viernes, 14 de mayo de 2021

EL EXCREMENTO DEL DIABLO Y SUS DELICIAS

Por Humberto Frontado



            Cuenta la historia que hace muchos siglos atrás, sobre las planicies de nuestro bello y tropical paraíso llamado país, aparecieron los primigenios habitantes libremente haciendo caminos con su andar. Iban construyendo una intrincada red de caminos que los llevaba a sitios asombrosos de deslumbrante belleza. Se fueron estableciendo en lugares estratégicos formando sus tribus. Esas localidades se encontraban generalmente cerca de zonas donde podían recolectar frutas y vegetales, así como cazar algunos animales. Se dice que fueron muchas las tribus que se establecieron por todo el territorio,   hasta que se dió el fatídico encuentro que las diezmó, casi desapareciéndolas de la faz de la tierra.

             Una de esas tribus, ubicadas en los bordes frailejoneados de las montañas de los Andes, resultó ser responsable de un suceso muy particular que daría inicio a un inimaginable acontecimiento catastrófico. Ocurrió cuando caminaban sigilosos un par de nativos por los faralaos empinados de los cerros con sus pequeñas lanzas y hondas buscando algún conejo o paloma para comer. Después de haber andado un buen trecho, sin poder encontrar nada que llevar, apartando arbustos y maleza quedaron sorprendidos por el bullicio de un grupo de perdices que volaron abruptamente en estridentes estampidas al verse descubiertas con la presencia de los dos incipientes y extraños personajes.

           El par de nativos recularon al verse espantados por aquellas asustadizas aves y se miraron entre sí, no les quedó otra cosa que reírse hasta más no poder ya que se dieron cuenta que sumidos en su cobardía no pudieron ni siquiera tirar una piedra al mogote de aves. Al levantar la mirada y ver hacia dónde habían partido las alocadas perdices se quedaron absortos al observar una larga planicie calva sin nada de vegetación que parecía había sido rajada por un certero y descomunal machetazo, de algún enojado dios geológico. En el sitio se respiraba un raro olor de estiércol acumulado de muchos animales, parecía el recinto del cagadero público de los animales que por allí merodeaban. Observaron que la grieta se prolongaba cierta distancia y que de la sección más abierta  manaba una sustancia pastosa, como la chicha fermentada que ellos hacían para emborracharse, más negra y verdosa que la bilis del cochino de monte. Vieron hipnotizados salir cadenciosas unas grandes y continuas burbujas que reventaban emanando  un penetrante olor que parecían eructos putrefactos.

            Con el tiempo los indígenas lograron amansar la bestia pútrida y comenzaron a hallarle aplicación a la negruzca baba en las diferentes actividades que ejecutaban. Esa oscura melcocha la utilizaron en su farmacopea; como cataplasma caliente para quitarle los dolores de rodillas y coyunturas a los ancianos, también la usaban para curar heridas abiertas y aliviar las picaduras de algunos insectos. 

          Muchos años después aquella profunda tranquilidad y paz que envolvía aquel edén quedó interrumpida cuando arribaron a sus costas unas extrañas e inmensas embarcaciones ataviadas de unas mantas blancas agarradas de un estantillo mayor que nacía en el medio de la gorda canoa. De aquellas naves bajaban seres blancos altos y barbudos con el imperativo propósito de conquistar y apropiarse de todo el territorio que habían considerado propio. Con su poderío en armas los nuevos visitantes lograron acometer su legado: doblegar y desplazar las tribus hacías otras zonas más inhóspitas.

         Transcurrieron unos doscientos años y nuestros indígenas pasaron de oeste a este buscando menos conflictos con los invasores. Durante las sucesivas incursiones de estos belicosos hacia las zonas montañosas de los Andes, siguiendo los trazados caminos de los indígenas, dieron con los manantiales bituminosos. Vieron las diferentes aplicaciones que habían desarrollado los nativos con el bitumen, pero ellos vieron una muy particular. Esa brea la podían usar para algo muy importante y especial. Preguntaron a los nativos sobre el nombre que tenía la negra argamasa y en su dialecto lo describieron como “caca de la serpiente maligna”. Los invasores rápidamente le encontraron una traducción y la comenzaron a llamar “mierda del diablo”. Los corsarios comenzaron a recoger en unos barriles el bitumen para llevárselo a la costa. La novedosa adquisición la utilizaron para calafatear sus naves. En ese momento se dió la primera acción de exportación de petróleo en ese país. El asfalto logró sustituir las resinas vegetales que se usaban frecuentemente, además en estas tierras no había plantas que produjesen la savia o resina que se necesitaba para tal fin.

           Desplazándonos un poco más atrás en la historia vemos lo importante que ha sido el uso de las resinas en el calafateo de las naves. En el Genesis bíblico aparecen varios relatos sobre el uso de la sustancia, siendo el más importante  el calafateo de aquella mítica y misteriosa embarcación que salvó a todas las especies del planeta de un gran cataclismo. Se sabe que, mediante la destilación y transformación de algunas maderas resinosas, petróleo, hulla y turba, se obtiene el alquitrán y éste se ha usado desde hace varios milenios.

          Muchos años después de ese connotado uso de la nueva resina de hidrocarburo se fueron encontrando nuevos brotes superficiales de petróleo por la misma zona. En 1878 se reunieron cinco emprendedores compadres que se interesaron en la comercialización de negro betún. Se fueron al gran país del norte y se encontraron con la forma de destilar el petróleo hallado y convertirlo en varios productos. Instalaron la primera refinería de hidrocarburo, era básicamente un alambique que podía procesar diariamente unos barriles de nafta, querosén y grasas. El querosén era el más utilizado,   llenando las lámparas de alumbrado.

           Obtener beneficios fáciles por sacar de la tierra ese preciado y fétido líquido disparó la ambición de muchas personas en todo el mundo. La fiebre por las riquezas cambio de color, de oro amarillo pasó a oro negro. La aparición del “excremento del diablo” activó toda una avasallante convulsión que conllevaba cautivadoras delicias. Los gobiernos vieron la inmensa ventaja que ofrecía a la nación explotar los hidrocarburos. En algunos países la redacción de sus constituciones les favorecía ampliamente ya que establecían que la nación era dueña de lo que se encontraba en el subsuelo. El estado y sus instalados dictadores   de turno se dieron a la tarea de establecer a su conveniencia la repartición de concesiones. La economía de los países se apuntaló y significó grandes avances en su desarrollo y políticas sociales. Una de las grandes repercusiones representó el fenómeno del desplazamiento de la población rural hacia los centros petroleros, la gente se fue en búsqueda de mejores oportunidades de vida. Los países quedaron desprevenidos y quedaron sin planes concretos de agricultura y cría.

           Los países latinoamericanos favorecidos por la providencia tuvieron un auge económico sin precedentes dándoles estatus de prosperidad y desarrollo. El precio del petróleo en la década de los 70´s envolvió a esos países en una burbuja mágica. Se bailaba la danza de los petrodólares a manos llenas. La infraestructura y comercio se vieron fortalecidos aun con una administración sin control certero.

          En nuestro emporio apareció Juan Pablo Pérez Alfonzo (1903-1979), el padre de la OPEP, dándole más proyección de potencia mundial al país. Las guerras en tierras lejanas favorecieron el precio del petróleo. Todo esto se juntó para que más aún se descuidaran las amenazas que se tejían sobre nuestro territorio. Juan Pablo, así como otros pocos sensatos políticos nos advirtieron sobre lo que se avecinaba y las medidas que se podían tomar para contrarrestar el negativo efecto de lo antes ejecutado. Estos personajes nos machacaban enfáticamente y hasta el cansancio que el derroche y la forma parasitaria de nuestra economía nos llevaría al desastre. Entendimos tarde que todo el aluvión de divisas que entraba al país era consecuencia de los altos precios del petróleo, los cuales se movían aleatoriamente en una montaña rusa que desembocaba en un negro precipicio.

          En un escueto resumen, Pérez Alfonso recomendó al presidente Caldera pagar la deuda pública e invertir en el exterior los excedentes de ingresos petroleros, en lugar de gastarlos y no hizo caso. El sucesor de Caldera, Carlos Andrés Pérez, se gastó la plata y se apalancó en los ingresos petroleros para endeudarse aún más. Cuando la Reserva Federal de EE.UU. indujo una recesión para frenar la inflación, subió la tasa de interés y cayó el precio del crudo. Esta acción hizo quebrar a Venezuela, México y Ecuador. “Mejor hubiera estado Venezuela sin petróleo”, concluyó una vez Pérez Alfonzo. Los siguientes cuatro gobiernos no pudieron remontar el desastre y pasamos de una escabrosa montaña rusa a la ruleta rusa.

           Mas tarde la historia se repitió dándonos una segunda oportunidad cuando el precio del petróleo subió en el periodo 2006 hasta 2014. No nos sirvió para nada la experiencia vivida años atrás. Tanto Venezuela como Ecuador incurrimos en el mal manejo administrativo e incluso lo hicimos peor, endeudándonos más. Ya nadie duda a estas alturas que la tragedia venezolana y de otros países encuentra muchas explicaciones en esta dependencia del “excremento del Diablo”, como lo definían los indígenas, utilizándolo  posteriormente Juan Pablo. 

           La experiencia vivida en nuestro país da la razón a estos premonitorios personajes que advirtieron el desastre que augura la dotación natural del “excremento del diablo”, como que si esta dotación natural fuese una maldición que nos condenaría eternamente al subdesarrollo social y la corrupción política. Si eso fuese así por qué no les cayó la marabunta a Noruega. Ellos consiguieron erradicar la pobreza, tener un codiciado sistema de asistencia social y educación, infraestructura vial y transporte, a pesar de su compleja geografía y clima. El excremento en ese país ha existido por años, pero al parecer menos hediondo. Sus valores se centralizan en igualdad, moderación y amor a la naturaleza, que le han permitido una explotación seria de su “maldición” a partir de una compañía estatal que fue parcialmente privatizada pero cuyos dividendos no sólo han servido para reinvertir en su crecimiento, sino también para la creación del fondo soberano de inversión más grande del mundo que asegura el bienestar de la población de hoy y sus futuras generaciones. Los Emiratos Árabes Unidos también fueron castigados con la “Mefistófele ñoña” y al igual que Noruega ha logrado triunfar.

          El “excremento del diablo” cubrió lentamente a Venezuela, desde su aparición, su viscosidad y pegajoso cuerpo se fue adhiriendo a todo aquel engranaje que movía su incipiente economía hasta el punto de trabarlo todo. Un viernes tan negro como su entraña hizo que se viniera abajo todo el telón del teatro financiero que mantenía perplejo a propios y extraños.

 

Buenos Aires, Argentina, 14-05-2021

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