Por Humberto Frontado
Cuenta la historia que hace muchos siglos atrás, sobre las planicies de nuestro bello y tropical paraíso llamado país, aparecieron los primigenios habitantes libremente haciendo caminos con su andar. Iban construyendo una intrincada red de caminos que los llevaba a sitios asombrosos de deslumbrante belleza. Se fueron estableciendo en lugares estratégicos formando sus tribus. Esas localidades se encontraban generalmente cerca de zonas donde podían recolectar frutas y vegetales, así como cazar algunos animales. Se dice que fueron muchas las tribus que se establecieron por todo el territorio, hasta que se dió el fatídico encuentro que las diezmó, casi desapareciéndolas de la faz de la tierra.
Una de esas tribus, ubicadas en los bordes frailejoneados de las montañas de los Andes, resultó ser responsable de un suceso muy particular que daría inicio a un inimaginable acontecimiento catastrófico. Ocurrió cuando caminaban sigilosos un par de nativos por los faralaos empinados de los cerros con sus pequeñas lanzas y hondas buscando algún conejo o paloma para comer. Después de haber andado un buen trecho, sin poder encontrar nada que llevar, apartando arbustos y maleza quedaron sorprendidos por el bullicio de un grupo de perdices que volaron abruptamente en estridentes estampidas al verse descubiertas con la presencia de los dos incipientes y extraños personajes.
El par de nativos recularon al verse
espantados por aquellas asustadizas aves y se miraron entre sí, no les quedó
otra cosa que reírse hasta más no poder ya que se dieron cuenta que sumidos en
su cobardía no pudieron ni siquiera tirar una piedra al mogote de aves. Al
levantar la mirada y ver hacia dónde habían partido las alocadas perdices se
quedaron absortos al observar una larga planicie calva sin nada de vegetación que
parecía había sido rajada por un certero y descomunal machetazo, de algún enojado
dios geológico. En el sitio se respiraba un raro olor de estiércol acumulado de
muchos animales, parecía el recinto del cagadero público de los animales que
por allí merodeaban. Observaron que la grieta se prolongaba cierta distancia y que de la sección más abierta manaba una
sustancia pastosa, como la chicha fermentada que ellos hacían para
emborracharse, más negra y verdosa que la bilis del cochino de monte. Vieron
hipnotizados salir cadenciosas unas grandes y continuas burbujas que reventaban emanando un penetrante olor que parecían eructos putrefactos.
Con el tiempo los indígenas
lograron amansar la bestia pútrida y comenzaron a hallarle aplicación a la negruzca
baba en las diferentes actividades que ejecutaban. Esa oscura melcocha la utilizaron en su farmacopea; como cataplasma caliente para quitarle los dolores de
rodillas y coyunturas a los ancianos, también la usaban para curar heridas
abiertas y aliviar las picaduras de algunos insectos.
Muchos años después aquella profunda
tranquilidad y paz que envolvía aquel edén quedó interrumpida cuando arribaron a
sus costas unas extrañas e inmensas embarcaciones ataviadas de unas mantas
blancas agarradas de un estantillo mayor que nacía en el medio de la gorda
canoa. De aquellas naves bajaban seres blancos altos y barbudos con el imperativo
propósito de conquistar y apropiarse de todo el territorio que habían considerado
propio. Con su poderío en armas los nuevos visitantes lograron acometer su
legado: doblegar y desplazar las tribus hacías otras zonas más inhóspitas.
Transcurrieron unos doscientos años y
nuestros indígenas pasaron de oeste a este buscando menos conflictos con los invasores.
Durante las sucesivas incursiones de estos belicosos hacia las zonas montañosas
de los Andes, siguiendo los trazados caminos de los indígenas, dieron con los
manantiales bituminosos. Vieron las diferentes aplicaciones que habían desarrollado
los nativos con el bitumen, pero ellos vieron una muy particular. Esa brea la
podían usar para algo muy importante y especial. Preguntaron a los nativos
sobre el nombre que tenía la negra argamasa y en su dialecto lo describieron
como “caca de la serpiente maligna”. Los invasores rápidamente le encontraron
una traducción y la comenzaron a llamar “mierda del diablo”. Los corsarios
comenzaron a recoger en unos barriles el bitumen para llevárselo a la costa. La
novedosa adquisición la utilizaron para calafatear sus naves. En ese momento se
dió la primera acción de exportación de petróleo en ese país. El asfalto logró
sustituir las resinas vegetales que se usaban frecuentemente, además en estas
tierras no había plantas que produjesen la savia o resina que se necesitaba
para tal fin.
Desplazándonos un poco más atrás en la
historia vemos lo importante que ha sido el uso de las resinas en el calafateo
de las naves. En el
Genesis bíblico aparecen varios relatos sobre el uso de la sustancia, siendo el
más importante el calafateo de aquella mítica y misteriosa embarcación que salvó
a todas las especies del planeta de un gran cataclismo. Se sabe que, mediante
la destilación y transformación de algunas maderas resinosas, petróleo, hulla y
turba, se obtiene el alquitrán y éste se ha usado desde hace varios milenios.
Muchos años después de ese connotado
uso de la nueva resina de hidrocarburo se fueron encontrando nuevos brotes superficiales
de petróleo por la misma zona. En 1878 se reunieron cinco emprendedores
compadres que se interesaron en la comercialización de negro betún. Se fueron al
gran país del norte y se encontraron con la forma de destilar el petróleo
hallado y convertirlo en varios productos. Instalaron la primera refinería de
hidrocarburo, era básicamente un alambique que podía procesar diariamente unos
barriles de nafta, querosén y grasas. El querosén era el más utilizado, llenando las lámparas de alumbrado.
Obtener beneficios fáciles por
sacar de la tierra ese preciado y fétido líquido disparó la ambición de muchas
personas en todo el mundo. La fiebre por las riquezas cambio de color, de oro
amarillo pasó a oro negro. La aparición del “excremento del diablo” activó toda
una avasallante convulsión que conllevaba cautivadoras delicias. Los gobiernos
vieron la inmensa ventaja que ofrecía a la nación explotar los hidrocarburos.
En algunos países la redacción de sus constituciones les favorecía ampliamente
ya que establecían que la nación era dueña de lo que se encontraba en el subsuelo.
El estado y sus instalados dictadores
de turno se dieron a la tarea de establecer a su conveniencia la repartición
de concesiones. La economía de los países se apuntaló y significó grandes
avances en su desarrollo y políticas sociales. Una de las grandes repercusiones
representó el fenómeno del desplazamiento de la población rural hacia los
centros petroleros, la gente se fue en búsqueda de mejores oportunidades de
vida. Los países quedaron desprevenidos y quedaron sin planes concretos de agricultura
y cría.
Los países latinoamericanos favorecidos
por la providencia tuvieron un auge económico sin precedentes dándoles estatus
de prosperidad y desarrollo. El precio del petróleo en la década de los 70´s
envolvió a esos países en una burbuja mágica. Se bailaba la danza de los
petrodólares a manos llenas. La infraestructura y comercio se vieron fortalecidos
aun con una administración sin control certero.
En nuestro emporio apareció Juan
Pablo Pérez Alfonzo (1903-1979), el padre de la OPEP, dándole más proyección de
potencia mundial al país. Las guerras en tierras lejanas favorecieron el precio
del petróleo. Todo esto se juntó para que más aún se descuidaran las amenazas
que se tejían sobre nuestro territorio. Juan Pablo, así como otros pocos sensatos
políticos nos advirtieron sobre lo que se avecinaba y las medidas que se podían
tomar para contrarrestar el negativo efecto de lo antes ejecutado. Estos
personajes nos machacaban enfáticamente y hasta el cansancio que el derroche y la
forma parasitaria de nuestra economía nos llevaría al desastre. Entendimos
tarde que todo el aluvión de divisas que entraba al país era consecuencia de los
altos precios del petróleo, los cuales se movían aleatoriamente en una montaña rusa que desembocaba
en un negro precipicio.
En un escueto resumen, Pérez Alfonso
recomendó al presidente Caldera pagar la deuda pública e invertir en el
exterior los excedentes de ingresos petroleros, en lugar de gastarlos y no hizo
caso. El sucesor de Caldera, Carlos Andrés Pérez, se gastó la plata y se
apalancó en los ingresos petroleros para endeudarse aún más. Cuando la Reserva Federal
de EE.UU. indujo una recesión para frenar la inflación, subió la tasa de
interés y cayó el precio del crudo. Esta acción hizo quebrar a Venezuela, México
y Ecuador. “Mejor hubiera estado Venezuela sin petróleo”, concluyó una vez Pérez
Alfonzo. Los siguientes cuatro gobiernos no pudieron remontar el desastre y pasamos
de una escabrosa montaña rusa a la ruleta rusa.
Mas tarde la historia se repitió dándonos una segunda oportunidad cuando el precio del petróleo subió en
el periodo 2006 hasta 2014. No nos sirvió para nada la experiencia vivida años atrás.
Tanto Venezuela como Ecuador incurrimos en el mal manejo administrativo e
incluso lo hicimos peor, endeudándonos más. Ya nadie duda a estas alturas que la
tragedia venezolana y de otros países encuentra muchas explicaciones en esta
dependencia del “excremento del Diablo”, como lo definían los indígenas, utilizándolo posteriormente Juan
Pablo.
La experiencia vivida en nuestro país
da la razón a estos premonitorios personajes que advirtieron el desastre que augura
la dotación natural del “excremento del diablo”, como que si esta dotación
natural fuese una maldición que nos condenaría eternamente al subdesarrollo
social y la corrupción política. Si eso fuese así por qué no les cayó la marabunta
a Noruega. Ellos consiguieron erradicar la pobreza, tener un codiciado sistema
de asistencia social y educación, infraestructura vial y transporte, a pesar de
su compleja geografía y clima. El excremento en ese país ha existido por años, pero
al parecer menos hediondo. Sus valores se centralizan en igualdad, moderación y
amor a la naturaleza, que le han permitido una explotación seria de su
“maldición” a partir de una compañía estatal que fue parcialmente privatizada pero cuyos dividendos no sólo han servido para reinvertir en su crecimiento,
sino también para la creación del fondo soberano de inversión más grande del
mundo que asegura el bienestar de la población de hoy y sus futuras
generaciones. Los Emiratos Árabes
Unidos también fueron castigados con la “Mefistófele ñoña” y al igual que
Noruega ha logrado triunfar.
El “excremento del diablo” cubrió lentamente a Venezuela, desde su aparición, su
viscosidad y pegajoso cuerpo se fue adhiriendo a todo aquel engranaje que movía
su incipiente economía hasta el punto de trabarlo todo. Un viernes tan negro
como su entraña hizo que se viniera abajo todo el telón del teatro financiero
que mantenía perplejo a propios y extraños.
Buenos
Aires, Argentina, 14-05-2021
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