca hay problema. No se les ocurra discutir con un maracucho jamás, porque ellos nacen con sabiduría.

            Concentró en un párrafo varias reflexiones referidas al profundo análisis conductual: Los maracuchos se caracterizan individualmente por su simpatía, inteligencia y en grupos, por su gritería y apasionamiento.  Cada uno de ellos lleva en sí la chispa de genios y los genios no se llevan bien entre sí; de ahí que reunir a los maracuchos sea fácil, pero unirlos es casi imposible. No se les debe hablar de lógica, pues eso implica razonamiento y mesura, y los maracuchos son hiperbólicos y exagerados; por ejemplo, si lo invitas a un restaurante a comer, no lo estas invitando al mejor restaurante de la ciudad, sino al mejor del mundo. Cuando discuten, no dicen: No estoy de acuerdo contigo, sino: ¡Estáis completamente equivocado!  o te dicen ¡chico vos lo que estáis es Loco! Ellos no entienden por qué los demás no les entienden cuando sus ideas son tan sencillas y no acaban de entender por qué la gente no quiere aprender a hablar como ellos. El maracucho ama tanto la contradicción que le dicen ¡te estáis pudriendo! a las mujeres hermosas y ¡bárbaros! a los eruditos. Tienen tendencias antropófagas; así entonces: ¡Se la comió! es una expresión de admiración, y ¡Comerse un cable! es señal de una situación crítica.

             Comprobó que el maracucho es un ser de alma noble y lleva en sus venas las ganas y maneras para hacer reír a los demás. Para echar el chiste enfatizan su acento y los sonidos nasales del ¡qué molleja! y el ¡vergación! Por eso mismo tienen la maestría de ganarse el odio más obstinado o el amor más profundo en un momento. Esos sentimientos moran en los altos decibeles que usa en su hablar y el diccionario grosero del que hacen uso para expresarse. Por otro lado, su balanceada dieta contempla permanentemente pastelitos con todo tipo de rellenos, tumba ranchos, patacones, pan con queso, arepitas con pernil y tequeños remojados en salsa tártara; éstos son algunos de los manjares apetecidos por todos los maracuchos. En su hablar no se cansan del uso continuo de la palabra “verga”. No es un verbo, pero tiene todo tipo de declinaciones y usos:  verga, vergatario, verguero, vergación, vergation (en inglés), es una palabra que sirve para todo. Son dueños de La gaita que nació como un género musical de protesta, pero en la actualidad interpreta temas de amor, religiosos, jocosos y de toda verg…

         Derrida cerró el manuscrito con la siguiente expresión:

¡Ahhh! …los maracuchos… no puedes vivir mucho con ellos, pero es imposible vivir sin ellos…en verdad ¡ils sont la graine de fromage! (son la pepa´el queso)

 

Venezuela, Cabimas, 21-02-21

 

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